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SUAVEMENTE

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Hurgueteo en el dormitorio que solía ser de mi mamá. Mi abuela mantiene todo en su lugar y esa habitación no es la excepción. Si bien dormí ahí muchas veces, nunca sentí curiosidad por lo que guardaba.

Las paredes son de un color verde agua y están decoradas con unos cuantos posters de bandas de los ‘80 y frases escritas por mi mamá cuando era adolescente. Una de ellas dice «Quiero que me trates suavemente».

¡Qué frágiles podemos llegar a ser! Tratar suavemente, con delicadeza, tener cuidado al momento de hablar o decir lo que pensamos. Tal vez si pusiéramos en práctica eso de tratar suavemente habría menos violencia. Tal vez…

Mi abuela Lela me llama desde algún lugar de la casa. Estoy acostumbrado a no hacer caso a los llamados a la primera, es una costumbre que también tenemos con mamá. El cuarto llamado es el que vale, siempre y cuando los anteriores no estén acompañados de un ayuda o auxilio.

―¡Lean! ―Segundo llamado. Sigo revisando el ropero de mamá.

Encuentro una caja que me llama mucho la atención.

―¡Lean! ―Tercer llamado. Debería ver qué pasa.

―Lean, ya está la comida. ―Se asoma por la puerta, tomándome por sorpresa―. Con razón estabas tan callado ―dice con un tono pícaro al ver lo que estoy haciendo.

―Perdón... ―Me resulta extraño escuchar mi propia voz. Nunca fui de muchas palabras y desde lo que pasó casi no digo nada.

―No pasa nada. ―Hace una pausa y se queda observándome―. La podés abrir si querés, hay fotos de tu mamá y algún que otro casete. ―Lanza una sonrisa y le respondo con otra, una muy pequeña. Al menos todavía puedo sonreír.

Me quedo mirando lo que hay dentro de la caja un poco más: varias fotos, cartas de sus amigas y amigos, algunas postales... Seguiría, pero la verdad es que tengo hambre.

Mi abuela me espera con milanesas de pollo, mi comida favorita, con mucho limón y mayonesa. Me gusta estar con ella, me entiende. No trata de hacer que hable, no me llena de preguntas. Ella simplemente pasa a mi lado y me acaricia el hombro, el cabello o solo me da un pequeño abrazo. Agradezco tanto esos gestos, aunque no se lo diga, me hacen muy bien.

Al terminar de comer, levanto los platos y los lavo con rapidez, tengo ganas de seguir curioseando con la caja.


Encuentro varios casetes, entre ellos uno de Soda Stereo ―una banda argentina de los ‘80―. Leo la lista de canciones al dorso y entre ellas está «Trátame suavemente». Miro la inscripción en la pared y supongo que están relacionadas. Tomo mi teléfono, que de algún modo sigue funcionando a pesar del golpe, y busco la canción en YouTube.

Siento que la letra me habla directamente, la soledad dentro de mí, el miedo de no saber hacia dónde ir y el deseo de que me traten suavemente, de que él me trate suavemente.

Esa canción le habría gustado, podría agregarla a la lista de las tantas canciones que quise dedicarle y ahora nunca podré hacerlo.

Y el mundo gira

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