Читать книгу Y el mundo gira - Nathan Bouda - Страница 8
AUXILIO
ОглавлениеDel otro lado de la puerta estaba mamá; pero en mi cuarto solo entraba mi llanto. Golpeó y golpeó, rogando que la dejara entrar, yo no podía moverme. Aunque me hablaba yo no entendía lo que decía. Sus palabras sonaban como un susurro lejano. Parecía querer derribar la puerta a golpes. Gritó mi nombre, su tristeza me angustiaba, estaba desesperada.
Respiré lento, una y otra vez.
Por un instante hubo calma, mamá ya no estaba del otro lado, y todo fue peor.
Las llaves tintinearon y la cerradura chasqueó.
Mamá logró entrar, se acercó a mí y me envolvió en sus brazos.
Mis ojos se encontraron con los suyos, sus ojos brillaban por las lágrimas; jamás los había visto tan verdes. En su mirada encontré seguridad y, en el suelo, lloramos juntos. Apoyé mi cabeza en su pecho, ella movió su cabello largo y castaño hacia un costado.
Su uniforme olía a alcohol y desinfectante, estaba junto a mi enfermera personal que acudía en mi auxilio. Sus brazos me sujetaron con más fuerza, acarició mi espalda y mi cabello. Sus dedos entre mis rizos me recordaban a cuando, de pequeño, acariciaba mi cabeza para hacerme dormir luego de una pesadilla. Volvía a ser aquel niño aterrado que necesitaba de su mamá.
El llanto fue cediendo, mamá secó las lágrimas que se abrían paso por mis mejillas, me besó la frente y luego las manos. Escuchaba su corazón latiendo con el mío, éramos uno, como al principio.
No sabía si aquella vez lograría consolarme, pero sentía todo el amor que ponía en mí. Aunque yo creía que nada podría calmar mi agonía, ella no estaba dispuesta a darse por vencida.
No sé cuánto tiempo estuvimos en el suelo, abrazados. Sin que me percatara, las lágrimas cesaron, la congoja se desvaneció y mi respiración se calmó. Aunque no el dolor en mi pecho, todavía no. Mamá me ofreció agua, negué con la cabeza y nos quedamos un rato más abrazados, en silencio.
El tiempo pasaba y con cada minuto ella me consolaba un poco más. En aquel momento ella fue mi cable a tierra, mi auxilio en una tormenta de angustia y dolor.
A veces, tener con quien compartir el silencio es necesario y mamá era experta en eso. Quisiera que nunca me suelte, desearía abrazarla por siempre.