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1.2.3 La forma moderna de definir la ética

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La modernidad trae nuevos presupuestos, como el de convertir al ser humano en sujeto que funda la realidad y la praxis. No cabe duda de que Descartes traza los nuevos caminos para el mundo moderno. En primer lugar, el hombre es definido por su subjetividad, por su yo subjetivo. De ese modo, traza una línea divisoria con la naturaleza concebida como mecanismo. Será la razón subjetiva la que se encargará de conocer y actuar. Más aún, el conocimiento científico debería ser fundamento de la acción moral. Pero como es consciente de que la ciencia había avanzado poco, apuesta por una “moral provisional”, lo que indica que hay que esperar para que el conocimiento científico nos ofrezca bases sólidas de una moral definitiva.

De esta manera, la moral moderna, subjetiva o racional, había puesto de relevancia nuevos valores y temas: la individualidad, los derechos individuales, la libertad, la igualdad, la dignidad, la intimidad, la vida privada, etcétera, todo esto afirmando el yo subjetivo. Así, los nuevos fundamentos de la moral —que no sean ni religiosos ni políticos—9 se buscarán en la subjetividad y en la racionalidad. Hume pondrá los fundamentos en los sentimientos, especialmente en la simpatía, aunque sustentada en la costumbre. Locke quiere una moral semejante a la matemática, es decir, con carácter científico.10 Los ingleses también incluirán el placer; es decir, una fundamentación hedonista. Otros lo harán en los derechos naturales de los individuos, lo que será puente entre la moral y la política. Todo este panorama será ordenado por Kant al distinguir entre razón especulativa y razón práctica, para luego sacar de la razón práctica, la conciencia racional, los fundamentos de la moralidad. Kant suele usar el término “moral” para referirse a la moral de los individuos racionales.

De modo general, podemos decir que la modernidad empieza poniendo en cuestión los fundamentos tradicionales de la ética, que estaban en la religión (ética medieval) y en la política (ética griega). La búsqueda de nuevos fundamentos tomará dos caminos: por un lado, encontrará los fundamentos en el sujeto mismo, intentando una fundamentación autónoma de la moral (esa será la pretensión kantiana).11 Por otro lado, pretenderá sustentar la ética en una ciencia o tecnociencia, para de esa manera controlar las acciones humanas. Así, la ética sigue dependiendo de otra actividad y no puede plantearse su autonomía. Estos caminos todavía llegan hasta nuestros días.

El siglo XIX estuvo preparado para producir una crítica al subjetivismo moderno. Una forma de salir del encierro moderno del yo subjetivo y de su moral subjetivista será el planteamiento hegeliano de distinguir eticidad y moralidad. Es decir, frente a las tendencias morales que centraban la reflexión en el sujeto, Hegel revaloró la forma griega de la ética, en la que se incluye el carácter relacional de la vida humana. Así, trazó la diferencia entre moralidad (Moralität) y eticidad (Sitt lichkeit). Dice Hegel: “Moralidad y Ética, que comúnmente valen como sinónimos, son tomados aquí con un sentido esencialmente distinto” (1968: 6612). Esta indicación es interesante, porque supone que hasta ese entonces (siglo XIX) no había una distinción entre ética y moral, por lo que Hegel es consciente de estar produciendo una distinción valiosa. Y seguidamente añade que el kantismo hace suya la moralidad, hasta el punto de hacer imposible la ética, “más bien, hasta la aniquilan y la desdeñan, expresamente” (1968: 66). Además, sostiene que a pesar de que etimológicamente fueran sinónimas, eso no impide distinguirlas.

Hegel consideró la ética como el reino de la “voluntad objetiva” cuya sustancia abarca la familia, la sociedad civil y el Estado (1968: 65). Es el ámbito de la “exigencia” que surge de la “relación y del deber-ser” (1968: 115). En tanto que la moralidad es el ámbito del derecho de la “voluntad subjetiva” (1968: 65 y 115), lo que Kant consideraba la parte más importante: la conciencia del deber, abstracto y formal. Si bien es cierto que Hegel hizo la distinción para luego realizar una conexión, sin embargo culturalmente se marcó más la diferencia que la superación dialéctica de ambos.13 Estas huellas hegelianas se dejan ver todavía en los intentos contemporáneos de distinguir y relacionar las éticas teleológicas y las éticas deontológicas, las éticas de máximos y las éticas de mínimos.

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