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Оглавление3 Reinventa las reglas del amor
Fig. 3.1. La Media Naranja.
¿cuáles son las reglas?
Este libro es un acercamiento, por supuesto, a las reglas del amor. Comenzamos a analizarlas en el capítulo 1, echamos una ojeada al estado actual de las relaciones amorosas, y en el capítulo 2 valoraremos cómo la forma en que nos queremos puede estar relacionada con cómo nos relacionamos y queremos a otras personas. El resto del libro explora muchas de las reglas en torno a la relación romántica ideal por la que nos animan a luchar: el tipo de sexo que se supone que debemos tener, los roles de género que se supone que debemos seguir, la forma en que debemos llevar a la práctica la monogamia, el compromiso, los conflictos y las rupturas. Pero antes de analizar esas áreas específicas, necesitamos tener en cuenta las reglas generales del amor: ¿qué buscamos en el amor y cómo imaginamos que sucede?
Reflexiona sobre estoEl amor perfecto |
Piensa sobre tu propia idea de una relación amorosa perfecta. ¿Con quién sería? ¿Cómo comenzaría? ¿Cómo te sentirías respecto a esa persona? ¿Cómo te sentirías respecto a ti? ¿Cómo se desarrollaría? ¿Qué tipo de tiempo y espacio compartiríais? ¿Qué tipo de futuro imaginas?
Podrías pensar también en cuál es el origen de esas ideas sobre lo que es el amor perfecto. ¿Cómo aprendiste cómo debe ser una relación, y cómo saber que estás sintiendo amor? ¿Cómo puedes saber que ha sucedido y cómo debe evolucionar?
Esto no es una especie de truco para acusarte de haber estado siguiendo «las reglas» sin haber sido consciente de ello. Todo el mundo tiene ideas sobre cómo deben ser las relaciones, y esas ideas no surgen de la nada. Resulta útil explorar cuáles son y de dónde vienen, en lugar de aceptarlas sin cuestionarlas. Si podemos comprender las reglas en profundidad, seremos más capaces de decidir cuáles nos son más útiles y cuáles lo son menos.
Probablemente la regla dominante sobre el amor sea que por «amor» entendemos cierto tipo de relación romántica, generalmente exclusiva, sexual y que probablemente incluya convivencia. Sabemos que existen otros muchos tipos de amor —amor a nuestras amistades, amor entre descendencia y progenitores, amor propio, etc.—, pero ese es el amor del que todo el mundo asume que estamos hablando. Exploraremos esto más a fondo al final de este capítulo, pero de momento emplearé la palabra en el sentido romántico, dado que eso es lo que la mayoría de la gente entiende cuando habla de amor.
Unida a esta idea de amor romántico está la idea de la Media Naranja: somos medias-personas vagando por el mundo en busca de una pareja perfecta que «nos complete». Esa idea está detrás de muchas otras reglas de las que hablaremos en este libro. La Media Naranja es más importante que cualquier otra persona en nuestras vidas, probablemente incluso más que nosotros mismos. Si no has encontrado a la Media Naranja, debes dedicar mucho tiempo y energía a buscarla y a hacerte más deseable para ella. Sentiremos una atracción inmediata y abrumadora por nuestra Media Naranja. El sexo será el-mejor-del-mundo: nuestros cuerpos se encontrarán por primera vez como si estuviesen diseñados para encajar. Nuestro amor por la Media Naranja debe ser tan intenso que nunca miremos a nadie más. Debemos entender a nuestra Media Naranja a un nivel casi telepático, de forma que nunca haga falta discutir. Debemos comprometernos por completo y vivir felices a su lado el resto de nuestras vidas.
Historias de amor
Nos educan con esos mensajes desde una edad muy temprana.1 Los cuentos de hadas y las películas de Disney que se inspiran en ellos solo se centran en el drama de encontrar a la Media Naranja, como si esa fuese la única preocupación en la vida y lo que nos hará vivir-para-siempre-felices.
Las comedias románticas cuentan una historia parecida, y las películas de acción suelen entregar al héroe el amor como premio.
Los mismos mensajes están omnipresentes en las revistas femeninas, que presentan el amor como la mayor aventura de tu vida. Echa una ojeada a cualquier portada y verás que prácticamente todos los titulares están relacionados con la forma de vestirse para gustar a los hombres, qué cosas evitar para no «quitarle las ganas» a los hombres, «verdades sobre las relaciones» que necesitas comprender, y «cosas divertidas» que probar con «tu hombre» para que la relación avance. Aunque por lo general los medios de comunicación dirigidos a hombres dedican menos espacio a las relaciones, también comunican esos mensajes de forma alta y clara, en especial la idea de que los hombres deben sentirse atraídos por cierto tipo de mujeres —de acuerdo con el tipo de cuerpo ideal mencionado en el capítulo 2— y de que ellos necesitan ayuda y consejos para saber si «ella es la Media Naranja» y cómo «tener éxito» en las relaciones.2 Exploraremos esas reglas de género más en profundidad en el capítulo 5. De momento podemos concluir que la mayoría de la gente está expuesta a las reglas del amor a diario, desde los medios de comunicación a la publicidad pasando por las apps para ligar.
El lenguaje del amor
Pero nos venden a la Media Naranja con entusiasmo no solo desde la publicidad y los medios de comunicación, sino que está incrustada en las mismísimas palabras que usamos para hablar de las relaciones. La ausencia de cualquier término alternativo puede hacer difícil que la gente hable sobre relaciones de otra manera.3
La Media Naranja implica que existe una sola persona en el mundo que nos está esperando, así que tenemos que esforzarnos para encontrarla y mantenerla: no existirá otra Media Naranja, y sería un desastre tener que conformarse con la segunda opción. Esa «otra mitad» sugiere que las personas no son suficientes por sí solas: necesitan otra mitad para completarlas, de ahí el inmenso estigma que existe en torno a la soltería.4 El concepto de alma gemela sugiere que encontrar a esa persona es crucial porque nadie más podrá acompañarnos como lo haría alguien que ofrece una verdadera compañía a nuestra alma. La «pareja ideal» y la idea del Príncipe Azul, de la Princesa, del Hombre Perfecto, la Mujer Perfecta, la Pareja Perfecta implican que esa persona —cuando la encontremos— encajará a la perfección en nuestra vida en todos los sentidos.
El lenguaje del amor crea jerarquías entre relaciones románticas y otros tipos de relación. Nuestra pareja debe también ser nuestra mejor amistad, la persona más importante en nuestra vida. Tiene que serlo todo en nuestra vida. El amor de verdad es el amor romántico y sexual, es unirse a alguien de por vida. Todos las demás clases de amor resultan en comparación sosas y mediocres.
Las reglas del amor y los patrones relacionales
Vale la pena detenerse un momento para pensar en cómo interiorizamos las poderosas reglas culturales, de forma que llegamos a sentir realmente esa llamada para encontrar a la Media Naranja, esa sensación de vacío si no lo hacemos y esa experiencia embriagadora de enamoramiento si la encontramos. No se nos inoculan los mensajes de los medios de comunicación con una aguja hipodérmica,5 sino que participamos activamente en la cultura que nos rodea de diferentes formas, basándonos en nuestras propias experiencias e intersecciones, y en otras ideas a las que nos exponemos.
Eso significa que, incluso cuando hemos interiorizado reglas muy similares, estas pueden desarrollarse de formas distintas, ya sea de forma sutil o profunda, en nuestros propios patrones relacionales individuales. Una persona puede elegir siempre exactamente el tipo «equivocado» de persona como pareja. A otra le puede costar mucho encontrar a alguien que se adapte a sus criterios. Y una tercera puede tener dificultades para romper una relación incluso después de que se haya estancado y sea insatisfactoria.
Este es un diagrama para entender cómo acabamos formando nuestro propio conjunto de reglas y patrones relacionales. También puedes usar este diagrama para explorar cómo desarrollaste tu forma de entender y tener sexo, de entender el género, los conflictos o cualquier otro tema cubierto en este libro.6
Fig. 3.2. Los círculos concéntricos de la experiencia.
Como puedes ver en el diagrama, formamos parte de diferentes relaciones cercanas. Esas relaciones están, a su vez, incrustadas en las instituciones y comunidades que integramos. Y esas instituciones y comunidades son, a su vez, parte de la cultura en la que vivimos:
• La cultura incluye todos los mensajes sobre el amor que damos por sentados y que circulan a nuestro alrededor en los medios de comunicación, el lenguaje que hablamos, nuestras leyes, etc.
• Las instituciones y comunidades son los sistemas de los que formamos parte, como nuestros colegios, religiones, o las empresas en las que trabajamos. Estas pueden reforzar las ideas más extendidas sobre el amor o rechazarlas, o hacérnoslas llegar con ciertos ajustes y cambios.
• Las relaciones interpersonales incluyen nuestras familias de origen, nuestras redes de amistades y otras personas con quienes nos relacionamos diariamente. De nuevo, las reglas del amor pueden verse apoyadas por estos círculos, cuestionadas o adaptadas.
• «Tú» incluye todos los monólogos interiores que tenemos sobre el amor, las experiencias que atravesamos y cómo les damos un sentido, y los hábitos que creamos sobre cómo nos relacionamos: nuestros patrones relacionales.
Para comprender nuestras reglas personales sobre el amor y los patrones relacionales debemos explorar cómo influye cada uno de esos niveles en el otro. Por supuesto que las relaciones, comunidades, e incluso las culturas de las que formamos parte cambian con el tiempo y la manera en que entienden el amor puede cambiar también. Darle un sentido a todo eso es un proceso continuo que se hace durante toda la vida.
Para dejarlo más claro, te explicaré mi propio ejemplo:
Mis patrones relacionales
Después de pensar, leer, hablar y escribir sobre relaciones durante muchos años, me he dado cuenta de que mi patrón relacional consiste en buscar una relación amorosa que me haga sentir una persona aceptable. Cuando conozco a alguien con quien conecto, intento convertirme en su pareja perfecta, y cuando me devuelve el reflejo de su asombro por mi perfección, me siento maravillosamente bien. Eso es lo que significa para mí enamorarme. Este no es un patrón poco común pero, ¿cómo ha llegado a desarrollarse tan marcadamente en mí de esta forma? Pensar sobre el modelo ayuda a comprenderlo.
Por supuesto, mi primera familia me mostró ejemplos de parejas heterosexuales que siguen juntas de por vida —mi madre, mi padre y mis abuelas y abuelos—, por lo que ese es el modelo que asumí que seguiría, del mismo modo en que se hizo en sus comunidades y en su cultura. Cuando llegué al colegio con nueve años, no encajaba en absoluto por tener unos antecedentes de clase y expresión de género muy diferentes a los del resto del alumnado. Me aislaron por ser «diferente» por mi acento, mi ropa, mis intereses; en realidad, por todo. Entonces llegaron mis hermanas y hermano en rápida sucesión y sentí que no podía cargar a mi madre y mi padre con el peso del acoso escolar que yo estaba sufriendo. Mi familia británica blanca de clase media ponía mucho énfasis en evitar los sentimientos complicados y en que «no complicara las cosas». Me volví una persona difícil e introvertida en casa por lo que me estaba sucediendo y sentía rechazo allí y en el colegio. Verdaderamente creía que no se me podía aceptar tal como era. Me recluí en las novelas y series de televisión, y el mensaje era alto y claro: el amor de verdad me salvaría.
Aprendí —gradualmente y a trompicones— a darme cuenta de qué se esperaba de mí en el colegio y en casa, y me adapté a eso: adapté mi voz, mi ropa y mis intereses. Me volví especialista en cambiar para encajar en diferentes grupos.7 Leí las revistas de adolescentes y novelas románticas que leían mis amistades. Aprendí el tipo de feminidad que necesitaba expresar para conseguir el tipo de amor que ansiaba, para hacerme sentir que, después de todo, quizá era aceptable. Recuerdo cómo mis primeros enamoramientos se adaptaban al tipo de chico que se supone que debes desear. El dolor de los continuos amores no correspondidos terminó cuando conocí a un chico tan desesperado como yo por ser validado. Él se creyó la misma idea de que su alma gemela haría que todo fuese mejor (espoiler: no fue así).
Esto demuestra cómo mis patrones relacionales derivan de un flujo constante de interacciones entre la cultura, las instituciones y comunidades a las que pertenecía, y mi experiencia en relaciones interpersonales. Aprendí a ansiar el amor, y a cambiar para conseguirlo: esa era mi forma particular de participar en las reglas del amor más generales que estamos explorando aquí.
Haz la pruebaTus patrones relacionales y de dónde surgen |
Tomando mi ejemplo, prueba a explorar los orígenes de tus propios patrones relacionales. Puedes volver al diagrama de círculos concéntricos y escribirlo allí, o hacer anotaciones en el margen aquí mismo sobre cada una de esas capas.
• Cultura. ¿Qué mensajes sobre el amor recuerdas haber escuchado en los medios de comunicación y en la cultura en la que creciste? ¿Cuáles son más predominantes hoy día?
• Instituciones y comunidades. ¿En qué comunidades e instituciones te has criado? ¿Cómo se entendía el amor en ellas? ¿De cuáles formas parte ahora y qué ideas recibes de ellas sobre cómo deben ser las relaciones y cómo deben desarrollarse?
• Relaciones interpersonales. ¿Qué tipos de relaciones viste y experimentaste en tu familia de origen? ¿Eran formas buenas, malas o neutras de tener relaciones? ¿Cómo eran tus primeras amistades? ¿Cómo influyeron en tu forma de buscar el amor los mensajes que recibiste sobre qué conductas eran aceptables y cuáles inaceptables en casa o en el colegio?
• Tú. ¿Qué patrones relacionales crees que has desarrollado a lo largo de ese proceso? ¿Cómo se desarrollan? No te preocupes si tu caso no está todavía tan claro como el ejemplo; a mí me costó comprender cómo había sucedido y todavía sigo aprendiendo.
En breve comentaré más sobre los problemas de este tipo de patrones —o hábitos— relacionales fijos que desarrollamos, y hacia el final del capítulo valoraremos cómo podemos cambiarlos, si queremos. De momento, abramos nuestro foco para valorar, de nuevo, las reglas del amor de la cultura en su conjunto. Este es un resumen para recordártelo:
Resumen |
Las reglas del amor son:
• Debes encontrar y conservar a tu Media Naranja.
• Debe serlo todo para ti y tú para ella.
• Sin pareja no eres suficiente.
• El amor lo puede todo.
Reflexiona sobre estoLas reglas del amor |
Antes de continuar, piensa en cómo se aplica esto a ti. ¿Qué es cuestionable en la idea de que debemos buscar a una persona que satisfaga todas nuestras necesidades o en la idea de que el amor soluciona todos los problemas de las relaciones? ¿Hay formas alternativas de hacer las cosas que podamos valorar?
¿por qué cuestionar las reglas?
El músico Frank Zappa dijo que los problemas de salud mental en ee.uu. se debían a que la gente se criaba escuchando letras de canciones de amor.8 Cuando escuchas unas cuantas canciones pop, te sorprendes pensando que no iba desencaminado. Una y otra vez escuchamos a cantantes que no pueden vivir sin el amor de su vida, que no sabían dónde iban hasta que lo encontraron, que piensan en él en cada momento del día y que anhelan estar entre sus brazos toda la vida, independientemente del dolor de brazos que eso conllevaría. Se ha bromeado con que el amor romántico debe ser incluido en la lista de «desórdenes mentales», pues tiene todos los componentes de un estado obsesivo que causa estrés e interfiere con el funcionamiento social y laboral de una persona.
El psicólogo Bjarne M. Holmes estudió si, realmente, las comedias románticas eran malas para nuestra salud.9 Descubrió que las personas a quienes les gustan las comedias románticas sin duda tienen expectativas menos realistas en las relaciones: creen en un amor predestinado y esperan que sus parejas les lean la mente.10 Otra investigación ha relacionado este tipo de creencias con la insatisfacción y el sufrimiento en las relaciones, así como con estrategias menos útiles para gestionar los problemas que surgen.11 Irónicamente, el tipo de amor que nos animan a buscar es precisamente el que es más probable que nos conduzca a su propio final.
Las comedias románticas suelen defender conductas que serían consideradas no consensuadas o simple maltrato en el mundo real, y se presentan como el acto romántico por excelencia. Grandiosos gestos dramáticos como cruzar el continente para declararle amor eterno a alguien, conseguir volver a encontrar a un antiguo amor, perseguir tenazmente a alguien que ha dicho que no tiene interés, dedicarse a su actividad de ocio preferida para demostrarle interés y ganarle por agotamiento con la dulzura son todos ejemplos de acoso en la vida real que resultan extremadamente angustiosos para quienes los sufren.12 Julia R. Lippman ha comprobado que la exposición a películas y series de televisión que presentan esas conductas como románticas hacen que los espectadores tiendan a creer en mitos más relacionados con el acoso y la culpabilización de la víctima.13
Quiero dejar claro que el objetivo de todo esto y, sin duda, el objetivo de este libro, no es ser anti-amor. Que te quieran y querer a otras personas es algo realmente maravilloso. Algunos de los mejores momentos de nuestras vidas pueden ser esos en que descubrimos nuestra conexión con una persona nueva, cuando nos sentamos a charlar hasta muy tarde, cuando disfrutamos mutuamente de nuestros cuerpos, o cuando disfrutamos de un fin de semana relajado junto a alguien con quien nos resulta fácil crear intimidad. El amor puede ser una fuerza motivadora detrás de lo mejor de lo que es capaz el ser humano: un momento de gran altruismo o creatividad. Pero eso no requiere necesariamente el tipo de amor romántico concreto del que estamos hablando aquí. De hecho, tal y como muestran los estudios que he citado anteriormente, ese tipo de amor suele ser un obstáculo.
Lo que estoy cuestionando es la idea de que solo hay una forma de amar, y el peso que eso pone sobre nuestros hombros y nuestras relaciones.
Haz la prueba¿Es el amor romántico lo máximo? |
Antes de continuar, hagamos un ejercicio rápido para bajar al amor romántico de su altar como la experiencia máxima en la vida. Anota cosas de tu vida que te hicieron sentir tan bien como enamorarte, o al menos algo similar. He propuesto algunos ejemplos de participantes en talleres durante años. Puedes añadir los tuyos y tachar los que no sean relevantes para ti.
Fig. 3.3. Experiencias de la vida similares a enamorarse.
Sin duda resulta fácil percibir que el ideal de amor romántico tiene algunos problemas: la vida no suele parecerse a un cuento de hadas. Incluso en la clásica serie de televisión Sexo en Nueva York, los personajes principales eran bastante cínicos. En un episodio, Carrie pregunta si las almas gemelas son «reales o un instrumento de tortura». Miranda señala la tragedia de vivir sintiendo que nunca eres suficiente. Samantha dice que la Media Naranja es un ideal inalcanzable que lleva a la gente a fracasar. Solo una ingenua Charlotte se aferra al mito diciendo: «Creo que hay una persona perfecta en el mundo que te completa». A pesar de su escepticismo, por supuesto, todas las mujeres de Sexo en Nueva York se comprometen con su Hombre Ideal al final de la serie, lo cual implica, quizá, que Charlotte era la más sensata.
A veces nos olvidamos de que las películas y series de televisión convencionales tienen una estructura narrativa que siguen estrictamente, con unos giros concretos de guion y ciertos recorridos vitales de sus personajes. Los libros sobre escritura de guiones dicen, casi segundo a segundo, cuándo debe comenzar y terminar cada acto de la película, cuándo debe haber un vuelco, el momento más dramático de la película y demás.14 Cuando disfrutamos de una película suele ser porque cumple con todos esos requisitos en el momento idóneo. El problema es que ver una película tras otra, aparte del placer que proporciona, puede contribuir a que imaginemos una vida que funciona también así. La complejidad y los líos de nuestras propias historias de amor pueden parecer erróneos cuando los comparamos con un relato que nos resulta tan familiar.
Pero la vida real no sigue un guion tan sencillo. Si no tenemos cuidado, terminamos persiguiendo un escurridizo final-feliz-para-toda-la-vida, ya sea en una relación, o de una relación a otra, en lugar de reconocer que todas las relaciones y todos los estados emocionales van a tener altibajos.
Pensamiento mágico
Pensemos en algunas razones más para cuestionar la versión idealizada del amor romántico. Quizá el problema más obvio de la idea de la Media Naranja sea el pensamiento mágico que supone creer que existe solo una persona en todo el mundo que será la correcta para ser nuestra pareja, y que en cierto sentido, nuestro destino es ser pareja. Tendríamos que creer en una poderosa fuerza del destino que nos pusiera en contacto con esa persona. Parece poco probable que nos criemos justo en el mismo barrio, asistamos al mismo colegio o terminemos en la misma app para ligar.
Obviamente, muchas personas encuentran más de una Media Naranja en su vida. Cuando las relaciones anteriores se han terminado, podemos pensar que la Media Naranja anterior no era la correcta, de manera que la Media Naranja actual sí lo es (ver capítulo 8). La forma en que los recuerdos se vuelven borrosos y difusos con los años nos ayuda a reescribir la historia de nuestro pasado. Pero es complicado negar que hay personas que aman una vez, pierden a su pareja en una ruptura, muerte o un traslado a otra ciudad, y entonces vuelven a amar de nuevo, estableciendo una relación tan intensa y apasionada con una segunda, tercera, e incluso cuarta persona. Se supone, entonces, que si hubieran tenido una vida diferente, habrían conocido a personas diferentes y formado esas relaciones con esas personas. Quienes están intentando vendernos su app para ligar o su libro de autoayuda quizá quieran que creamos en la escasez de parejas potenciales, pero podemos quitarnos la presión si nos damos cuenta de que hay muchas personas con quienes podríamos conectar. El amor es más abundante que escaso.
La psicología ha analizado miles de relaciones para descubrir qué es lo que hace que la gente se atraiga entre sí. Al parecer, detrás de la formación de la mayoría de las relaciones hay tres fuerzas no-demasiado-míticas: familiaridad, semejanza y atracción física.15 Compramos productos que nos resultan familiares y seguros, como el jabón lavaplatos que hemos usado en casa toda la vida, y tendemos a que nos gusten personas cuyas caras nos resultan familiares. Nos atraen personas que se nos parecen porque es fácil interactuar con ellas, porque sentimos la seguridad de que probablemente también les gustemos y porque nos ofrecen una sensación de validación de nuestros propios valores e intereses. Finalmente, como vimos en el capítulo 2, aprendemos del mundo que nos rodea qué se supone que debemos encontrar atractivo y tendemos a perseguirlo.
Familiaridad, semejanza y atracción física se alimentan entre sí: es más probable que interactuemos con personas que se nos parecen —con quienes trabajamos o que van a los mismos eventos— y es más probable que encontremos similitudes con las personas que vemos a menudo. Desgraciadamente, la mayoría también tendemos a encontrar a la gente más atractiva si se corresponde con el cuerpo ideal que tan a menudo hemos visto, y si no tiene un aspecto demasiado diferente al nuestro en cuanto a color de la piel, edad, tipo de cuerpo, supuesto nivel de atractivo, etc. Así que podríamos sustituir el concepto de Pareja Ideal por Pareja Conveniente, Pareja-un-poco-parecida-a-mí y Pareja-a-la-que-me-han-educado-para-encontrar-atractiva.
Diferentes formas de amor
Pasando de la psicología a la sociología, sabemos también que la gente tiene relaciones de muchas formas distintas. El concepto de amor romántico que tenemos hoy día es diferente de cómo se entendían las relaciones en el pasado, y de cómo se entienden en todo el mundo. Ciertamente, la actual conquista del alma gemela es muy diferente de la tradición de familias del mismo barrio reuniéndose para emparejar a sus jóvenes, que fue la mayoritaria en Occidente hasta hace poco.
En el famoso libro de sociología Modern Romance se entrevista a personas de Estados Unidos, Argentina, Japón, Francia y Qatar sobre sus maneras de amar en la actualidad.16 Volvamos a las cuatro reglas que expusimos al comienzo del capítulo para valorar esa diversidad:
Resumen |
• Debemos encontrar a la Media Naranja. Hay muchos momentos y lugares en los que la gente tiene más de una pareja en la vida, o más de una pareja al mismo tiempo (ver capítulo 6). Modern Romance se centra especialmente en la aceptación de la infidelidad en Francia, donde menos de la mitad de la población cree que las aventuras sean moralmente inaceptables, y es común tener «amantes».
• Debe serlo todo en nuestra vida, y debemos serlo todo para ella. Histórica y globalmente, es poco frecuente que la pareja sea la confidente principal y la persona con quien se tiene más intimidad. Amistades, hermanas y hermanos, y colegas se ven mucho más de lo que se ven los miembros de una pareja en muchas culturas y comunidades. Por ejemplo, Modern Romance relata lo común que es en Argentina relacionarse con diferentes personas para tener sexo y amistad.
• No somos suficiente si no tenemos pareja. Hay grupos y religiones que defienden y valoran la soledad por encima de las relaciones, o la vida en comunidad por encima de estar en pareja. Piensa en monjes y monjas cristianas y budistas, por ejemplo. También en algunos países —como Japón— el énfasis en la pareja romántica parece estar decreciendo, con la mitad de la población soltera y sin interés en tener sexo ni relaciones: como el «hombre herbívoro» y las mujeres centradas en su carrera profesional incluidas en Modern Romance.
• El amor todo lo puede. El amor romántico no es, ni ha sido siempre, la fuerza motriz detrás de todas las uniones. Los matrimonios y compromisos similares han sido con más frecuencia una cuestión de unir familias, tener descendencia, llegar a acuerdos económicos y cubrir necesidades económicas. Por ejemplo, Modern Romance incluye personas de Qatar que cuentan cómo la intervención de sus familias para encontrar pareja fue la clave principal para formar sus relaciones.
La historiadora Stephanie Coontz considera que la idea de casarse por amor y elección personal solo se hizo predominante en Occidente a partir del siglo xviii y, en realidad, solo fue a partir de la década de 1950 cuando la mayoría de la gente pudo permitirse contraer matrimonio por esas razones. El matrimonio de los años cincuenta —destinado a una familia nuclear con dos figuras parentales y un par de criaturas— que a menudo se percibe como la forma «tradicional» de tener relaciones y familia es, en realidad, un fenómeno muy reciente.
El éxito de casarse por amor y la libertad de elección también duró poco. En la década de 1970 la gente se dio cuenta de que, si el matrimonio se basaba en la elección personal, tanto hombres como mujeres debían tener la posibilidad de hacerlo. Así, el marido que trabajaba y la esposa ama de casa de los años cincuenta quedaban obsoletos. Además, si el matrimonio se basaba en el amor, debería terminarse cuando ya no había amor; de ahí la alta tasa de divorcios. Podemos ver la inestabilidad de las nociones sobre el amor en la década de 1950 en la serie de televisión Mad Men, en la que incluso en los primeros años de la década de 1960 los matrimonios empiezan a perder popularidad. Stephanie Coontz concluye: «Las personas siempre quisieron vivir una historia de amor, pero la mayoría de nuestros antepasados ni siquiera lo intentó».17
Problemas de los patrones relacionales basados en las reglas del amor
Volviendo a nuestras vidas, ¿cuáles son algunos de los problemas que podemos experimentar a causa de nuestros patrones relacionales, si están fuertemente enraizados en unas reglas del amor culturalmente aceptadas?
Es fácil que tengamos una sensación de vacío y de carencia cuando no estamos en pareja. Puede que sintamos como un fracaso el final de una relación (ver capítulo 8), o sintamos culpa por nuestra soltería, o nos comparemos con las felices parejas que vemos sonreír a diario en nuestras redes sociales (ver capítulo 2).
Como sucede con muchas de las reglas, las cosas son duras tanto para quienes no encajan como para quienes sí encajan. Muchas personas que desean desesperadamente tener una relación descubren, cuando al fin la tienen, que las reglas la vuelven difícil. Pueden sentir miedo al cuestionarse si esa persona es realmente la correcta, o si simplemente se están adaptando a una regla que deben aceptar. Puede que salgan corriendo por la presión de tener una seguridad absoluta de que serán felices para siempre, o por si su (auténtica) Media Naranja está a la vuelta de la esquina.
En su defecto, podrían asumir que esa persona tiene que ser su Media Naranja y dejarán de reconocer cualquier cosa que no sea buena en la relación. La insistencia cultural en que existe una única Media Naranja, y el terror a no volver a encontrar nunca a nadie más, nos puede hacer mantener una relación que no nos aporta nada bueno, o que incluso puede ser destructiva.
Cuando nos embarcamos en una relación, el ideal romántico también puede llevar al descuido de otras personas en nuestras vidas.18 El vínculo tan importante que tenemos con nuestras amistades se debilita porque dedicamos nuestro tiempo y energía a nuestra Media Naranja. Si nos aislamos de nuestras amistades podemos estancarnos aún más en la relación, porque nuestra pareja se convierte, realmente, en la única persona en quien podemos confiar.
Pensando en mis propios patrones relacionales, mi lucha para convertirme en la pareja perfecta de otras personas para obtener su amor y aprobación ha herido sin duda a otras personas, y también a mí. Adaptarme de esa manera fue una forma muy dura de relacionarme conmigo, lo cual reforzaba la idea de que no soy aceptable siendo quien soy (ver capítulo 2). Mis parejas se sentían presionadas para devolverme únicamente una imagen positiva de mí, lo cual complicó mucho la posibilidad de tener una relación honesta. Como veremos en el capítulo 7, no resulta sostenible tener que estar «reparando» a otra persona, o a ti, de esa manera. Al final, sentía rencor por ceder tanto espacio de mi libertad, o veía con horror cómo se habían expuesto facetas mías que había intentado esconder. Mis parejas se cansaron de caminar de puntillas a mi alrededor o se frustraron porque no expresaba claramente lo que quería.
Tras un tiempo, las relaciones construidas sobre unos cimientos tan inestables se hundieron bajo la presión, lo cual ha supuesto que haya tenido que pasar por más finales de relaciones —con la pérdida de vivienda, seguridad, animales de compañía y grupos de amistades que suelen acarrear las rupturas (ver capítulo 8)— de los que me correspondía. Sin duda, reconocer eso me hizo querer encontrar una forma diferente de hacer las cosas.
Reflexiona sobre estoLos inconvenientes de tus patrones relacionales |
Si empezaste a analizar tus patrones relacionales al final del apartado anterior, tómate un momento ahora para pensar en si pueden tener un impacto negativo sobre ti, sobre tus relaciones, incluso aunque resulten convenientes en otros sentidos.
reglas alternativas
Hemos visto que, si encontramos a la Pareja Ideal, la presión recae sobre ella para que sea absolutamente perfecta; para serlo todo. Esto está relacionado con la idea más general de que, cuando debemos tomar una decisión en la vida, siempre hay un camino correcto y uno equivocado: en este caso, tener una relación —o no— con una persona concreta.
Fig. 3.4. Caminos correctos y equivocados.
Esa forma de pensar puede llevarnos a temer elegir el camino equivocado. Además, una vez hemos elegido uno de los caminos, podemos empeñarnos en demostrarnos —y demostrar al resto— que sin duda es el camino correcto; tanto es así, que negamos los inconvenientes y sentimos que estamos abocados a ese camino para siempre y no somos capaces de cambiar.
En realidad, las decisiones se parecen más a la imagen de la derecha. Probablemente todos los caminos que podamos tomar —y quizá haya más de dos— tengan cosas negativas y positivas. Para complicarlo aún más, algunas de las cosas que inicialmente vimos como positivas pueden volverse negativas y viceversa.
Del mismo modo, si decidimos formar una relación con una persona determinada, esa decisión acarreará cosas buenas y malas, y eso supondrá algunas renuncias e inconvenientes. Lo mismo sucede si decidimos no tener esa relación, tenerla de otra forma (como una amistad), o decidir seguir con ella más adelante. Si prefieres una historia a un diagrama, prueba con esta versión de un cuento budista que he adaptado del original para que se parezca a una comedia romántica:19
A un joven sabio se le averió el coche el día de una importante entrevista de trabajo. Siguió en tren, pero iba a llegar muy tarde. Una amable mujer a la que conoció en el tren lo llevó en coche a la entrevista, conduciendo con rapidez a través del denso tráfico. Pero aún así, llegó tan tarde que le rechazaron.
Cuando su amigo se acercó a consolarle por no haber conseguido el trabajo, el joven dijo:
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo?
Al día siguiente, la hermosa mujer que le había llevado en coche lo llamó y le propuso tener una cita. Su ingenuo amigo, de visita, lo felicitó por su buena suerte.
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo? —le dijo el joven.
Después de unas cuantas citas, la mujer se mudó a vivir con el joven. Al principio todo iba bien, pero comenzaron a discutir y a sacarse de quicio. Ella era muy absorbente, y el joven necesitaba su espacio. Al final, rompieron y ella se fue de casa, llevándose la mejor chaqueta de él. Su amigo pasó de visita con un pack de cervezas.
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo? —le dijo el joven.
Al joven se le ocurrió una idea para ayudar a otras personas que hubieran pasado por rupturas dolorosas. Creó una empresa en internet que ofrecía consejos y un espacio de charla. Muy pronto empezó a dar talleres por todo el país y grabó una popular charla ted en YouTube. Su amigo fue de visita para felicitarlo.
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo? —le dijo el joven.
¿Cuándo esperamos que termine la historia?
Quizá podríamos concebir todas las relaciones —y los finales de las relaciones— como algo que tiene aspectos positivos y negativos. Del mismo modo, es útil dejar de lado la idea de que nuestros patrones relacionales son o bien totalmente buenos o totalmente malos. Cuando detectamos esos patrones, es fácil pasar de seguirlos sin cuestionarlos y sin darnos cuenta de que pueden ser perjudiciales a mortificarnos e intentar erradicarlos. En lugar de esto, podríamos alejarnos de esa forma binaria de pensar en lo bueno y lo malo.
Quizá una pregunta más útil pueda ser qué posibilidades abren y qué impiden esos patrones para las personas involucradas. Cuando no tenemos miedo a que una cosa «buena» que estamos haciendo pueda ser en realidad «mala» —y que eso nos convierta en «malas personas»— somos mucho más capaces de percibir de forma abierta y honesta nuestros patrones. Por ejemplo, puedo pensar que mi patrón para adaptarme y encajar con mi pareja significa que puedo tener una vida fascinante y muy variada porque entraña una diversidad de intereses y me hace experimentar múltiples formas de intimidad. Pero también puede implicar pérdidas para todos si me implico en un determinado modo de vida con una de mis parejas y luego tengo que alejarme de ese estilo de vida. Puede darles la sensación de que las estoy traicionando si no les digo claramente que ese es mi patrón.
¿Diferentes relaciones para diferentes aportaciones?
Así que, ¿cuáles serían algunas de las reglas alternativas a las reglas del amor? Una alternativa a la Media Naranja podría ser reconocer las aportaciones que recibimos de las diferentes relaciones en nuestra vida.
Haz la prueba¿Qué quieres de una relación? |
Prueba a escribir una lista de valores que te gustaría recibir de una relación importante, y luego piensa en el resto de personas con quien te relaciones y de las que también podrías obtenerlos. Pueden ser personas que ya conoces o personas que conozcas en el futuro.
Qué quiero | Quién me lo puede ofrecer |
Fig. 3.5. Qué quiero y quién me lo puede ofrecer.
Esto está relacionado con la actividad que hicimos sobre los distintos yoes en el capítulo 2. Nos recuerda que diferentes facetas de nuestro yo aparecen en diferentes relaciones y situaciones. Quizá sea buena idea cultivar una amplia variedad de relaciones para recordarnos todos los yoes que somos. Sin duda, quita la presión de que una única persona tenga que aportarlo todo en nuestra vida.
Relacionarse sin pareja
Una alternativa a la idea de que no somos suficientes cuando no tenemos pareja consiste en darnos cuenta de lo importantes que son tanto el tiempo en soledad como el tiempo dedicado a relacionarnos. Hemos visto cómo concentrarse demasiado en una relación puede restar importancia a otras personas en nuestras vidas. Otra cuestión a la que a menudo renunciamos cuando nos comprometemos con una relación importante es nuestro tiempo a solas.
Como vimos en el capítulo 2, probablemente sea vital pasar cierto tiempo a solas para encontrar paz interior, lo cual es una base importante para relacionarse con otras personas. Sobre todo porque, cuando tenemos una relación en la que vivimos y dormimos con alguien, es posible implicarse tanto que acabemos perdiendo la noción de nuestro yo. La soledad puede ayudarnos a cultivar la imaginación; a estar pendientes de nuestras metas y sueños en lugar quedar absortos en los de otra persona; a recordar de qué somos capaces en lugar de permitir que otra persona se encargue siempre de ciertas tareas; a recuperarnos y procesarlo todo cuando las cosas se ponen complicadas.20 Por supuesto, la soledad hoy día requiere algo más que estar físicamente a solas. No estamos realmente a solas si estamos siempre disponibles para emails, llamadas y mensajes.
La polisoltería, o poliamor sin pareja principal, es un tipo de relación que hace hincapié en la relación con nuestro propio yo. Es una forma de poliamor —o de tener múltiples relaciones amorosas— de la que hablaremos en el capítulo 6, pero la mono-soltería también es una posibilidad, al igual que la casi-soltería.21 Lo importante aquí es la segunda parte: consideras tu relación contigo como tu relación principal, y reservas, como mínimo, el mismo tiempo y energía para ella que para tus otras relaciones con otras personas, si las tienes. Esto puede traducirse, por ejemplo, en irte de vacaciones a solas, tener una noche especial a solas todas las semanas y reservarte tiempo para atender tus necesidades. Este modelo puede ser una buena forma de cultivar la capacidad de valorarte igual que al resto, como vimos en el capítulo 2. La terapeuta de relaciones Harriet Lerner dice que ese tiempo y espacio es esencial para manejar dificultades o conflictos, como veremos en el capítulo 7.22
Una alternativa a vernos como personas a medias que buscan alguien que nos complete es vernos como personas que necesitan tiempo a solas además de las conexiones con otras personas presentes en nuestra vida.
Abandonar el triángulo dramático
¿Qué sucede con las alternativas a la última regla que hemos mencionado: que el amor todo lo puede? Las relaciones cercanas sin duda amortiguan los problemas de salud mental y física.23 Pero si lo que significa «amor» se limita al amor romántico, creer que lo curará todo tiene sus peligros.
¿Es suficiente el amor cuando aparecen los problemas? A menudo, la gente imagina que al amar a sus parejas les demostrarán lo adorables que son, y eso curará sus males. Por supuesto, el amor y el apoyo pueden ayudar a la gente a sentirse mejor consigo misma. Pero no son suficientes para que desaparezcan todos los problemas, porque estos son parte inherente de la vida. También es altamente improbable que el amor de una persona erradique todos los mensajes negativos que su pareja recibió durante su infancia y antes de conocerse.
El deseo de «curar a alguien» con tu amor puede ser, en realidad, perjudicial y al mismo tiempo puede desempoderar a esa persona, en lugar de ser algo útil y sanador: debemos tener mucho cuidado cuando comenzamos a pensar que podemos «salvar» a otra persona.24 Volviendo a los cuentos de hadas, puede ser igual de tentador ser el caballero sobre un corcel blanco a quien todo el mundo admira, como ser la princesa en la torre que no tiene que responsabilizarse de nada y puede esperar a ser rescatada. Pero ninguna de las dos situaciones es muy útil en la vida. El triángulo dramático de Karpman25 muestra cómo el rol salvador o de víctima puede estancarnos en una dinámica perjudicial para todas las personas involucradas:
Fig. 3.6 El triángulo dramático.
Tan pronto como ocupamos una posición en este triángulo, tendemos también a empujar a otros a las otras posiciones: adoptando el rol salvador animamos a otros a ocupar la posición de víctima, y viceversa. Además, una vez se ha formado el triángulo, tendemos a movernos por las tres esquinas, sentimos cómo se nos empuja incómodamente hacia todas las posiciones e intentamos escapar a una esquina diferente.
Por ejemplo, cuando intentamos salvar a una persona, le enviamos el claro mensaje de que no creemos que sea capaz de hacerlo por sí misma, lo cual daña más su confianza. Le negamos la oportunidad de cometer errores y aprender de ellos. De esa forma nos movemos del rol salvador al de perseguidor, y podríamos desplazarnos hasta el rol de víctima al ver a esa persona cada vez en mayores dificultades si nos negamos a creer que tengamos alguna responsabilidad en ello.
Podemos habernos comprometido tanto con nuestro rol de salvador o sanador que nos enfademos con nuestra pareja cuando no muestre señales de mejora, dando la impresión de que solo la aceptamos si está feliz y agradecida por nuestra ayuda. De esa manera, adoptamos el rol de perseguidor en lugar del de salvador. Y si siente rencor y se enfada, podemos comenzar a sentirnos víctimas.
Por otro lado, podría ocurrir que la otra persona sí comience a sentirse más feliz y autónoma, y que nos cueste aceptarlo porque nos hemos acostumbrado a nuestro rol de salvador. Luego pasamos al rol de perseguidor cuando comenzamos a comportarnos de formas que, sutilmente, siguen haciendo que dependa de nuestra ayuda, o al de víctima, si se resiste a nuestros intentos.
Puede ser que le ofrezcamos mucho a la otra persona y nos demos cuenta más adelante de que, en realidad, no somos capaces de dar tanto, o que incluso desea que le demos más. Así pasamos al rol de perseguidor al decepcionarla: ella sentirá rencor y, por nuestra parte, sentiremos culpa. Para evitar esa culpa, quizá la responsabilicemos de la relación desigual y adoptemos el rol de víctima.
El triángulo dramático subraya la necesidad de valorarnos y valorar a otras personas por igual, como vimos en el capítulo 2. Esa valoración mutua nos puede ayudar a salir del triángulo, igual que podemos cambiar la dureza y la fragilidad por firmeza y bondad. Cuando valoramos a cada persona de la misma manera, la salvación se convierte en cuidado, la persecución se convierte en apoyo y la victimización se convierte en vulnerabilidad honesta:26 nadie domina o desempodera a nadie, ni apacigua o intenta agradar. Hacia el final del libro hablaremos más sobre cómo llevar a cabo esos cambios.
Una alternativa a la idea de que el amor todo lo puede es pensar que colocar toda esa presión en el amor romántico puede ser bastante perjudicial, y puede estancarnos en patrones dolorosos. En la última sección de este capítulo examinaremos algunas aproximaciones diferentes al amor que podrían ayudarnos a evitar ese tipo de dinámicas, o a darnos cuenta de ellas y cambiarlas cuando sintamos que nos hemos atascado.
¿más allá de las reglas? aceptar la incertidumbre
Pensemos sobre estos tres cambios de las reglas culturales del amor que podrían ser útiles si estamos intentando hacer las cosas de otra manera para cambiar nuestros patrones relacionales:
• De rápido a lento
• De ideal a real
• De uno a muchos
¿Amor rápido o lento?
En este capítulo hemos reflexionado sobre las palabras que se emplean en el amor y las historias de amor. Otro lenguaje fundamental del amor es la metáfora. Las metáforas parecen ser una parte rutinaria y ubicua del lenguaje, pero son vitales para dar voz y moldear nuestra experiencia.27 Piensa en las metáforas de las que disponemos para el amor: es algo que nos arrastra, nos desestabiliza como un terremoto, nos lleva a cometer locuras y a arder de pasión al sentir el magnetismo o la química que nos atrae. Las metáforas del amor describen una fuerza incontrolable que nos golpea, nos arrastra o nos lleva a un estado volátil y explosivo.
¿Que supone que describamos y experimentemos el amor de esa manera? Bueno, por una parte, nos libra de toda responsabilidad sobre nuestros actos. Si el amor nos abruma, o nos consume con sus llamas, no hay mucho que podamos hacer más que rendirnos a ello. En el peor de los casos, entenderlo de esa manera puede servir para justificar conductas de acoso «romántico» de las que hablamos anteriormente e infidelidades no consensuadas (ver capítulo 6). De acuerdo con nuestra tendencia a ver el mundo como opuestos binarios,28 el amor romántico se coloca metafóricamente del lado de las emociones ardientes más que de la fría racionalidad. Pero, en realidad, siempre estamos inevitablemente pensando y sintiendo a la vez: pasión y razón son inseparables.29 ¿Qué ocurriría si cambiáramos nuestras metáforas sobre el amor por algo más consciente que nos permita conectar con nuestras emociones y pensamiento? En lugar de ver el amor como un terremoto o un fuego que nos consume, podríamos verlo como una ola y decidir si dejamos que nos arrastre o si surfeamos sobre ella. Podríamos ver el amor como una invitación que podemos rechazar, aceptar o meditar un poco antes de tomar una decisión.
Esto está relacionado con el trabajo de Bjarne M. Holmes sobre el pensamiento mágico del amor tal como se percibe en las comedias románticas. Bjarne descubrió que la gente estaba más satisfecha con sus relaciones si percibía el amor como algo que se cultiva en lugar de como algo que nos atrapa —o no—de forma misteriosa. Aquí tenemos una metáfora más lenta: el cultivo de la tierra, que requiere atención año tras año para producir una cosecha. La terapeuta Harriet Lerner también sugiere que podríamos ir más despacio y aproximarnos a la tarea de encontrar pareja de una forma más consciente, y señala que «poca gente valora una pareja potencial con la misma objetividad y claridad que aplicamos para elegir un electrodoméstico o un coche».30