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QUÉ TRADUCIR

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La semilla de este proceso de traducción está en una clase de literatura francófona entre los años de 2012 y 2013. Como traductora, reconocer que hay otras latitudes francófonas fuera de Francia es un hallazgo y un alivio enorme: se puede traducir literatura en ciertos sentidos más cercana a nuestro bagaje histórico y, sobre todo, se pueden traducir otros relatos que por lo general son desdeñados en el mundo editorial; se pueden recrear discursos marginados que muchas veces no caben en los discursos occidentalizados que más tendemos a recrear porque son los que se leen, porque son los que se venden, porque son los que tienen fama y denotan mundo. Los discursos y relatos del Caribe francófono muestran otra visión del mundo que quizá no estemos acostumbrados a leer, pero que, al final, resulta tan universal como cualquiera.

Travesía del manglar es la única novela de Maryse Condé que se sitúa enteramente en su tierra natal, la Guadalupe, ese archipiélago minúsculo en las Antillas Menores bastante desconocido para el mundo. Muy cercana geográficamente al continente americano y a otras islas caribeñas, Guadalupe está mejor conectada en todos sentidos con Francia: es más fácil volar de Pointe-à-Pitre a París que a otros lugares del Caribe. Guadalupe es un pueblo lleno de contradicciones que en gran parte se deben a no haberse desprendido nunca de su metrópoli, a haber pactado —junto con Martinica, isla vecina y hermana— su adhesión voluntaria a Francia como territorio de ultramar, en lugar de sumarse a la ola de independencias de mediados del siglo XX que les habría correspondido. A cambio del trauma de no haber logrado parir su revolución, como dice uno de los personajes de la novela, Guadalupe y Martinica tienen niveles de vida más parecidos a los europeos que a los caribeños, usan euros y gozan de una estabilidad económica asegurada por Francia que no podrían siquiera soñar sus vecinos del Caribe o, incluso, muchos del continente.

La historia se desarrolla a lo largo de una noche de velorio. Los habitantes de Rivière au Sel velan al extranero de aquel pueblo ficticio y, mientras los hombres beben y las mujeres rezan, cada personaje le dedica al muerto un fragmento de sus pensamientos. A cada lector le corresponde armar el rompecabezas de la vida de aquel extraño que yace muerto en la hierba; al que sólo podemos conocer por lo que cuentan los demás personajes. Con el pretexto del velorio y del muerto en el que hay que pensar, cada relato individual, además, cuenta su propia historia y la de su familia, la de su pueblo, la de su cultura. La multiplicidad de visiones que no permite una verdad única y completa dentro de la novela se corresponde muy bien con la propia visión que Condé tiene de su tierra natal: un mosaico de sentimientos encontrados con el que difícilmente ha logrado sentirse en paz durante toda su vida.

Travesía del manglar

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