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INTRODUCCIÓN: PINTORES Y SOCIEDAD EN UNA CIUDAD TARDOMEDIEVAL

VALENCIA Y EL GÓTICO INTERNACIONAL EN EUROPA

A partir de la realización de las exposiciones de 1962 y 1964 sobre el gótico internacional, international style o tardogótico, la información sobre el estilo ha cambiado mucho y en los últimos años se asiste a una revalorización del periodo con una mayor profusión tanto de catálogos como de artículos de investigación y libros. Cada una de las escuelas nacionales de historia del arte ha tomado un camino y ha realizado unos estudios especializados según su producción artística, que hoy en día resultan fundamentales para acercarse al conocimiento del periodo internacional en Europa. Pero, lo que más se necesita en la actualidad es una publicación que tenga la voluntad de aunar las diferentes características del estilo de forma global y europea, más allá de las características francesas, bohemias, italianas o españolas. Se trata de un esfuerzo ímprobo, puesto que existe una amplia bibliografía que según los países se centra en diferentes aspectos como la identificación de las obras y los artistas (Italia), el especial interés por los clientes y la demanda (el importante patronazgo desarrollado por la familia Valois en Francia), o cierto desconocimiento (debido a la lengua de publicación principalmente, la antigua zona de Bohemia), que resulta difícil de integrar y, sobre todo, de analizar desde cierta perspectiva, con la intención de extraer unas conclusiones que conduzcan a ideas generales sobre el periodo y el estilo.

Desde que en 1888 Louis Courajoud pronunciara su conferencia en l’École du Louvre definiendo las primeras características del courant internacional,1 como él lo definió, debieron pasar más de 70 años para que en 1962 se celebraran las dos primeras exposiciones sobre el movimiento; en Viena (AA.VV., Europäische Kunst um 1400, Viena, Kunsthistorisches Museum, 19622) y en Baltimore (P. Verdier, The Internacional Style. The Arts in Europe around 1400, The Walters Art Gallery Baltimore, 1962). A partir de ese momento el movimiento ha sido reconocido y confirmado por todos los historiadores. En los últimos años los esfuerzos de las diferentes escuelas han sido mayores: en Francia durante el 2004 se llevaron a cabo varias exposiciones centradas en estudiar la importancia de París alrededor de 1400 y el importante patronazgo desarrollado por Carlos VI y la familia real.3 Era una puesta al día de las obras y sus técnicas, los artistas, temas iconográficos, clientes y cuestiones de estilo que ayudan mucho a comprender el desarrollo del internacional en Francia y su nacimiento alrededor de la ciudad parisina. En la zona bohemia, más allá del trabajo y su traducción en diferentes idiomas de Jan Bialostocki, la bibliografía es bastante desconocida, aunque actualmente se están publicando investigaciones en inglés que ayudan a la revalorización de este periodo en la zona central de Europa.4 En Inglaterra, debido al escaso desarrollo del movimiento, y a pesar del excepcional díptico Wilton, la historiografía se ha centrado en escasas ocasiones en el periodo.5 En Italia se asiste a una revisión constante del periodo tardogótico, de sus obras y artistas, en un intento de deslindar personalidades y afianzar la obra de los diferentes artistas dentro de su contexto y buscando una comprensión mayor de la evolución del estilo según las zonas y maestros. Se trata de una de las escuelas más activas, donde las publicaciones son abundantes y los investigadores han marcado una trayectoria de trabajo excepcional, desde las publicaciones de Boskovits, Bellosi, Sricchia Sartoro, Filieri o De Marchi,6 a la aportación norteamericana de Strehlke,7 entre otros.

En España la situación es bastante diversa. En la Corona de Castilla los estudios son dispersos y se encuentran principalmente en artículos de investigación, a falta de una revisión de un periodo no excesivamente apreciado por la calidad y cantidad de las obras, en pro de un hispanoflamenco mucho más valorado. Mientras que en la Corona de Aragón se asiste a una revalorización constante del movimiento, tanto por el número de obras conservadas como por la maestría de muchas de ellas. En Aragón los estudios de M.ª Carmen Lacarra sobre la figura del pintor en Aragón y el papel del mecenazgo,8 y de Jesús Criado Mainar y María Teresa Ainaga Andrés sobre la saga de los pintores Estencop,9 resultan muy interesantes. En Barcelona la figura de Lluís Borrassà ha centrado toda la atención desde el trabajo de Gudiol hasta las publicaciones de Ruiz y Quesada.10 Y actualmente destacan los estudios sobre Bernat Martorell y el retablo de san Pedro de Púbol,11 o el estudio del gótico internacional en Girona de Molina i Figueras, además de los trabajos más generales sobre la Cataluña medieval, entre otros,12 los cuales proporcionan una mirada vasta y completa del periodo. En Mallorca la visión del gótico internacional, tras la importante obra de Gabriel Llompart, y el catálogo de la exposición de Mallorca Gótica, bajo la dirección del mismo Llompart, se ha visto aumentada con la publicación de la tesis doctoral de Tina Sabater sobre la pintura del cuatrocientos en Mallorca, y todos estos trabajos debido a la movilidad de los pintores de la isla a la península, muestran un intento de aunar la visión del estilo entre los territorios de la Corona de Aragón.13 Igualmente en Valencia a partir de la tesis de José i Pitarch14 los esfuerzos se han intensificado con los trabajos de Hériard Hubreuil,15 Joan Aliaga, Ximo Company,16 José Gómez Frechina,17 y los artículos de Josep Ferre, Carme Llanes, Encarna Montero en pintura, y Nuria Ramón Marqués en miniatura.18

En general, una revisión del tema vendría dada por el catálogo del Renacimiento Mediterráneo, exposición celebrada en Madrid y Valencia durante el año 2001. Las aportaciones del catálogo son verdaderamente muy interesantes, puesto que además de agruparse obras de diversas procedencias europeas, bajo la dirección de Mauro Natale, se han reunido un grupo de investigadores de diferentes países para unificar criterios y aportar nuevos conceptos artísticos alrededor del Mediterráneo.19 A excepción de este catálogo, la mayoría de los estudios muestran una mirada muy centrada en un territorio, o un artista, cuando hay que tener en cuenta que posiblemente la característica que mejor define el gótico internacional es la movilidad: los viajes de artistas o de personajes de un lugar a otro, las cosmopolitas relaciones entre los diferentes estratos de poder de toda Europa, el movimiento de obras de arte –generalmente miniaturas y orfebrería– en busca de un dueño y, en general, la rapidez con que las ideas, los estilos y las corrientes artísticas circulaban de un territorio a otro. Sin esta movilidad que caracterizó Europa desde 1360 hasta finales del siglo XV no hubiera sido posible apreciar un arte medieval como el que se ha conservado.

Valencia ha sido reconocida tardíamente como una de las importantes ciudades del gótico internacional. Recordando las palabras de Mauro Natale y Shearman la crítica ha tardado en reconocer su papel, y mientras que en el catálogo sobre el gótico internacional de Baltimore ni siquiera aparece su nombre, en el de Viena se le cita como uno de los centros secundarios y marginales del sistema.20 Fue, sobre todo, a partir de la identificación del Maestro del Bambino Vispo con Starnina cuando se ha considerado a la urbe como una de las ciudades del internacional, citada junto a las zonas de Borgoña, Bohemia o Renania. Desde principios del siglo XX se asiste a una revalorización de la pintura medieval valenciana de manos de historiadores como Sanchis Sivera, Cerveró Gomis, Saralegui o Tormo, dentro de cuyos estudios se encuentran las figuras de Pere Nicolau, Marçal de Sas o Starnina, con la finalidad de datar, atribuir y analizar las relaciones entre las noticias recién exhumadas y las obras conservadas. A partir de la década de 1980 las publicaciones se especializan y aumentan, distinguiéndose dos caminos paralelos; uno el que siguen los autores como José i Pitarch y Heriárd Dubreuil en un intento por descubrir a los artistas y sus obras dentro de un ámbito local e hispánico, y un segundo camino, seguido por los investigadores europeos centrados en identificar a la figura del Maestro del Bambino Vispo con Starnina, confirmado en 1983 por Van Waadenoijen, y por descifrar los cambios y aportaciones del florentino a la pintura de la Toscana. A partir de esta identificación, tanto Starnina como Valencia se han introducido dentro de las rutas europeas de la historia del arte, y la ciudad en una de las capitales capaz de proporcionar respuestas en la red de artistas y obras que se configuran durante el periodo del gótico internacional.

LA CIUDAD COMO MEDIO SOCIAL DEL TRABAJO ARTÍSTICO

Tras los graves problemas que afectaron a toda la península y gran parte de Europa a mediados del siglo XIV, por las sucesivas oleadas de pestes, hambres y carestías, en el reino de Valencia se asiste desde 1370 a una cierta recuperación, patente en aspectos como el crecimiento demográfico y el aumento de la producción y el comercio. Este resurgir no afectó únicamente a la mejora del nivel de vida de los habitantes de la ciudad, sino, y sobre todo, al mayor protagonismo que ejerció Valencia dentro del Mediterráneo, como uno de los enclaves mercantiles fundamentales en determinados productos, como la lana o la cerámica. La apertura del Mediterráneo, y la fuerte atracción que ejercía para propios y extraños, implicó la llegada de gentes de las más diversas procedencias y de los más variados productos.

A pesar de sus vínculos con otros territorios y culturas, el Mediterráneo occidental siempre mantuvo una unidad de civilización, favorecida por los intercambios, y garantizada por los múltiples contactos entre los personajes de poder, ya fueran de la realeza (miembros de las familias reales, embajadores, o personas de la corte), la Iglesia (obispos, canónigos, monjes, etc), individuos del mundo mercantil (mercaderes destinados a otras ciudades) e intelectuales (estudiantes formados en otras universidades europeas). Y el lenguaje artístico fue otro medio más de comunicación y unión entre los diferentes territorios, como una especie de koiné que todos empleaban y comprendían; por ejemplo, el italogótico ha sido definido como una «“lingua franca” para los artistas del Mediterráneo europeo».21 Valencia adquiría un mayor protagonismo dentro de esta red de relaciones sociales y comerciales, de la que siempre había formado parte, pero que ahora actuaba con voz y voluntad propia en pro de sus intereses y necesidades.

La crisis de mediados del siglo XIV afectó gravemente al reino de Valencia no únicamente por la peste que asolaba cíclicamente sus territorios y sus gentes, llegando hasta el siglo XV (epidemias de peste en 1380, 1383-1384, 1395 y 1401, y durante el siglo XV en 1404, 1428, 1439, 1450, 1458, 1475-1477), sino también por una serie de penalidades que agravaron la situación: la carestía de alimentos por la falta de mano de obra, sequías, malas cosechas, y, por lo tanto, hambre, el terremoto de 1348, y desde el último tercio del siglo la guerra con Castilla y el sitio de la propia ciudad de Valencia,22 las inundaciones del Turia y el Júcar en 1406, o la plaga de langosta en 1407 y 1408,23 mermando tanto el número de habitantes, como el ánimo y la salud de la población valenciana.

Uno de los principales atractivos del reino de Valencia, dentro de los propios territorios de la Corona de Aragón, y de los europeos, es su labor en la producción agrícola especializada, con el desarrollo de cultivos considerados casi como exóticos por el resto de las grandes urbes occidentales, muchos de los cuales salieron con bastante frecuencia de los puertos valencianos. Estas siembras y manufacturas (grana, frutos secos, cereales, aceite, además de la producción de la famosa cerámica de Manises o el papel, las lanas, cueros y sedas, entre otras) procedían de una previa agricultura o artesanía de origen musulmán, lo que unido a la fascinación que podía generar Valencia como territorio de frontera y sus favorables condiciones de vida para los que allí se asentaran, configuraron a Valencia tras la conquista cristiana como un territorio de posibilidades y aventuras.

Todos los problemas que vivió la ciudad durante la segunda mitad del siglo XIV se vieron amortiguados por el periodo de crecimiento en que estaba inmersa la Corona y, a pesar de la espectacularidad de unos datos tan catastróficos, en el reino de Valencia no parece que la dinámica positiva de población se resintiera de forma irreversible, como parece que ocurrió en Cataluña y en la mayoría de los países europeos, por ejemplo en 1361 se registra 26.000 habitantes y en 1418 se calcula 36.000.24 El proceso de recuperación es más perceptible a partir de la década de 1370 cuando Valencia, coincidiendo con cierto estancamiento de Barcelona y el declive de Mallorca, emerge como una ciudad mercantil, financiera e industrial dentro del panorama mediterráneo, por el crecimiento de la población y, por tanto, de la mano de obra, y por el importante papel que ejercieron los hombres de negocios locales actuando coordinadamente en la exportación exterior y compra de productos, estimulando la propia producción local, el desarrollo de la manufactura urbana y las transformaciones del mundo rural.25

El ciclo de recuperación ya es plenamente palpable dentro de la mentalidad valenciana a principios del siglo XV cuando aparecen las expresiones de «la gran multitud del poble», «lo gran poble», «el copiós poble», «la innumerable multitud del poble de la dita ciutat», entre la documentación de la época. El sentimiento colectivo de la población y, sobre todo de sus dirigentes, era el de una regeneración tras la grave situación social que había vivido el reino, así la pujanza económica y comercial fueron los puntales que se emplearon para configurar a Valencia como una de las importantes ciudades de la Corona de Aragón, y esto es comprensible a la luz de la política urbanística y la imagen de decoro que caracterizó a la ciudad durante, al menos, la primera mitad del siglo XV (reformas urbanísticas, acequias, alcantarillado, construcción y mantenimiento de edificios públicos civiles patrocinados por la ciudad, puentes y un nuevo recinto amurallado).26 Posiblemente la palabra que mejor define el crecimiento demográfico del reino sea la de irregular, puesto que frente al despoblamiento de los territorios de la zona del Maestrazgo y las poblaciones de la orden de Montesa, la ciudad de Valencia se caracteriza por un crecimiento constante de población por la emigración desde las zonas rurales, en busca de trabajo y medios. La zona sur mostró un crecimiento espectacular a lo largo del siglo XV, duplicando y, a veces, triplicando la población con una diferencia cronológica de escasos años durante la segunda mitad del siglo XV. Hasta las décadas de 1420-1430 se puede hablar de cierto crecimiento regularizado, según los territorios, pero a partir de este momento se muestra negativo con graves pérdidas en la zona norte y centro del territorio del reino, mientras que en el sur el aumento demográfico sigue en ascenso.

Centrándonos en la ciudad de Valencia su crecimiento constante se debió a la emigración de gentes tanto de zonas rurales del reino como de otros territorios, como el castellano, donde el hambre de 1377 favoreció el traslado a zonas más ricas, dentro de un fenómeno generalizado en toda Europa a partir de la segunda mitad del siglo XIV, y donde las grandes ciudades se caracterizan por ser centros de absorción de la población procedente de ámbitos rurales o zonas más desfavorecidas. Esto se aprecia con bastante claridad en los llibres d’aveïnaments de la ciudad, donde se documentan entre 1375 y 1410 un total de 1.669 nuevas familias, además de las viudas y huérfanos que no se documentan y se conocen por otras fuentes, y los vecinos y commorantes, que se añaden al grueso de la población.27 Las zonas de estos nuevos vecinos serán preferentemente las parroquias de San Juan del Mercado, San Martín y Santo Tomás, donde precisamente la actividad menestral y comercial era más importante.28 Aun a pesar de este crecimiento constante, la falta de mano de obra especializada y residente en la capital seguía siendo una de las necesidades del municipio, por ello, el ofrecimiento de la Casa de la Ciudad a Llorenç Saragossà de permanecer en la urbe, y la ayuda económica que le procura, se encuentra dentro de las demandas de una capital en expansión. Pero el hecho de que el gobierno municipal consciente de dichas necesidades emplee todos los medios a su alcance para favorecer la llegada y establecimiento de ciertos maestros extranjeros o personajes de relevancia en el desarrollo económico y social de la ciudad, debe considerarse como excepcional a finales del siglo XIV en el panorama europeo. Eiximenis indica el fenómeno de acogida que mostraban los valencianos con palabras como estas: «bé acullents persones estranyes», lo que hace más comprensible la llegada de artistas como Pere Nicolau, Marçal de Sas y Starnina a finales del siglo XIV.29 La ciudad de Valencia se configuró así como el principal foco de atracción de todo el reino, además de por la emigración de parte de la población del campo a las ciudades en busca de trabajo y una profesión, por el aumento de tierras en manos de vecinos de las urbes y una mayor inversión de capital en zonas agrarias. Desde finales del siglo XIV estos procesos fueron estimulados por la mejora comercial y mercantil de una ciudad en crecimiento –introducción de capital extranjero, principalmente italiano–, que se tradujo en la reactivación del mundo agrícola por la comercialización de sus cultivos: se mejoraron y multiplicaron las siembras y se amplió la zona cultivable por la desecación de marjales, entre otras actividades.

Una población en constante crecimiento y en fase de adaptación por su heterogeneidad, condición social, actividades profesionales, origen regional o «nacional», además de diferencias religiosas, que generará problemas de integración social y de reinserción laboral, como lo demuestra el rechazo de los mercaderes italianos a trabajar en unas condiciones distintas a las de los locales en tierras italianas30 o, mucho más grave, la convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes. La coexistencia de las tres religiones se vio afectada por cuestiones externas y de muy diversa índole; en el caso musulmán el recrudecimiento de la piratería berberisca y los constantes ataques a zonas costeras y rapto de cristianos,31 y en el caso judío las envidias de su posición económica y algunas predicaciones con tintes demagógicos, además del ataque a la judería en 1391, entre otras. En ambos casos se trataba de un sector de la población importante social y económicamente para el bienestar del reino y, por lo tanto, imprescindibles para su desarrollo y crecimiento, por lo que a pesar de los problemas de convivencia que podían ocasionar, las autoridades siempre se resistieron a la expulsión definitiva, que se produjo años más tarde.

El aumento de la población se hizo notar en dos frentes distintos; por una parte, en la agricultura, muy afectada por la falta de mano de obra, además de las sequías, malas cosechas, inundaciones y plagas, que ahora se veía fuertemente apoyada por una creciente población que solicitaba nuevas tierras que cultivar, lo que generó en el municipio una política de reactivación agraria y mejora de ciertas zonas pantanosas que antes eran tierras fértiles,32 con el consecuente cultivo de alimentos y productos agrarios especializados, lo que elevó a un alto grado de especialización la producción de la urbe, con plantas extrañas y drogas orientales, tal y como las denomina Eiximenis, refiriéndose al azúcar, algodón, azafrán, arroz, alheña, comino, etc, o la seda y las plantas industriales (lino, cáñamo, greda, simientes y azafrán).33 Y por otra, por la mejora del comercio exterior, bien a través de la producción y demanda propia, bien como puerto intermedio terrestre y marítimo de otras ciudades. Este segundo aspecto es muy interesante, puesto que supone la inserción de Valencia dentro de las redes internacionales del intercambio mercantil. La tendencia de la ciudad de Valencia fue la de involucrarse en un mercado de productos de consumo de coste más bajo, pero de mayor volumen y solicitados por amplios sectores de la población.34 Se aboga por un estilo de mercado que se aparta del elevado precio de determinados artículos solicitados por unas minorías, en pro de un producto demandado por la sociedad de los núcleos urbanos. Todo ello facilitado por la proliferación de centros mercantiles y rutas secundarias que provocaron el incremento de la densidad de circulación más allá de las redes principales.

El comercio fue una de las herramientas de integración y cohesión más poderosas de la Edad Media, puesto que, por encima de los problemas particulares de uno u otro territorio, primaban las necesidades mercantiles de sus ciudadanos y del propio gobierno. En el caso concreto de la Corona de Aragón, el comercio sirvió como elemento de unión dentro los diferentes reinos y de apoyo entre unos y otros al servicio de sus propios beneficios, y, en contra de la fuerte competencia que desarrollaban los mercaderes italianos, ante los cuales los aragoneses se sentían casi indefensos.

A pesar de los datos y las circunstancias sociales que transmiten una imagen de bonanza económica y social, debido a la prosperidad comercial a partir de finales del siglo XIV, y más notorio en el primer cuarto del siglo XV, hay ciertos datos negativos como el deterioro demográfico de la población del reino, en general, y del campo en mayor medida, así como la migración del campo a las ciudades, o la ruina de parte de determinados sectores urbanos, corroborada por la subida de los precios y los salarios, y el estancamiento de las rentas. Durante el siglo XV se reconocen en Valencia ciertos elementos de mejoría como la diversificación de la agricultura, la tranquilidad social en la zona rural, trabajada por la población mudéjar del reino –alejada de las reivindicaciones campesinas de otros territorios de la Corona–, la mejora estructural del comercio y la industria, adaptadas a las necesidades mercantiles del momento, y perfectamente conectadas con el mundo mediterráneo, además de una estabilidad en los precios y salarios, lo que favorecía, sin duda, una situación de mejora respecto a los años anteriores. Pero la tendencia actual para estudiar el periodo no se basa en términos absolutos de decadencia o esplendor, sino que se atiende a esos puntos intermedios que caracteriza a una sociedad con muchas facetas y puntos de vista que reflejan y explican mejor un periodo de cambios en la historia de Europa.35 Por ejemplo, se ha hablado de Valencia como una nueva capital de la Corona de Aragón, en retroceso de Barcelona, que agotada por la guerra civil interna dejó paso a una ciudad en crecimiento progresivo, pero si se analiza con más detalle, se aprecia como Valencia no pudo sustituir a Barcelona como centro organizador del comercio internacional peninsular. Las razones son varias: en Valencia no se innovaba ni se buscaban nuevos mercados, ni artículos; su estrategia de mercado se basaba en seguir los mismos esquemas empleados por el comercio catalán con la consecuente ayuda a su desarrollo; hay un retraso cronológico de Valencia en integrarse dentro de las rutas comerciales europeas; y, por último, se aprecia una participación secundaria del puerto de Valencia frente al de Barcelona, a grandes rasgos.36 Todo lo cual muestra el bajo grado de desarrollo del mercado valenciano y su dependencia de otras ciudades, principalmente Barcelona que, en ese aspecto, seguía dominando como plaza fuerte de la Corona de Aragón. El sector de la economía más evolucionado en el reino de Valencia fue, sin duda, el comercio exterior, con cambios y mejoras, y múltiples ventajas como la subordinación de un amplio territorio interior, caracterizado por mercados regionales como Toledo, Cuenca y Teruel, que tenían como salida inmediata a la urbe del Turia –y que requerían tanto de productos agrícolas locales como internacionales–. Pero la capacidad de innovación de la ciudad frente a las nuevas circunstancias no fue suficiente para erigirse como el puerto más importante de la península en el mar Mediterráneo.

Valencia, junto con Barcelona, Mallorca y Perpiñán, se convirtió a principios del siglo XV en uno de los grandes centros comerciales a nivel internacional, alojando a empresas productivas, como la de Francesco Datini en Morella, o la Strozzi en la misma Valencia. Siendo claves el comercio de telas, el afianzamiento del mercado interior y las variaciones de la demanda, y a partir de mediados del siglo XV, la conversión en punto de enlace con Andalucía, Portugal y Canarias, además de la apertura de este mercado a Europa alrededor de 1450.37 Uno de los aspectos fundamentales para la mejora del mercado en el reino de Valencia fueron las inversiones de los grupos económicamente más fuertes y el deseo de consumo de una población en pleno proceso de crecimiento.38

El poder monárquico y la ciudad de Valencia

La precaria situación económica de la monarquía desde el reinado de Pedro IV y sus hijos, así como durante el reinado de los Trastámara, Fernando I y Alfonso V, agravada por la marcha de este último a tierras italianas, tuvo como consecuencia la inestabilidad del poder real que, con frecuencia, se veía obligado a convocar cortes con la finalidad de solicitar nuevas ayudas a las ciudades con las que emprender sus empresas políticas (el viaje a Sicilia, la conquista de Nápoles, etc.) o sociales (la boda del heredero o los actos de bienvenida de un importante personaje), y a través de las cuales sus reinos reivindicaban nuevas prerrogativas y defendían sus intereses.39

La propia ciudad de Valencia tuvo que prestar en sucesivas ocasiones grandes cantidades a la familia real, con la consecuente aproximación de la urbe a los intereses y políticas de la monarquía, mostrando igualmente el intento del municipio de configurarse en una de las grandes metrópolis del Mediterráneo. A pesar del intento de los Trastámaras por limitar el poder de las entidades municipales, la iniciativa no fructificó, y tras el corto reinado de Fernando I, el gobierno de Alfonso V, con su marcha a la ciudad partenopea, dejó sin resolver las necesidades no sólo gubernativas, sino también políticas y sociales en un periodo de constantes cambios.

La precaria situación económica de la monarquía tuvo como consecuencia inmediata en el campo artístico su relajada posición de mecenas de las artes,40 y más si los comparamos con importantes promotores como la dinastía Valois en Francia en esos mismos años. Posiblemente las dos grandes excepciones fueron Pedro IV y Alfonso V. Mientras que la figura del primero comienza a revalorizarse por su intervención en las obras de reforma del palacio del Real de Valencia, además de la atracción que pudo suponer en artistas como Aloi de Montbrai, o la más conocida de Llorenç Saragossà. Alfonso el Magnánimo, y a pesar de la distancia, dejo su impronta en obras muy significativas como la capilla de los reyes del convento de santo Domingo de Valencia y el interés que siempre mostró por el arte quedó reflejado, de una u otra manera, en la vida valenciana del momento.

Una de las figuras que más apreció reveló por el reino de Valencia fue el primero infante, y después rey Martín I, que desde joven y gracias a sus posesiones en el reino valenciano prestó su ayuda en determinados momento de crisis, como fue el asalto a la judería en 1391, además de la estancia de su esposa María de Luna con la finalidad de pacificar los enfrentamientos entre ciertas familias nobiliarias.41 La muestra más clara de la presencia de Martín I en el reino es tanto la fundación de la cartuja de Valldecrist, como la del monasterio de Santo Espíritu por su esposa, María de Luna, entre otras.42

Si la unión de Sicilia a los territorios de la Corona benefició los contactos peninsulares con los territorios italianos, durante el reinado del Magnánimo y la conquista de Nápoles éstos se intensificaron. La incorporación de Nápoles, a pesar de los problemas políticos por la ausencia continuada del monarca de la península, trajo consigo una interesante etapa artística y una apertura a las novedades italianas, pero también más oportunidades para la sociedad civil valenciana que se asentaba en la nueva corte de Alfonso V en la ciudad de Nápoles: el viaje de eclesiásticos, notarios y juristas de ricas familias valencianas, el traslado de nobles y caballeros con motivo de la conquista, además del incremento de la actividad mercantil con la nueva plaza adquirida y sus territorios.

Las diferencias políticas y sociales entre los diferentes monarcas que reinaron en la Corona de Aragón también se aprecian en su posición ante el grave problema que afectaba a la Iglesia. Pedro IV exigía la indiferencia de sus ciudadanos ante el Cisma, buscando lo más beneficioso para los intereses de la Corona, mientras que la llegada al poder de Juan I y Martín I supuso el apoyo incondicional de la Corona al papa de Aviñón, generando un motivo más de discordia entre padre (Pedro IV) e hijo (Juan I), que se cerró tras la muerte del Ceremonioso. El cambio de signo de las relaciones entre la cercana corte de Aviñon y la monarquía, además del traslado de Benedicto XIII a Peñíscola, motivaron unos mayores y frecuentes contactos sociales y políticos, además de los artísticos que se tradujeron en la llegada de obras y artistas, y lo que todavía es más importante, una mentalidad receptiva a las novedades llegadas de más allá de los Pirineos.

La estructura de la sociedad valenciana

Si se atiende a las fuentes medievales que hablan sobre la composición de la sociedad medieval, y valenciana en particular, se encuentran las palabras de Francesc Eiximenis aludiendo al paralelismo entre el cuerpo humano y la comunidad, y a la existencia de diferentes partes y estamentos, cada uno de ellos con una función dentro del conjunto y una misión diferente, y al hecho de que el buen funcionamiento de una sociedad se debe al bienestar de cada uno de ellos;43 los miembros del gobierno, los caballeros y hombres de armas, los consellers, los religiosos, los menestrales y los campesinos.

La división que hace Eiximenis, a pesar de basarse en la tradicional estructura alto-medieval de monarquía, Iglesia, nobleza y campesinado atiende a la mayor diversificación de una población en aumento y a sus necesidades de vida, cada día más complejas. Las variantes se deben a la aparición del patriciado urbano y la menestralía. El patriciado urbano es el grupo social con poder político, social y económico, con una profesión liberal, capaz de desempeñar cargos de poder dentro del gobierno de la ciudad,44 mientras que el grupo menestral o artesanal se encargará de responder a la creciente demanda de productos manufacturados por parte de la sociedad local y extranjera, en consonancia con el crecimiento de las urbes y el auge del reino dentro del comercio mediterráneo. La aparición de estos grupos sociales tendrá una gran importancia en el desarrollo de las artes, puesto que bien a través de sus cargos en el poder y posición social, bien por la necesidad de mostrar el estatus de su familia, su devoción o piedad, se encargarán retablos y otros objetos artísticos que ubicarán en lugares públicos de referencia, además de en sus capillas familiares, como un elemento más de comunicación y transmisión de determinadas ideas. En el segundo caso, la posición económica más desfavorable de los artesanos y la necesidad de agruparse tanto con la intención de defender sus intereses, como de mantener y garantizar la producción, implicará la aparición de las corporaciones de oficio, que de forma comunitaria encargarán algunos de los retablos más interesantes de la pintura valenciana medieval. Esta actitud se vincula claramente con las actividades dirigidas a defender el prestigio de la ciudad, en pro de la «cosa pública», y cierto «patriotismo urbano».45

El impulso de la ciudad: el artesanado

Tras la conquista de la ciudad de Valencia uno de los ejes vertebradores de la sociedad fue el creciente comercio de la urbe con otros territorios. Pero, a partir de la segunda mitad del siglo XIV y todo el siglo XV la fuerza de la ciudad, al igual que sucede con Barcelona, se debe a la industria, a la activa participación del artesanado y a la búsqueda de nuevos mercados de consumo y abastecimiento de materias primas indispensables para la producción. La aparición de un rico artesanado en la ciudad es uno de los factores más importantes que se requieren para el crecimiento social, económico y político de una urbe. La estructuración y organización del trabajo en las ciudades pertenecientes a los territorios de la Corona de Aragón se inició en el siglo XII y tuvo su desarrollo durante los siglos XIII y XIV. La aparición de formaciones corporativas, bien con una finalidad benéfico-asistencial, bien con una intención religiosa, confirmaron el triunfo del grupo artesanal gracias al apoyo municipal o gubernativo y a la intervención directa de los mercaderes. Y con el tiempo surgirán unas ordenanzas, que por escrito y de forma más rigurosa, regularán los aspectos técnicos y venta de la producción, marcando de forma inequívoca la vida y subsistencia de un número considerable de habitantes.

A partir de la segunda mitad del siglo XIV la movilidad de la mano de obra procedente del campo y dirigida a las ciudades, además de suponer el crecimiento demográfico de la población urbana, tuvo también unas notables consecuencias en el terreno laboral: la falta de continuidad de la práctica del oficio, y la permeabilidad del sistema corporativo debido al ingreso de nuevos miembros, además del claro debilitamiento de las organizaciones corporativas, y, desde un punto de vista más positivo, la mayor especialización y multiplicación de los oficios acorde con las nuevas necesidades y una demanda en pleno crecimiento.

En el caso concreto de los pintores, no fue hasta finales del siglo XIV cuando se encuentran a artistas de relevancia trabajando en la ciudad de Valencia. Hasta ese momento la documentación informa sobre la presencia de pintores decorativos que proporcionaban objetos artísticos que podríamos denominar domésticos (cajas, cofres, cortinas, sargas, etc) y no se tiene constancia de importantes talleres de pintura, capaces de abastecer de retablos a la urbe.46 Valencia a partir del último tercio del siglo XIV se incorpora al crecimiento y proliferación de obradores en toda Europa, coincidiendo con el auge de las nuevas formas devocionales y el paso del frontal al retablo. La tardía constitución de los obradores y la realización de una producción pictórica de interés se tradujo en la aparición de corporaciones de oficios en unas fechas avanzadas, y en el importante hecho de que la propia producción y elaboración de retablos se desenvolviera en un campo abierto sin controles exhaustivos y dentro de una libertad de actuación que, sin duda, favoreció la creatividad y la innovación.

El siglo de oro de las artes y la literatura, el siglo XV valenciano, se debió a un crecimiento continuado que se inició a finales del siglo XIV gracias a diferentes factores sociales, políticos y económicos, que favorecieron este desarrollo, y que tuvo su momento de máximo esplendor durante el reinado de Alfonso V y su expansión por territorios italianos. Evidentemente, el gobierno de Alfonso el Magnánimo y el dominio que ejerció sobre el Mediterráneo, garantizaron las múltiples relaciones sociales y políticas entre lugares como Barcelona, Valencia, Nápoles, Cerdeña y Palma, emplazamientos estratégicos para el comercio, pero el hecho de que el último papa de Aviñón fuera aragonés, y que se refugiara precisamente en Peñíscola, o que durante el siglo XV los dos únicos papas no italianos fueran los aragoneses Calixto III y Alejandro VI, son elementos que muestran la importancia y poder que alcanzó la Corona de Aragón y Valencia en determinados momentos.47

[1]. La conferencia tenía como finalidad mostrar el origen del Renacimiento en territorio francés, a partir de la segunda mitad del Trecento con el estilo franco-flamenco y su creciente naturalismo (J. van Waadenoijen, Starnina e il gotico internazionale a Firenze, Florencia, Istituto Universitario Olandese di Storia dell’Arte, 1983, pp. 11-12). Con el tiempo el periodo ha tenido muy diversas denominaciones: estilo cortesano, estilo suave, estilo hermoso, estilo lírico, gótico cosmopolita, rococó del Trecento, naturalismo cortesano, arte europeo hacia 1400, o incluso, arte francés de difusión internacional (A. Eörsi, La pintura gótica internacional, Corvina, 1987, p. 5).

[2]. O. Pächt, «Die Gotik der Zeit um 1400 als gesamteuropäische Kunst-sprache»; C. Sterling, «Die Malerei um 1400», en Wien 1962. Europäische Kunst um 1400, Viena, Kunsthistorisches Museum, 1962, pp. 52-65 y 66-79. (Se ha consultado la versión italiana: O. Pächt, Il Gotico intorno al 1400 come lingua comune dell’arte europea, San Severino Marche, Fondazione Salimbeni, 1999, pp. 5-35).

[3]. F. Autrand, M. Zink et alii, Les princes des fleurs de lis. La France et les arts en 1400, París, RMN, 2004; S. N. Fliegel y S. Jugie, L’Art à la cour de Bourgogne. Le mécénat de Philippe le Hardi et de Jean sans Peur (1364-1419), París, Musée des Beaux-Arts de Dijon-The Cleveland Museum of Art, 2004; E. Taburet-Delahaye, Paris, 1400. Les Arts sous Charles VI (1380-1422), París, Réunion des Musées Nationaux, 2004; E. Toulet y P. Stirnemann, Les Très Riches Heures du duc de Berry et l’enluminure en France au début du XVe siècle, París, Somogy, 2004; R. Düchers y P. Roelofs, The Limbourg brothers. Nijmegen masters at the Franch Court 1400-1416, Ludion, Nimègue, 2004. Otras publicaciones relacionadas con el periodo y este conjunto de exposiciones: B. Chancel-Bardelot y C. Reynaud, Une fondation disparue de Jean de Berry: La Sainte-Chapelle de Bourges, París, Somogy, 2004; E. Taburet-Delahaye, La création artistique en France autour de 1400 (Actes du colloque internacional), París, École du Louvre, 2006. Un análisis de conjunto en: M. Tomasi, «L’Art en France autour de 1400: éléments pour un bilan», Perspective, 2006-1, pp. 97-120.

[4]. J. Bialostocki, El arte del siglo XV: de Parler a Durero, Madrid, Istmo, 1998; J. Royt, Painting medieval in Bohemia, Praga, Charles University in Prague, The Karolinum Press, 2003, y más recientemente: P. Drake Boehm y F. Fajt, Prague, the crown of Bohemia, 1347-1437, Metropolitan Museum of Art, Nueva York, 2005; I. Takács, Sigismundus rex et imperator. Art et culture au temps de Sigismond de Luxembourg, 1387-1437, Budapest, 2006.

[5]. Uno de los últimos estudios sobre el arte medieval inglés, con la bibliografía anterior: R. Marks y P. Williamson, Gothic Art for England: 1400-1547, Londres, Victoria and Albert Museum, 2003.

[6]. M. Boskovits, Pittura fiorentina alla vigilia del Rinascimento, 1370-1400, Florencia, Edad, 1975a; M. Boskovits, «Il maestro del bambino Vispo: Gerardo Starnina o Miguel Alcañiz?», Paragone, vol. 26, núm. 307, 1975b, pp. 3-15; F. Sricchia Santoro, «Sul soggiorno spagnolo di Gerardo Starnina e sull’identita del Maestro del Bambino Vispo», Prospettiva, 6, 1976, pp. 11-29; L. Bellosi, Lorenzo Ghiberti. Materia e Ragionamenti, Catalogo di mostra (Firenze. Museo dell’Academia e Museo di San Marci, 18 ottobre/ 31gennaio 1979), Florencia, Centro Di, 1978; L. Bellosi, Come un prato fiorito. Studio sull’arte tardogotica, Milán, Jaca Book, 2000; J. van Waadenoijen, 1983; A. de Marchi, Gentile da Fabriano. Un viaggio nella pittura italiana alla fine del gotico, Milano, 1992; S. Bettini, Il Gotico Internazionale, Vicenza, Neri Pozza editore, 1996; M. T. Filieri, Sumptuosa tabula picta. Pittori a Lucca tra Gotico e Rinascimento, Lucca, Sillabe, Lucca, 1998; P. Dal Poggetto, Fioritura tardogotica nelle Marche, Milán, Electa, 1998; M. Boskovits y D. Parenti, Da Dernardo Daddi al Beato Angelico a Botticelli. Dipinti fiorentini del Lindenau-Museum di Altenburg, Florencia, Giunti, 2005; L. Laureati y L. Mochi Onori, Gentile da Fabriano e l’altro Rinascimiento, 2 vols., Milán, Electa, 2006; A. Tartuferi y D. Parenti, Lorenzo Monaco. Dalla tradizione giottesca al Rinascimiento, Florencia, Giunti, 2006, entre otras.

[7]. C. B. Strehlke, Italian Paintings, 1250-1450 in the John G. Johnson Collection and the Philadelphia Museum of Art, Filadelfia, Philadelphia Museum of Art, 2004, entre otras publicaciones. Además de la notable contribución a la pintura valenciana internacional con la ficha de catálogo del retablo de los Siete Sacramentos: C. B. Strehlke, «Gherardo Starnina. Retablo de Bonifacio Ferrer», Pintura europea del Museo de Bellas Artes de Valencia, Valencia, Museo de Bellas Artes, 2002, pp. 22-33.

[8]. S. Alcolea Blanch, A. José i Pitarch, M. C. Lacarra Ducay y G. Llompart, Catálogo exposición de Pintura Gótica en la corona de Aragón, Zaragoza, Museo e Instituto de Humanidades «Camón Aznar», 1980; M. C. Lacarra Ducay, «Un gran mecenas en Aragón: Don Dalmacio de Mur y Cervellón (1431-1456), Seminario de Arte Aragonés, XXXIII, 1981, pp. 149-159; íd., «Los pintores del arzobispo Don Dalmau de Mur (1431-1456) en tierras de Aragón», Aragonia Sacra, IX, 1994, pp. 43-54; íd., «Pintores zaragozanos durante el siglo XV: Nuevas noticias», Artigrama, 13, 1998, pp. 243-252; íd., «El pintor en Aragón durante los siglos del gótico», en J. Yarza, L’Artista-artesà medieval a la Corona d’Aragó, Lleida, Universitat de Lleida,1999, pp. 145-168; íd., Blasco de Grañén, pintor de retablos (1422-1459), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2004.

[9]. T. Ainaga Andrés, M. Tello Ortiz y M. C. Lacarra Ducay, Retablo de Juan de Leví y su restauración. Capilla de los Pérez Calvillo. Catedral de Tarazona, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1990; T. Ainaga Andrés, «Datos documentales sobre los pintores Guillén de Levi y Juan de Levi, 1378-1410», Turiaso, XIV, 1997-1998, pp. 71-105; T. Ainaga Andrés y J. Criado Mainar, «Enrique de Estencop (1387-1400) y el tránsito al estilo internacional en la pintura gótica aragonesa: el retablo de Nuestra Señora de los Ángeles de Longares (Zaragoza)», El Ruejo. Revista de Estudios Históricos y Sociales, 4, 1998, pp. 107-140.

[10]. J. Gudiol i Ricart, Borrassà, Barcelona, Instituto Amatller de Arte Hispánico, 1953; F. Ruiz i Quesada, «Aportacions al coneiximent de la pintura de Lluís Borrassà a la catedral de Barcelona», Lambard. Estudis d’art medieval, vol. VIII, 1995, pp. 215-240; íd., «La darrera producció del taller de Lluís Borrassà. Una via per a l’aproximació a dos artistes: Lluc Borrassà i Pere Sarreal», Lambard. Estudis d’art medieval, vol. X, 1997, pp. 55-96; íd., Lluís Borrassà I el seu taller, Tesis doctoral inédita, Barcelona, Universitat de Barcelona, 1998a; F. Ruiz i Quesada, «Els Borrassà i les canòniques de Girona», Lambard. Estudis d’art medieval, vol. XII, 1999-2000, pp. 119-147; A. Pladevall y F. Ruiz i Quesada, L’Art gòtic a Catalunya. Pintura II. El corrent Internacional, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 2005.

[11]. J. Molina i Figueras, Bernat Martorell i la tardor del gòtic català. Context artístic del retaule de Púbol, Girona, Museu d’Art de Girona; íd., «La pintura a Girona a l’época del gòtic internacional», Girona a l’abast, IV, V, VI, Bell-lloc del Pla, Girona, 1996, pp. 189-212.

[12]. M. Guardia, N. Dalmases, A. Altisent et alii., Catalunya medieval, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1992; F. Español, El gòtic català, Manresa, Fundació Caixa Manresa, 2002; J. Yarza, «La pintura española medieval: el mundo gótico», en La pintura española. La pintura en Europa, Madrid, Electa, 1995; F. Español, Els escenaris del rei: art i monarquia a la Corona d’Aragó, Manresa, Angle, 2001; A. Pladevall y F. Ruiz i Quesada, 2005. Las otras publicaciones a las que nos referimos son: A. Liaño Martínez, «Guerau Gener y la presencia artística valenciana en Cataluña en el siglo XV», en Primer Congreso de Historia del Arte Valenciano, Valencia, Generalitat Valenciana, 1993, pp. 151-155; R. Alcoy, «Guerau Gener i les primeres tendències el gòtic internacional en les arts pictòriques de les catedrals catalanes», Lambard, VIII, 1995, pp. 179-213; J. L. Hernando, «Los artistas llegados al foco barcelonés durante el gótico internacional (1390-1450): Procedencia, actividad y posible asentamiento. Aspectos documentales», Lambard, VI (1991-1993), 1994, pp. 359-388; J. Planas Badenas, «Recepción y asimilación de formas artísticas francesas en la miniatura catalana del estilo internacional y su proyección en el reino de Valencia», en VIII CEHA, vol. I, Cáceres, 1992, pp. 119-127, íd., El esplendor del gótico catalán. La miniatura a comienzos del siglo XV, Lleida, Estudi General de Lleida, 1998, entre otras.

[13]. G. Llompart, 1978; íd., Mallorca gótica, Barcelona, Museo Nacional de Arte de Catalunya, 1998; T. Sabater Rabassa, Pintura mallorquina del segle XV, Palma, Edicions UIB, 2002.

[14]. A. José i Pitarch, «Llorens Saragossa y los orígenes de la pintura medieval en Valencia», D’Art, 6-7, 1981, pp. 109-119; íd., Pintura gótica valenciana: El periodo internacional. Desde la formación del taller de Valencia, ca. 1374, hasta la presencia de la segunda corriente flamenca, ca. 1440-1450, tesis doctoral inédita, Barcelona, Universidad de Barcelona, 1982; íd., Retaule de la Santa Cruz, Museo de Bellas Artes de València, Obra recuperada del Trimestre, núm. 3, 1998; íd., Luz de las Imágenes. Segorbe, Segorbe, 2001; íd., La Memòria Daurada. Obradors de Morella, siglos XIII-XVI, Morella, 2003.

[15]. M. Hériard Dubreuil, «Aspetti fiorentini della pittura valenzana intorno al 1400», Antichità viva, 6, 1977, pp. 3-11; íd., «A propos de Miquel Alcañiz peintre de Valence. Du nouveau sur un primitif espagnol», L’Oeil, 270-271, 1978, pp. 52-59 y 94-96; íd., Valencia y el gótico internacional, 2 vols, Alfons el Magnànim, Valencia, 1987; íd., «El Gòtic Internacional», en Història de l’Art Valencià, vol. II, Valencia, Consorci d’Editors Valencians, 1988, pp. 182-235; íd., «Un estilo europeo firmemente establecido en Valencia», en Primer Congreso de Historia del Arte Valenciano, Valencia, Generalitat Valenciana, 1993, pp. 143-149; íd., «Une etape significative du Gothique Internacional Valencien: Le Retable de Rubielos de Mora (Teruel)», en Hommage à Michel Laclotte. Études sur la peinture du Moyen Age et de la Renaissance, Milán, Electa, 1994, pp. 101-117.

[16]. J. Aliaga Morell, Els Peris i la pintura valenciana medieval, Valencia, Alfons El Magnànim, 1996; J. Aliaga, «Reexaminando un documento de Gerardo Starnina», AAV, 1988, pp. 32-33; X. Company, J. Aliaga et alii, Documents de la pintura valenciana medieval i moderna (1238-1400), vol. I, Valencia, Universitat de València, 2005; X. Company, J. Aliaga y V. Pons, La Llum de les Imatges. Lux Mundi, Xàtiva, 2007, Valencia, Generalitat Valenciana, 2007.

[17]. J. Gómez Frechina, El retablo de san Martín, santa Úrsula y san Antonio Abad del Museo de Bellas Artes de Valencia, Madrid-Valencia, BBVA-Generalitat Valenciana, 2004; íd., El retaule de sant Miquel Arcàngel del convent de la Puritat de València. Una obra maestra del gòtic internacional, Valencia, Generalitat Valenciana, Valencia, 2006.

[18]. J. Ferre i Puerto, «Trajectòria vital de Joan Reixac, pintor valencià del quatre-cents: la seua relació amb Andreu Garcia», en J. Yarza, L’artista-artesà medieval a la Corona d’Aragó, Lleida, Universitat de Lleida, 1999, pp. 419-426; íd., «Presència de Jaume Huguet a València. Novetats sobre la formació artística del pintor», Ars Longa, 12, 2003, pp. 27-32; C. Llanes, «Pere Nicolau i la Catedral de València. Aclaracions sobre els retaules de «Santa Clara i santa Isabel» (1403), i «Sant Maties i sant Pere Màrtir» d’Onda (1405)», BSCC, tomo LXXX, 2004, pp. 83-96; E. Montero Tortajada, «El sentido y el uso de la mostra en los oficios artísticos. Valencia, 1390-1450», BMICA, XCIV, 2004, pp. 221-254; L. N. Ramón Marqués, La miniatura medieval valenciana: Domingo Crespí y el Llibre del Consolat del Mar del Ayuntamiento de Valencia, Tesis de licenciatura inédita, Valencia, Universitat de València, 1999, p. 255; íd., El origen de la familia Crespí: iluminadores valencianos, Segorbe, Mutua Segorbina de Seguros, 2002: L. N. Ramón Marqués, La iluminación de manuscritos en la Valencia gótica, Valencia, Generalitatat Valenciana-Biblioteca Valenciana, 2005; N. Marqués, La iluminación de manuscritos en la Valencia gótica (1290-1458), Valencia, Generalitat Valenciana-Biblioteca Valenciana, 2007.

[19]. M. Natale, El Renacimiento Mediterráneo, Viajes de obras entre Italia, Francia y España en el siglo XV, Madrid-Valencia, 2001. Aunque con un punto de vista muy específico, también es interesante la renovadora perspectiva que empleó Judith Berg para su trabajo en los años ochenta: J. Berg Sobré, Behind the altar table, Columbia, University of Missouri Press, 1989.

[20]. M. Natale, 2001, pp. 25-27 y 44.

[21]. A. Serra Desfilis, «Huellas y caminos dudosos por el mar. Notas sobre las relaciones pictóricas entre Génova y España en los siglos XIV y XV», en P. Boccardo, J. L. Colomer y C. di Fabio, España y Génova. Obras, artistas y coleccionistas, Madrid, Fundación Carolina, 2004b, pp. 31-32. Realmente el Mediterráneo actuó como una encrucijada de rutas, itinerarios e intercambios. Parafraseando a Heers: «El desarrollo de las transacciones fue de semejante envergadura que este mar interior en absoluto quedó encerrado en sí mismo, sino que atrajo un gran número de armadores y de patrones extranjeros deseosos de conseguir fletes y de enriquecerse. Muchos vascos, gallegos y portugueses acudían no sólo con el fin de introducir productos de sus regiones, sino en busca de empleo y dispuestos a quedarse varias temporadas seguidas...» (J. Heers, «El Mediterráneo como área de tránsito», en M. Natale, El Renacimiento Mediterráneo, Museo ThyssenBornemisza-Generalitat Valenciana, Madrid-Valencia, 2001, p. 139).

[22]. La guerra con Castilla, llamada de los Dos Pedros, iniciada en 1356 tuvo un efecto devastador en el reino de Valencia. Aunque con consecuencias diferentes, puesto que la zona más devastada fue la zona norte de reino, y la ciudad de Valencia fue sitiada en dos ocasiones, en 1363 y 1364. A esto se une el aumento de los impuestos decretado por Pedro IV para hacer frente a las guerras y la participación en el conflicto de Francia, Inglaterra y Génova. La guerra suponía el replanteamiento de las fronteras territoriales con el reino de Valencia, además de la hegemonía de la Corona de Castilla sobre la de Aragón.

[23]. Aunque si se realizan estudios más concretos sobre las poblaciones del reino, prácticamente casi todos los años mostrarán un alto nivel de mortalidad por las pestes y epidemias (A. Rubio Vela, «Els temps difícils (1347-1375). El segle XIV», en E. Belenguer, M. Batllori et alii, Història del País Valencia. De la Conquista a la Federació Hispànica, vol. II, Barcelona, Edicions 62, 1989, pp. 208-210 y 270-272).

[24]. A. Furió, Història del País Valencià, Valencia, Tres i Quatre, 2001, pp. 103 y ss. Un dato interesante de esta situación es que entre 1410 y 1450 se avecindaron legalmente en Valencia 934 familias, frente a las 1.669 familias que lo hicieron entre 1375 y 1410 (p. 188).

[25]. E. Cruselles, 2001, p. 13.

[26]. Sobre el ideal urbanístico del decorum en Valencia: A. Serra Desfilis, «La belleza de la ciudad. El urbanismo en Valencia (1350-1410)», Ars Longa, Cuadernos de Arte, 2, 1991, pp. 73-80; M. Falomir Faus, «El proceso de “Cristianización Urbana” de la ciudad de Valencia durante el siglo XV», AEA, 254, 1991, pp. 127-139; A. Serra Desfilis, «El Consell de València i l’embelliment de la ciutat, 1412-1460», en Primer Congrés d’Història de l’Art Valencià, Valencia, Generalitat Valenciana, 1993, pp. 75-79; A. Rubio Vela, «La ciudad como imagen. Ideología y estética en el urbanismo bajomedieval valenciano», Historia urbana, 3, 1994, pp. 23-37; M. Falomir Faus, Arte en Valencia, 1472-1522, Valencia, Generalitat Valenciana, 1996a, pp. 47-62 y especialmente 92-103; A. Serra Desfilis, «La ciutat d’Ausiàs March», en Ausiàs March i el seu temps, Valencia, Valenciana, 1997a, pp. 47-66; íd., «Orden y decorum en el urbanismo valenciano de los siglos XIV y XV», en A. Casamiento y E. Guidoni, Storia dell’Urbanistica IV. Le Città medievali dell’Italia meridionale e insulare, Atti del convegno, Sociedad Urbana, Roma, 2004c, pp. 37-50.

[27]. En 1238 Valencia tras la conquista de Jaime I albergaba una población de 15.000 habitantes, entre 1359-1361 se documentan unas 26.000 personas, y en creciente aumento, en el recuento de 1489 se alcanza un total de 40.000 individuos. Datos que contrastan con la situación de la ciudad de Barcelona, que sí que reflejó un claro descenso de la población, concretamente de un 50 % tras la guerra civil catalana, como también sucede en la isla de Mallorca (A. Rubio, «Pesta, fam i guerra», en B. de Riquer i Permanyer, E. Belenguer i Cebrià et alii, La forja dels Països Catalans. Segles XIII a XV, Història. Política. Societat i cultura dels Països Catalans, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 1996, p. 83).

[28]. La procedencia de los nuevos habitantes de la ciudad era principalmente del reino, en segundo lugar de los territorios peninsulares y, por último, del extranjero (R. Narbona Vizcaíno, Pueblo, poder y sexo. Valencia medieval (1306-1420), Valencia, Diputació de València, 1992, pp. 31 y ss.).

[29]. Son muy ilustrativas las palabras con las que Mauro Natale inicia el discurso sobre la presencia de Starnina en Valencia: «Esta realidad [Valencia como centro de atracción] supone en el ámbito de las migraciones artísticas una auténtica inversión de la tendencia anterior; hacia 1400, para un artista que no fuera de primera fila y que quisiera salir de la rutina de pintar cofres y sillas en Florencia, Valencia era uno de los pocos lugares a los que podía acudir en busca de fortuna y de novedades» (M. Natale, 2001, p. 25).

[30]. M. T. Ferrer Mallol, «Els italians a terres catalanes (segles XII-XV)», AEM, 10, 1980, pp. 393-466: D. Igual Luis y G. Navarro Espinach, «Relazione economiche tra Valenza e l’Italia nel basso Medioevo», Medioevo. Saggi e Rassegne, 20, 1995, pp. 61-97; D. Igual Luis, Valencia e Italia en el siglo XV. Rutas, mercado y hombres de negocios en el espacio económico del Mediterráneo occidental, Vila-Real, Bancaixa, 1998; íd., «Entre Valencia y Nápoles. Banca y hombres de negocios desde el reinado de Alfonso el Magnánimo», En la España Medieval, 24, 2001, pp. 103-143, entre otras publicaciones.

[31]. La población musulmana en esta época podía representar la mitad de la población total del reino, pero ocupaba un papel secundario en el reino como mano de obra y se encontraba en el ámbito rural, alejada de las ciudades y, por tanto, de los centros sociales y económicos. El declive de la población judía, como uno de los factores que intervienen en el desarrollo económico de la Corona, se inició con el asalto a la judería de la ciudad de Valencia en 1391, dentro de un fenómeno que se repitió en toda la península y que tuvo su inicio en Sevilla. Sobre la convivencia entre cristianos y musulmanes: M. T. Ferrer Mallol, La frontera amb l’Islam en el segle XIV. Cristians i sarraïns al País Valencià, Barcelona, Consell Superior d’Investigacions Científiques, Institució Milà i Fontanals, 1988.

[32]. En el caso del reino de Valencia la peste negra y su consecuente despoblación, además del descenso de las tierras cultivadas tuvo una segunda consecuencia en la vuelta al estado pantanoso de ciertos marjales y zonas de «aiguamolls» que habían sido drenadas y ganadas para la agricultura tras la conquista del territorio. La alta mortalidad y la falta de mano de obra es la causa inmediata, acusándose se forma extrema en las zonas rurales que padecieron también la emigración a las grandes ciudades (A. Rubio Vela, 1996, p. 88).

[33]. Federico Melis dividía la producción del país en 1400 en tres subregiones: la región de la lana en el Maestrazgo, la región de la grana en Valencia-Alicante-cuenca de Oriola, y la región de la fruta seca desde Denia hasta Alicante. Pero durante el siglo XV esta especialización se complica con al aumento de otros cultivos y la diversificación de las economías agrarias locales que combinan entre los cultivos tradicionales y los más modernos y especulativos (P. Iradiel, «L’economia: produir i comerciar» en B. de Riquer i Permanyer, E. Belenguer i Cebrià et alii, 1996, p. 113).

[34]. A principios del siglo XIV el comercio de la cuenca Mediterránea se fragmentó en dos áreas; la de las especias, la zona oriental, vinculada al comercio internacional de las grandes ciudades marítimas italianas; y la zona occidental, o de la lana, dominada por las mercancías de precio más bajo, pero de mayor volumen y relacionadas con las crecientes industrias textiles locales y el abastecimiento de los mercados alimentarios urbanos, donde Valencia jugó un papel más importante (E. Cruselles, 2001, pp. 24-25).

[35]. A. Rubio, 1996, pp. 81-93 y 105. Aporta datos concretos sobre los reinos de la Corona de Aragón y muestra el problema de una visión global sobre el territorio valenciano. Corroborado por: P. Iradiel, «L’evolució económica. El segle XV», en E. Belenguer, M. Batllori et alii, 1989, pp. 267-270; A. Rubio Vela, 1989, pp. 235-264; A. Furió, 2001, pp. 122-137.

[36]. E. Cruselles, 2001, pp. 24-29.

[37]. J. Guiral-Hadziiossif, Valencia, puerto mediterráneo en el siglo XV (1410-1525), Valencia, Institució Alfons el Magànim, 1989, pp. 27-40.

[38]. Se aprecia con bastante nitidez en el caso de la producción textil, donde la población local solicitó la producción local de tela del lugar, en lugar de la extranjera, con la consecuente mejora de este mercado (A. Rubio, 1996, p. 96). A finales del siglo XV comenzaron a perder fuerza dichos núcleos urbanos, por diversos motivos, entre los que se citan la política proteccionista emprendida por otros territorios.

[39]. En palabras de Antoni Furió: «Naixia així un model d’estat que reafirmava el pactisme com a sistema de govern i en el qual conviurien, de forma inestable, els aparells administratius del rei (la Governació, la Batlia General i les batlies locals) i els del regne (les Corts, la Generalitat i els municipis)». A. Furió, 2001, pp. 105-106.

[40]. La importancia de la monarquía durante el periodo del gótico internacional se centra en actuar como factor de introducción; los contactos políticos y sociales con otros centros de poder les permitieron ejercer de avanzadilla en la recepción y asimilación de nuevas modas. Pero su precaria situación económica hizo reducir el número de encargos, por lo que se ha minusvalorado su papel como mecenas de las artes. En el caso del reino de Valencia la labor fue secundada por otros grupos sociales del reino con poder y autonomía económica para marcar sus directrices: la Iglesia, el patriciado urbano y las corporaciones de oficio.

[41]. Sobre las luchas nobiliarias en la ciudad de Valencia: R. Narbona Vizcaíno, Valencia, municipio medieval. Poder político y luchas ciudadanas, 1239-1418, Valencia, Ajuntament de Valencia, 1995; R. Narbona Vizcaíno, Malhechores, violencia y Justicia ciudadana en la Valencia bajomedieval, Valencia, Ajuntament de València, 1990.

[42]. M. Miquel Juan, «Martín I y la aparición del gótico internacional en el reino de Valencia», AEM, 33/2, 2003, pp. 781-814.

[43]. «La quarta és que la cosa pública és composta sumàriament de tres estaments de persones, ço és, de menós, mijanes e majors. E aquesta composició aital és així com un cos humanal compost de diversos membres; e així ho diu sant Pau (ad. Romanos, XII); Sicut in uno corpore multa membra habemus, omnia autem membra non eundem actum habent, ita multi unum corpus sumus in Christo; e vol dir que així com diversos membres fan un cos qui han diversos oficis en l’hom, així diverses persones e oficis ajustats fan un cos e una comunitat, la qual és apellada la cosa pública crestiana. E per tal, Víctor, parlant de aquesta matèria en lo seu tractat, volent ensenyar per quina manera la cosa pública era semblant al cos de l’hom, posa que en la cosa pública havia cap, e aquest és aquell qui ha lo regiment o senyoria; los ulls e les orelles són les jutges e els oficials; los braços són aquells qui defenen la cosa pública, ço és los cavallers e los hòmens d’armes; lo cor són los consellants; les parts generatives són los preïcants e informants; les cuixes e cames són los menestrals; los peus que calciguen la terra són los pagesos qui la colren e la ejerciten per llur ofici tostemos» (F. Eximenis, Lo regiment de la cosa pública (Valencia, 1499), ed. Facsímil, Valencia, París-Valencia, 1991, pp. 26-27 (capítulo 1, versos 811-835).

[44]. Se trata de un grupo intermedio que englobaba tanto a los burgueses adinerados como a los prohombres del mundo mercantil y artesanal, se situaban entre el superior estrato de los caballeros y el menor de los artesanos. Eiximenis así los definía: «juristes, notaris, mercaders e drapers poderosos, e tots aquells qui sens generositat notable han grans riquees en la ciutat» configuran «la segona mà o mà mitjana» de la sociedad. Se trataba de un grupo social muy estable que, además, constituía la elite política de la Valencia, controlando las dos instituciones básicas del gobierno local: los jurats y el Consell, según palabras de Agustín Rubio (1989, pp. 281-286).

[45]. A. Rubio Vela, Epistolari de la València Medieval I, Valencia, Institut de Filologia Valenciana, 1985, pp. 22-26; íd., Epistolari de la València Medieval II, Valencia-Barcelona, Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana, 1998, pp. 22-32 y 37-42.

[46]. Cabe recordar que los retablos encargados por Pedro IV para el palacio del Real de Valencia fueron encargados a maestros catalanes, como también el retablo para el convento de san Francisco de Valencia.

[47]. En la crónica de Giovanni Villani de 1336-1338 se indica que las rentas de la ciudad de Florencia superaban con creces las del rey de Aragón, en alusión a la riqueza y poder que tenía dicho monarca (D. Herlihy y Ch. Klapisch-Zuber, Les Toscans et leurs familias: une étude du catasto florentin de 1427, París, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1978, p. 19).

Retablos, prestigio y dinero

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