Читать книгу La enseñanza de la ética a través de la Regla de Oro - Mirian Ethel Barberena - Страница 20
1.3. Repensar la democracia con Spinoza
ОглавлениеSpinoza (1632-1677) es un filósofo que resulta una fuente de inspiración para resignificar la democracia a nivel del Estado, y en el marco de este trabajo tiene un papel central que iré desarrollando en varios apartados. Vivió en un momento muy particular; parecido al nuestro en el sentido de quiebre, de cambio de etapa. Era el tiempo en que se estaba resquebrajando la monarquía como organización política. Spinoza nació y vivió en Holanda, en un período de esplendor cultural, político y económico. Muchos estudiosos de la vida de Spinoza (Damasio 2006b, Benito Olalla 2015, Rovere 2007) han señalado el modo en que su biografía y el contexto histórico y social en el que vivió se relacionan con sus temas de interés y sus obras escritas. Su formación en el judaísmo y el hecho de haber sido expulsado de la comunidad judía antes de los 24 años; el particular momento político y cultural que hacía de las provincias holandesas la república democrática más avanzada de la época; el linchamiento popular que sufrió Jan de Witt (Gran Pensionario de Holanda y representante del ideal republicano) en 1672 y la restauración de la monarquía; la prosperidad económica de la que gozaba Holanda; las luchas religiosas; el conocimiento exhaustivo de los pensadores de su época, en particular Descartes, forman parte del contexto de producción de sus textos.
Por mi parte, llego a Spinoza sin venir de una formación filosófica a través de mis estudios en didáctica de la Lengua, en el marco del Interaccionismo Socio Discursivo (ISD). Afirma Bronckart (2004, 2018) que las tesis que sostienen el planteo epistemológico y metodológico del ISD se inscriben en “la linea del posicionamiento epistemológico de Spinoza” y son todas ellas “una prolongación del programa de la Ética”.
Bronckart (2004) sintetiza “el programa de la Ética” de este modo:
En esta obra, Spinoza plantea insistentemente la dificultad que tienen los humanos para comprender la organización general del universo, para apreciar los múltiples determinismos de las acciones en las que participan, para identificar el lugar que ocupan y el papel que desempeñan en él en tanto que individuos. Sostiene por ello que, para enfrentarse a esta “discordancia”, el hombre tiende a presentar su propia naturaleza, abstracción hecha de toda causa externa como una entidad independiente, autónoma y todopoderosa. (…) El programa de la ética de Spinoza consiste por tanto en separarse de ese antropocentrismo para llegar a una forma superior de conocimiento, que sería “racional”, en cuanto que no haría sino reencontrar la posición efectiva del hombre en el universo. (…) Es a este conocimiento al que debe llegar el hombre; debe dejar de considerarse como autónomo y “abstracto” respecto de las causas que actúan sobre él y, muy al contrario, debe situarse como efecto y ponerse en relación con sus causas; en otras palabras, debe convertir en objeto central de su reflexión las relaciones de causalidad del orden universal al que pertenece. (p. 43)
En lo personal, lo que me resultó más atractivo cuando leí la Ética es que inmediatamente comprendí su potencialidad a la hora integrar a nuestro trabajo de enseñantes nuestra dimensión de seres emocionales, tan poco reconocida en la educación.
Tiempo después tomé conocimiento de que es un filósofo que ha sido muy leído y estudiado en Argentina. Desde el estudio pionero que León Dujovne publicó entre 1941 y 1946, cuatro tomos dedicados a “su vida, su época, su obra y su influencia”, editados por la Universidad de Buenos Aires, hasta los más de quince Coloquios Spinoza realizados a partir del 2001 en la Universidad Nacional de Córdoba, mucho es lo que su lectura ha inspirado y continúa haciéndolo. Hay incluso un hecho en general ignorado que es oportuno mencionar en este contexto. En 1949 quien en ese momento era el presidente de la Argentina, Juan Domingo Perón, cierra el Primer Congreso Nacional de Filosofía en la ciudad de Mendoza con una conferencia que luego se publicará como La comunidad organizada. Este discurso concluye con una mención a Spinoza:
Esta comunidad (haciendo referencia a la Argentina) que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza: “Sentimos, experimentamos, que somos eternos”.
Esta presencia reiterada de Spinoza en nuestro país lleva a Diego Tatián (2005), uno de los expertos más importantes de la actualidad, a preguntarse si existe un spinozismo argentino. Sin embargo, para que esta circulación en nuestro país fuera posible son muchas las circunstancias difíciles que debió atravesar su obra.
Spinoza escribió varios libros que no pudo editar en vida ya que su pensamiento era considerado peligroso tanto para la religión como para la moral y el orden político, y siguió así hasta muchos años después de su muerte. Sus discípulos fueron perseguidos, encarcelados, torturados. A pesar de eso sus escritos siguieron circulando de modo clandestino; sobre el final del siglo XVIII se constituye en el centro de una polémica filosófica y religiosa en Alemania (en la que Kant no estuvo ausente) y su pensamiento es reinvindicado en el contexto del romanticismo alemán (Solé 2011).
La Ética es la obra central de Spinoza. Allí presenta una doctrina “útil para la vida social, en cuanto enseña a no odiar ni despreciar a nadie, a no burlarse de nadie ni encolerizarse contra nadie, a no envidiar a nadie (…). Por último, esta doctrina es también de no poca utilidad para la sociedad civil, en cuanto enseña de qué modo han de ser gobernados y dirigidos los ciudadanos, a saber: no para que sean siervos, sino para que hagan libremente lo mejor” (E2 49, Escolio).2
Estuvo trabajando en ese libro desde 1661 hasta 1675, pero interrumpió su redacción entre 1665 y 1670 para escribir el Tratado Teológico-político (TTP), obra con la que pretendía realizar una fuerte intervención en la política de su tiempo apoyando al gobierno de Witt3. Escribe en defensa de las libertades de opinión y culto y contra los calvinistas, a quienes acusará de promover la falsa religión y la superstición, y contra los orangistas, asociados a la “falsa política”, la monarquía.
Por distantes que estén en el tiempo y por distintas que sean las circunstancias, creo que las preocupaciones que tenía Spinoza son en varios sentidos similares a las preocupaciones que tenemos hoy los docentes en las escuelas secundarias que queremos enseñar a nuestros alumnos a construir y respetar acuerdos de convivencia que permitan gestionar las escuelas de modo democrático; los docentes necesitamos una buena convivencia en el aula como punto de partida para hacer nuestro trabajo pero lejos estamos de contar con ella. En realidad, hoy, el trabajo de los profesores de la educación secundaria consiste sobre todo en generar las condiciones que permiten las situaciones de enseñanza-aprendizaje (Dubet 2006, p. 176; Bronckart 2007, p. 184). Los docentes solo contamos con nuestro discurso persuasivo para construir esa convivencia armónica en el aula; lo mismo buscaba Spinoza para toda la sociedad.
En el Tratado Teológico-político (TTP), Spinoza dice que “nadie puede dudar que sea en extremo útil a los hombres vivir según las leyes y prescripciones de la razón” (p. 238) y que (los hombres) “debieron convenir en seguir los consejos de la razón (…) en no hacer a nadie lo que no querían que se les hiciera y en defender los derechos de los demás como los suyos” (p. 239). No es muy diferente el tipo de desafío que tienen los profesores de las escuelas secundarias cuando tratan de enseñar la “buena convivencia”. Leyendo a Dubet en términos de Spinoza, podemos decir que ahora que el “programa institucional” está en decadencia, y que es en la escuela secundaria donde con más fuerza se manifiesta, las aulas de las escuelas secundarias han vuelto al “estado de naturaleza”. Los profesores ya no cuentan con un rol institucional que los protege, solo cuentan con su potencia, su esfuerzo, su conatus4. En esta situación, “la dificultad para dar clases puede virar hacia una verdadera hostilidad para con los alumnos” (Dubet 2006, p. 185). El desafío entonces es trasformar esa convivencia hostil, de lucha por el reconocimiento, en un aula concebida como una comunidad de aprendizaje, donde la convivencia armónica que permite hacer el trabajo de enseñanza se consigue por el reconocimiento mutuo (Ricœur 2006, p. 277).
Acompañemos a Spinoza en el desarrollo argumentativo del capítulo XVI del TTP, “Del fundamento del Estado. Del derecho natural y civil del individuo y del derecho del Soberano”.
Parte Spinoza por mostrar que por las leyes de la naturaleza cada individuo está
...determinado naturalmente a existir y a obrar de un modo dado. Así por ejemplo, los peces están hechos naturalmente para nadar, de entre ellos, los mayores están dispuestos para comerse a los más pequeños y, consiguientemente, en virtud del derecho natural, todos los peces gozan del agua, y los grandes devoran a los menores. (p. 236)
Se ve perfectamente con este ejemplo lo que quiere decir Spinoza cuando afirma que en el estado de naturaleza, el derecho se extiende hasta donde se extiende el poder. Es una ley general de toda la naturaleza “que cada cosa se esfuerce por mantenerse en su estado, sin tener en cuenta más que a sí misma, y no teniendo en cuenta sino su propia conservación”, y en este punto “no reconocemos diferencia alguna entre los hombres y los demás individuos de la naturaleza, ni entre los hombre dotados de razón y los que de ella están privados, ni entre los extravagantes y locos y los hombres sensatos”. Los seres humanos parten de esa situación: el derecho natural no está dado por la razón, sino por el poder, la fuerza de los apetitos y las necesidades. Esto rige para todos por igual: “Así como el varón prudente y sabio tiene el derecho absoluto de hacer todo lo que la razón le dicta (…) así el ignorante o el insensato tiene derecho a hacer todo lo que le exige su apetito”.
La diferencia que hay entre el que guía su conducta por su razón (y entonces no hace “a nadie lo que no quiere que se le hiciera” y defiende “los derechos de los demás como a los suyos”, p. 239) y el que la guía por su apetito (y entonces “sea por la fuerza, sea por la astucia” hará “lo necesario para la satisfacción de sus deseos y a tener por enemigo a aquel que se lo estorbe”, p. 239) es para Spinoza una diferencia en el conocimiento que cada uno ha alcanzado.
Llegar al conocimiento del “varón prudente y sabio” es un largo camino, ya que todos los hombres nacen en la “ignorancia completa de todas las cosas”. Por “buena educación que reciban pasan gran parte de su vida antes de poder conocer la verdadera manera de vivir y de adquirir el hábito de la virtud” (p. 237), y como “nadie puede dudar que sea en extremo útil para los hombres vivir según las leyes y las prescripciones de la razón (… y...) por otra parte, todo el mundo desea vivir en seguridad y al abrigo de la maldad lo más posible”, los hombres, “para gozar de una vida dichosa y llena de tranquilidad, han debido entenderse mutuamente y han debido renunciar a seguir la violencia de sus apetitos individuales y someterse a la voluntad y al poder de todos los hombres reunidos” (p. 239).
No tenemos que perder de vista que es la razón humana, “que solo atiende al verdadero interés y a la conservación de los hombres”, la que los lleva a renunciar, a “seguir la violencia de sus apetitos individuales”; no la naturaleza, “que no se encierra en los límites de la razón humana”. Todo lo que como hombres nos parece en la naturaleza “ridículo, absurdo o malo procede de que desconocemos en parte las cosas e ignoramos en su mayor parte el orden y enlace de la naturaleza entera”.
Es entonces mediante la razón humana que los hombres establecen un modo de vivir juntos en armonía; es la razón la que lleva a los individuos a transferir “su poder (de los individuos) a la sociedad, la cual, por esto mismo, tendrá sobre todas las cosas el derecho absoluto de la naturaleza, es decir, la soberanía” (p. 241). La sociedad que está organizada mediante este derecho “se llama democracia, la cual puede definirse como la asamblea que posee comúnmente su poder soberano sobre todo lo que cae en la esfera de su poder” (pp. 241-2).
Ahora, como ya vimos, los hombres nacen ignorantes, y en el estado de naturaleza solo se guían por su apetito y pasa mucho tiempo hasta que puedan conocer “la verdadera manera de vivir y de adquirir el hábito de la virtud”; por lo tanto, ¿cómo es que se logra que los hombres respeten las leyes que posibilitan la vida armónica en sociedad? Los hombres sabios las respetan porque se guían por la razón; a los otros, se los compele por la fuerza y respetan las leyes por temor al castigo, o se los persuade con la esperanza de un bien mayor, ya que “por una ley universal de la naturaleza humana (…) entre dos bienes escogemos el que nos parece mayor y entre dos males el que nos parece más llevadero” (p. 239). Es la misma idea que expresa Spinoza en la Proposición 65 de la 4ta Parte de la Ética: “Según la guía de la razón, entre dos bienes escogeremos el mayor, y entre dos males, el menor.”
Cerramos así la síntesis del Capítulo XVI de TTP, y la enlazamos con la obra central de Spinoza, la Ética, obra en la que enseña la vía para salir del estado de ignorancia y convertirnos en hombres sabios. La Ética es un camino que cada hombre puede recorrer, pero es un camino que se recorre en forma personal.
La relación entre la dimensión individual y social de las personas es una de las tensiones que atraviesan la obra de Spinoza. Es útil observarla como tal, como una tensión no resuelta totalmente.
Por el poder que le otorga a la asamblea soberana, se ha ubicado al Estado de Spinoza en la línea del Leviatán de Hobbes. Sin embargo, también se ha señalado que el Estado de Spinoza no es un Estado trascendente; los individuos ceden su poder a la sociedad toda pero sin renunciar a sus derechos naturales. Spinoza mismo explicita su diferencia con Hobbes en la Carta L: “En cuanto atañe a la política, la diferencia entre yo y Hobbes, acerca de la cual usted me consulta, consiste en esto: que yo conservo siempre incólume el derecho natural (…)” (2007, p. 203, el destacado es mío).
Sin embargo, por otro lado, en la Ética afirma que “para que los hombres puedan vivir concordes y prestarse ayuda, es necesario que renuncien a su derecho natural y se presten recíprocas garantías de que no harán nada que pueda dar lugar a un daño ajeno” (E4 P37, Escolio 2).
Que los hombres renuncien al derecho natural, o que el derecho natural se conserve incólume pueden parecer dos posturas contradictorias. Spinoza las reconcilia diciendo que tenemos derecho natural a pensar y expresar lo que nuestra conciencia nos dicta, pero tenemos la obligación que actuar de acuerdo a las leyes de nuestro Estado. Como ciudadanos que somos de un Estado civil, ese Estado tendrá el derecho de “garantizar su cumplimiento, no por medio de la razón, que no puede reprimir los afectos, sino por medio de la coacción” (E4 P37 Escolio 2). Los que respetan las leyes porque se guían por la razón son los que han alcanzado la sabiduría.
No sería correcto interpretar que el camino que propone la Ética es un camino cerrado. Lejos de eso. La obra de este autor se caracteriza por las múltiples interpretaciones que posibilita, es verdaderamente una obra abierta. Ha recibido y continúa recibiendo diferentes lecturas, muchas de ellas contradictorias entre sí. Pilar Benito Olalla (2015) nos habla de “los resplandores de la Ética”, ya que cada nueva interpretación sería como un resplandor que percibe “nuevos aspectos, cual si de un prisma que refleja la luz del propio intelecto se tratara” (pos. 435).
Es que, si bien alrededor de Spinoza hay un mito que lo representa como un filósofo solitario, esto no se condice con la realidad histórica en la que produjo su obra. Justamente, porque su propuesta no es un sistema que manifiesta la coherencia interna de conceptos abstractos pensados por un filósofo en soledad, sino que es el producto del intercambio viviente entre personas que participaban de numerosos grupos, y su obra manifiesta numerosas tensiones problemáticas. Por eso, aunque sus textos han sido atacados por su falta de coherencia conceptual, siendo que claramente fue el intento de su autor llegar a esa coherencia, esa falta es también lo que habilita la multiplicidad de lecturas (Solé y Rovere 2018).
Es la idea que también expresa Axel Cherniavsky en Spinoza: “Como todo gran libro, la Ética es muchos libros”. Cherniavsky lee a la Ética como una novela filosófica “que comienza con un personaje totalmente desprovisto, un ignorante, un esclavo, un infeliz, pero al que le están destinadas la sabiduría, la libertad, la felicidad, la eternidad” (p. 16).
Al final de la Ética, con el realismo que lo caracteriza, admite Spinoza que la vía que ha mostrado, que conduce al logro de convertir en sabio al ignorante “parece muy ardua”. Pero como en Spinoza tenemos junto al realismo lúcido un gran optimismo, también nos dice que a esta vía “es posible hallarla” (E5 P42, Escolio).
Los que han alcanzado la sabiduría viven de acuerdo a las leyes de la razón. Saber y actuar son dos aspectos que para Spinoza van juntos. Los conocimientos adecuados son los que nos permiten actuar. Los hombres tenemos la posibilidad de ser activos solo en la medida en que nuestra mente5 tiene ideas adecuadas, de lo contrario estrictamente no actuamos sino que padecemos:
Nuestra mente obra ciertas cosas, pero padece ciertas otras; a saber: en cuanto que tiene ideas adecuadas, entonces obra necesariamente ciertas cosas, y en cuanto que tiene ideas inadecuadas, entonces padece necesariamente ciertas otras. (E3 P1)
Los hombres estamos en general muy lejos de darnos cuenta de la situación en la que nos encontramos, y confundimos el padecer con el actuar. En el padecer no somos libres, justamente somos efectos de causas que desconocemos, por eso padecemos. Por esta falta de conciencia vivimos imaginando que actuamos libremente, idea sobre la que Spinoza insiste una y otra vez:
(…) los hombres se imaginan ser libres, puesto que son conscientes de sus voliciones y de su apetito, y ni soñando piensan en las causas que les disponen a apetecer y querer, porque las ignoran. (E1, Apéndice)
(…) los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto, su idea de “libertad” se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo eso que dicen de que las acciones humanas dependen de la voluntad son palabras, sin idea alguna que les corresponda. (E2 P35, Escolio)
De modo que la experiencia misma, no menos claramente que la razón, enseña que los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan. (E3 P2, Escolio)
Ahora bien, ¿qué nos propone Spinoza en la Ética para salir de este estado de ignorancia y alcanzar el conocimiento adecuado y la libertad? Es lo que trataremos de sintetizar a continuación.
La principal dificultad con la que nos enfrentamos los seres humanos para actuar con libertad es que estamos condicionados por los afectos. Los afectos tienen sobre nosotros una fuerza tal que nos someten a la “servidumbre”, somos impotentes de moderarlos y reprimirlos, y “aún viendo qué es lo mejor” nos sentimos inclinados a hacer lo que es peor (E3, Prefacio).
Por esta razón, Spinoza dedica la 3ra Parte de la Ética a estudiar “el origen y la naturaleza de los afectos” y la 4ta Parte a estudiar “la servidumbre humana o la fuerza de los afectos”.
Los hombres no actúan libremente porque en realidad toman sus decisiones por sus afectos, no por razones:
(…) porque las decisiones de la mente (mentis) no son otra cosa que los apetitos mismos, y varían según la diversa disposición del cuerpo, pues cada cual se comporta según su afecto, y quienes padecen conflicto entre afectos contrarios no saben lo que quieren, y quienes carecen de afecto son impulsados acá y allá por cosas sin importancia. (E3 P2, Escolio)
Esta es la razón por la cual los hombres, aunque deseen vivir en armonía no lo logran, ya que son “semejantes a las olas del mar agitadas por vientos contrarios” (E3 P59, Escolio), y “queriendo todos ser amados o alabados por todos, resulta que se odian entre sí” (E3 P31, Escolio).
En el conocimiento adecuado de los afectos está nuestra posibilidad de alcanzar la libertad humana, que es lo que desarrolla en la 5ta y última Parte: “Del poder del entendimiento o de la libertad humana”.
La propuesta que nos hace Spinoza sobre cómo alcanzar la libertad se deduce de lo que nos planteó en la metafísica que describió en la 1ra Parte “De Dios” y en la teoría del conocimiento que planteó en la 2da Parte “De la Naturaleza y origen de la mente”. Spinoza plantea que existe una sola sustancia, a la que también menciona como Dios o la Naturaleza; esa sustancia tiene infinitos atributos, de los cuales los seres humanos, conocemos solo dos, la extensión y el pensamiento.
Los seres humanos somos “modos finitos”, “cosas singulares”, no somos sustancia.6 Nos manifestamos, existimos en una dimensión mental y en una dimensión corporal, “el hombre consta de mente y cuerpo” (“hominem mente et corpore constare”) (E2 P13, Corolario). Como esas dos dimensiones son dos manifestaciones de una única sustancia, entre esas dos dimensiones existe un paralelismo, y todo lo que se manifiesta en una dimensión se manifiesta en la otra; pero lo que corresponde a una dimensión no puede alterar a la otra. Las ideas, que pertenecen a la dimensión mental, no pueden modificar los afectos, que pertenecen a la dimensión corporal. Las ideas entran en contacto con las ideas, y los afectos con los afectos. Justamente las Partes 3ra, 4ta y 5ta describen los sutiles mecanismos por los cuales se relacionan esas dos dimensiones.
Spinoza define así los afectos:
Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar del mismo cuerpo, y entiendo al mismo tiempo, las ideas de esas afecciones. (E3, Definición 3)
Los afectos pueden ser acciones o pasiones: “si podemos ser causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por ‘afecto’ una acción; en los otros casos, una pasión” (E3, Definición 3). La alegría y la tristeza son las dos pasiones básicas: las pasiones tristes son las que disminuyen nuestra potencia de obrar; por el contrario, las pasiones alegres son las que aumentan nuestra potencia de obrar. Son ejemplos de pasiones tristes el miedo, el odio, la envidia, la desesperación y muchas otras; de pasiones alegres son ejemplos el amor, la esperanza, la seguridad, la aprobación, el contento de sí mismo, la misericordia, el agradecimiento entre otras. De cada una de ellas da una definición y explicación en la última sección de la 3ra Parte. Son estas pasiones las que nos hacen vivir agitados como las olas del mar. Sin embargo, al cobrar conciencia de este estado aparece la posibilidad de liberarnos, ya que “un afecto que es una pasión deja de ser una pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta” (E5 P3).
Por esto, en su concepción, el conocimiento también se expresa en su dimensión corporal: “El conocimiento del bien y el mal no es otra cosa que el afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos conscientes de él” (E4 P8). Por ejemplo, en la Proposición 12 nos dice: “La mente se esfuerza, cuanto puede, en imaginar las cosas que aumentan o favorecen la potencia de obrar del cuerpo”. Así, en el conocimiento de esos mecanismos es que aparece la posibilidad de la libertad humana. El desconocimiento del mecanismo de los afectos en el marco general del funcionamiento de la naturaleza es lo que explica por qué los buenos consejos de los hombres sabios no son obedecidos, ya que no explican la “impotencia e inconstancia humanas” por “la potencia común de la naturaleza”, y se la atribuyen “a no sé qué vicio de la naturaleza humana” (E3, Prefacio).
Con el planteo del paralelismo, Spinoza intentó explicar cómo se relacionan la mente y el cuerpo. Él conocía bien la explicación que años antes había dado Descartes en Las pasiones del alma y no le satisfacía. En el Prefacio de la 5ta Parte presenta con cierto detalle la función que asigna Descartes a la glándula pineal (que sería el medio por el cual el alma incide sobre el cuerpo) y a “los espíritus animales”; afirma que estas explicaciones, si no fuera que “son tan ingeniosas” le resultaría difícil de creer “que provenían de un hombre tan eminente”. El núcleo de su refutación lo podemos presentar así:
Pues, ¿qué entiende me pregunto, por unión de alma y cuerpo? (…) Había concebido (Descartes) el alma como algo tan distinto del cuerpo que no pudo asignar ninguna causa singular a esa unión ni al alma misma, y le fue necesario recurrir a la causa del universo entero, es decir, a Dios.
Para Spinoza no es legítimo recurrir a Dios para explicar los fenómenos: Dios es “ese asilo de la ignorancia” (E1, Epílogo); por el contrario, los fenómenos se tienen que explicar por las causas próximas.
Llegar al conocimiento adecuado de nuestros afectos, en donde radica la única posibilidad de liberarnos, ya dijimos que es un camino muy arduo y difícil; entonces Spinoza da un consejo práctico sobre qué hacer mientras no hemos alcanzado ese conocimiento:
(…) lo mejor que podemos hacer mientras no tengamos un perfecto conocimiento de nuestros afectos, es concebir una norma recta de vida, o sea, unos principios seguros, confiarlos a la memoria y aplicarlos continuamente a los casos particulares que se presentan a menudo en la vida, a fin de que, de este modo, nuestra imaginación sea ampliamente afectada por ellos, y estén siempre a nuestro alcance. (E5 P10, Escolio)
El planteo de mi tesis, y aquí está la fuerte relación con Spinoza, es que la Regla de Oro, “trata a los demás como quieres que te traten”, puede funcionar como ese principio seguro para confiar a la memoria y aplicarlo continuamente “a los casos particulares que se presentan a menudo en la vida”.
Para Spinoza, los afectos nos ponen en contacto con el primer género de conocimiento, que produce ideas inadecuadas y confusas (E2 P41).
Cada encuentro con un otro que me afecta de una manera tan poderosa que me impide darle un trato como el que me gusta que me den, que me lleva a actuar de una manera que luego me despierta vergüenza o arrepentimiento (pasiones tristes, que disminuyen mi potencia de obrar), me ofrece la posibilidad de avanzar desde el primer género del conocimiento hacia el segundo género (la razón), si es que usamos esos encuentros para aprender a reconocernos como efectos de causas exteriores y a convertirnos en causas de efectos, ya que “no hay afección alguna del cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto” (E5 P4). Con el trabajo sostenido de la razón aparece la posibilidad del tercer género de conocimiento (la intuición).
Se nos dirá legítimamente que la misma dificultad que tienen los hombres para guiar su conducta por la razón y no por las pasiones se traslada a la dificultad de aplicar la Regla de Oro continuamente “a los casos particulares que se presentan a menudo en la vida”. Por esto mismo, en mi tesis también propuse un ejercicio, llamado el “Ejercicio de los personajes” que se presenta como una herramienta textual creada para facilitar la práctica de la Regla de Oro. En el capítulo 5 retomaré este aspecto central. Luego trataré de mostrar las equivalencias entre el camino que nos propone la Ética de Spinoza y los aprendizajes que nos propone el “Ejercicio de los personajes”.