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CAPÍTULO SIETE

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Alec se agitaba mientras caía de espaldas sintiendo el aire frío y con su estómago retorciéndose mientras se acercaba al suelo y a la manada de Wilvox. Sintió cómo su vida pasaba delante de sus ojos. Había escapado de la mordida venenosa de la criatura arriba de él simplemente para caer a lo que seguramente sería una muerte instantánea. A su lado, Marco también se retorcía mientras caían juntos. Era poco consolador. Alec tampoco quería ver a su amigo morir.

Alec sintió cómo caía sobre algo y un dolor seco en su espalda, y esperaba sentir colmillos encajándose en su piel. Pero se sorprendió al ver que era el cuerpo musculoso de un Wilvox retorciéndose debajo de él. Había caído tan rápido que el Wilvox no había tenido tiempo de reaccionar y había caído directo en su espalda, suavizando su caída y derribándolo al suelo.

Escuchó un gran golpe a su lado y miró a Marco caer sobre otro Wilvox, aplastándolo también lo suficiente para mantener sus mandíbulas a distancia. Esto redujo la pelea a solamente dos Wilvox. Uno de ellos saltó dirigiendo su mandíbula hacia el estómago expuesto de Alec.

Alec, aún de espaldas y con un Wilvox debajo de él, permitió que sus instintos tomaran el control y, mientras la bestia saltaba encima de él, se arrojó hacia atrás y levantó sus botas de forma protectora arriba de su cabeza. La bestia cayó sobre ellas y Alec inmediatamente la empujó derribándola hacia atrás.

Cayó a varios pies de distancia sobre la nieve dándole un muy valioso tiempo a Alec; y una segunda oportunidad.

Al mismo tiempo, Alec sintió cómo la bestia abajo de él empezaba a librarse. Se preparó para atacar y Alec reaccionó. Se volteó rápidamente y le puso un brazo sobre el cuello atrapándolo, sosteniéndolo muy cerca para que no pudiera morder y apretando tanto como podía. La criatura se retorcía furiosa tratando de liberarse y Alec tuvo que usar toda su fuerza para contenerla. De alguna manera lo logró. Apretó más y más fuerte. La bestia trataba de salirse dándose vuelta y rodando en la nieve, pero Alec no la soltó y rodó junto con ella.

Alec alcanzó a ver a otra bestia que se abalanzaba y apuntaba hacia su espalda expuesta, y ya anticipaba sentir los colmillos hundiéndose en su piel. No tuvo tiempo para reaccionar, así que hizo lo que le dictó su instinto: sin soltar al Wilvox, rodó sobre su espalda sosteniéndolo enfrente de él con la espalda encima de su estómago y sus patas en el aire. La otra bestia, en el aire, cayó con sus colmillos sin encontrar a su objetivo que era Alec, hundiendo sus colmillos en el estómago expuesto de la otra bestia. Alec la sostuvo con fuerza usándola como escudo, y esta chilló y se retorció. Finalmente sintió como dejó de moverse en sus brazos mientras la sangre le escurría.

El Despertar Del Valiente

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