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Capítulo 3
Nuestros motivos
ОглавлениеDe las raíces crecen los frutos. Así como hay muchas variedades de fruto, también hay muchas variedades de bondad. Todos hemos llevado a cabo actos de misericordia con motivos ulteriores para promovernos a nosotros mismos, y todos hemos expresado gentileza genuina en beneficio de nuestro prójimo. A medida que examinemos nuestros motivos, podemos tomar el pulso de nuestra bondad para ver si nuestros motivos son puros o para ajustar nuestra actitud cuando sea necesario. Este capítulo describe actos de benignidad que provienen de diferentes motivos que van desde los originados por una mezcla de generosidad y egoísmo a los que son más altruistas.
Bondad por ganancia personal
Juan vende tecnología de robótica a la industria automotriz. Es un campo sumamente competido, así que invierte mucha energía en ganarse a sus clientes. Les envía tarjetas de felicitación en su cumpleaños, busca su compañía en cenas caras y por teléfono. Lleva a algunos de ellos a jugar golf e incluso asistió al juego de fútbol del hijo de uno de sus clientes. Mientras tanto, la esposa de Juan le ruega por más atención y tiempo. Juan suele perderse los juegos de voleibol de su propia hija, y siempre está de mal genio en casa.
“Antonio” tiene una relación inestable con sus padres. A menudo les habla con desdén. Cuando ellas necesitan que él haga algo en la casa, reacciona desafiantemente y no lo hace. Pero cuando necesita pedirles dinero prestado o necesita llevar su coche al mecánico, les habla con mucha dulzura a sus padres y voluntariamente hace todo lo que le piden que haga. Agradece su ayuda y les dice a sus padres que los ama, pero pronto regresa a su conducta problemática.
La gentileza por ganancia personal no tiene el bienestar de los demás como su meta final. Tiene un ojo puesto en los beneficios que va a ganar para sí mismo. Hay cierto adagio en el mundo de los negocios que reza: “Si me rascas la espalda te rasco la tuya”, pero la generosidad dura solo mientras los “beneficios” duren, y si alguien hace que su familia sufra por su progreso personal, no es bondad completa. La verdadera gentileza permanece sincera, abierta y benigna con todos.
En el hogar, muchas veces somos menos gentiles con nuestros seres más cercanos. Si esta es nuestra debilidad, debemos ejercitar el dominio propio y ser tan considerado en casa como lo somos con nuestros amigos. Ser gentiles en casa solo por nuestras ganancias egoístas está a un paso de utilizar a nuestra familia, lo cual es crueldad y no compasión. Se requiere oración, autodisciplina, instrucción de la Biblia y el poder del Espíritu Santo para barrer con este rasgo de carácter hasta extinguirlo.
Bondad preferencial
La familia “López” es un clan muy unido. Son extremadamente amorosos y generosos con los miembros de la familia y los amigos cercanos. Son educados con las personas que ven en público. Pero son poco amigables con las personas con las que han tenido desavenencias en el pasado. En lugar de permitir que las ofensas del pasado mueran apaciblemente, continuamente las avivan por medio de hacerlas el centro de las discusiones familiares. Sus hijos reciben la pasión de sus convicciones y mantienen viva la enemistad.
La “señora Martínez” se encuentra en medio de la descarga de frustraciones sobre su hijo. Suena el teléfono y en un instante su voz cambia de estar adornada con enojo a estar adornada con miel. Tiene una conversación dulce con su amiga, pero vuelve a su enojo con su hijo una vez que cuelga el teléfono.
La bondad preferencial juega con el favoritismo. Puede ser genuina y generosa, pero no es universal. Quizá haya acciones individuales de generosidad, pero eso no es bondad imparcial e integral. Con una benignidad orientada al clan, el resultado positivo muchas veces es cercanía y lealtad. Pero el resultado negativo es arrogancia y mala voluntad que se pasa de generación en generación. Mientras aplastan a otros (sea a los de otra raza, religión o clase) se exaltan a sí mismos. Hay familias cristianas que lo hacen, pero no es una virtud cristiana. De hecho en la Escritura se enseña lo opuesto. La bondad preferencial es condenada por Juan: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1 Juan 2:9). “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso” (1,Juan 4:20a). El remedio es una autoevaluación honesta y la implementación de la Regla de Oro.
Con una misericordia intermitente quizá obtengamos una reputación de gentileza en la comunidad, pero los más cercanos a nosotros ven nuestra hipocresía. Comprometemos su respeto e incluso quizá nos ganemos su resentimiento. La Escritura nos advierte: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Muchas veces lo hacemos debido a fatiga emocional o física, o porque no estamos en sintonía con Dios. Él puede ayudarnos a demostrarles a nuestros hijos el amor que está en lo profundo de nuestro corazón. Puede borrar el enojo y el egoísmo que son barreras para el cuidado que les queremos prodigar a nuestros hijos.
Bondad para atraer la atención
“Jasón” no es tan popular como le gustaría. Se le ocurrió una idea para agradarle a sus compañeros. Trajo un puñado de billetes de un dólar a la escuela y comenzó a repartirlos a ciertas personas. Se supo que Jasón estaba regalando dinero, y pronto estaba rodeado de amigos. Le dio un dólar a cada uno, pero tenía un rincón especial en su corazón para “Erika”, así que ella recibió dos. Brilló bajo tanta atención. Pero su gozo duró solo mientras le alcanzó el dinero. Cuando sus manos quedaron vacías, sus “amigos” desaparecieron; incluyendo a Erika, quien le dio uno de sus dólares a “Juan”, un muchacho que ella quería que la notara.
Cuando Tristán conoció a Dinora, supo que era el amor de su vida. Dinora realmente no lo había notado, así que Tristán se esforzó por encontrarla en los pasillos de la escuela, ayudarla con la tarea e invitarla a comer. A él lo consumía ser amable con ella, y finalmente ella se enamoró de él. Se casaron y tuvieron varios hijos, pero Dinora recuerda esos primeros días y se pregunta cómo y cuándo fue que la bondad aminoró.
Sin importar que fuera en el plano romántico o no, si somos honestos la mayoría de nosotros tenemos que admitir que algunas de nuestras muestras de bondad son a cambio de la atención que recibimos. Nos gusta impresionar a la gente. Esto está profundamente grabado en la psique humana. Si escarbamos un poco más, podemos encontrar orgullo en la raíz de ésta. Queremos dar una impresión positiva; queremos vernos bien. ¿Y eso qué tiene de malo? Veamos nuevamente el panorama completo. Sí, cierto grado de esto es perfectamente natural en el romance. Pero si estamos ignorando a los “Don Nadie” de este mundo y mostrándole amabilidad solo a aquellos que queremos impresionar, estamos mostrando la “acepción de personas” contra la que habla Santiago. La solución es revisar nuestros motivos y preguntarnos: “¿Me estoy enfocando en el bien de los demás al ser bondadoso, sin importar quienes sean? ¿Soy bondadoso sin importar si recibo atención por ello? ¿Soy bondadoso con el que está en desventaja, como Jesús?
Bondad a causa del temor
El profesor de Raquel, el Sr. Sánchez, tiene la habilidad de explicar ciencias naturales a nivel de enseñanza media, y tiene altas expectativas. También se enoja ocasionalmente. Cuando Rachel y sus compañeros tienen que trabajar con el Sr. Sánchez en proyectos extracurriculares, ella es más acomedida y linda con él. A Raquel no le cae muy bien el Sr. Sánchez, pero teme que se enoje si no lo hace.
Yo creo fuertemente en ser bondadosos con la gente en todo momento. Pero algunas veces los sentimientos de mi corazón hacia ciertas personas no son compasivos. Pienso en estas personas y siento que me quema un fuego por dentro. Estas eran las reflexiones de David en Salmos 39, cuando tenía frente a él una situación difícil y personas difíciles y cada vez se turbaba más. En mi mente, discuto con ellos en contra de su actitud. Siento que mi indignación es justa, por supuesto. Sin embargo, cuando me encuentro a estas personas, sonrío y hablo amablemente. ¿Por qué? Me suavizo cuando los veo y me doy cuenta de que son humanos como yo, pero parte de mis motivos para la amabilidad es que soy demasiado cobarde para decirles lo que estoy pensando en realidad, por temor a lo que puedan pensar de mí.
Esta es una forma sumamente popular de bondad, aunque es hipócrita. ¿No somos todos culpables? Por supuesto, no deberíamos decir lo que pensamos en cada ocasión; eso no sería edificante. Ser generosos a causa del temor es una fuerza represora contra la benignidad. Y esta bondad puede ser genuina, y que promueva el bienestar de los demás. Pero algo todavía no está del todo bien. ¿Qué hizo David con sus pensamientos incendiarios? Mientras oraba, meditó en la brevedad y vanidad de la vida de cada uno. Luego puso su esperanza en Dios para resolver la situación y traer paz a su corazón. No debemos dejar de ser benignos; más bien, debemos alinear nuestros pensamientos con nuestras acciones. Si somos honestos con nosotros mismos, tenemos estos pensamientos porque nos sentimos mejores, o por lo menos más justos que la otra persona. Así que debemos tragarnos el orgullo y “con humildad, estimar a los demás como superiores a nosotros mismos” (Filipenses 4:3).
De egoísmo a abnegación
La bondad por ganancia personal, la bondad preferencial, la bondad para llamar la atención y la bondad por temor son todas formas de benignidad que están mezcladas con egoísmo. Cuando las practicamos, simplemente no conocemos el gozo pleno que proviene de la bondad no egoísta. Tenemos que llevar un registro de a quienes les mostraremos bondad. Nuestra conciencia nos molesta a causa de nuestros pensamientos negativos. Quedamos cargados por calcular el precio para ver si la bondad vale la pena. ¡Qué pesado!
La benignidad por obediencia puede ser egoísta o benevolente. Puede ser por rencor o por amor. Puede tener su raíz en un deseo por evitar el dolor o en un deseo de paz que proviene de la obediencia a nuestro Creador.
La bondad que proviene de un corazón compasivo, por poner en práctica la Regla de Oro o por la bendición y gozo que es en sí misma por la gentileza de Cristo hacia mí son formas de generosidad con motivos benevolentes. El egoísmo queda en segundo plano y la benevolencia toma las riendas.
Cuando las practicamos, somos estimulados más allá de mantener un registro de a quién darle o retenerle nuestra misericordia. Somos libres de mostrar bondad sin parcialidad, sin preocuparnos de si alguien se lo merece o no. Somos libres de la culpa de la hipocresía. Lo mejor de todo es que podemos experimentar el gozo que proviene de darnos, a nosotros mismos, sin reserva y el gozo de probar el gozo de los demás como si fuera el propio.
La compasión de Jesucristo no tiene equivalente humano. Su generosidad fue completamente benevolente. No venía mezclada con pecado. Él es nuestro ejemplo.
Benignidad por obediencia
Cuando “Juanito” tenía cinco años, le encantaba hacer llorar a su hermana “Amanda”. Era bueno para hacerlo sin que lo notaran. Pero su madre lo descubrió y lo disciplinó lo suficiente para hacer desaparecer el comportamiento malicioso. Ahora es amable con Amanda.
“Enrique” y “Enriqueta” se volvieron cristianos en sus treinta, cuando sus hijos tenían siete y cuatro años. Antes de convertirse, todo su tiempo, energía y dinero se enfocaba en su propio disfrute. Después de haber nacido de nuevo y comenzar a participar en un estudio Bíblico, se dieron cuenta de que Dios los estaba dirigiendo a servir a otros. Se ofrecieron como voluntarios en un centro de crisis de embarazo y en una misión en los barrios bajos de la ciudad, además de que ayudaban a sus vecinos siempre que surgía una oportunidad en el curso de la vida diaria.
No nacemos siendo bondadosos, dulces y considerados. Nacemos siendo egoístas y pecaminosos. El egoísmo es útil para la supervivencia. Los bebés lloran para que sus necesidades sean suplidas. Pero la parte pecaminosa va más allá de la supervivencia. Necesitamos entrenamiento para ser bondadosos. Algunas personas son más sensibles a este entrenamiento que otras, y por lo tanto, existen diferentes grados de benignidad. Juanito necesitaba ser entrenado para ser misericordioso con Amanda. Como aprendió la gentileza y la obediencia a una edad temprana, asimiló esas características.
Enrique y Enriqueta heredaron la bondad de Cristo cuando fueron salvos. La enseñanza interna del Espíritu resultó en amor a Dios, a sus preceptos y a su prójimo. Asu vez, esto los motivó a obedecer el mandamiento de Dios para ser bondadosos.
Bondad de un corazón compasivo
Un hombre en su camino a Jericó fue asaltado, golpeado y dado por muerto. Pasó un sacerdote pero se siguió de largo del otro lado del camino. Lo mismo hizo un levita. Un samaritano, menospreciado en esa cultura, pasó y mostró compasión al hombre herido. Cubrió sus heridas y luego lo llevó a una posada con instrucciones para su cuidado y una promesa de volver para pagar la cuenta (Lucas 10:30-37).
Edna “Sue” Smith perdió a sus dos hijos, Ashley de cinco años y Joshua de tres años, a manos de su ex marido Patrick Gleeson. Él también asesinó a su novia, Dena Fuglseth. De un fondo de caridad fundado en la memoria de sus hijos, Smith ha hecho donativos a organizaciones infantiles en su ciudad natal de Dwight, Illinois. También fue a Holland, Michigan, para hacer donativos de $1,000 dólares a las escuelas a las que asistían los dos hijos de Fuglseth. Sintió que la pérdida de la madre de esos dos niños quizá había sido dejada de lado en medio de toda la atención enfocada en sus propios hijos.13
Había sido una reunión normal en la iglesia cuando un indigente entró por el frente del santuario y caminó por el pasillo. Ya había casi llegado al fondo cuando “Juanita” dio un salto, tomó su brazo y le dijo: “Tiene que escuchar esto”. Lo sentó entre su hermano y ella. El ministro al ver lo ocurrido, alteró el sermón para presentar el Evangelio al hombre (en caso de que se fuera pronto) y a toda la congregación.
Christopher Colin, de 15 años, vivía en Fort Smith, Arkansas con su hermano Nic de trece años; su hermana Astarte de nueve y su madre, la señora Sally Colin. Completaba el cheque que recibía su madre de la asistencia pública con los $20 dólares que ganaba en la tienda de la esquina. Christopher cuidaba de su hermana y de su hermano y se aseguraba de que nadie molestara a la familia. “Era un buen chico”, dijo Nic. Algunas noches se quedaba despierto casi hasta el amanecer tomado de la mano de su madre cuando estaba asustada o deprimida. Le prometió a su madre, que estaba ciega desde que Christopher tenía dos años: “Mamá, nunca te voy a dejar y siempre seré tus ojos”. En marzo de 1995, a Christopher lo golpeó un coche y sufrió heridas graves en la cabeza y le fue declarada muerte cerebral. Su corazón, su hígado, una cornea, ambos riñones y pulmones fueron donados a seis personas alrededor del país. La otra cornea fue implantada en el ojo de su madre. Mientras la señora Colin miraba maravillada a Nic y Astarte, después de su cirugía, dijo de Christopher: “Cumplió su palabra”.14
Una amiga en cierta ocasión dijo pensativa: “Me pregunto si existe tal cosa como el altruismo”. Casi había concluido que eso no existía: nadie podía hacer algo por el beneficio de otro sin estar buscando siempre cierto tipo de ganancia personal. Medité en esto desde muchos ángulos, y me regocijé en concluir: “¡Sí, por la gracia de Dios, existe el altruismo! ¡Alabado sea Dios el altruismo sí existe! La empatía es la habilidad de una persona de compartir las emociones y sentimientos de otra. Si nunca sentimos las emociones o el dolor de otro, no tenemos la necesidad de pasar por los dolores de ser bondadosos. Pero si entramos en las emociones de nuestros semejantes, entonces su dolor se vuelve nuestro y solo podemos descansar cuando hemos hecho todo lo que esté en nuestro poder por aliviar ese dolor. Es lo mismo con el gozo. Nuestro gozo es amplificado cuando el gozo de otra persona es incrementado. El éxtasis en esta bondad no puede ser descrita con palabras.
Hay una diferencia entre compasión y lástima. La compasión es “pesar por los sufrimientos o problemas de otro u otros, acompañado de un impulso por ayudar”.15 La lástima es compasión que “algunas veces [connota] un ligero menosprecio porque el objeto es considerado como débil o inferior”.16Ambas dan como resultado la bondad, pero la compasión es preferible. Si tenemos un aire de condescendencia o superioridad, es ofensivo para la persona con la que estamos siendo benignos, y ella muchas veces lo va a detectar. De la misma manera, cuando tratamos a los demás con dignidad, valorándolos tanto como a nosotros mismos, entonces nuestra misericordia es mucho más genuina y efectiva. “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15).
Bondad por la bendición y el gozo que da en sí misma
Mi madre tiene muchos motivos para ser generosa, uno de ellos es por puro gusto. Por ejemplo, cuidaba y daba de comer a la Abuela Jean de noventa y cinco años cada día durante sus últimos años de vida. La sopa caliente, el pan caliente y el cálido amor de la familia, amigos y Dios eran de lo que la Abuela Jean vivía. Mi mamá pasa la mayor parte de sus horas despierta sirviendo a nuestra familia, nuestra Iglesia, nuestra escuela y cualquier esfuerzo de misiones en el que ponga su corazón. Realmente creo que es adicta a servir. La señora Maxine Cage-Meeks ha estado involucrada en su comunidad ya casi cincuenta años como maestra, trabajadora social y voluntaria en varias organizaciones. Nació en la familia de un ejidatario. Como tenían poco dinero, sus padres la enseñaron a limpiar la casa, a enlatar comida y hacer diligencias para ayudar a la gente. Inculcaron en ella un sentido de responsabilidad por ayudar a la gente siempre que pudiera. Ella dijo: “Amo a la gente y por medio de mi trabajo, he descubierto muchos recursos diferentes”.17
Peter Beintema y Peter Euwema han sido amigos desde niños. Peter E. trabajaba con Martha en la imprenta Grand Rapids Press. Peter E. le presentó a Peter B. a Martha, y más tarde se casaron. Uno de sus cuatro hijos, Matthew, nació con falla renal.Alos casi seis meses de edad, recibió su primer transplante de riñón. Cuando tenía doce años, necesitó uno más. Se les hicieron pruebas a los miembros de la familia y no se encontró un donador apropiado. Peter E. pidió que le hicieran la prueba. Era un donador perfecto. En cada etapa de las pruebas e incluso en el momento de la cirugía le dijeron que todavía podía retractarse. Nunca dudó. En la actualidad Peter E. vive bien con el riñón que le queda, y Matt B. vive bien con el riñón que le donó Peter E.
Este es el efecto dominó, de una manera u otra. Enfocarnos en nuestras posesiones nos hace querer más. Cuando obtenemos más, abrazamos lo que tenemos con mayor fuerza y seguimos pensando en “mí” y en “más”. Por otro lado, cuando nos enfocamos en otros y en sus necesidades, pensamos: “¿Qué puedo hacer o dar que los pudiera ayudar?”. Cuando damos, las recompensas son la gratitud, la felicidad de otros y una satisfacción profunda que es un producto secundario de la generosidad. Nos hace querer dar de nuevo. “Más bienaventurado es dar que recibir”, enseñó Jesús (Hechos 20:35). Incluso aunque no deberíamos de dar por las recompensas, las recompensas vienen cuando damos. Jesús explica: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38). Si somos miserables con los demás, ellos serán miserables con nosotros. De la misma manera, si somos generosos con los demás, serán liberales con nosotros.
Bondad a causa la Regla de Oro
Payson Jones es un supervisor retirado de la compañía telefónica en Richmond, Virginia. Cuando sus hijos eran jóvenes, comenzó a escribir y a ilustrar las historias de Penny Tree. Los personajes de las historias eran animales discapacitados como Grumpsniggy, el oso hormiguero de mal genio; Tink, un conejo con discapacidad intelectual y Mr. Owl, que era un búho que necesitaba lentes. El señor Jones estaba tratando de ayudar a su hija a enfrentar el hecho de que necesitaba usar lentes. También les quería enseñar a sus hijos a “ver a las personas por quienes son y que no se burlaran o menospreciaran a alguien por alguna diferencia”. Sus once libros están siendo publicados y las ganancias irán a la Asociación para el Apoyo de Niños con Cáncer (ASK, por sus siglas en inglés), una organización a la que ofrece voluntariamente su tiempo.18
La señora Dorothy Irvin pasó treinta y tres años trabajando en las escuelas públicas de Grand Rapids como maestra y trabajadora social. Ella diagnosticaba necesidades especiales en los niños y los colocaba en los ambientes adecuados. Su objetivo era siempre inspirar a los estudiantes a desarrollar su potencial y darles esperanza. Un niño había sufrido quemaduras en un incendio iniciado por su padre. Sentía que era un Don Nadie. La señora Irvin trabajó con él y lo inscribió en un programa de tutelaje. El muchacho creció como un buen ciudadano en la comunidad. La señora Irvin dijo: “Aunque tienen necesidades especiales y desventajas, ellos tienen habilidades. Sus familias quieren lo mismo para ellos que lo que usted y yo queremos para nuestros hijos”.19
Habiendo terminado apenas su rehabilitación de la adicción al alcohol y las drogas, quebrado y sin empleo, Gary Field necesitaba trabajo. Pero ni siquiera tenía ropa decente que llevar a la entrevista de trabajo. Siete años después de salir de la pobreza trabajando, abrió Career Gear. Esta organización sin fines de lucro está financiada por donativos y les provee de traje y zapatos a ex convictos y a ex adictos para hacerlos presentables al solicitar un trabajo. También brindan reuniones de grupo para enseñarles a presupuestar, encontrar hospedaje y obtener más asesoría. Les hacen examen de la vista, algo de cuidado dental y un corte de cabello. Jeffery Mazard dijo: “Career Gear levantó mi autoestima y mi nivel de seguridad en mí mismo. Cambia tu comportamiento, tu conducta; incluso la manera en que caminas”.20
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7:12
Jesús entendió nuestra tendencia a pensar primero en nosotros mismos; así que en una declaración sucinta, dio la clave que lleva a mucha bondad. Simplemente ponte en los zapatos de otra persona y trata a los demás como a ti te gustaría ser tratado. Es necesaria la empatía, así como una comprensión realista de nosotros mismos. Pero Jesús va todavía más allá. Termina la Regla de Oro con: “Porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). Mateo 22:37-40 explica: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Así que el resumen de nuestra interacción con Dios y los hombres es amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Estos dos mandamientos son respaldados por la creación, por nuestras conciencias, los Diez Mandamientos y los frutos inevitables del evangelio.
La bondad frente a la adversidad
En los comentarios finales del juicio, una joven viuda le dijo al asesino de su esposo: “Muchas noches mis hijos se quedan llorando en la cama hasta quedarse dormidos porque extrañan a su papi. Mi bebé nunca va a conocer los amorosos brazos de su padre. Usted me ha hecho todo esto, y aun así amo su alma. Puedo perdonarlo por lo que me ha hecho, PERO mi perdón no es suficiente. Usted necesita buscar el perdón del Señor Jesús”.
Conozco un pastor del que se dijeron muchas cosas poco amables. Las palabras eran como puñaladas, pero la compasión de Cristo en sus sufrimientos lo dieron aliento y lo levantaron en medio de esos momentos. En los años que siguieron, este hombre tuvo amplias oportunidades para vengarse, de haber escogido ese camino. En lugar de eso, visitó a estas personas en el hospital, los buscó en su dolor en las funerarias, en privado evitó que otros se vengaran o les guardaran rencor, y les dio obsequios. Genuinamente no alberga ninguna animosidad, sino que más bien desea lo mejor para ellos. Aunque todavía la ofensa sigue produciendo consecuencias, su conducta está siendo guiada por el ejemplo de Cristo.
Estos ejemplos tienen que ver con bondad frente a la adversidad. Resaltan porque la dureza y la violencia contrastan bastante con la misericordia y el amor. Los hijos de Dios que han sido llamados a sufrir han recurrido a su único refugio, Jesucristo. Después de haberlos fortalecido en sus horas oscuras, entienden cómo fue que Él soportó la adversidad y respondió con amor y gentileza. Si ellos, por la gracia de Dios, pueden aprender de Su experiencia y dejar a un lado su propio honor y deseos naturales, entonces siguen Sus pisadas. Por medio de ello, crecen más cerca del Señor y no llevan la carga de la amargura sobre su espalda.
Esta es la bondad humana más profunda. Va más allá que el resto. Devuelve bien por mal. Hace que una persona ame a sus enemigos. Jesús enseñó de esta manera: “Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo …Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada” (Lucas 6:33, 35a). Tal bondad está más allá de la razón humana; solo puede provenir de una fuente sobrenatural: el Espíritu de Dios.
La bondad de Cristo
Jesús no tiene igual. Su benignidad era la misericordia máxima. Nosotros los seres humanos somos pecadores y merecemos castigo. Pero Jesús era perfecto; no se merecía otra cosa que el cielo. Y el cielo es donde vivió hasta que Su Padre lo envió a esta tierra pecaminosa para vivir durante treinta y tres años. Durante ese tiempo, todavía era Dios pero también se hizo hombre. Durante los primeros treinta años vivió una vida común y experimento toda clase de luchas que nosotros tenemos, mientras cumplía con los asuntos de su padre sin pecar. Fue tentado por Satanás para pecar, pero resistió la tentación. Durante los últimos tres años, Jesús recorrió la tierra enseñando verdades sencillas en forma de historias y mostrándoles bondad a muchos. Sanó al enfermo. Resucitó a los muertos. Les mostró compasión a los pobres. Mucha gente lo amó y lo siguió, pero muchos lo odiaron y lo menospreciaron. Esta oposición culminó con los increíbles sufrimientos físicos y espirituales en la cruz y finalmente terminó en Su muerte, en la que llevó el castigo por el pecado de todo Su pueblo. Fue bondadoso en Su vida y en Su muerte. Su muerte es la mayor muestra de bondad que jamás ha existido. Después de tres días, resucitó de los muertos, les ministró a sus seguidores durante cuarenta días, luego ascendió al cielo donde permanece hoy, intercediendo por Su pueblo.
Un cristiano quiere seguir el ejemplo de Jesucristo en cada esfera de la vida. ¿Entonces, cómo era Él? ¿Cómo era su personalidad? ¿Cómo puso en práctica su benignidad? Isaías profetizó la manera en que sería Jesús: “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11).
Las obras de Jesús lo describen en detalle: los milagros realizados en personas ciegas, cojas y afligidas con enfermedad, y el perdón otorgado a los pecadores que se arrepintieron. Sus propias palabras lo describen todavía más: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón […]” (Mateo 11:29). “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:14). “Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:27).
Jesús compara la compasión de Su Padre con la de un pastor que ha perdido una de sus cien ovejas. Busca por las montañas a la desperdigada hasta que la encuentra. Resume diciendo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños” (Mateo 18:14). Su actitud es la de una incomparable compasión por los pecadores.
Las palabras por sí solas no pueden encapsular la gentileza de Jesucristo. ¿Por qué no todos los aman? Conocerlo es amarlo. Solo puede ser que los que no lo aman, en realidad no lo conocen. ¿Usted lo conoce? ¿Lo ama? ¿Se esfuerza por seguir el ejemplo de su bondad?