Читать книгу El dragón. De lo imaginado a lo real - Nadia Mariana Consiglieri - Страница 10

Introducción

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El tópico de los animales en la Edad Media ha despertado un gran interés en la historiografía actual. No obstante, durante mucho tiempo éstos fueron considerados un tema de estudio subsidiario3. A pesar de ello, su notable relevancia en la cultura medieval se hizo evidente gracias a las constantes representaciones literarias y visuales, así como a su protagonismo en innumerables prácticas y códigos sociales4. En el Medioevo, el universo de los animales conformó complejas constelaciones materiales y simbólicas, las cuales adquirieron diferentes alcances al ser tamizadas por el pensamiento cristiano5. Las variadas “historias” de los animales, sus roles y su participación en la construcción de la historia de los hombres y mujeres del pasado demostraron contener una inmensa relevancia6. Debido a esto, resulta imposible concebir las diversas manifestaciones faunísticas sin tener en cuenta las relaciones entre los animales y los humanos, y la detentación de poder que estos últimos siempre han buscado aplicar sobre la naturaleza y sus criaturas7. Ese versátil límite entre lo domesticado y lo salvaje determinó la construcción de diferentes gradaciones relacionales entre ambos grupos de vivientes.

Desde la idiosincrasia medieval, tanto los animales como el hombre fueron fruto de la creación divina, aunque los primeros se caracterizaran por sus actos instintivos y su falta de raciocino y conciencia. Así, según sus disímiles niveles de bestialidad, las variadas especies animales fueron relacionadas desde la doctrina cristiana con lo divino o lo demoníaco. Dentro del extenso repertorio de sus menciones y representaciones, diversas tipologías de libros medievales manifiestan su rica y amplia aparición8.

Las imágenes ubicadas dentro de los códices en tanto objetos trasladables y manipulables, adquirieron cada vez más preponderancia en sus diversos roles discursivos partiendo de las esferas monásticas y religiosas9. En ellas, las representaciones animalísticas experimentaron igualmente variados desarrollos. La literatura creada y consumida por los clérigos fue la que impulsó en el contexto cristiano medieval, nuevas visiones sobre el universo animal, al ir más allá de sus aspectos utilitarios cotidianos y adjudicar a los especímenes significados morales y espirituales diversos10. Por lo tanto, las múltiples manifestaciones plásticas centrales y marginales de animalia en manuscritos iluminados testifican la construcción progresiva de discursos visuales y su valor rotundo en la labor doctrinal11. Dependiendo de los diferentes géneros codicológicos, los animales representados encarnaron sentidos y funciones muy disímiles al interior de los libros. Las heterogéneas manifestaciones gráficas y pictóricas de criaturas zoomorfas envolvieron una valorización constante de su naturaleza, apariencia física, hábitos, costumbres y comportamiento en clave cristiana. Por consiguiente, los animales revistieron un permanente interés en la cultura letrada medieval ya sea por su utilidad simbólica, alegórica, pedagógica como persuasiva en el ámbito de la lectio en incluso de la liturgia.

Dentro de los contextos monásticos de confección y consumo de códices doctrinales, la figura del dragón en sus variables e hibridaciones diversas invistió una aparición recurrente en sus representaciones bidimensionales entre los siglos XII y XIII del Occidente medieval. Considerada esencialmente como una criatura maligna, diabólica y portadora de pecado, la imagen dragontina románica logró tener un fuerte peso en la cultura visual medieval de esa época. Su difusión fue acompañada por la importante expansión de una nueva tendencia estilística en iluminación de códices que se propagó por los scriptoria de toda Europa, llegando incluso al territorio ibérico. Este estilo de corte internacional, denominado “The Channel Style” o Estilo 1200, sustentado en una combinación de fórmulas clásicas y bizantinistas, permitió forjar diseños dragontinos cada vez más efectivos e impactantes a nivel visual. De la mano del género de los bestiarios y de sus extensas clasificaciones animalísticas, así como de una nueva perspectiva más aristotélica y empírica sobre la naturaleza y sus seres, los dragones representados en diversos códices consiguieron marcar una fuerte impronta visual e identitaria en el ámbito hispanocristiano. En este sentido, una enorme cantidad de dragones fue plasmada tanto en miniaturas centrales como en letras capitales y diversas tipologías de marginalia, destacándose por sobre otros animales de la zoología sagrada medieval. Sus cuerpos estilizados y de formas dúctiles consiguieron adaptarse a los diferentes formatos y espacios gráficos de los folios, mientras que sus semblantes monstruosos y feroces generaron una importante cuota de atractivo visual. De esta manera, los miniaturistas optaron por representar dragones con mayor asiduidad y les otorgaron diversos protagonismos en los folios. Las estructuras, formas y posturas corporales de estas cautivadoras criaturas fueron ideadas en plena relación con sus usos y funciones al interior de los códices que recibirían las atentas miradas de los monjes lectores.


El objetivo principal de esta investigación consiste entonces en abrir un amplio camino de debate y análisis sobre las diferentes funciones simbólicas y prácticas del dragón en las miniaturas de códices confeccionados en monasterios hispanocristianos entre el siglo XII e inicios del XIII. Identificar las fundamentales filiaciones y alteraciones de la figura dragontina en el marco de sus diversas tradiciones y tendencias representativas ha resultado una meta continua, así como también reconocer sus variables semblantes experimentados durante ese periodo en los scriptoria ibéricos correspondientes a Castilla, León, Navarra y los condados catalanes. En este sentido, este trabajo se sustenta en indagar los procesos de construcción de la imagen dragontina en el contexto de la progresiva consolidación del románico hispánico y del Estilo 1200, partiendo de una exploración sobre las diversas manifestaciones bidimensionales del dragón en un corpus librario conformado por diferentes géneros codicológicos tales como Beatos, Biblias, Leccionarios, Sacramentarios, Martirologios, Antifonarios, Historias y Vidas de santos, entre otros. Es en este rico, vasto y heterogéneo conjunto de manuscritos iluminados hispánicos donde residen las diversas intenciones discursivas por las que este animal imaginado fue representado con una marcada insistencia. Los dragones diseñados por los miniaturistas merecen, por lo tanto, un examen crítico en torno al tratamiento de sus configuraciones y a sus múltiples funciones dentro de cada folio y del libro en sí mismo. De esta manera, esta obra propone ahondar sobre los diversos roles de los seres dragontinos en la mise en page de los manuscritos: sus modos de aparición, sus ubicaciones centrales o marginales, sus jerarquías representativas y simbólicas, y sus perspectivas de acción en el marco de las actividades de lectura y consumo de los códices. Así, el presente libro pretende brindar un estudio profundo sobre el impacto que logró tener la imagen dragontina en la cultura libraria monástica y sus repercusiones en la cultura visual general de los reinos hispanocristianos, considerando también su manifestación en otras materialidades propias de la bidimensión como la pintura mural y la pintura sobre tabla.


En base a estos propósitos, la presente pesquisa se estructura alrededor de un conjunto de hipótesis fundamentales. En primer lugar, buscaré demostrar que el gran desarrollo de la iconografía dragontina en códices miniados de origen monástico procedentes de los reinos hispanocristianos durante el siglo XII e inicios del XIII tuvo una relación directa con el desarrollo del Estilo 1200 y con sus nuevas propuestas formales en materia de iluminación pictórica. En este sentido, el éxito de los diseños dragontinos se sustentó en la gran capacidad de maleabilidad y ductilidad de las formas corpóreas de estas criaturas zoomorfas y misceláneas. Tales características posibilitaron sus extensas y variadas participaciones gráficas en tipologías y géneros codicológicos variados de ese periodo. Una múltiple iconografía dragontina hizo su aparición y trajo consigo un significativo conjunto de funciones y usos destinados a generar una mayor comprensión de los contenidos del texto, al mismo tiempo que una lectura más dinámica y recordable. Así, el orden de lo simbólico junto con el de la praxis lectora se conjugaron en las configuraciones de estos seres. Según las necesidades discursivas que exigía cada tipo de códice, los miniaturistas hicieron uso de diferentes fórmulas y recursos plásticos aplicados a las formas dragontinas con el fin de atraer la mirada y dirigir de manera persuasiva la lectura del texto. Así, la asidua utilización de la iconografía del dragón en las letras capitales y en los márgenes de los folios no implicó una simple aplicación de fórmulas meramente decorativas, sino que, por el contrario, sus formas y diseños cumplieron un rol esencial en la guía y conducción de las prácticas de lectura. Además, los planteos plásticos de las figuras dragontinas ostentan resoluciones más detalladas, contundentes y verosímiles; aspectos que guardan total relación con el coetáneo auge internacional de los bestiarios y con las concepciones de corte aristotélico y empírico sobre la naturaleza que comenzaron a ser revitalizadas en la Plena Edad Media.


Asimismo, el interés por indagar en las representaciones de un tema animalístico tan específico derivó de los avances obtenidos en mi investigación doctoral sobre la fauna apocalíptica en los Beatos12, llevada a cabo en paralelo a mis estudios de máster. Mi paso por una cantidad considerable de archivos y bibliotecas de España, Francia, Portugal, Italia e Inglaterra significó la semilla de nuevas preguntas en torno a ciertas especies animales puntuales y la necesidad de ampliar el espectro de códices iluminados en un estudio particular, yendo más allá del género apocalíptico. El reconocimiento de una representación más atenta y asidua de bestias diversas –entre ellas dragones y leones– en los Beatos de los siglos XII y XIII, me condujo al análisis de este concreto fenómeno en una mayor cantidad y variedad de manuscritos hispánicos. En consecuencia, el recorte espacio-temporal elegido para esta investigación fue seleccionado en base a estas inquietudes y a estos caminos preliminares de búsqueda en los Beatos más tardíos. Al mismo tiempo, la consolidación del románico y el progresivo desarrollo del Estilo 1200 en territorio ibérico implicaron procesos estilísticos que alcanzaron su máximo auge en ese momento histórico, por lo cual, estos aspectos también determinaron el recorte.

Igualmente, el límite temporal al cual llega este estudio (primeras décadas del siglo XIII) responde a dos razones específicas. En primer lugar, a que los Beatos más tardíos que han sobrevivido a nuestros días presentan una datación que no supera el año 1235. En segundo lugar, está relacionado con el hecho de que ya en la segunda mitad del siglo XIII, bajo el transcendental reinado de Alfonso X el Sabio, el panorama en cuanto a producción de libros iluminados y de scriptoria ibéricos experimentó considerables cambios, los cuales resultarían inabarcables para los límites de este trabajo. Cabe destacar que no he incluido en este análisis al Beato de Lorvão (Lisboa, Arquivo Nacional da Torre do Tombo) porque, aunque producido en 1189, procede del Monasterio de San Mammas de Lorvão, lo que hubiese implicado la necesidad de hacer además un estudio comparativo con códices miniados de una importante red de monasterios cistercienses portugueses; situación que hubiese excedido los límites de esta investigación, y que evidentemente requiere de un futuro estudio profundo y específico.

Por otra parte, decidí focalizarme en las problemáticas de las imágenes dragontinas bidimensionales, y especialmente, en el vasto universo de manuscritos iluminados hispánicos, e incluir en esta línea algunas indagaciones sobre otros soportes y materialidades en pintura mural y pintura sobre tabla. Por ello, se excluyen en este trabajo análisis pormenorizados de dragones representados en medios tridimensionales (principalmente escultura), dado que también excedería los parámetros establecidos para esta pesquisa y debido a que una exploración de ese tipo merecería una investigación exhaustiva de la misma importancia. Si bien he realizado algunas menciones a piezas escultóricas y a orfebrería para comparar ciertas cuestiones materiales e iconográficas con nuestro eje de estudio puntual, es decir, las pinturas en los manuscritos, no me he explayado en esta otra interesante rama representativa, dejándola abierta para próximos trabajos e investigaciones.

Asimismo, he procurado incluir la mayor cantidad posible de manuscritos iluminados hispánicos del periodo examinado en donde detecté la presencia de componentes visuales dragontinos recurrentes, y a su vez realicé una deliberada elección de los casos y ejemplos más relevantes dentro los libros seleccionados. Dada la gran extensión del área territorial trabajada considero, sin embargo, la necesidad de volver a relevarla en el futuro y ampliar aun más el corpus de manuscritos a analizar para generar nuevas indagaciones. Tal es así que queda pendiente un estudio derivado, específico y complementario sobre las representaciones dragontinas en los códices pertenecientes al Real Monasterio de Las Huelgas, en Burgos, sitio al que por diferentes motivos no pude acceder directamente en esta ocasión.

En cuanto a las perspectivas teórico-metodológicas utilizadas en este estudio, la iconografía basada en la tradición de Aby Warburg y sus modos de pensar las genealogías de las imágenes en relación con la mitología clásica y con constelaciones culturales, religiosas, sociales y políticas, entre otras, continuó siendo un punto de partida referencial13. Repensar las trayectorias del dragón desde las visualidades antiguas a las medievales en sus diversas vertientes posibilitó entretejer interesantes conexiones entre imágenes pasadas y aquellas presentes en el lenguaje zoomorfo de estos códices. Las revisiones de las últimas décadas en materia de iconografía e iconología –en referencia también a la fuerte tradición historiográfica surgida de las teorías de Erwin Panofsky en la primera mitad del siglo XX14– posibilitaron reajustar sus bases y ofrecer nuevos instrumentos de examen al historiador del arte. En este sentido, han sido de enorme riqueza los aportes de Georges Didi-Huberman en relación a indagar la particular problemática del tiempo en el devenir de las imágenes; cómo opera en su desarrollo y cómo éstas albergan tiempos disímiles superpuestos, siempre plausibles de ser puestos en tensión a nivel material y conceptual atendiendo a las diferencias espacio-temporales históricas15. La imagen es premeditada por el investigador francés, incorporando a las estructuras warburianas elementos freudianos, en su faceta sintomática de procesos culturales diversos16. Las imágenes funcionan como receptáculos dinámicos de temporalidades que trabajan activamente: se invalidan o transforman; son motor de latencias y polaridades alternativas17. Además, la corriente de la Cultura visual y la posición de W.J.T. Mitchell en ella, resultaron una perspectiva muy interesante no sólo en lo que refiere a considerar el vasto universo de visualidades en sus contextos discursivos, de producción y consumo, sino fundamentalmente en involucrar a la imagen en términos de ideología18. El lenguaje de las imágenes es un lenguaje otro, desemejante al textual, cuyas esferas de significación, sus intercambios y negociaciones disímiles, también requieren de una consideración retórica, ideológica, de develamiento de los intereses que están por detrás de sus procesos de acción19. Por lo tanto, estos utillajes teóricos resultaron de gran importancia en el desarrollo del presente trabajo para atender a las interacciones entre lo conceptual y el aparato de imágenes de manera crítica y no unilateral. La compresión de los encadenamientos formales y significativos de las figuras dragontinas, pero al mismo tiempo, de sus transformaciones y quiebres en pos de determinadas operatorias ideológicas y persuasivas en el marco de nuestros dispositivos codicológicos, implicó una labor de indagación constante.

Si hablamos de operatividad visual y de materialidades como cuerpos de las imágenes según los términos de Hans Belting20, las aristas metodológicas basadas en la capacidad agente de las imágenes y en su dimensión antropológica han desempeñado sin lugar a duda un papel fundamental en esta investigación. Es menester considerar que las imágenes medievales tuvieron múltiples círculos y redes de acción en tanto vehículos necesarios para desarrollar diversos usos y ritos21. Implicaron objetos y materialidades22 activos y performativos23 con roles esenciales para la propagación de la doctrina cristiana en el contexto idiosincrático de gestación y consumo de estos manuscritos. Todo ello invita a reflexionar entonces sobre la importancia del poder y los efectos que estas imágenes acapararon en los entornos monásticos de su recepción y consumo, bajo claros propósitos tanto pedagógicos como persuasivos24.

En base a estos lineamientos, los códices en tanto objetos portadores de imágenes bidimensionales implican corporalidades específicas puestas en juego en sus diversos usos monásticos. Este carácter objetual propio de las imágenes medievales con frecuencia determinó el desarrollo de distintos usos y ritos, al ser utilizadas y manipuladas de manera restringida o revelada, para la oración, la lectio monástica o las actividades litúrgicas25. Como ha indicado Jean-Claude Schmitt, las diversas funciones de las imágenes medievales en la cotidianeidad de sus usos posibilitaron que sus contenidos universales se desarrollaran de distinta manera en ámbitos locales26. Así, estas consideraciones en torno a los ámbitos de acción e incidencia de las imágenes, en particular en las prácticas monásticas, han sido igualmente elementos nodales para la presente pesquisa.


El estudio de la figura dragontina en manuscritos iluminados elaborados durante la Plena Edad Media en el contexto ibérico cristiano no cuenta al momento con investigaciones específicas. Si bien algunos primeros trabajos históricos de Manuel Gómez-Moreno27 y catálogos de Jesús Domínguez Bordona28 habían ofrecido una visión general sobre miniaturas de códices hispánicos medievales en relación con otras expresiones artísticas del periodo, éstos no realizaron ningún examen particular sobre las representaciones de dragones configurados en sus folios.

Por otra parte, dentro de la vertiente iconográfica más tradicional no podemos dejar de mencionar los importantes aportes de Jurgis Baltrušaitis, quien en sus estudios sobre seres imaginarios y fauna fantástica medieval incluyó la caracterización de dragones y demonios con alas de murciélagos y crestas dentadas en manifestaciones visuales del siglo XIII tardío29.

En cuanto a trabajos generales sobre manuscritos iluminados hispánicos de ese periodo en los cuales se hizo alternativamente alguna alusión a las figuras de dragones, hallamos algunas obras de gran utilidad y valor escritas hacia la década de 1980. El libro de Antonio Viñayo y Etelvina Fernández sobre los diseños fitomorfos y zoomorfos incorporados a las obras de Santo Martino de León reveló la gran variedad de seres dragontinos ubicados en las letras capitales y en los márgenes de estos códices del área leonesa30. Asimismo, cabe destacar el sustancial catálogo de exposición realizado en Cataluña sobre la temática del dragón medieval dirigido por Lambert Botey y Victoria Cirlot, el cual presenta un amplísimo y completo panorama de las diferentes manifestaciones dragontinas en fuentes textuales e iconográficas medievales, incluyendo la intervención de variados académicos31. Esta obra resulta un precedente fundamental en los estudios sobre el dragón medieval, pues además de ser una importante guía genérica sobre este tópico, sentó las bases para que surja un sinfín de aristas no abordadas y de problemáticas a desarrollar en nuevas investigaciones. Por otro lado, para el área castellano-burgalesa, ha sido de gran valor el trabajo de Sonsoles Herrero González sobre los códices miniados del Real Monasterio de Las Huelgas, en particular por sus minuciosas descripciones sobre los diseños pictóricos de un considerable conjunto de letras capitales, algunas de ellas portantes de dragones en esos manuscritos32.

Ya en la década de 1990, en España, Ignacio Malaxecheverría escribió un importante trabajo sobre la fauna ibérica. En él incluyó un capítulo dedicado al dragón-serpiente incorporando ejemplos a través de diferentes fuentes visuales, como imágenes de algunos seres serpentino-dragontinos procedentes de ciertos Beatos y de los códices de Santo Martino de León, en lo que respecta a parte de nuestro corpus trabajado. Sin embargo, no se detuvo en examinar los usos y funciones de esta iconografía al interior particular de los folios. Su trabajo ofrece un panorama general y rico sobre este tipo de representaciones en variados ejemplos de fuentes textuales y visuales –incluyendo arcos y capiteles– dentro de una extensa franja temporal que abarca del siglo XI al XVI, desarrollando mayormente casos bajomedievales33. Con posterioridad, realizó un compendio de gran cantidad de fuentes animalísticas escritas y visuales, incluyendo material de bestiarios en donde en algunos extractos mencionan de manera ocasional al dragón34.

De igual modo, es menester señalar los relevantes estudios realizados por Miguel Ángel Elvira Barba sobre las características y el desarrollo iconográfico del dragón en Bizancio y en la Edad Media en general35. Sus aportes han permitido conocer aspectos específicos dragontinos en el contexto bizantino y sus formas particulares de representación en diferentes manifestaciones visuales medievales provenientes de Irlanda, Inglaterra, Francia, Italia y España. Además, para la zona leonesa en concreto, la tesis doctoral de Fernando Galván Freile brindó significativa información sobre los manuscritos miniados del siglo XIII confeccionados en esa área. Los tres tomos que la componen aportaron una exhaustiva investigación codicológica e iconográfica general a modo de gran catálogo, apareciendo en algunos casos la alusión a diversas figuras dragontinas36.

No podemos dejar de mencionar, por otra parte, la extensa producción bibliográfica existente en torno a los dragones en las sagas de la Escandinavia medieval y en la literatura anglosajona general del periodo, destacándose el épico dragón custodio de tesoros presente en Beowulf37. En consonancia, dentro de la historiografía anglosajona sobre el dragón en la Antigüedad, Clavert Watkins realizó en los noventa un completo estudio literario filológico sobre el tópico mítico de la matanza del dragón-serpiente en la poesía indoeuropea38. Posteriormente, Daniel Ogden publicó dos obras esenciales sobre el dragón y sus implicancias en la narrativa y las fuentes literarias históricas clásicas y temprano medievales en general. Por un lado, se concentró en el concepto griego de drakōn y en su trasposición latina a draco en tanto gran serpiente protagonista de mitos antiguos grecolatinos, analizando los diferentes modos de interactuar de esta criatura con héroes, dioses e incluso con otros especímenes dragontinos39. Dedicó el Capítulo 11 a examinar el traspaso del tópico de batalla contra el drakōn antiguo a los relatos hagiográficos construidos durante los primeros siglos del cristianismo, que luego derivaron en historias como las de san Patricio o san Jorge, pensándolos como discursos de campaña contra los cultos paganos vinculados a las serpientes40. Su otro libro vuelve sobre estos mismos tópicos, tanto del dragón clásico como del temprano dragón cristiano, incluyendo gran cantidad de extractos de fuentes literarias que revelan la progresiva construcción del tópico de combate y aniquilación del dragón41.

Asimismo, es posible encontrar investigaciones que incluyeron al dragón en el marco general de otros animales de carácter bestial, con el objeto de dirimir determinadas concepciones medievales relativas a los seres deformes y monstruosos. Alixe Bovey, en un estudio particular sobre criaturas grotescas, mencionó en varios ejemplos a los dragones que adoptan posiciones contorsionadas en las letras y que se deslizan en los márgenes al final de los párrafos42. Bovey se concentró en dragones plasmados en bestiarios ingleses de la segunda mitad del siglo XIII y en algunas escenas apocalípticas en donde se desarrolla la lucha entre san Miguel y el dragón en diferentes manuscritos, incluyendo el Beato de Silos43. Resulta interesante su alusión a la presencia de lo grotesco en los márgenes y a la consideración medieval de las formas dragontinas, reptilianas y serpentinas en vínculo con lo deforme y lo monstruoso y, por ende, con lo diabólico, el pecado y la tentación44. Continuando con esta perspectiva, Elizabeth Morrison relacionó a los dragones con los demonios y con las bestias infernales45, a partir del análisis de representaciones en manuscritos franceses e ingleses medievales. La curadora del departamento de manuscritos del J. Paul Getty Museum aludió a la creación de configuraciones muy imaginativas de los seres dragontinos tanto en bestiarios como en el mismo relato bíblico46.

Desde Francia, destaca el trabajo sustancial sobre el motivo específico de San Jorge y el dragón de Georges Didi-Huberman, Ricardo Garbetta y Manuela Morgaine, en el cual se exploran las transformaciones y migraciones de esta iconografía partiendo de obras pictóricas producidas en la Edad Media y en siglos modernos posteriores47. Dentro la historiografía vinculada a la problemática animalística y la zoohistoria medieval hallamos algunos apartados que Michel Pastoureau dedicó al dragón, en el marco de sus estudios generales sobre bestiarios ingleses y franceses, así como en torno a la operatoria de lo simbólico en el Medioevo. En este sentido, definió al dragón como un animal directamente vinculado al mal demoníaco, muy arraigado en la idiosincrasia medieval y frecuente en múltiples representaciones culturales48. Igualmente, expuso las diferentes concepciones e ideas sobre el dragón condensadas en bestiarios franco-anglosajones, sus características físicas, sus hábitos y las diferentes interpretaciones exegéticas y moralizantes sobre su figura, siempre sujetas al mal y al pecado49.

Además, Sara Kuehn dedicó un libro completo a las diferentes manifestaciones culturales y materiales del dragón, aunque centrándose en el área medieval del este de Europa y de Asia central, así como en el universo islámico-medieval50. Igualmente, Sara Arroyo Cuadra, en un artículo académico realizó un interesante estudio mediante un análisis sobre su iconografía en paralelo a la del grifo, observando puntos en común y continuidades, así como discrepancias formales y conceptuales51. Por lo demás, el desarrollo de esta investigación hará mención y cita de otros trabajos que, si bien refieren a los códices trabajados en nuestro corpus, no hacen ningún examen puntual y pormenorizado de su fauna dragontina.

Por todo ello, al no existir al momento ninguna obra exhaustiva ni particular que interrelacione las expresiones pictóricas del dragón con sus funciones en manuscritos hispánicos pertenecientes a la Plena Edad Media, este estudio pretende contribuir a este campo de estudio específico, y al mismo tiempo, ampliar horizontes hacia nuevos debates.


Así, nuestro recorrido por el universo dragontino se desarrollará a través de los tres capítulos que conforman este libro. El primero plantea un condensado panorama de los diferentes scriptoria en donde estos códices fueron producidos dentro del contexto histórico-artístico hispánico del siglo XII y de principios del siglo XIII. Se hace referencia a la situación política y al importante rol de la Iglesia en este periodo, de igual manera que al florecimiento del Estilo 1200 en el momento de mayor apogeo del románico ibérico.

En el segundo capítulo nos adentraremos en indagar los orígenes iconográficos de la figura dragontina desde la Antigüedad hasta la Edad Media; sus tradiciones, sus continuidades y sus cambios graduales. Sumado a ello, se ofrece una disquisición teórica sobre la estructuración de lo dragontino en base a los conceptos de bestialidad e hibridez dentro de la cultura medieval.

Finalmente, el capítulo tercero expone un análisis pormenorizado sobre las diferentes manifestaciones del dragón en los manuscritos iluminados correspondientes al corpus elegido. Se presentan las características fundamentales de cada género codicológico tratado, del mismo modo que las diferentes posibilidades y recursos pictóricos aplicados en sus figuras dragontinas. Tanto las miniaturas centrales, como todo el aparato paratextual (letras capitales y marginalia), son examinados en sus variadas resoluciones plásticas de dragones. Se incluyen, además, algunos ejemplos de imágenes dragontinas en pinturas murales y pinturas sobre tabla elaboradas en ese periodo. Además de mapas históricos georreferenciados y de reproducciones a color de puntuales representaciones, se incluye a lo largo del libro un verdadero catálogo de los esquemas iconográficos correspondientes a las imágenes dragontinas tratadas52.

La puerta al mundo de los dragones en imágenes de la España Plenomedieval está abierta. Sólo resta que las miremos con la misma inteligente curiosidad con la que las observaban seguramente los monjes en sus lecturas y oficios monásticos cotidianos.

El dragón. De lo imaginado a lo real

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