Читать книгу Las aventuras de Astivio y Obdulio vol. 1 - Mauro Cocciolo - Страница 10

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La próspera aldea PAVT contaba con una organización interna extremadamente funcional. Transcurridos en verdad muy pocos años desde las épocas en que los primeros colonos comenzaron a establecerse en la hasta entonces deshabitada planta corporativa, sus habitantes habían ido forjando, empujados por la necesidad, un ingenioso plan de distribución de labores. En un corto lapso de tiempo lograron poner en marcha una encomiable, sinérgica y regulada estructura organizativa que les permitía distribuir con equidad las tareas fundamentales, pudiendo abastecer con eficacia las exigencias de todos mediante el trabajo repartido. Por ejemplo, las nodrizas se encargaban del cuidado de los niños, de su educación y de supervisar los espacios de recreación. Desde pequeños, todos los chicos eran de a poco introducidos al sistema de adjudicación de responsabilidades, el cual permitía la pacífica coexistencia y fomentaba la cohesión en pos de un bien común. Si bien la mayor parte de las faenas solían ser de carácter rotativo, cada área contaba con uno, dos o incluso más responsables permanentes. Había gente asignada a los diversos quehaceres relacionados con el agro, como podían ser la manutención del molino para moler el trigo, el desmalezamiento y la nivelación del terreno, el sembrado, el riego, la cosecha o el almacenamiento en silos. Otros se encargaban del correcto mantenimiento de los corrales y de la cotidiana alimentación de los animales de granja. Los aldeanos llevaban una dieta de lo más variada, y por lo tanto se mantenían fuertes y saludables. También elaboraban deliciosos chacinados y cocinaban un pan digno de los dioses. Cultivaban la vid y producían vino patero. A algunos les tocaba la limpieza de la aldea; otro grupo se encargaba de la organización y el atento cuidado del pañol, donde se guardaban las más preciadas herramientas, muchas de las cuales habían sido forjadas en otras épocas, cuando aún se sostenía la sociedad de consumo en el Conurbano y una irrefrenable bola de humo denominada marketing imperaba y moldeaba al mundo entero. Contaban con un amplio taller y un variado stock de materiales para efectuar reparaciones. Tenían una fosa de brea de donde extraían dicha sustancia para utilizarla a la vez como sellante y como elemento de ignición. Cerca de la fosa, se hallaba la oscura entrada a una pequeña mina de carbón, aunque por desgracia la producción de esta última era más bien insuficiente, ya que carecían de los elementos necesarios para adentrarse en las inmensas profundidades que la vieja corporación había abierto con sus maquinarias demoníacas. Si bien no conocían la luz eléctrica, uno de los mitos más relevantes acerca del mundo primitivo del que hablaban los ancianos, obtenían iluminación mediante la combustión de grasa, aceite o la ya mencionada brea.

Poseían una muy limitada plantación de árboles destinados a la tala y un modesto aserradero; por esa razón, para abastecerse de la leña necesaria, se veían obligados a salir, a exponerse al peligroso mundillo exterior, siendo ese tal vez el único punto débil de toda la organización y de la enorme autosuficiencia alcanzada. No obstante, esa específica y delicada tarea solían por lo general asignársela a Obdulio y a Astivio, quienes poseían un don incomparable, una cualidad que los aventajaba frente a las múltiples y mortales amenazas foráneas.

Las aventuras de Astivio y Obdulio vol. 1

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