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Anexo 1. El uso del concepto de narcisismo en la psicología. Breve historia y observaciones críticas145

1. El Narcisismo según Havelock Ellis

El uso del término narcisismo146 fue popularizado por Sigmund Freud. Éste dice haberlo tomado de Paul Näcke, célebre criminólogo, quien a su vez se inspiró en el sexólogo liberal Havelock Ellis147.

Para Ellis, el narcisismo es una conducta sexual que pertenece a la categoría del autoerotismo. Por autoerotismo, Ellis entendía, no tanto el tomar al propio cuerpo o yo como objeto erótico, sino una reacción sexual suscitada por el sujeto mismo, y no por un objeto externo148. Este autor distingue cuatro formas de autoerotismo: 1) las ensoñaciones diurnas de tipo erótico; 2) los sueños eróticos; 3) el narcisismo; 4) la masturbación149. Todas estas actividades sexuales tienen en común la ausencia de un otro real. De entre ellas, siempre según Ellis, la forma más extrema sería el narcisismo150:

La forma extrema del autoerotismo es la tendencia que tiene la emoción sexual a ser absorbida y a perderse a veces en la admiración de sí propio. Esta tendencia, parecida a la de Narciso, cuyo germen normal en las mujeres está simbolizado en el espejo, se halla en menor grado en algunos hombres y aparece bien marcada en las mujeres, generalmente unida a una atracción hacia otras personas, atracción a la cual está, por lo común, sometida. “El espejo, dice Bloch (Beiträge, I, Pág. 201), desempeña un papel importante en la génesis de la aberración sexual... Es indudable que muchos niños de ambos sexos experimentaron por vez primera excitación sexual a la vista de sus propios cuerpos en el espejo”151.

El narcisismo sería, entonces una conducta sexual que consiste en una excitación erótica provocada por la contemplación cautivante de la propia belleza. Para Ellis es un fenómeno que se daría mayormente en las mujeres, que podría formar parte de la normalidad, y que se manifestaría en la contemplación en el espejo. Ellis observa que en general en la vida sexual la autoobservación es uno de los excitantes:

Merece la pena hablar aquí, aunque sea de pasada, del importante lugar que ocupa la vista en los medios normales y anormales que se llevan a cabo para incitar la tumescencia en circunstancias que excluyen la selección definitiva por influencia de la belleza. La acción de los espejos pertenece a este grupo de fenómenos. En todos los lupanares de primer orden hay gran profusión de espejos, lo mismo en las paredes que encima de las camas. Jóvenes y chicas inocentes, al contemplarse inconscientemente en los espejos, provocan a veces en sí mismos los primeros indicios de excitación sexual. En mi estudio de auto-erotismo, he hablado de varias y desarrolladas formas de este género de contemplación propia, y con referencia a ello cité la fábula de Narciso, de la cual ideó Näche la palabra narcisismo para explicar este grupo de fenómenos152.

Pero esta inclinación podría transformarse en patológica si llegara al extremo de convertirse en exclusiva:

En la forma extremada en que sólo puede invocarse propiamente el nombre de Narciso, hay, relativamente, indiferencia a las relaciones sexuales con el sexo opuesto, y no se siente admiración por éste. Este estado suele ser raro, excepto quizá en la demencia. Desde que llamé la atención sobre esta forma de autoerotismo (Alienist and Neurologist, Abril 1898), varios escritores han estudiado el tema, especialmente Näcke, que, ateniéndose a la indicación que yo hacía, llama narcisismo a este estado153.

Sintetizando la posición de Ellis podemos decir lo siguiente:

A) Narcisismo es un término utilizado para designar un fenómeno específicamente sexual-genital (aunque no faltan en Ellis referencias al psicoanálisis, ni tampoco algunos ejemplos en los que el carácter propiamente sexual del fenómeno no queda del todo claro).

B) Este fenómeno consiste en la excitación sexual (que no necesariamente llega al orgasmo) a partir de la contemplación admirada de la propia belleza.

C) Esta conducta pertenecería, de ordinario, a la vida sexual normal.

D) Si se transforma en una conducta exclusiva, que excluye totalmente al otro, se transforma en patológica.

E) Se conecta muy claramente con la fábula de Narciso, no sólo por el enamoramiento de sí mismo, sino por la referencia a los espejos.

La posición de Ellis es bastante clara, aunque susceptible de algunas críticas, en las que aquí no nos podemos extender. Señalamos simplemente dos: a) En algunos de los ejemplos que este autor pone no está claro que tal enamoramiento de sí no sea más platónico que estrictamente sexual; b) El uso de una palabra que parece implicar intrínsecamente el desorden, como es la palabra narcisismo, para designar una conducta normal no nos parece correcto. Se podrían hacer también observaciones sobre la excitación sexual a partir de la observación de sí mismo que dejo para otra ocasión154.

2. El narcisismo en el psicoanálisis de Freud155

Como no podía ser de otra manera, la extensión concedida a la sexualidad por Freud, bastante más allá de su uso habitual, no podía sino traer como consecuencia una ampliación (y “ambiguación”) del concepto de narcisismo. En este autor, el narcisismo deja de ser un fenómeno restringido al ámbito de la excitación sexual-genital, y pasa a ser un fenómeno fundamental en la vida psíquica humana.

Si Freud utiliza por primera vez la palabra narcisismo en 1910 para referirse a la elección de objeto homosexual, no es sino hasta 1914, en su Introducción del narcisismo que este término pasa a formar parte de la estructura conceptual del psicoanálisis. A pesar de la oscuridad del modo de escribir de Freud y de la constante evolución en que están los conceptos que maneja, se pueden distinguir básicamente dos momentos principales en el desarrollo de su teoría:

A) Un primer momento en que el narcisismo es visto como una fase de la evolución libidinal, intermedia entre el autoerotismo y la elección de objeto; y B) Un segundo momento en que se habla de una fase narcisista primaria, que se retrotrae a la vida intrauterina, en la que no hay diferencia entre el yo y el no-yo.

B) Freud toma de Ellis tanto el concepto de narcisismo como el de autoerotismo, aunque cambiándolos de significado. Para entender esta primera fase es necesario recordar la teoría freudiana de la evolución del placer libidinal a través de distintas zonas erógenas. Inicialmente, el placer erótico se montaría sobre la pulsión de autoconservación, siendo su objeto el pecho materno. En un segundo momento, el placer se independizaría de tal objeto, dando lugar a la multiplicidad de la satisfacción sexual desligada de un objeto preciso. En este segundo momento las distintas zonas erógenas procurarían un placer sexual anárquico y, sobre todo, autoerótico, no dirigido a un objeto. Cuando, a partir de la formación del esquema corporal se comienza a formar el yo, éste sería investido o catectizado con toda la energía libidinal, transformándose en el reservorio de la libido y dando lugar a una fase narcisista que se llamará narcisismo primario156. A partir de la catexis del yo (por la que Freud llamará libido del yo157), éste procede a catectizar objetos (con libido objetal)158. El yo es, entonces, el reservorio de energía libidinal y el punto de partida desde el que se catectizan los objetos.

En las psicosis, el yo retiraría completamente las catexis de los objetos y las recogería de nuevo en el yo. Frecuentemente en sus obras, Freud llama a las psicosis neurosis narcisistas, que contrapone a las neurosis de transferencia (histeria y obsesión). Mientras que esta última colocaría la libido sobre objetos (reales o fantaseados), aquella se caracterizaría por el replegamiento de la libido sobre el yo159.

C) En un segundo momento, al cambiar su concepción tópica del aparato psíquico, Freud cambia también su concepción sobre el narcisismo. En primer lugar, en este momento en Freud tienden a mezclarse los conceptos de narcisismo y de autoerotismo. En segundo lugar, cambia su concepción sobre el narcisismo primario. Ahora con esta expresión pasa a designarse el momento inicial de la vida humana, la vida intrauterina, en el que la libido se halla completamente replegada sobre el individuo (yo-ello indiferenciado160), previamente a todo establecimiento de relaciones objetales. El yo entonces se construiría en un momento ulterior o narcisismo secundario161.

El pensamiento de Freud se hace aquí muy oscuro y muy lejano del ejemplar del mito de Narciso, por lo que ha merecido críticas de sus mismos seguidores162. Muchas observaciones críticas de fondo se podrían hacer, que desbordan las posibilidades de un estudio como el presente. Se podría señalar, por ejemplo, que en las “neurosis narcisistas”, es decir, en las psicosis, aunque se da un encerramiento del sujeto en sí mismo, esto poco tiene que ver con un enamoramiento que encandile a la persona haciéndola ciega a la belleza de la alteridad. Yendo a lo esencial, según la concepción de Freud el ser humano es narcisista por naturaleza. Es imposible para éste relacionarse con los demás de otro modo que como “objetos” de descarga de la libido y, en el fondo, como una extensión de sí mismos. Pero, al mismo tiempo, el yo mismo es una construcción secundaria, pues primariamente habría un extraño narcisismo anobjetal y sin sujeto. Se trata del solipsismo irracionalista más radical163.

3. El trastorno narcisista de la personalidad

El psicoanálisis más reciente habla también de una personalidad narcisista, una especie de trastorno cercano al límite o prepsicótico164, pero más organizado y, en apariencia, adaptado. Hay discusiones internas a la escuela psicoanalítica sobre la personalidad narcisista, en las que aquí ni podemos ni queremos entrar (como la discusión de Kernberg con Kohut165). Nos detendremos simplemente en la determinación de este tipo patológico de personalidad en su último teórico psicoanalítico de relevancia, Otto Kernberg.

Según Kernberg “narcisismo es un término descriptivo del que se ha hecho uso y abuso; pero existe un grupo de pacientes cuyo principal problema radica en un desequilibrio de su autoapreciación relacionado con perturbaciones específicas de sus vínculos objetales”166. “En un plano superficial, no exhiben desórdenes serios de conducta; su comportamiento social suele ser satisfactorio y el control sobre sus impulsos es en general más eficaz que en las personalidades infantiles”167.

Kernberg describe los rasgos principales de esta personalidad de este modo: “Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y admiración”168. “En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo, anhelo y reacciones depresivas, siendo esta última carencia una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban.”169 “Las interacciones de estos pacientes con otras personas están referidas a sí mismos de manera inusual; sienten gran necesidad de ser amados y admirados y presentan una curiosa contradicción entre un concepto muy elevado de sí mismos y una desmedida necesidad de homenaje por parte de los demás. Su vida emocional carece de hondura; experimentan escasa empatía hacia los sentimientos de otras personas; disfrutan poco de la vida, más allá del tributo que reciben de los demás y de sus propias fantasías grandiosas; caen en el desasosiego y el hastío cuando el brillo externo se desvanece y no encuentran nuevas fuentes para alimentar su autoestima”170.

Es interesante la observación hecha por Kernberg de que “estas personalidades han tenido generalmente una madre, o un sustituto de la misma, que aparentemente funciona al nivel de la adaptación superficial al medio, pero que tiene una relación con su hijo de indiferencia y de agresividad contenida, o también que hace un uso narcisista del hijo para mostrarlo como un trofeo u obra de arte”171. Estas observaciones descriptivas de Kernberg son dignas de atención, pero cuando empieza con el análisis propiamente psicoanalítico y dice cosas como que “su comportamiento altivo, grandioso y controlador es una defensa contra rasgos paranoides vinculados por la proyección de la rabia oral”172, entramos en la tradicional teorización semi-delirante característica de la escuela psicoanalítica.

Mientras que la clasificación de enfermedades de la OMS (el CIE-10), pone a la personalidad narcisista en la categoría “Otros trastornos específicos de la personalidad” (F60.8), el DSM-IV coloca el trastorno límite en su clasificación de los trastornos de la personalidad en el clúster B, que recoge las personalidades teatrales e impulsivas (junto a la narcisista, las personalidades antisocial, límite e histriónica). Sería superfluo citar aquí las características del trastorno según el DSM-IV-TR, fácilmente accesibles para todo el mundo. Baste citar lo fundamental: “La característica esencial del trastorno narcisista de la personalidad es un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía que empieza al comienzo de la edad adulta y que se da en diversos contextos”173. Los estudios recientes reconocen a este trastorno una alta comorbilidad. Es interesante también comprobar que, mientras Ellis consideraba al narcisismo característico de las mujeres, la personalidad narcisista se da estadísticamente más en varones (50-75%)174.

No cabe duda de que el tipo de personalidad descrito bajo el nombre de trastorno narcisista existe. Se podría dudar, sin embargo, de lo acertado de la aplicación del nombre, pero esto es relativamente secundario. Más allá de esto, nos podríamos preguntar si los modos en que ha sido analizado este trastorno, especialmente desde el psicoanálisis, son los correctos, y cuál es su relación con conceptos clásicos de la moral como vanidad, orgullo, soberbia, presunción, etc.

4. Narcisismo, egocentrismo y filautía

El concepto de narcisismo parece emparentado con el adleriano de “egocentrismo”. El mismo Alfred Adler, que pone el egocentrismo ajeno al sentimiento de comunidad como el rasgo capital del carácter neurótico, considera que el concepto freudiano de narcisismo no hace sino traducir en términos confusos lo que el adlerismo dice más claramente:

Freud anunció su concepto de narcisismo durante un período en que la Psicología Individual señalaba agudamente el aspecto egocéntrico del neurótico. Es una cuestión de terminología. Si entiendo por narcisismo solamente el amor sexual a sí mismo, entonces el narcisismo no es más que una de las miles de variantes del amor propio. Cuando el amor propio sexual aparece, es solamente una de las muchas manifestaciones de una persona que sólo piensa en sí misma. [...] Puesto que el curso natural no es así, no podemos considerar el fenómeno del narcisismo como una componente o una fase innata en la evolución. Lo consideramos como una fase secundaria que se presenta cuando una persona ha excluido las relaciones sociales que se sobreentienden y se dan naturalmente, o cuando nunca las ha encontrado. [...] Si uno expande enormemente el concepto del narcisista, como en el psicoanálisis, no se manifiesta otra cosa más que el tipo de la persona egocéntrica, que nosotros hemos descrito extensamente175.

El concepto adleriano de egocentrismo es más amplio que el de narcisismo, pues al no suponer la referencia específica a las características de Narciso es aplicable a todos los desórdenes por los que una persona se coloca en el centro y hace girar el mundo en torno a sí, más allá de que aparezcan manifestaciones de un enamoramiento de sí mismo o no. Para Adler, toda neurosis y todo desorden del carácter proceden del egocentrismo. En este sentido, cualquier desorden de la personalidad implicaría el egocentrismo, no sólo el llamado trastorno narcisista. Rudolf Allers, conocido discípulo de Adler (al que más adelante nos referiremos ampliamente), describe de este modo el “mundo” (en sentido fenomenológico) del neurótico:

Por ser un mundo centrado en sí mismo, el mundo del neurótico es esencialmente desamorado, un mundo en el que las relaciones humanas no pueden manifestarse plenamente. El neurótico exige cosas de sus semejantes, pero es incapaz de acceder sinceramente a las demandas de la sociedad. Su ser no es un verdadero “ser-con” otros, porque éstos han sido degradados, por decirlo así, en virtud de una finalidad egocéntrica. Los seres humanos y las cosas están casi al mismo nivel; ambas son, aproximadamente, herramientas aprovechables. Sentimientos como la admiración, la dedicación, la devoción, referidos a una persona o a una causa, están prácticamente ausentes en el mundo del neurótico (Quizá sea por eso que Freud, al tomar contacto con la naturaleza humana, sobre todo a través del estudio de las personalidades neuróticas, acuñó el término “objeto sexual” para designar a la persona amada)176.

Para Allers, en esta actitud egocéntrica del neurótico se revelaría una actitud más radical del sujeto ante la totalidad de la existencia, que manifestaría la falta de aceptación de la propia finitud y carácter creatural177.

Al igual que Adler y Allers podríamos, si quisiéramos, reconducir el narcisismo al amor desordenado de sí que los griegos llamaban filautía, o al menos a una forma particular suya178. Por la filautía (amor sui), la persona se toma a sí misma como centro de la realidad, y todo lo demás lo transforma en posible objeto de su satisfacción. Según Gregorio Magno, el amor sui es una de las hijas de la lujuria179. Por eso, este amor sui no es según aquello que en el hombre es principal, sino según los apetitos relacionados con su aspecto carnal. Esta actitud se puede llamar narcisista en la medida en que tiene en común con el mito de Narciso el que, al igual que éste, en el filautós está brutalizada su experiencia, limitada a las referencias que ésta tiene a su apetito. De este modo se ciega para la contemplación absoluta de la realidad y de su belleza. Quien quiere todo con amor de concupiscencia, y es ajeno a todo amor de amistad y de benevolencia hacia los demás, en el fondo sólo se ama a sí mismo, pues todo amor de concupiscencia se ordena a un amor de benevolencia previo hacia alguien; en este caso hacia uno mismo. Por eso, se puede decir que el egoísta sólo capta en la realidad el reflejo de sí mismo. Por tener la vida centrada en el apetito carnal, es normal que el filautós le dé demasiada importancia al cuidado de su cuerpo180. La excesiva atención dirigida al propio cuerpo se puede manifestar en mirarse con frecuencia en el espejo o en el placer de verse retratado, con lo que completaríamos la semejanza con Narciso. En todo caso, está claro que el narcisismo de la filautía no se circunscribe sólo al trastorno narcisista de la personalidad, sino que es mucho más amplio que éste.

Conclusión

El problema con el término narcisismo es darle un significado más o menos claro. Esto no se da en Freud ni en la escuela psicoanalítica, que es la que más lo utiliza en psicología. Esto conlleva también, para quien se sirve del término, el peligro de quedar adherido a la concepción psicoanalítica del narcisismo y, por lo tanto, de la psique, con todas sus deficiencias y oscuridades. Aunque no soy totalmente contrario, no soy entusiasta de la costumbre, tan propia del psicoanálisis, de utilizar en psicología términos que están tomados de mitos y obras literarias, como narcisismo, complejo de Edipo, etc. Aunque estos términos tienen la ventaja de aludir inmediatamente a completas situaciones psicológicas, tienen por otro la desventaja de una gran ambigüedad conceptual.

En otro lado hemos criticado el uso psicoanalítico del término narcisismo con estas palabras “Con una terminología más confusa, los psicoanalistas hablan de ‘narcisismo’. En realidad, como casi siempre en el psicoanálisis, este término encierra ambigüedades: en primer lugar, porque designa no sólo una actitud negativa (el egoísmo) sino también algo normal como el amor de sí –el yo es el reservorio de la libido que luego se deposita en los ‘objetos’– y un momento normal en el desarrollo psíquico; en segundo lugar, porque parece referirse principalmente al amor sexual (perverso) de sí181”.

En definitiva, ¿Qué es el narcisismo? ¿El egoísmo? ¿La vanidad? ¿La presunción? ¿El autismo cognitivo, y/o afectivo? ¿Una etapa normal del desarrollo humano? ¿La conducta de excitación sexual ante la propia imagen reflejada en el espejo? ¿Una parafilia? ¿El enamoramiento “platónico” de sí mismo? ¿Un trastorno específico de la personalidad? ¿La condición del psicótico? ¿El solipsismo como concepción del mundo y como actitud? Sí. Es todo esto y mucho más. Y en esto reside el problema. Como concepto descriptivo puede tener su utilidad en determinados contextos, si se lo usa con precaución, con seriedad y, sobre todo, con medida. De lo contrario, puede servir para explicarlo todo y, al mismo tiempo, para no explicar absolutamente nada.

145 Una versión anterior de este escrito se presentó como ponencia en la Jornada “La despersonalización narcisista: Mitos y Teorías”, que se publicó como libro con las siguientes referencias: J. Martínez Lucena – J. Barraycoa Martínez (Eds.), Narciso en el espejo. La despersonalización en la cultura, Scire, Barcelona 2010; nuestra ponencia está en las páginas 45-62.

146 El Diccionario de la Real Academia Española, presenta las siguientes acepciones de la palabra narcisismo: “1. m. Manía propia del narciso. 2. m. Excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras.” A su vez, de narciso, dice: “(Por alus. a Narciso, personaje mitológico). 1. m. Hombre que cuida demasiado de su adorno y compostura, o se precia de galán y hermoso, como enamorado de sí mismo.” Es decir, en la acepción de “manía propia del narciso”, se trata del que es vanidoso respecto de su aspecto físico, mientras que en la segunda acepción se refiere a la presunción.

147 Cf. J. Laplanche – J. B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Labor, Barcelona, 1981, 230: “En las primeras líneas de Introducción al Narcisismo (Zur Einführung des Narzissmus, 1914), Freud afirma haber tomado este término de P. Näcke (1899), que lo utilizó para describir una perversión. En una nota añadida en 1920 a los Tres ensayos sobre la teoría sexual (Drei Abhandlugen zur Sexualtheorie), modifica esta afirmación: el creador del término sería H. Ellis (1 b). En realidad, Näcke creó la palabra Narzissmus, si bien lo hizo para comentar los puntos de vista de H. Ellis que, en 1898 (Autoerotism, a psychological Study), fue el primero en describir una conducta perversa en relación con el mito de Narciso”.

148 Cf. H. Ellis, Psychology of Sex. A manual for students, William Heinemann (Medical Books) Ltd., London 1933, 91: “I devised this term, ‘auto-erotism”, in 1898 for those spontaneous solitary sexual phenomena of which genital excitement during sleep may be said to be the type. The term in now generally used, though not always in the exact sense in which I defined it, but sometimes only to connote sexual activity direct towards the self. That is unduly to narrow the term down, and it is not in accordance with the usual sense of the auto-group of terms ; thus automatic action does not mean actions towards, but by, the self, without direct external impulse”. Ibidem, 91-92: “By ‘auto-erotism’, therefore, I mean the phenomena of spontaneous sexual emotion generated in the absence of an external stimulus proceeding directly or indirectly from another person. In a wide sense, which cannot be wholly ignored there, auto-erotism may be said to include those transformations of repressed sexual activity which are a factor of some morbid conditions (as probably in hysteria) as well as the normal manifestations of the art and poetry, which more or less colour the whole of life”.

149 Ibidem, 92: “The auto-erotic field remains extensive; it more especially includes (1) erotic day-dreaming; (2) erotic dreams in sleep; (3) narcissism, in which erotic emotion is generated by self-contemplation; and (4) masturbation, including not only self-excitement by the hand but by a great variety of methods exerting a direct influence on the sexual organs and other erogenous centres, even methods which are initiated centrally”. En esta misma página, el autor critica la interpretación que del narcisismo hacen lo discípulos de Freud: [nota]: “Some of Freud’s followers (though not Freud himself) would confine the use of the term ‘auto-erotism’ to this particular form. I regard this as illegitimate. In all forms of auto-erotism the subject finds satisfaction in his own self-excitement, without the presence of another person being necessary, but his sexual impulse is by no means necessarily directed towards himself”.

150 Ibidem, 114-115: “This condition [narcissism] may best be regarded as a form of auto-erotism, as indeed its extreme and most highly developed form. [...] Forty years ago it had no definite existence for science, though long clearly traceable in fiction and poetry, while its central situation was symbolized in classic Greek days by the figure of Narcissus. Here and there, indeed, psychiatrists noted such a condition as a symptom in individual cases, but in 1898, when first putting forward a sketch (in the Alienist and Neurologist) of auto-erotism, I coancluded by describing, with a case, as its extreme form, the Narcissus-like tendency sometimes found, more especially perhaps in women, for the sexual emotions to be absorbed, and often entirely lost, in self-admiration. This paper was at once summarized in Germany by Dr. Näcke, who translated my ‘Narcissus-like tendency’ as ‘Narzissmus’, expressing his agreement, and calling this ‘the most classical form’ of what I termed auto-erotism, though, he added (which I had note), that there would be actual sexual orgasm accompanying the Narcissism; this cannot be accepted”.

151 H. Ellis, Estudios de psicología sexual. vol. 1. La evolución del pudor; Fenómenos de periodicidad sexual; Autoerotismo, Hijos de Reus, Madrid 1913, 223.

152 H. Ellis, Estudios de psicología sexual. vol. V. La selección sexual en el hombre, Hijos de Reus, Madrid 1913, 190.

153 H. Ellis, Estudios de psicología sexual. vol. 1, 224-225.

154 El uso de espejos en los burdeles es significativo, pero habría que ver de qué. Podría ser que quienes acuden a las casas de prostitución fueran más narcisistas. Por otro lado, aunque la observación de sí mismo en el ejercicio del acto sexual pueda contribuir a la excitación, esto puede tener muchas explicaciones. Entre ellas, hacer más plenamente consciente que se está en el proceso del acto copulativo, lo que dispone a todo el sistema psicofísico a dicho acto. Por otra parte, en los espejos de los lupanares el sujeto no sólo se observa a sí mismo, sino también a su pareja sexual junto con él, lo que hace al sujeto, de nuevo, más consciente de que está ejerciendo el acto sexual.

155 Para una síntesis sobre el significado y la evolución del término Narcisismo en Freud, Cf. J. Laplanche – J. B. Pontalis, Op. cit., 228-230 (voz narcisismo) y 230-232 (voces narcisismo primario y narcisismo secundario).

156 Es sobre esta teoría freudiana que Jacques Lacan construiría la suya propia, también montada sobre el mito de Narciso, sobre la importancia del estadio del espejo en la configuración del yo.

157 Cf. S. Freud, Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie (1905), trad. esp. “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras completas. Vol. vii, Amorrortu, Buenos Aires 1992, 199: “La libido narcisista o libido yoica se nos aparece como el gran reservorio desde el cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse; y la investidura libidinal narcisista del yo, como el estado original realizado en la primera infancia, que es sólo ocultado por los envíos posteriores de la libido, pero se conserva en el fondo tras ellos”. Aunque la obra es de 1905, este párrafo se agregó para una edición de 1915, por lo que es posterior a la Introducción del narcisismo (1914).

158 Cf. S. Freud, Zur Einführung des Narzissmus (1914), trad. esp. “Introducción del narcisismo”, en Obras completas. Vol. xiv, Amorrortu, Buenos Aires 1988, 63: “Nos formamos así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite”. A pesar del cambio doctrinal, incluso en sus últimas obras Freud sigue utilizando el símil de la ameba; cf. Cf. S. Freud, Abriss der Psychoanalyse (1940), trad. esp. “Esquema del psicoanálisis”, en Obras completas. Vol. xxiii, Amorrortu, Buenos Aires 1996, 148: “Es difícil enunciar algo sobre el comportamiento de la libido dentro del ello y dentro del superyó. Todo cuanto sabemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se almacena inicialmente todo el monto disponible de libido. Llamamos narcisismo primario absoluto a ese estado. Dura hasta que el yo empieza a investir con libido las representaciones de objeto. Durante toda la vida, el yo sigue siendo el gran reservorio desde el cual investiduras libidinales son enviadas a los objetos y al interior del cual se las vuelve a retirar, tal como un cuerpo protoplasmático procede con sus seudópodos. Sólo en el estado de un enamoramiento total se transfiere sobre el objeto el monto principal de la libido, el objeto se pone en cierta manera en el lugar del yo.” Se observa aquí la falta de rigor del pensamiento freudiano. A pesar de que en este último período, en principio, ya no considera al yo, sino al ello como reservorio de la libido, sin embargo, aquí vuelve a expresarse al respecto como en sus obras anteriores.

159 Cf. J. Laplanche, – J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 249 (voz neurosis narcisista): “Término que actualmente tiende a desaparecer del lenguaje psiquiátrico y psicoanalítico, pero que se encuentra en los escritos de Freud para designar una enfermedad mental caracterizada por el retiro de la libido sobre el yo. De este modo se contrapone a las neurosis de transferencia”.

160 Cf. S. Freud, “El yo y el ello”, 32 (nota 7): “Ahora, luego de la separación entre el yo y el ello, debemos reconocer al ello como el gran reservorio de la libido en el sentido de ‘Introducción del narcisismo’ (1914c) [...]. La libido que afluye al yo a través de las identificaciones descritas produce su ‘narcisismo secundario’”.

161 Ibidem, 47: “Ahora habría que emprender una importante ampliación de la doctrina del narcisismo. Al principio, toda libido está acumulada en el ello, en tanto el yo se encuentra todavía en proceso de formación o es endeble. El ello envía una parte de esta libido a investiduras eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido procura apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al ello como objeto de amor. Por lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos”.

162 Cf. J. Laplanche – J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 230: “Tomada literalmente, tal concepción ofrece un doble peligro: el de contradecir la experiencia, afirmando que el recién nacido carecería de apertura perceptiva hacia el mundo exterior, y el de renovar, por lo demás en términos ingenuos, la aporía idealista, agravada aquí por una formulación ‘biológica’: ¿cómo pasar de una mónada cerrada sobre sí misma al reconocimiento progresivo del objeto?”; ibidem, 231: “Desde el punto de vista terminológico, esta acepción prescinde de la referencia a una imagen de sí mismo especular, como la que etimológicamente presupone el término ‘narcisismo’. A nuestro juicio, pues, es inadecuado para designar una fase descrita como anobjetal. / Desde el punto de vista de los hechos: la existencia de esta fase es muy problemática, y algunos autores estiman que, en el lactante, existen desde el principio relaciones de objeto, un ‘amor objetal primario’ de forma que rechazan como mítica la noción de un narcisismo primario, entendido como una primera fase anobjetal de la vida”.

163 Paralelamente al narcisismo, primario y secundario, que dependería de la economía de la libido, en sus últimas obras Freud habla de un sadismo-masoquismo primario y otro secundario, que dependerían de la economía de la pulsión de muerte; cf. S. Freud, Das ökonomische Problem des Masochismus (1924), trad. esp. “El problema económico del masoquismo”, en Obras completas. Vol. xix, Amorrortu, Buenos Aires 1997, 170: “Si se consiente alguna imprecisión, puede decirse que la pulsión de muerte actuante en el interior del organismo –el sadismo primordial– es idéntica al masoquismo. Después que su parte principal fue trasladada afuera, sobre los objetos, en el interior permanece, como su residuo, el genuino masoquismo erógeno, que por una parte ha devenido un componente de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto al ser propio. Así, ese masoquismo sería un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que aconteció la liga, tan importante para la vida, entre Eros y pulsión de muerte. No nos asombrará enterarnos de que el sadismo proyectado, vuelto hacia fuera, o pulsión de destrucción, puede bajo ciertas constelaciones ser introyectado de nuevo, vuelto hacia adentro, regresando así a su situación anterior. En tal caso da por resultado el masoquismo secundario, que viene a añadirse al originario”.

164 El psicoanálisis, desde Freud, sostiene, a nuestro juicio sin base suficiente, que normalidad, neurosis y psicosis se colocan en un continuo sin límites objetivos. A mi juicio, confunden también el borderline prepsicótico, esquizotípico, con el trastorno de la personalidad límite, que es algo estructuralmente distinto, aunque a ambos se los etiquete como borderline.

165 Cf. H. Kohut, The Analysis of the Self: Systematic Approach to Treatment of Narcissistic Personality Disorders, International Universities Press, New York 1971; trad. esp. Análisis del self, Amorrortu, Buenos Aires 1977.

166 O. Kernberg, Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico, Barcelona, Paidós 2005, 205.

167 Ibidem.

168 Ibidem, 206.

169 Ibidem.

170 Ibidem.

171 Ibidem, 211.

172 Ibidem, 206.

173 DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Texto revisado, Barcelona, Elsevier Masson, 2002, 799.

174 Ibidem, 801.

175 A. Adler, Superioridad e interés social, Fondo de Cultura Económica, México 1968, 183.

176 R. Allers, Existencialismo y psiquiatría, Troquel, Buenos Aires 1963, 93.

177 Ibidem, 94. Cf. R. Allers, Naturaleza y educación del carácter, Labor, Barcelona 1957, 306: “la neurosis surge de la exageración acaecida en la divergencia –que existe en toda vida humana– de voluntad de poderío y posibilidad de poderío. En otras palabras: es un resultado inmediato de la situación puramente humana, tal como está constituída en la naturaleza caída. [...] orientada hacia lo morboso y pervertido, es consecuencia de la rebelión de la criatura contra su finitud e impotencia naturales”.

178 Cf., por ejemplo, J.-C. Larchet, “Les maladies mentales et leurs thérapeutiques selon les Pères”, en Le chrétien devant la maladie, la souffrance et la mort, Cerf, Paris 2002, 109.

179 Moralia in Job, xxxi, citado por S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, ii-ii, q. 135, a. 5, co.

180 Cf. J.-C. Larchet, Ceci est mon corps. Le sens chrétien du corps selon les Pères de l’Eglise, La joie de lire, Genève 1996, 44: “l’attitude passionnée par laquelle l’homme s’attache désormais à son propre corps en raison du plaisir qu’il lui procure est appelé par saint Maxime le Confesseur et par d’autres Pères ‘philautie’. La philautie est d’une manière générale une amour égoïste et passionnée de soi, mais saint Maxime souligne que cet amour s’enracine dans le corps, prend naissance et se développe dans l’attachement à lui: ‘la philautie, c’est l’affection passionnée et déraisonnable pour le corps.’ À travers la philautie, le corps devient une idole à laquelle l’homme rend un culte”.

181 M. F. Echavarría, La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según santo Tomás de Aquino, Documenta Universitaria, Girona 2005, 481.

Corrientes de psicología contemporánea

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