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Si bien el signo distintivo del arte medieval es la producción de imágenes de contenido religioso, creadas a partir de la selección de textos escriturarios y de su intrincada exégesis, es igualmente un hecho notable la existencia de un mundo de fantasía plasmado en la constante presencia de seres inspirados en lo real o producto de la pura imaginación.

El arte medieval nunca renunció a la fantasía en la que se conjugaron la herencia de la antigüedad helenístico/romana, las tradiciones iranias y el mundo celto/germánico con el repertorio surgido de la interpretación de las escrituras, particularmente las referidas a las visiones proféticas y apocalípticas y el valioso aporte de los Bestiarios, síntesis, a su vez, de antiguos legendarios. De este modo, criaturas surgidas del núcleo de la tradición o producto de renovadas interpretaciones tendientes a “cristianizar” un trasfondo que se percibía como peligrosamente pagano, poblaron desde muy temprano espacios centrales y marginales en los diversos soportes posibles: mosaico, pintura mural, miniatura, relieves y esculturas.

Una figura arquetípica del cruce de tradiciones, tanto en su sentido simbólico como en su materialidad, es la de los seres reptilíneos, especialmente el dragón objeto de este estudio. Esta figura, bajo variadas formas, permite recorrer los múltiples vericuetos de origen multi disciplinario que vinculan el oriente con el occidente, las tradiciones indo/iranias con el crisol que significa la cristianización del mundo helenístico romano. El perfil dragontino, unido al de las múltiples criaturas fantásticas creadas a lo largo del tiempo, tanto como motivo aislado o formando parte de escenas complejas, actúa como complemento ornamental de conjuntos iconográficos con los que puede, o no, estar relacionado.

La notoria desvinculación de ciertas figuras con los temas propios de la temática religiosa constituye uno de los aspectos más interesantes y que ha generado gran cantidad de hipótesis que la justifique. El rasgo común de toda indagación es advertir que en un momento determinado y respondiendo a un amplio espectro de condicionantes, las figuras fantásticas adquirieron un carácter preponderante, particularmente en los siglos finales del período medieval.

Para intentar encontrar una explicación del sentido otorgado a ese tipo de representación, hemos de considerar la gran circulación que tuvieron respaldadas por la tradición y por el hecho de que fueron justificadas por el principio agustiniano de que, formando parte de la naturaleza, eran obra de la creación divina. El contenido de los Bestiarios desempeña un papel fundamental en este proceso al proporcionar datos referidos tanto a una fauna real como legendaria. El difundido “Fisiólogo”; cuyo origen se remonta a una recopilación realizada en Bizancio en el siglo II, resulta fundamental por sus descripciones precisas de seres fantásticos tales como el ave fénix, el dragón, el unicornio, la sirena, la salamandra, la mantícora o el basilisco, punto de partida de la interpretación simbólica realizada por los exégetas cristianos. El mundo de lo fantástico, de lo monstruoso, se incorpora a la realidad consagrado por la literatura y las artes.

El mérito del trabajo de Nadia Consiglieri consiste en haber encontrado un tema de investigación que había sido, pese a la gran cantidad de bibliografía producida sobre el tema, relativamente poco tratado: las figuras de animales –reales y fantásticos, desplegadas en los folios de los manuscritos denominados Beatos, obra magnífica de la miniatura hispánica medieval. En esta línea investigativa, el estudio de la simbología dragontina constituye uno de los motivos recurrentes en una amplia cantidad de manuscritos: además de los Beatos, está presente en Biblias, Leccionarios, Sacramentarios, Martirologios, Antifonarios y en la Vida de Santos, testimonio más que definitivo de la importancia concedida a esa imagen. La riqueza de contenidos encerrados en una figura, que sintetiza de manera concluyente el entramado de tradiciones presente en la representación de seres fantásticos explica su presencia en los diversos espacios que la iluminación de los manuscritos ofrece. De este modo se logra elaborar un discurso visual en el que los aspectos simbólicos, alegóricos e incluso pedagógicos, cobran una importancia trascendental. Los códices, por su condición de portabilidad fueron objetos privilegiados para la comunicación a través del espacio y del tiempo y consagraron, en el caso de la imagen, el mensaje simbólico encerrado en la misma.

El dragón, figura que el discurso cristiano vincula con lo diabólico y pecaminoso, demuestra por su persistencia y multiplicidad, el interés por enfatizar el sentido que su forma representa. No es ajeno a la preponderancia de la figura el hecho de que sus formas sinuosas facilitan la adaptación a espacios físicos diversos, tales como márgenes, letras y capitales ornamentadas.

A partir del análisis de un motivo se puede acceder al amplio campo de la situación político-social que posibilitó en la España de los siglos XII y XIII la persistencia de monasterios en los que la iluminación de manuscritos constituyó una tarea justificada por el cumplimiento de las reglas monásticas. La disponibilidad de “scriptoria” dotados de los elementos materiales necesarios para la producción del códice se unió a la existencia local del “Comentario” del Beato de Liébana, tema no solamente asociado a una mentalidad propia de la época, sino también acorde con la situación particular de la península en ese momento crucial de la lucha contra el invasor musulmán. La determinación de un corte temporal en la producción de manuscritos ilustrados en el ámbito hispánico de la Plena Edad Media facilita la indagación acerca de la multiplicación de monasterios en las regiones de Castilla, León, Navarra y los condados catalanes, ya en una época en la que la afirmación del poder de esos reinos cristianos facilitaba no solamente la situación propicia para la elaboración de códices, sino que también favorecía la circulación de los mismos.

Un recorrido por los temas abordados demuestra hasta qué punto la indagación sobre un tipo de representación iconográfica, acotada a un espacio y un tiempo, se presenta adecuada para profundizar en aspectos que van desde la tradición hasta la reelaboración de los múltiples contenidos simbólicos que la imagen encierra.

Ofelia Manzi

El dragón. De lo imaginado a lo real

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