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CAPÍTULO I

INTRODUCCIóN

A LA PLATAFORMA DE CONSCIENCIA.

¿QUé ES SER UN INICIADO?

La iniciación es un camino sagrado y el primer paso para emprenderlo es saber que, precisamente, un iniciado es aquel que asume su existencia, crea y transforma su realidad siempre de manera consciente. Es alguien que se da cuenta a cada momento de qué le falta o qué le sobra y trabaja para trascenderlo, sabiendo que siempre está y estará en el comienzo, porque en todo momento se está empezando: por más que haya evolucionado, todo iniciado siempre tendrá más cosas por conseguir. Vale aclarar también que éste no es, como muchos suponen, un camino espiritual (aunque integra la espiritualidad) sino de reconocimiento del dios interno, de tu divinidad y tu existencia, que no están despiertas hasta el preciso y mágico momento en que eliges asumirlas. En este mundo, la mayoría de las personas están viviendo según programaciones genéticas, emocionales, culturales, familiares y sociales, y actúan desde ellas la mayor parte del tiempo sin tomar decisiones propias, aunque a veces crean incluso que sí lo hacen. Por el contrario, los iniciados vivimos en el inicio, un lugar en donde en todo momento empieza todo:

Por mucho que yo haya conseguido, me queda mucho por conseguir.

Por mucho que haya trascendido, me queda mucho por trascender.

Por mucho que haya vivido, me queda mucho por vivir.

Todo está en un constante comienzo y allí reside la clave, porque cuando algo empieza no sabemos qué es, lo tenemos que descubrir como hace un niño. Por eso, para transitar este camino es fundamental que nos hagamos las siguientes dos preguntas:

 ¿Qué vida tengo?

 ¿Qué vida quiero tener?

A partir de obtener las respuestas a esos dos interrogantes podremos comenzar a ordenarnos y (re)construirnos reconociendo al maestro interno. En cuanto a esto último, cabe tener en cuenta que podemos tener un referente externo (Jesús, Buda o Krishna, por ejemplo), pero con consciencia de que a un discípulo y a un maestro los une el aprendizaje, por lo cual habremos de trascender a esas figuras para entrar en la existencia y responsabilizarnos de ella, lo que nos llevará a su vez a cada uno de nosotros a darnos cuenta de algo fundamental:

Todo lo que te pasa lo creaste tú, y por eso mismo tienes el poder de cambiarlo.

TRES PASOS PARA INTEGRAR LA ENSEñANZA

Conocimiento, sabiduría y entendimiento. Esos son los tres movimientos fundamentales que hemos de seguir a la hora de integrar la enseñanza iniciática y los transitaremos en ese orden. El primero, el conocimiento, es el nutrirse de lo intelectual mediante libros, conferencias, documentales, las reflexiones de la vida y el hablar de cosas que pueden resultarnos útiles o no, es decir, la parte teórica. También es lo que nos aporta la estructura mental, pues recibir información sobre un tema determinado provoca que algo nos parezca lógico y nos demos permiso para hacerlo. Sin embargo, todo conocimiento que absorbemos no es más que una creencia, pues desde nuestro ser no sabemos si las cosas son como dicta la teoría o de otra forma. Por eso, en el plano del conocimiento nunca podremos decir “sí, es así” o “no es así” sobre algo que nunca hemos hecho. En el caso de “El manual del iniciado”, este paso sería leer el libro, pero sin experimentar las pautas que propone.

Ejemplo:

Me gustaría tirarme en paracaídas, entonces comienzo a informarme, miro videos al respecto, hablo con gente que ya vivió esa experiencia, leo y estudio sobre el tema. Sin embargo, por más que me informe, en ese punto yo no sé cómo es tirarme en paracaídas.

El segundo paso es hacia la sabiduría, que se manifiesta cuando nos atrevemos a hacer, a aplicar en nuestra vida el conocimiento adquirido y de ello obtener un resultado. La palabra saber viene de sabor; por lo tanto, al saborear aquello que ya conocemos desde lo mental distinguiremos realmente qué implica, qué quiere decir, cómo se siente vivirlo. A la sabiduría se llega mediante la acción, a través de la parte práctica, antes de alcanzar el entendimiento. En relación a este libro, la sabiduría llegaría tras leerlo (conocimiento) y luego realizar los ejercicios sugeridos al lector.

Si me tiro en paracaídas sabré (habré saboreado) cómo es y qué se siente al hacerlo. Nadie me podrá decir que no lo sé porque ya habré adquirido esa experiencia, es decir, la sabiduría del conocimiento.

Por último llegaremos al entendimiento, a la autoevaluación que cada uno de nosotros realizará sobre la experiencia que ha vivido. Y esta parte es muy importante, porque sin evaluación no hay iluminación posible ni toma de consciencia. ¿Qué significa esto? Que si las cosas que hemos hecho no han salido como queríamos, sin entendimiento no nos daremos cuenta de por qué no hemos alcanzado nuestro resultado. Continuando con el caso de “El manual del iniciado”, se trata de realizar en las páginas asignadas para ello una autoevaluación luego de poner en práctica cada ejercicio, para analizar la experiencia vivida y así llegar al entendimiento.

Evalúo qué es lo que me impedía lanzarme en paracaídas un momento antes de hacerlo, qué he sentido en el instante preciso de saltar, mientras me tiraba, cuando llegaba al suelo.

LOS TRES CAMINOS DE LA INICIACIóN

Al recorrer el camino iniciático podemos valernos de tres arquetipos: el Guerrero, el Mercader y el Sacerdote. Ellos nos ayudarán a avanzar, y podremos elegir cuál aplicar según sea necesario para alcanzar nuestros resultados.

EL GUERRERO

Es aquel que nunca lucha. Sabe que todo problema en el afuera es reflejo de un conflicto interno, por lo tanto, algo que puede resolver dando una respuesta diferente desde dentro para que el problema desaparezca “como por arte de magia”. La clave de este arquetipo es el darse cuenta. El Guerrero toma consciencia de su problema, su falta y sus limitaciones y a partir de ahí hace lo que precise para transcenderlas.

EL MERCADER

Es aquel que negocia a través de la interrelación con las personas y las cosas para alcanzar su resultado. Negocia con la Pachamama, con los Apus (ángeles o guardianes de las montañas según la cosmovisión andina), con sus guías e incluso con su propio ego y estructuras mentales, siempre dando algo a cambio de otra cosa. Es el que dice “si tú haces esto por mí tendrás tal recompensa”. Aprende a negociar con cualquier parte de la unidad de manera tal que en ese intercambio las dos partes salgan ganando.

EL SACERDOTE

Es quien aplica la parte ritual. Mueve energía, transciende karma, entiende cómo manejar las esfinges (las trabas que aparecen durante los procesos), comprende el lenguaje del hemisferio derecho del cerebro y aplica limpiezas energéticas, sanaciones y canalizaciones, entre otras herramientas. Encarnar al sacerdote es la parte lúdica y divertida de la magia. Se utiliza para ayudarnos a que nuestro camino no sea tan duro y a direccionar la energía hacia donde uno quiere que vaya cuando toda la programación parece estar en contra. De todas formas, es importante comprender que en todo momento el rol del Sacerdote se utiliza sólo para facilitar el camino y no para evitarlo, ya que el iniciado elige trascender cada conflicto de manera consciente.

LAS TRES VERDADES DE LA MAGIA

El camino iniciático abarca el concepto de “verdad”; para alcanzarlo, hemos de comprender a su vez tres tipos de verdades que desarrollaremos a continuación:

ALETHEIA

Es la verdad falsa sostenida por la lógica que arma el propio ego. Se la considera una verdad inferior y genera una conducta en nosotros, así como dualidad en algo. Por ejemplo, si el colectivo social dice que en mi país hay crisis económica, nuestro ego lo cree y en consecuencia deja de consumir y gastar dinero.

EMUNAH

Es la verdad que llega después, aquello con lo que le damos respuesta a una de las verdades falsas que hemos encontrado. Por caso, si identificamos que lo que une a la dualidad “crisis económica/economía personal” es el dinero, podemos decidir ir de viaje a Perú como respuesta a esa crisis, que es simplemente una verdad falsa.

VERITAS

Es el concepto a alcanzar desde la iniciación, la verdad como recorrido. Se trata de inventar la verdad que cada uno de nosotros elija y materializarla, de manera tal que nadie la pueda refutar. Un ejemplo sería verbalizar “viajaré a Perú, aunque esté sin trabajo y el colectivo afirme que hay crisis económica”. Si decimos eso y luego efectivamente vamos a Perú, nadie podrá decirnos que no es cierto.

Así, cuando atravesamos Aletheia, Emunah y Veritas, en ese orden, llegamos al concepto de verdad mediante un recorrido que nos permite hacer real lo que queremos. Claro que para ello primero hemos de encontrar la verdad falsa que nos llevará hacia lo ilusorio, darle una repuesta real y cuando sostengamos eso en nosotros y hayamos logrado cumplirlo, lo habremos convertido en Veritas. Y para encontrar la respuesta a una verdad falsa sólo hay que intentar diferentes maneras, es prueba y error, primero en lo conocido -que es lo que traemos programado- y luego haciendo lo que no está escrito en cada uno de nosotros (más allá de lo dado). Es entonces cuando tomamos consciencia de nuestro propio vacío y aparece la respuesta que hemos de dar.

Como toda programación forma parte del ego, siempre dependiendo del caso hay zonas en las que sí tenemos respuestas para dar y otras en las que no. Por ejemplo, hay gente a la que no le hace falta inventar respuestas para ganar dinero y sin embargo no logra tener una buena relación de pareja por más contestación que de desde su sabiduría o su información. En tal caso, hay que crear una respuesta nueva que no esté programada en el ego. La desventaja de esto es que generalmente ante las zonas sin respuesta nos vemos bloqueado y no sabemos cómo actuar, pero a su vez la mejor parte es que al no tener respuesta creceremos, ya que la solución es íntegramente nuestra y no depende del otro.

EL PROPóSITO Y LA TERCERIDAD

Al momento de crear realidad en el camino iniciático es importante diferenciar por un lado nuestro “adónde”, es decir nuestro propósito, y por otro dos “desde dónde”: el nuestro y el de nuestro ego. El publicar este libro es un “adónde” para mí, por ejemplo, y ganar dinero es el “desde dónde” de mi ego, mientras que el deseo de evolución del Universo, la humanidad y por tanto mi propio ser es mi “desde dónde”. Para encontrar nuestros “adónde” y “desde dónde”, tenemos que hacernos dos preguntas:

 ¿Qué me mueve a hacer las cosas?

 ¿Qué acciones estoy teniendo?”

¿Qué relación estoy teniendo con mi dinero? ¿Quiero ganarlo desde la necesidad de acumular cosas para tapar vacíos o lo hago porque quiero crecer como ser humano en todos los aspectos de mi vida, incluyendo la economía?

A partir de haber identificado los “adónde” y “desde dónde” en un área de nuestra existencia aparece el concepto de terceridad, que es la meta a elegir por cada iniciado para su vida. Es un “adónde” absoluto, algo tercero más allá de la propia persona. Una ley que se ha de cumplir sí o sí y hará que todo lo que hagamos sea aquello que colabore a alcanzar esa meta. Más allá de lo que pase en el Universo, de que se acabe el mundo y de que se muera nuestra familia; más allá de la salud y de todo, la terceridad es una máxima hacia la que nos dirijimos y ha de empezar por uno.

En el nivel de consciencia en que vive casi toda la sociedad estamos programados para ser esclavos, es decir, para servir a otro. Si asumimos eso, podemos servir a leyes externas o bien elegir cada uno una ley propia que será precisamente la terceridad, para ya no necesitar cumplir la de otros.

En el psiquismo de cada persona el espacio de la ley o de la terceridad no puede estar vacío, entonces si uno no dispone sus propias leyes necesitará cumplir otras como puede ser las sociales, económicas y/o familiares. Al elegir una terceridad propia, en cambio, lo que uno hace es elegir de forma consciente a quién servir: si me pongo como terceridad la paz, todo lo que haga será para servir y contribuir a dicho propósito.

Existen numerosas terceridades a nivel social, acuerdos que nos atraviesan en lo cotidiano sin que siquiera nos demos cuenta, como los semáforos. ¿Qué quiere decir esto? Que estemos sanos o enfermos, alegres o tristes, cuando vemos un semáforo en rojo todos nos detenemos y cuando vemos uno en verde avanzamos; por lo tanto, ésa es una terceridad a nivel social. También las hay personales y se pueden establecer terceridades conjuntas. Por ejemplo, si en una pareja cada uno tiene intereses diferentes -porque los dos son Universos distintos- pueden elegir entre ellos un propósito en común hacia el que direccionarán todas sus acciones, sea estar en paz sin discutir, irse de viaje, tener un hijo o crear una empresa. En la actualidad el ser humano no asume la terceridad en él, necesita que otro se la imponga, es decir, tiene ley externa. Pero cuando tenemos una ley interna el hueco de la terceridad no queda vacío en el psiquismo.

Si nos ponemos terceridades y vivimos desde ese punto, entendemos, asumimos y asimilamos que lo personal es lo que hemos venido a resolver, no lo que hemos venido a alimentar, y a partir de ahí todo empieza a fluir, tenemos “adóndes” claros y todas nuestras acciones van a ir hacia allí: eso va a ser más importante que cualquier otra cosa que pueda existir en el Universo. Claro que dentro de este camino pueden aparecer asuntos personales que hagan sufrir, pero hay una técnica para quitarlos; es entonces cuando aparece el rol del Mercader, ya que dentro de la terceridad tendremos que negociar con nuestro ego para que nos de lo que queremos. En cuanto a las programaciones que llevamos, a veces la carga es tan grande que si no les ponemos el corte a las acciones genéticas nos llevan siempre hacia lo mismo. Hay oportunidades en que uno no tiene tanta fuerza como su ego, y aunque queramos por ejemplo decirle “no” a una persona no podemos, aunque queramos dejar un trabajo no podemos, aunque queramos dejar de comer con ansiedad, no podemos: el patrón es más fuerte que uno. En ese caso, para lograr dar el corte sí o sí tenemos que aplicar primero el ritual -lenguaje sacerdotal- y luego si es preciso la negociación -lenguaje del Mercader-, que se utiliza sólo cuando las demás técnicas no han funcionado, cuando ya se ha probado todo (los mapas, los rituales, los despachos) sin el resultado deseado. Ahí llega el arquetipo del padre que definirá el tiempo, cuándo negociar y cuándo permitir.

Seremos flexibles; si nuestro ego lleva bien su proceso durante un período y en un momento se equivoca, lo permitiremos porque tiene derecho a expresarse; sin embargo, si el conflicto se presenta cada día, a cada momento y en cada cosa, hemos de tomar consciencia de que es un problema que va a destruir todo. Y si vemos que por mucha intención que pongamos, por mucha fuerza y ritual no conseguimos alcanzar nuestra terceridad, tenemos que aplicar herramientas como la negociación, que debe ser ética: si le decimos al ego “te quito esto”, se lo quitaremos por mucho que nos duela, porque el iniciado quiere crédito y el crédito implica ser impecable.

Podemos negociar los tiempos, sí, pero la terceridad ha de alcanzarse.

EJERCICIOS

Haz una lista escrita a mano de las diferentes áreas de tu vida (trabajo, relación de pareja, familia, vocación o proyectos personales, etcétera) y responde respecto a cada una de ellas las dos siguientes preguntas: ¿qué vida tengo? y ¿qué vida quiero tener?

El manual del iniciado

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