Читать книгу Contra la muerte en vida - Márgara Noemí Averbach - Страница 7
ОглавлениеPrólogo general
Este libro surge de un programa de la materia Literatura de los Estados Unidos en la Universidad de Buenos Aires, carrera de Letras y también de un proyecto de investigación sobre el tema, en el que analizamos la forma en que se representan algunas instituciones totales en la literatura contemporánea estadounidense, sobre todo la de autores descendientes de esclavos africanos y de miembros de las tribus amerindias.
Las instituciones totales se caracterizan por intentar formar –“formatear” sería, tal vez, una palabra más exacta en nuestros tiempos– a los seres humanos que entran en ellas (voluntariamente o no) según parámetros de esas mismas instituciones1. Se trata de recortar a esos seres humanos a imagen y semejanza de modelos elegidos por las instituciones, modelos sobre los que no se consulta a los formateados. Son siempre instituciones represivas, totalitarias (“totales”) cuyo objetivo es dominar y recrear a sus “objetos” en todos los niveles: el del cuerpo, el de las ideas, el del comportamiento, esencialmente el cultural. Esa operación implica la cosificación de los internos: por eso son “objetos”, no “sujetos”. Las personas que esas instituciones toman a su cargo son “propiedad” de las instituciones y están a merced de quienes las dirigen.
En un artículo que fue seminal para el curso y la investigación, Dennis Childs2 relaciona la esclavitud, institución total que redefine a los seres humanos como bienes vendibles, con la cárcel y otras instituciones en los siglos XX y XXI.
Índice general
En ese artículo, Childs habla de la forma en que la esclavitud, que se abolió a mediados del siglo XIX, sigue entre nosotros en una serie de instituciones que dan forma a lo que George Jackson llama “neoesclavitud”. Es por eso que, según Childs, en su novela más conocida, Beloved3, Toni Morrison no está dando su versión de la esclavitud sino sobre todo su visión del presente de los africanos estadounidenses en los Estados Unidos y de la forma en que se los somete a la neoesclavitud.
No es casualidad que quien define la “neoesclavitud” sea un preso negro, George Jackson, en Soledad Brother4, que reúne sus cartas escritas en la cárcel. La cárcel es el mejor ejemplo de una institución total que copia mucho de la esclavitud: también en ella se intenta destruir a la persona y transformarla en otra, para lo cual se ejerce sobre ella un peso represivo extremo. La cercanía entre esclavitud y cárcel hace que tampoco sea casual que actualmente los movimientos que cuestionan la utilidad de la cárcel se llamen “abolicionistas”, como los que luchaban contra la esclavitud en el siglo XIX.
Por su importancia central en la historia estadounidense, la esclavitud es una institución total que toca gran parte de la literatura de ese siglo, por lo menos hasta la Guerra Civil. Como dice Howard Zinn en La otra historia de los Estados Unidos5, la esclavitud y el genocidio de las tribus amerindias son la base, el ADN de la nación. Tal vez por eso, críticos como Eric Sundquist se preguntan por qué Ralph Waldo Emerson no toca el tema. Es una pregunta que debe hacerse: ¿por qué, cuando la esclavitud era tema central de debate, el gran filósofo del país decidió no comentarla?6
Este libro dedica toda su primera sección (I.a) no sólo a la esclavitud en sí –tal como que se la representa en textos de los siglos XX y XXI– sino también a las instituciones de la neoesclavitud: la violencia racial anti negra (que tratan con tanta claridad los poetas y ensayistas del Harlem Rennaissance; aquí se estudia en los poemas sobre linchamiento de Langston Hughes), la cárcel (que es el centro del libro de cartas de prisión de George Jackson); las dificultades económicas y sociales de la comunidad negra (en la obra de Lorraine Hansberry, Les Blancs7) y el sufrimiento de las mujeres negras bajo la institución “familia” (en la novela de Alice Walker, The Color Purple8). También se incluyen algunas visiones de la esclavitud tal como aparecen en libros del género popular de la ficción científica.
En una segunda sección (I.b), se explora la forma en que algunos autores contemporáneos exploran el colonialismo y el neocolonialismo y el rol de las instituciones educativas como la escuela y la universidad, que también son instituciones totales. En esa sección los autores son mayormente descendientes de las tribus que ocupaban el espacio estadounidense antes de la llegada de los europeos y hay razones históricas que lo explican. La escuela y la universidad son tópicos en las literaturas amerindias estadounidenses, que las presentan como totales con toda claridad a pesar de que no suelen tener ese tratamiento en textos contemporáneos de autores WASP (White Anglo Saxon Protestant, Blanca Anglo Sajona Protestante)9. La escuela es quizá una de las instituciones occidentales más poderosas y naturalizadas del siglo XX, y su uso como institución total fue semejante al estadounidense en otros países de América, por ejemplo, la Argentina, donde Domingo Faustino Sarmiento tenía muy en claro la función que cumple en la formación de una imagen de país y una nacionalidad, tal como las definían en ese momento quienes dirigían el proyecto (en el caso argentino la llamada “generación del ochenta”).
En este punto de la descripción del libro hay que detenerse a pensar en los problemas de clasificación. Como suelo decir en todos los libros en que intento una organización de ideas y textos analizados, el índice –es decir, el resumen de esa organización– no es perfecto: es imposible imponer divisiones a una realidad interconectada. Eso es más que evidente, por ejemplo, en el hecho de que, en el estudio sobre el libro de Jackson, aparece la idea de que la escuela y la cárcel están muy relacionadas tanto que, en cierto sentido, son lo mismo. Sin embargo, este libro se analiza la sección de cárcel. La unión de cárcel y escuela son constantes en otros libros carcelarios como el de Leonard Peltier, My Life is my Sun Dance10, ya estudiado en Caminar dos mundos11.
La razón por la cual se coloca el rechazo de Jackson a pasar por la escuela y su decisión de “auto” educarse –semejantes al rechazo de la escuela en las obras de los escritores descendientes de tribus amerindias– en una sección diferente es que las raíces de ese rechazo son diferentes. En el caso amerindio, la resistencia contra la escuela es parte de la resistencia amerindia, del deseo de impedir que la cultura WASP borrara las culturas amerindias de la mente de los mismos amerindios. En el siglo XX, sobre todo en la primera mitad, la necesidad de defender la supervivencia de la cultura propia se resistió al ataque de la política de asimilación forzosa que se aplicó a los sobrevivientes de las Guerras Indias a través del BIA (Bureau of Indian Affairs, Secretaría de Asuntos Indígenas) y de las escuelas de pupilos (boarding schools) cuyo objetivo final era acabar con la semi independencia cultural que tenía la vida de los grupos amerindios en las reservaciones y empujar a todos los descendientes de amerindios a la asimiliación en las ciudades. Los textos que ven la escuela y la colonización de esa forma –textos de autores mayormente amerindios– se ven en una sección separada.
Finalmente, en una segunda sección general (II) se analizan una serie de películas estadounidenses que tocan el tema de las instituciones totales en un medio que, en general, ha sido siempre vehículo de expansión de la cultura WASP mainstream a nivel global. Aquí, el cine funciona como herramienta en un intento semejante al de la escuela por borrar las culturas locales, a las que relega, rechaza, lee mal y convierte en estereotipos (monstruos o víctimas inermes). Las películas que se analizan en esa segunda sección introducen instituciones totales no tratadas hasta ese momento en el libro y estudian la forma en que las representa el cine dentro de las reglas de su medio, tan distinto del literario no solo en cuanto a recursos sino sobre todo en cuanto a capacidad de llegada y recepción.
Corpus
Es importante señalar que este libro es una visión personal de la forma en que la literatura y el cine estadounidenses iluminan, debaten, analizan y representan ciertas instituciones totales. En un sentido general, el tema puede abarcar una enormidad de textos y películas estadounidenses de los siglos XX y XXI y por lo tanto, la elección del corpus tiene una base cuyas raíces, en muchos casos, tienen que ver con gustos, recorridos e intereses propios.
Tal vez el efecto más interesante del debate sobre el tema sea ayudar a desnaturalizar el funcionamiento represivo de las instituciones sociales y hacer que los lectores estudien sus representaciones con mayor atención: estas obras son llamados de atención que no deberían ignorarse. Y lo son porque son parte de la resistencia contra el intento de borrar la diversidad cultural y a los pueblos que la defienden. Y por lo tanto, son intensamente políticas. En su mayor parte, las películas y textos estudiados aquí son arte político, armas en la lucha por la batalla cultural.
Esclavitud y neoesclavitud
El argumento de Howard Zinn en el título del capítulo dedicado a la esclavitud de su La otra historia de los Estados Unidos (“Esclavitud sin sumisión, emancipación sin libertad”12) plantea una crítica profunda a la historia oficial estadounidense, es decir, al relato más conocido sobre esa institución sureña, relato que se transmite permanentemente a través de instituciones totales como la escuela y la universidad y también a través de productos culturales como el cine de Hollywood.
Según la historia oficial que, en la literatura y el cine se recuerda sobre todo en películas como Lo que el viento se llevó13, basada en la novela de Margaret Mitchell14, la esclavitud del Sur estadounidense era una institución bastante benévola (salvo las excepciones de los “amos malos”) y por esa razón no hubo rebeliones, excepto la de Nathaniel Turner. El relato oficial incluye la idea de que la “cuestión de la esclavitud” se solucionó con el triunfo del Norte en 1865. Así, la concepción oficial de esa institución incluye dos puntos importantes: la sumisión natural de los negros y el hecho de que después de 1865, la libertad de los descendientes de negros africanos esclavizados fue completa.
Zinn dice lo contrario. En cuanto a la resistencia negra, describe con cuidado las diferentes rebeliones en suelo sureño (aplastadas a sangre y fuego por el poder estatal y, en general, ocultadas por el relato oficial) y además afirma que la “resistencia” no se expresaba solamente a través de ellas. Demuestra así la falsedad de la idea de una comunidad negra sumisa, resignada y hasta satisfecha, que aparece en productos culturales como Lo que el viento se llevó.
Este libro no toma el arte y los productos culturales como instituciones totales pero sin duda transmiten cultura de una forma bastante total. Yo recuerdo particularmente la primera vez que vi la película. Incluso a los quince, dieciséis años, noté claramente la diferencia de tonos: el color pastel en el momento anterior de la Guerra Civil, un color sin sombras (como si la esclavitud no lo fuera, como si la vida entonces hubiera sido perfecta) y el sepia amarronado y triste de los años posteriores, cuando el supuesto “paraíso” de la Confederación se ha perdido para siempre. En esa visión, incluso a nivel paleta de colores, el buen tiempo es el de la esclavitud y eso es lo que se transmite una y otra vez al espectador. Nada se dice sobre la oscuridad de la vida en el Sur para la comunidad negra ni antes ni después de 1865; nada se dice sobre la vida de aquellos que, según la Institución Sureña, como se la llamaba, eran bienes vendibles; no seres humanos.
El debate en el que se inscribe el libro de Zinn es el mismo que repiten, reflejan y difunden muchas obras literarias del siglo XIX. Por ejemplo, en “The Murders in the Rue Morgue”, Edgar Allan Poe15 repite los estereotipos del negro como monstruo, una bestia inhumana a la que hay que eliminar cuanto antes. Y en el otro extremo del espectro político literario está Mark Twain (Samuel Clemens) que, en el comienzo de su novela Pudding Head Wilson16, describe el mismo escenario de Gone With the Wind con un juego de lenguaje francamente impresionante en el que pinta una apariencia perfecta que esconde un fondo sombrío, secreto y espantoso. El tono pastel que tapa un espanto terrible. El debate sobre la esclavitud está inscripto también en las obras del canon literario de ese siglo aunque no se las analice en este libro.
En cuanto a las otras estrategias de resistencia negra en tiempos de la esclavitud (borradas en los relatos pro esclavistas) Zinn describe, por ejemplo, la huida y la falta de colaboración en el trabajo (práctica ligada al estereotipo de los negros como haraganes). Esas estrategias, que las obras que se estudian en la primera sección del libro ponen de relieve, parten de una comprensión profunda de la humillación en la que la esclavitud sumerge a los que domina cuando los convierte en un cuerpo que hace lo que desea el amo, un cuerpo sin mente ni deseos propios. Hay que resistirse a esa “muerte en vida” y los caminos van desde el asesinato (centro de Beloved, la novela de Toni Morrison) hasta la huida, pasando por el suicidio. De eso trata sobre todo el género literario de la slave narrative, compuesto por narraciones autobiográficas de la vida de esclavos fugitivos, publicadas en el Norte. Para ser posibles, esas narraciones dependen de la huida misma ya que se producen en libertad, cuando ser esclavo queda en el pasado. Todas dan cuenta de la forma en que la comunidad negra se resistió a la esclavitud, creando, por ejemplo, protocolos de fuga en redes como el “Tren Subterráneo” (Underground Railroad).
En este libro, que analiza textos (escritos, orales y cinematográficos) producidos en los siglos XX y XXI, se comienza con el análisis de una serie de grabaciones de “historia oral”, grabaciones tomadas durante el gobierno de Franklin Delano Rooselvelt a negros que habían sido adolescentes en el momento de la Emancipación y que, por lo tanto, recordaban la esclavitud sureña y también la abolición. El análisis de ese material no puede ser literario (se trata de textos “orales”) pero relaciona los recursos, las tendencias y las formas de esos discursos con la literatura africano estadounidense de la contemporaneidad, relación que tiene mucho sentido porque esa literatura está profundametne ligada a la tradición cultural oral (música incluida) de quienes sufrieron la Institución Sureña.
Como dice el título del capítulo de Zinn y aclara también Eric Sundquist en su artículo17, la esclavitud no se vivió en sumisión, como pretenden la historia oficial y la literatura blanca pro esclavista: al contrario, existieron diversos mecanismos de rebelión, paralelos pero no iguales a los que surgieron en otras partes del continente americano (desde la revolución en Haití, esencial para la historia negra en América en general hasta los quilombos brasileños). Y, por otra parte, la segunda parte del título del capítulo de La otra historia de los Estados Unidos, según Zinn, la Emancipación no significó libertad verdadera para los descendientes de africanos esclavizados. La razón es que esa Emancipación no se dio como fruto de una revuelta al estilo Haití sino como una concesión política controlada por las elites políticas blancas del Norte, que, en lugar de entregar tierras a los negros y compensarlos por cuatrocientos años de esclavitud, los “liberaron” sin darles una forma en introducirse en el sistema capitalista. De ahí proviene lo que los autores del siglo XX llaman “neoesclavitud”, un sistema basado en la dominación económica.
Las secuelas de la esclavitud provienen de esa “no libertad”. Y las resistencias que combaten esas secuelas (agrupables alrededor del funcionamiento del “racismo” en la sociedad estadounidense) incluyen la narración de historias tanto literarias como cinematográficas, que en este contexto son gestos políticos y parte de la lucha.
Hasta el momento, Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura 1993, escribió dos novelas que transcurren en tiempos de la Institución Sureña. Como “gestos políticos”, responden a dos objetivos claros: en primer lugar, contar la historia desde un punto de vista negro (no blanco), como pedía Langston Hughes en su famoso poema (“But someday somebody’ll/ Stand up and talk about me,/ And write about me–/ Black and beautiful./ And sing about me,/And put on plays about me!//I reckon it’ll be / Me myself!”18); y en segundo lugar, escribir sobre lo que Jackson llama “neoesclavitud”, es decir la situación y condición de los negros en el momento de la producción de las novelas, el presente de la escritura.
De esa doble función parte Childs en su artículo sobre Beloved, centrado en el episodio en el que Paul D va a parar a la cárcel. Para Childs, Morrison aplica allí una acronología intencional: describe un tipo de institución carcelaria que se dio mucho más adelante en la historia y lo hace para introducir en su narración el presente de los negros. Esa intención también es clara en el hecho de que el libro (tomado cronológicamente) no termina en 1865 sino diez años más adelante, como para dejar bien en claro que la situación no varió tan profundamente después de la abolición… Exactamente la misma operación puede leerse en A Mercy19, que Morrison dedica a los comienzos de la esclavitud y que plantea otro tipo de problemas y situaciones, también ligados al presente.
En cuanto a las formas nuevas de la esclavitud en la contemporaneidad, el análisis de este libro empieza por el concepto de “neoesclavitud”, desarrollado por George Jackson en su libro carcelario, profundamente ligado a las expresiones literarias de las slave narratives. Aunque este libro no estudia ese género (que pertenece al siglo XIX), es importante reconocerlo como antecedente de la literatura contemporánea sobre el tema. La metáfora de la “muerte en vida” aparece por primera vez en ese género y reaparece en el siglo XX.
Jackson afirma que los negros de su país viven muy lejos de lo que les prometía la Emancipación, que están marcados para la cárcel y la muerte desde el nacimiento solamente por ser negros. Él cae preso por un robo minúsculo y nunca consigue salir de la cárcel. “Vive” ahí desde los dieciocho a los treinta y tres años, cuando muere asesinado sin haber vuelto a pisar las calles. Como los personajes de Morrison y muchos autores de slave narratives, llama a esa vida “muerte en vida”. Desde esa situación en la que está “muerto” y también vivo, escribe cartas a su familia y a otros líderes de la lucha de ese tiempo, como Angela Davies, y es en esas cartas que define la “neoesclavitud”, mientras se convierte en líder de las Panteras Negras, en un camino paralelo al de Malcolm X, cuya transformación se cuenta en The Autobiography of Malcolm X de Alex Haley20.
La cárcel y la escuela, que Jackson considera paralelas e iguales están, así, directamente ligadas a las slave narratives, que son antecedentes de todas las obras negras de los autores que se estudian en este libro. Los estudios literarios se interesaron por el género hace poco. Antes se las consideraba solamente fuentes históricas. Uno de los críticos que inauguró este nuevo criterio fue Eric Sundquist, que las definió como el primer género literario estadounidense no copiado de Europa21. Los gustos de la época definían los tópicos del género, y exigían, por ejemplo, la aparición del látigo en escenas de morbo y voyerismo. Esa aparición sigue siendo permanente en todos los productos culturales (buenos o no) que tratan el tema, desde los que perpetúan la historia oficial como Twelve Years a Slave22 como los que hacen una crítica aguda y feroz a la institución y consideran la rebelión negra como esencial; por ejemplo Django Unchained23 de Quentin Tarantino.
La mayor innovación de las slave narratives, el centro de su importancia, es que describen la situación del esclavo desde el punto de vista del esclavo mismo, como pide el poema de Hughes, aunque por razones históricas lo hacen en un inglés muy poco negro, el único que permitían los editores blancos. Así, la representación de la esclavitud en estos textos es muy diferente de la que puede hacer, por ejemplo, una mujer norteña y blanca como Harriet Beecher Stowe en Uncle Tom’s Cabin24, pero al mismo tiempo, las memorias de esclavos están muy marcadas por lo que los editores desean y no desean decir y por el uso político que se les va a dar en la lucha por la abolición.
Después de la Guerra Civil, como dice George Jackson, la Institución Sureña cambió de forma y se convirtió en “neoesclavitud” además de expandirse a todo el país. Las instituciones que la perpetúan son muchas y muy variadas. Los artículos que completan la sección que comienza con el análisis de las cartas de Jackson toman, en primer lugar la obra de Langston Hughes, líder del Renacimiento de Harlem, primer gran movimiento literario negro en el siglo XX. Se analizan aquí los poemas en los que Hughes describe el linchamiento, esa forma ritual y violentísima en que se asesinaba a los jóvenes negros sureños que luchaban contra la neoesclavitud para “mantener en su lugar” a toda la población negra. Los poemas exploran esa forma de represión aceptada por las autoridades blancas, podría decirse que casi institucionalizada tanto que se convirtió en parte de una justicia por mano propia en el Sur.
El análisis continúa con Alice Walker que aporta una mirada femenina y feminista en The Color Purple, novela en la que la institución acusada es, sobre todo, la familia. En esta novela (epistolar, como el libro de Jackson), el centro es la mujer negra, obligada a ser lo que no es no solo por los blancos sino también por los hombres de su propio grupo, los hombres negros. Esa doble dominación es insoportable y Walker cuenta como, desde la “muerte en vida” de su matrimonio, la protagonista, Célie, reconstruye una identidad propia y se auto define en lugar de permitir que la definan desde fuera los modelos de familia de los hombres.
La sección sobre neoesclavitud analiza también dos autores contemporáneos que se ocupan sobre todo de colonización y neocolonización. Y ese tema une a esta sección con la siguiente, I. b, y causa otro problema clasificatorio. El colonialismo y sus nuevas formas están ligados profundamente a la esclavitud y la neoesclavitud. Es difícil separar un tema de otro. Pero los tiempos de la neoesclavitud también tocaron las relaciones de los WASP con otros grupos raciales, étnicos y culturales, como los amerindios.
En el primero de estos análisis, Lorraine Hansberry, la gran dramaturga negra de mediados del siglo XX, toma como tema el colonialismo europeo en África en una obra impresionante, Les Blancs25, titulada así porque está pensada como respuesta a la obra teatral de Jean Genet, Les Negres26. Nuevamente, como pedía Hughes en su poema, Hansberry recupera la voz negra para contar la historia del continente de origen de su comunidad y reescribir la interpretación francesa. Es un intento importante porque África es el centro del mundo para los africano estadounidenses, es la mitad de su identidad doble y la esclavización fue parte de la colonización. El mismo tema toma Bárbara Kingsolver en The Poisonwood Bible (La Biblia envenenada)27, que aquí se coloca en la sección de instituciones educativas porque se refiere al adoctrinamiento religioso, a las “misiones” en África.
El último capítulo de esta sección, estudia la representación del neocolonialismo y la neoesclavitud dentro del género de la llamada “ciencia ficción” (sería mejor llamarla “ficción de la ciencia” pero la mala traducción se impuso hace muchos años y es difícil de rechazar); específicamente, se analizan nuevas formas posibles de instituciones totales en las obras de Ursula K. Le Guin y Lois McMasters Bujold, dos autoras que trasladan este tema a un supuesto futuro de viajes intergalácticos.
Neocolonialismo e instituciones educativas
La sección I.b, está dedicada a las instituciones educativas como la escuela y la universidad, tomadas como armas de colonización cultural. Por las razones históricas que se han descripto más arriba, dentro de los Estados Unidos, los grupos amerindios son los que sufrieron con mayor crudeza el intento de totalización de estas instituciones en particular. La sección empieza con un análisis de la novela The Plague of Doves de Louise Erdrich28, dedicada al colonialismo en general, más que a la escuela. Aquí es necesario aclarar que los representantes de las comunidades amerindias suelen afirmar que para ellos, no hay “neocolonialismo” o “poscolonialismo”, porque para ellos, el colonialismo no terminó nunca, nunca hubo una verdadera independencia: la tierra sigue ocupada29
En la novela de Erdrich, el colonialismo se aplica a través de instituciones totales como la justicia y la policía; y de costumbres como el linchamiento (aunque ya no el linchamiento sureño antinegro sino otro tipo de rito, más semejante al linchamiento del Oeste). En esta novela en particular, se toca particularmente la temática del colonialismo blanco cuando se describe el viaje de varios colonos blancos hacia el Oeste como parte del Destino Manifiesto estadounidense, es decir llevar la frontera de un océano a otro. Erdrich intenta contar una historia –la de la “conquista del Oeste”– desde un punto de vista amerindio: nuevamente, la literatura aparece como parte del deseo de contarse a uno mismo y rechazar las definiciones de otros..
El segundo capítulo de esta sección toma la cuestión de la “escuela” en poemas de Simon Ortiz, Louise Erdrich, Jo Whitehorse Cochrane y Janet Campbell Hale, autores amerindios de diferentes tribus. Estos textos tocan la “escuela” desde distintas perspectivas: en los poemas se puede encontrar desde una crítica a la implantación del secuestro organizado de los hijos de las tribus para depositarlos en escuelas de pupilos diseñadas para alejar de ellos toda “indianidad” hasta la forma en que esa “indianidad” robada vuelve siempre desde la sangre en gestos de identidad y actos de resistencia, de los cuales forma parte la creación literaria.
El análisis de la escuela como institución total es particularmente importante para la formación de futuros docentes o profesores, que suelen no tener en cuenta 30 con la visión positiva de Susan Power, que cuenta la resistencia en instituciones terciarias en los cuentos de Roofwalker31.
En Evil Corn, la “universidad” es otro lugar de “muertos en vida”, zombies destructivos; un mundo en el que el protagonista de los poemas en prosa que componen el libro ve morir a todos los suyos, incluida la Madre Tierra a la que la universidad destruye con agroquímicos y semillas transgénicas. En Roofwalker, en cambio, se relatan los actos de resistencia de individuos amerindios que terminan colonizando a la institución colonizadora universitaria en una serie de actos de apropiación inversa que son pura vida y que muestran el camino a seguir frente a la totalización: un camino en el que la literatura, el arte y la apropiación del “lenguaje del enemigo” (ya que la escuela ha eliminado o borrado el propio) son parte de la lucha.
La sección termina con el análisis de una novela que trata el tema de las misiones europeas (religiosas) en África y que, como ya se dijo, también podría ubicarse en la sección de colonialismo . Decidí colocarla aquí porque lo que me interesa destacar de The Poisonwood Bible es la idea del sermón como institución total32. La novela de Bárbara Kingsolver toma una cuestión de género (el dominio del padre pastor sobre su esposa y sus cuatro hijas, a quienes arrastra a África) pero en realidad, en el centro de su poder como “maestro”, está el neocolonialismo europeo del cual él es y quier ser instrumento. La relación que las hermanas y la madre tienen con África las marca para siempre y les da un lugar en la estructura de la novela. Esa relación va cambiando con el tiempo. En cambio, el padre, el pastor, permanece incólumne. Vino a enseñar, no a aprender. En un contexto del siglo xx, Kingsolver relata la forma en que las naciones europeas trasladan su cultura a todas las geografías del mundo y pretenden que los habitantes originarios de esos lugares las adopten sin cambiarlas, de buen grado, y abandonen las propias. Ese aspecto inamovible y absurdo de la colonización es el que tratan de imponer todas las instituciones totales cuyo objetivo es “enseñar”.
Cine
En los siglos XX y XXI, el cine ha sido uno de los instrumentos de neocolonización cultural de los Estados Unidos y el país es perfectamente consciente de eso. Por eso, el Estado hace lobby para imponerlo en el mundo, pone dinero para que la bandera aparezca en las películas y apoya la industria de Hollywood: porque así se van imponiendo en el resto del mundo las culturas estadounidenses, sobre todo la cultura mainstream, la WASP, que es también la más poderosa. El cine de Hollywood defiende constantemente las instituciones totales de esa cultura y las presenta como necesarias y positivas. En la vereda opuesta, el cine independiente estudia la forma en que esas instituciones formatean, destruyen y cambian a los individuos, y cuenta los actos de resistencia que esos individuos se atreven a llevar a cabo contra ellas.
La institución total que aparece con mayor asiduidad en el cine de acción hollywoodense, tanto mainstream como independiente, es una que no se representa en las obras de la sección literaria de este libro: la corporación. Tal vez por la tendencia más o menos progresista de Hollywood, en general la corporación aparece como un pulpo malvado al que los protagonistas (hombres comunes y superhéroes) combaten con menores recursos, mayor debilidad y mucho heroísmo. La “corporación” está presente en cientos de tramas más o menos tradicionales y repetidas y en muchísimas películas como (la lista es incompleta, fabricada al correr de la pluma) Jurassic Park, Blade Runner, Avatar, muchas de las de superhéroes como la primera serie de películas de Spider Man, etc.33 Esto no implica que no haya también géneros cinematográficos enteros dedicados a instituciones como la “ley”, la policía, la escuela y la universidad, el ejército, las agencias de inteligencia, el Pentágono, los gobiernos federal y estatales, etc.
Las películas que se analizan en los capítulos 13 a 16 pertenecen al cine más o menos mainstream34, con directores conocidos, algunos de renombre y otros no tanto, y una producción cara y muy cuidada. El capítulo 12, en cambio, hace una comparación del funcionamiento del “final feliz” en ese tipo de cine por un lado y por otro en el cine de minorías (con director o control de grupos minotarios). Spike Lee fue uno de estos directores al comienzo de su carrera, cuando filmaba películas sobre la vida de la comunidad negra en su país; junto con directores amerindios como Chris Eyre. El último capítulo analiza la forma en que Spike Lee planteó la encrucijada de los Estados Unidos después de la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, cuando ya era un director reconocido y con poder en Hollywood y podía encabezar una producción grande, en la que se invirtió mucho dinero.
En un análisis más detallado, empecemos por la comparación del “final feliz” entre cine mainstream y de minorías del capítulo 12, central para esta sección en particular. En esa comparación aparecen temas relacionados con las instituciones adyacentes a la “justicia” (cortes, cárceles, policía) y, en el caso particular de una película de Hollywood dedicada a temática amerindia, también la corporación en su aparición más dañina: la que se relaciona con el racismo ambiental y el ataque a las tierras de las reservaciones, declaradas “zona de sacrificio”. El capítulo deja en claro que la visión del mundo de los grupos sociales más alejados del poder cambia no solo las tramas y los planteos sino también los recursos y las estructuras narrativas de productos culturales como el cine (o la literatura). Es decir, en todo producto cultural, cine incluido, hay “visiones del mundo” y esas visiones pesan35.
En el capítulo 13, se hace un análisis de las películas animadas de Disney en el período anterior a la unión con Pixar, momento en que hubo un notable cambio en los modelos sociales que esas películas reflejan. Así, se ve cómo, en el cine dedicado a los chicos de esos años, la descripción de la sociedad puede leerse como un síntoma de aquello que está aceptado a nivel de la clase media, el público masivo del cine: los planteos son siempre más conservadores que en el cine independiente y el cine para adultos. El análisis de las instituciones totales en películas como The Lion King, Aladdin, Beauty and the Beast, The Hunchback of Notre Dame36 es también una clara indicación de la forma en que el cine es consciente de que transmite cultura y tiene en cuenta al público al que va dirigido.
Los análisis de los capítulos que van del 14 al 16 toman diferentes ejemplos de historias de resistencia tal como se las representa en obras de directores de culto como Jim Jarmusch, Ang Lee y los hermanos Coen, cada uno dentro de su estética y sus intereses. En el caso de Jarmusch, se analizan dos películas cuya temática tiene que ver con los dos grupos sociales minoritarios que se analizan en este libro, negros y amerindios, pero desde una perspectiva diferente, que muestra también el creciente multiculturalismo de la cultura estadounidense tomada en general.
En el caso de Ang Lee, se compara la forma en que la película de ese director refleja a la familia como institución total violenta, con lo cual volvemos al tema de género que se vio antes en el análisis de la obra de Alice Walker. Tanto la película de Lee como la siguiente, de los hermanos Coen, tienen al western como género de origen y eso es particularmente interesante en películas que se atreven a desviarse de las ideas principales de ese género, que es el centro del mito de la cultura WASP.
En el capítulo 17, el último, se hace un análisis de 25th Hour37, película en la que Spike Lee plantea una gran metáfora narrativa de su país después de la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre. Se trata de una visión en la que el personaje que representa al país toma el peor de los caminos posibles: decide encerrarse en la institución total paradigmática, la cárcel, en lugar de optar por una solución alternativa, rebelde, que lo llevaría de nuevo a los mejores sueños de la nación. Además de la cárcel, aparecen aquí la escuela, la universidad, la bolsa y las corporaciones, y por supuesto, el dinero y la ambición en general.
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Los escritores que se analizan en la sección I escriben una literatura política que analiza constantemente las relaciones de ciertos grupos minoritarios (negros y amerindios por un lado, mujeres por otro) con las instituciones totales de la “esclavitud” y la “neoesclavitud”, el “colonialismo” y el “neocolonialismo”: la escuela, la universidad, la policía, la justicia, la cárcel. Lo que gritan todos estos textos es que no es verdad que se haya llegado al “post racismo”, como bien lo demuestra en estos días el resultado de la elección presidencial. La literatura, como tantos otros campos de las artes, es testigo de la permanencia de las relaciones desparejas entre grupos diferentes y de la necesidad de contar la historia propia y no dejarse definir por otros si se desea mantener la diversidad cultural, muy atacada por la globalización.
En la sección de cine, se toman películas cuyas intenciones políticas son evidentes y claras por un lado y por otro, se trata de mostrar la forma en que las películas “mainstream” ocultan el carácter político de lo que cuentan. En todos los casos, transcurran o no en el presente, el cine cuenta historias que terminan comentando la situación contemporánea y que utilizan cualquier momento histórico anterior para hablar de ella y buscar caminos y soluciones a las crisis políticas, humanitarias y sobre todo culturales de ese momento, o por el contrario, apoyar la situación naturalizándola o negándola.
Todas estas visiones del momento contemporáneo muestran la lucha entre la tendencia cada vez mayor a la homogeneización cultural, apoyada por las instituciones totales, por un lado y por otro, los muchos intentos de resistencia que provienen de grupos con poco poder, colonizados por las culturas de origen europeo.