Читать книгу Ética - Miguel Ángel Polo Santillán - Страница 14
1.2.4 La forma contemporánea de definir la ética
ОглавлениеEn el mundo académi co del siglo XX, la ética se fue diferenciando como la disciplina filosófica que estudia la moral, la realidad moral o simplemente la moralidad. Por lo que la ética se vuelve una actividad de segundo orden, el primer orden estaría dado por las vivencias morales de las personas y sobre esa moralidad reflexiona la ética. Creo que esto es una influencia de la especialización que sufre el saber humano a través del siglo XX, lo que tiene sus efectos en una nueva distinción entre ética y moral. Leamos dos definiciones en el mismo sentido: “La filosofía moral es una investigación filosófica acerca de normas o valores, acerca de ideas de justo e injusto, de bien y de mal, de lo que debe hacer y lo que no se debe hacer” (Raphael 1986: 25); “La ética es una rama de la Filosofía; es la filosofía moral o la manera filosófica de pensar en materia de moralidad, de los problemas morales y de los juicios morales” (Frankena 1965: 5).
Esto ha ido parejo a la aparición de la “metaética” cuyo objeto de estudio es el lenguaje moral, la cual se distancia de la ética normativa, que había sido el modo tradicional de hacer ética. Este modo de entender la ética ha hecho que esta se convierta en una actividad exclusivamente intelectual y académica con poca relevancia en la vida real de los pueblos. En una época en la que muchos filósofos académicos han renunciado al papel constructivo y orientador que tenía antes la filosofía, se han contentado con realizar un análisis del lenguaje moral abriendo más la separación entre filosofía y vida humana. De ese modo el profesor de filosofía se excusó del compromiso que como ser humano tiene ante la vida humana y ante su propia vida.
Entre los autores que han realizado claramente la separación entre la moral y la ética, y con ello trazado el rumbo de las reflexiones posteriores, se encuentra George E. Moore, uno de los iniciadores de la filosofía analítica. Como muestra su definición, el filósofo de la ética no tiene que ser un moralista, no debe proponer normas ni señalar lo que es bueno o malo, sino que su asunto trata de “cuestiones más generales”. Veamos su definición:
[…] los filósofos, no los moralistas, se ocupan no en establecer reglas para distinguir aquellos modos de obrar que las más, o todas las veces, son justos, o aquellos otros que son injustos, ni siquiera en dar listas de las cosas que son buenas o malas, sino que se esfuerzan en contestar a cuestiones mucho más generales y fundamentales, como las siguientes: ¿Qué es lo que queremos decir de una acción cuando la calificamos de justa o injusta? Y ¿qué es lo que significa decir de un estado de cosas que es bueno o malo? ¿Podremos, acaso, descubrir una característica general que pertenezca en común a todas las acciones justas, prescindiendo de sus diferencias en otros aspectos? ¿Podremos, de un modo análogo, descubrir alguna característica que pertenezca en común a todas las cosas absolutamente “buenas”, y que no pertenezca a ninguna otra cosa, a no ser a aquello que sea un bien? (Moore 1958: 8).
Por su parte, Richard M. Hare, siguiendo la tradición analítica, sigue trazando la distinción entre ética y moral:
[…] la mayoría de nosotros somos moralistas; algunos, más sabios que otros. El filósofo moral es diferente, porque enfoca esos problemas con una habilidad especial… Esta es la habilidad de entender cabal y claramente las palabras que se usan para formular cuestiones morales; saber así, precisamente, qué estamos preguntando y, por tanto, qué argumentos tenemos a nuestra disposición para responder, y cuáles argumentos serán pertinentes (en Magee 1993: 160).
Sin embargo, la versión analítica de la ética ha sufrido cambios, especialmente después de la segunda mitad del siglo XX. Eso es claro en Hare, quien utilizando el análisis del lenguaje aborda problemas morales como los bioéticos. De todas maneras, lo que debe hacer el filósofo de la moral es analizar los conceptos y argumentos morales, no enfrentar los problemas morales de manera directa. La ética del corte analítico es como un instrumento que nos puede servir para enfrentar problemas morales:
B. M.: Hoy día, ¿no están muchos filósofos más jóvenes, como los marxistas y los utilitaristas de ayer, alejándose de la “mera” elucidación de conceptos, y dirigiéndose a una consideración directa de las disyuntivas morales?
R. H.: Me parece que el contraste es falso. El filósofo que cree que puede alejarse de la elucidación de conceptos, y enfrentarse a los problemas morales actuales en la vida real, es como el fontanero que precipitadamente sale a trabajar dejando sus herramientas, y olvidando todo lo que sabía de fontanería. Así, no está mejor equipado que el cliente, que repara los desperfectos.
B. M.: En otras palabras, está usted diciendo que las herramientas profesionales del filósofo son el análisis conceptual y el análisis lógico, y que si no hace un uso mayor de éstas que las demás personas, no está aportando aquello para lo que está especialmente preparado.
R. H.: Sí.
(en Magee, 1993: 161-162)
Por su parte, Berlin mantiene la diferencia con la moral, pero no deja el rol prescriptivo (aunque débil) de la ética. Para Berlin, el eticista tiene la tarea de aclarar los problemas morales, pero de ninguna manera decir lo que se debe hacer. Aclarar, aconsejar, pero no ordenar o dirigir:
No es tarea del filósofo moral, como tampoco la del novelista, guiar la vida de la gente. Su tarea es enfrentarla a los problemas; a la gama de los posibles caminos de acción; explicarle qué podrían escoger, y por qué… Cuando, de esta manera, el filósofo moral ha situado una conducta en su contexto moral […] entonces ha realizado su labor de consejero filosófico. Su tarea no es predicar, exhortar, alabar o condenar, sino iluminar: de esta manera puede ayudar; pero entonces toca a cada individuo o grupo, a la luz (de la que nunca puede haber bastante) de lo que creen y de lo que buscan, decidir por sí mismos. El filósofo no puede hacer más que aclarar, lo más que pueda, lo que está en juego. Pero al hacerlo es ya hacer mucho (citado en Magee 1993: 36).
Así, a pesar de que en el siglo XX se acentuó la separación entre ética y moral, hoy la tendencia es a crear puentes de comunicación. Dicho en términos sociales, los filósofos de la moral son exigidos a participar en el debate moral contemporáneo, para que —con sus instrumentos teóricos— puedan aportar en los diferentes debates actuales.