Читать книгу Impelitat - Mika Long - Страница 10
ОглавлениеCAPÍTULO 3
El anhelado amanecer de Drake por fin había llegado, anunciando que debía bajar a recibir a los futuros empleados de la familia Impelitat. Al incorporarse de su mullida cama observó su habitación con la mirada perdida, sin encontrar rastros ni pistas de que alguien hubiera estado ahí. Esto le provocó el desconcierto de no poder saber qué había sucedido esa noche. De un momento a otro fue llamada por su madre para que se dispusiera a asearse y bajara a desayunar. Al terminar sus tareas llegaron los susodichos. Todo el procedimiento se desarrolló como su madre lo había planeado y en menos de tres cuartos de hora todos los empleados estaban desarrollando sus funciones, tareas domésticas y obligaciones en la casa.
Mientras, la familia Impelitat se dispuso a matricular a sus tres hijas en el instituto adecuado para su linaje. Siempre habían cuidado su imagen a la vista de todos, dando a entender que eran una estirpe con principios y poder político, sofisticados, personas dignas con un buen puesto en la sociedad. En pocas palabras, mi querido lector, eran unos ciudadanos siempre perfectos en todos los ámbitos desde décadas atrás… Por ahora.
Ya matriculadas, decidieron ojear la institución y al cabo de algunas horas, tras haber hablado con gente importante y de conveniencia, la familia se retiró a su hogar.
Eran cerca de las cinco de la tarde. Su madre había encargado sus útiles y el uniforme escolar, que más tarde serían recogidos por algún empleado. Sus hermanas se hallaban ocupadas decorando sus recámaras, mientras que sus padres se encontraban en nuevos negocios ventajosos para la familia, según sus perspectivas.
Drake se encontraba en el patio trasero, el cual estaban podando y arreglando con la meta de convertirlo en un hermoso jardín, en cuyo centro su querida madre quería colocar una fuente. Sentada, observaba a la nada sin saber aún cómo reaccionar al cambio tan repentino de aires y mucho menos cómo adaptarse. Una mujer mayor, de unos cincuenta años (o tal vez sesenta), se sentó al lado de ella. Por lo que Drake sabía, era la cocinera, cuyo almuerzo de ese día le había encantado. En definitiva, tenía buena mano para la cocina. En ese momento no sabía qué decir. Tampoco sabía si la mujer quería hablar con ella o, simplemente, se había sentado a descansar un momento. Drake era así, siempre quería saber qué quería la gente para no estropear el momento, ya que en el mundo de sus padres debía comportarse de manera correcta. Esperó, pero no hubo palabras. Ni siquiera la miró. En ese momento se dispuso a mirar con atención el inmenso cielo, como la anterior noche, con la diferencia de que este ahora se encontraba impregnado de luz, acompañado de nubes difuminadas en aquel gran lienzo con toques rosas y celestes. En sencillas palabras, una obra de arte. En ese instante se acordó de su primera noche, de aquella mezcla de sensaciones que le hizo pasar un mal momento. Entonces la mujer, de cabello negro con ligeras pinceladas plateadas, se giró, mirándola a los ojos directamente, y con voz suave entabló conversación con ella:
—Hoy hace un hermoso día, ¿no cree, señorita?
—Sí, pero no hace falta que me diga señorita. Basta con Drake. —Ella asintió levemente.
—Está bien, Drake. Cuidado con las agujas. —Con los ojos bien abiertos miró la ventana del altillo para más tarde mirar sus ojos, como si quisiera encontrar respuesta a algo—. Ten mucho cuidado… El reflejo…
Se levantó de golpe y se dirigió a la cocina para retomar sus tareas. Drake no la había entendido, así que, al tratarse de una mujer mayor, pensó que solo había desvariado por culpa de las elevadas temperaturas. Sin prestar atención a aquellas valiosas palabras se retiró a su habitación para ordenarla y arreglarla.
En pocas horas cayó la noche, anunciada por la gran esfera brillante iluminando el mar, haciéndolo parecer de color plata. Esta vez Drake se colocó sus auriculares y la música a todo volumen, dispuesta a dormir toda la noche.