Читать книгу Rita y los ladrones de tumbas - Mikel Valverde Tejedor - Страница 5
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UNO DE LOS EMPLEADOS de Salim condujo a Rita a su habitación, situada en la primera planta. El cuarto resultó ser amplio y confortable, decorado al estilo oriental. Rita descansó un rato en un mullido sofá, rodeada de cojines. Después, salió a la terraza para disfrutar de la hermosa vista de la ciudad. La dulce luz del atardecer iluminaba los muros de la ciudadela y los altos minaretes de las mezquitas de El Cairo.
Mientras contemplaba la puesta de sol, Rita no podía quitarse de la cabeza la imagen de Salim. No recordaba que su tío lo hubiera mencionado al hablar de sus amigos egipcios. Lo cierto es que tampoco había nombrado al señor Karlsson ni a la señorita Paponet.
«Esto es muy extraño. El tío Daniel no te ha hablado nunca de estas personas. No confíes en ellos, sé precavida y ten cuidado», le dijo una voz en su interior.
Sin embargo, Rita se sentía importante por el trato y los halagos del señor Karlsson. Este, con sus exquisitos modales, la trataba de usted y la había llamado «experta» y «profesora Rita», ni más ni menos.
Al momento creyó escuchar otra voz que le susurraba: «No te preocupes; seguro que el señor Karlsson y la señorita Paponet son profesores que han venido a trabajar con el tío Daniel. Él te ha dicho en varias ocasiones que no debes dejarte llevar por la apariencia de las personas, y que lo importante está en su interior, en su forma de ser. Salim es un poco raro, pero también te ha llamado “profesora”. Si te halagan, es señal de que te aprecian».
El sol se escondía entre un horizonte de terrazas y palmeras, y sus últimos rayos refulgían en los muros de los edificios cercanos. Rita admiró una vez más la misteriosa belleza de la capital de Egipto.
Se refrescó en su habitación y, cuando recibió aviso, bajó alegremente al comedor. Había decidido hacer caso a la segunda voz.