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POR QUÉ TRADUCIR

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Traduzco Travesía del manglar, en primer lugar, porque al llegar al punto final de la novela original, no pude pensar que mi lectura se detendría ahí, en esa actividad relativamente pasiva. Es entonces cuando la vocación adormecida te indica el resto: traduce este texto. Y sin que nadie te lo pida y sin saber muy bien por qué o para qué —mucho menos, para quién— empiezas a rayonear algunas frases, a buscar palabras en el diccionario, a jugar con los juegos que ya existen dentro. Es mucho después, cuando ya el trabajo se vuelve recurrente y, digamos, serio, que te das cuenta de que no se puede quedar en esa pulsión primera, en esa necesidad casi física, y que hay que armarlo, proponerlo, publicarlo para que, quizá, algún otro hablante de tu lengua pueda experimentar una sensación similar.

Pienso sobre todo en el público hispano inmediato, el mexicano, y considero que Travesía del manglar puede traerle una visión del mundo que no conoce, la de una islita francófona en el Caribe con un estatus políticoadministrativo muy particular; pero el lector también puede identificarse con sus personajes, tan guadalupeños y tan universales al mismo tiempo, que sienten vivir un exilio permanente por los resabios de la esclavitud, que siguen teniendo una marcada diferenciación racial directamente relacionada con la brecha de clases, que aman y odian, rezan y beben, nacen y mueren. Pero más allá de la historia de la novela, es el uso de la lengua lo que me indicó la necesidad de traducirla: Condé tiene un estilo particular que en esta obra prevalece sobre la trama del relato, escribe con un lirismo que puede oírse en la lectura, encadena las frases de manera compleja, musical, rítmica, a veces repetitiva, y sume al lector en una cadencia ajena pero comprensible. No podría decir que es un lirismo caribeño sino, como suele decir la propia autora, condiano.

A la música de las palabras se suma la extrañeza de las lenguas: la novela original está escrita en francés, lengua oficial de la isla, sin embargo, Guadalupe conforma una sociedad bilingüe cuya lengua de uso cotidiano, no oficial, es el créole, que fue creada por los esclavos africanos durante el siglo XVII. En el texto vemos la mezcla del francés caribeño y del créole guadalupeño, por ejemplo, en duplicaciones de términos que nos parecen pleonasmos, pero que son calcos del créole y tienen un carácter enfático (p. e. “arrodillarse en dos rodillas”); en términos culinarios, culturales y de especies botánicas endémicas difíciles de encontrar en otra lengua; vemos también palabras o frases propiamente en créole o calcadas del créole que no son inteligibles para el francófono monolingüe. Estos elementos conforman la riqueza lingüística del relato. La intención de esta traducción y de los paratextos que la cobijan para que se entienda mejor, como este prólogo, es que el lector hispanohablante se sumerja en una dimensión que le es ajena, pero que pueda asirla y sentirla cada vez más propia.

Travesía del manglar

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