Читать книгу Hermano, dulce hermano - Maximiliano David Acosta - Страница 6

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CAPÍTULO 1

Apocalipsis

Fiorenza– Es real lo que dicen sobre todas las ideas apocalípticas. No creo que piense todo el mundo en esto, y tal vez suene exagerado, pero me refiero a que muchas veces escuché que relacionen el final de una cosa con el comienzo de otra cosa. Es decir que el equilibrio entre el fin y el comienzo, entre el nacimiento y la muerte, entre lo que viene y lo que se va, es indiscutiblemente perfecto y tangible. Como si todo fuera energía. No sé si sabrán pero en la escuela me enseñaron que lo primero que debes saber de la energía es que no se puede crear ni destruir, solo la puedes transformar. Y como ya dije, aunque suene exagerado de mi parte, creo que todo, absolutamente todo es así. Por cada persona que muere alguien nace, tal vez no cerca, tal vez en otra parte del mundo. Entonces si piensas en ello, nada termina nunca realmente, solo son ciclos, tan extensos que uno no puede ni siquiera distinguir su horizonte. Todo lo que parece desaparecer o disiparse en los vientos del tiempo, solo se transforma en algo más.

Recuerdo el día que comencé a pensar todo esto, y no es importante, pero lo que sí importa es de donde salió. Existen esas pequeñas ocasiones que se cruzan en tu vida, las cuales logran introducirte una idea, y déjenme acotar que es cierto lo que se dice sobre una idea. Mete una idea en tu cabeza y crecerá como un cáncer. En fin, recuerdo que empezó todo por ella, por Alfonsina. Fue un día común, nada raro, Alfonsina se reunió con su novio y él fue con la intención de romper con ella. No estuve allí, ni siquiera me lo contaron con detalles, pero lo tengo en mi cabeza como si lo hubiera visto en una película. Puedo verla a ella recibiendo la noticia en una imagen distorsionada, con una melodía lenta y melancólica. Nunca enfocarían su cara ya que la idea del nuevo comienzo no tiene que resultar ningún final perdido por más triste que sea. No se verían las lágrimas ni tampoco se podría escuchar la conversación. Es mejor así, entonces no tendremos ninguna opinión del novio ya que no es importante para el espectador generar sentimientos hacia alguien que no pertenece a esta historia. Nada es nítido, solo se nota que hablan en paz y luego se abrazan despidiéndose. De repente puedo ver sus pies caminando dentro de sus zapatillas preferidas, esas converse que ya están bien gastadas, pero que siguen siendo tan cómodas que es imposible deshacerse de ellas. Camina con sus pies para adentro, chueca, y muy rápido. La veo pasar, la veo alejarse de espaldas a mí, con los brazos cruzados, como si tuviera frío, y la mirada baja. Se va sola, sobre el borde derecho de la calle–.

Hermano, dulce hermano

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