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Sinopsis

La constante diáspora del pueblo africano, desde tiempos inmemoriales, ha marcado la vida de sus ciudadanos, desplazando a unos y otros hasta fijar sus residencias en variopintos lugares del planeta.

En esta obra pretendo describir la potencial existencia de un fernandino cuyo origen desencadenó una extraña parentela entre los antaños transeúntes y autóctonos que se fueron asentando de por vida en la zona debido a la corriente migratoria habitual en esa etapa colonial en el golfo de Biafra.

Mi creciente amistad con un extraño, surgida en las redes, despertó mi interés desde el momento en que me facilitó imágenes y relatos de su bisabuelo durante su vida en Port Clarence. Esas historias se asentaron en mis ensoñaciones para dar lugar a esta ficción, donde paso a paso les novelo las biografías de los personajes que componían la saga familiar, con las idas y venidas de sus destinos ensombrecidos por el extenso manto colonial que marcaría su presente y su futuro, al igual que el de miles de familias africanas cuyas vidas transcurrirían ahogadas durante la Europa de entreguerras; clave suficiente para alentar mis investigaciones.

El título de esta novela se inspira en el puercoespín, animal que guarda un significado mágico en la zona del golfo de Biafra, conformada por los actuales Estados de Guinea Ecuatorial, Gabón, Camerún y Nigeria, un extenso territorio costero donde se cruzaron centenares de idiomas, lo que provocaba diversos sonidos que se mezclan con la vegetación emergente de palmeras y árboles medicinales, base de las economías locales de las regiones donde transcurre gran parte de la narración. Chuku-chuku es como se conoce al puercoespín, debido a sus punzantes erizos.

Mi visión de town se traduce en la variedad cultural no solo africana, sino europea, que habitó aquellas costas, y el mestizaje que generó cierto temor a la pérdida de las identidades territoriales. Encontrarse a miles de kilómetros de sus hogares no impidió que aquel gentío que habitaba las costas mantuviese vivas sus viejas costumbres, creencias e idiomas cuando se agruparon en pequeñas sociedades (towns) que les permitieron conservar intactos sus culturas e idiomas.

Describir las fases vitales de estos hombres sería imposible sin destacar el entorno físico donde transcurrió la acción, las relaciones con terceros, los cambios sociales de la época y la religión…

Los retazos de las historias que se me presentaron a través de testigos o investigaciones, en consonancia con las leyendas rurales narradas por ancianos que conservaban detalles desdibujados en su memoria, partieron de las imágenes y vivencias que hilé para así conformar la trama final.

En aquellos tiempos, si fijamos la vista en la población de Guinea, como en la de otras muchas colonias, gran cantidad de familias emancipadas gracias a tratos mercantiles procuraron que sus vástagos se formaran en el exterior, sin ni siquiera sospechar, ni por asomo, los catastróficos cambios que aquellos jóvenes africanos experimentarían.

Las cartas de la abuela de mi amigo me llegaron por email. También fotos antiguas, que conservo como oro en paño para más tarde legárselas a su nieto como una herencia cultural. Ignoro con qué fin. En esas páginas, básicas para el relato, se narra la vida de Rasul, su pariente, quien iniciaría la saga que conoceremos.

Los avatares vividos durante sus travesías, hasta finalmente recalar en Port Clarence (enclavada hoy en la isla de Bioko), posible lugar de partida de sus antepasados —como ya sucediera en su día con una siniestra ubicación en la isla de Gorea, Senegal—, constatan su peripecia vital y la afectación a sus descendientes, como sucedió con Xanon, el último protagonista de esta narración, quien viviría junto a su madre en la España republicana.

Aquellos datos motivaron mi interés, no solo narrativo sino también personal y cultural, y de ese modo plasmé las luces y sombras del peregrinaje de ese postrer miembro de la saga con visitas a archivos históricos que contribuyeron a dar verosimilitud a la narrativa.

Tras la lectura literal de las cartas recibidas, donde se describe un laberinto de penurias vividas en una hacienda americana durante el siglo pasado, se exponen las razones para su retorno a Freetown, aunque se convierte en un puzle entender la complicada estancia en el territorio adquirido por la corona inglesa a comienzos del siglo XVIII para asentar esclavos liberados. Allí se padecieron las desavenencias de la difícil convivencia provocada por las diferencias sociales entre los africanos autóctonos y los retornados a aquella ciudad prometida, cuando ambas partes fueron incapaces de limar sus asperezas.

En realidad, la vieja aspiración de cualquier cronista o superviviente —relatar lo ocurrido, dar cuenta de lo acaecido, dejar constancia de los hechos, delitos y hazañas— es una mera ilusión o quimera. O, mejor dicho, ese propio concepto ya es metafórico y forma parte de la ficción.

Relatar lo ocurrido es inconcebible y vano, o bien solo posible como invención.

Javier Marías

Chuku Chuku Town

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