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La historia de las emociones

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Este estudio, al rescatar las palabras de injuria y de queja, pone en evidencia la estrecha relación entre el lenguaje y las emociones, razón por la que debemos también contemplar con atención el trabajo que ha estado haciendo otra disciplina naciente, la historia de las emociones, a la que nos referiremos en particular en el segundo capítulo. Es muy curioso que, aunque la historia de las emociones nació en parte como crítica a los extremismos en que cayó el linguistic turn, hoy podemos constatar una posibilidad de aproximación entre la historia cultural del lenguaje y la que podríamos llamar historia cultural del lenguaje de las emociones producto del affective turn.

Las emociones pueden estudiarse desde la disciplina histórica en la medida en que se ha mostrado que existían sistemas emocionales diferentes para las diversas dimensiones espacio-temporales. La necesidad de historizar las emociones en la historiografía contemporánea parte de Jacob Burckhardt, Johan Huizinga y Lucien Febvre, pero ellos han formado parte de un conjunto de académicos que desde diversas disciplinas humanísticas han empezado a dar importancia a los sentimientos como un objeto de estudio. En ese recorrido destacan las investigaciones de Wilhelm Dilthey, Marcel Mauss, Norbert Elias, Clifford Geertz, Élisabeth Badinter, Peter y Carol Stearns, Jan Plamper, William Reddy o Barbara Rosenwein, entre otros.80 No obstante, hasta el presente, esta disciplina aún no se ha afirmado ni ha llegado a un acuerdo metodológico sobre cómo abordar históricamente las emociones, sentimientos o sensibilidades, que a su vez no significan exactamente lo mismo. A pesar de esta problemática irresuelta, trataremos de cartografiar la forma de las emociones que emergen del lenguaje violento implícito al uso de pasquines, expresiones de injuria y manifestaciones simbólicas de burla y de disenso. Este mundo de las emociones que, debemos ser conscientes, operan en un plano no lingüístico81 aunque se expresan a través de las palabras o de los símbolos.

En la reciente historiografía colombiana Margarita Garrido ha señalado una importante conexión entre los sentimientos morales y la cultura política del siglo XVIII en los andes centrales. Sentimientos como la indignación, el resentimiento, la venganza y la solidaridad aparecen cuando cierto tipo de valores superiores y considerados sagrados y justos se ven afectados y llegan a intervenir en las decisiones políticas de los individuos, en sus alineaciones y lealtades y en las relaciones entre gobernantes y gobernados, especialmente en lo que respecta a la obediencia y al desacato. El estudio se centra en particular en la relación existente entre el reconocimiento —derivado del peso dado al honor y a la jerarquización social— y los sentimientos morales, analizando las consecuencias de la presencia o ausencia de reconocimiento, la cual podía causar gratitud, resentimiento o indignación dependiendo de la situación.82

Sebastián de Covarrubias definía al sentimiento como el “acto de sentir”83 y algunas veces como “demostración de descontento”.84 Esta segunda definición podría venirnos bien a los objetivos inmediatos de nuestro estudio. También sería sensato dejarnos guiar por la idea de Monique Scheer de las “prácticas emocionales”, es decir, la comprensión de las emociones como prácticas, o los usos prácticos de las emociones en diversas situaciones sociales.85 Ella afirma que, si bien las emociones son parte de una gramática, no todos los seres dentro de un mismo grupo o sociedad se expresan de idéntica forma. Existe también la posibilidad de romper con los patrones culturales impuestos, es decir, con las reacciones esperadas frente a circunstancias y situaciones específicas.86

Sobre estos aspectos trataremos concretamente en el capítulo 2 sobre los enemigos capitales y en el capítulo 9 sobre los crímenes de pasión, pero ellos emergen también de forma incisiva en las comunicaciones escritas a las altas autoridades y en cada uno de los procesos surgidos por la publicación de libelos que recorren todas las páginas de este libro. Las primeras investigaciones amplias87 sobre el último tema mencionado son de Henri D’Almeras (1907),88 Hector Fleischmann (1908)89 y Raoul Vèze (1911).90 En la década de 1940 aparecen otros trabajos como los del portugués Gastao Mello de Mattos (1946)91 y el del español José María Jover (1949).92 A mediados de las décadas de 1960 y 1970, los impulsores de la nueva historia social y de la nueva historia cultural se ocuparán en algún momento del estudio de escrituras dirigidas a influenciar a la opinión pública.93

Pasquines, cartas y enemigos

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