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CAPÍTULO 4

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NADA MÁS QUE ESPERAR.

Una vez en su habitación del internado, tomó el medallón de Joe en sus manos apretándolo con fuerza sobre su pecho, mientras que sus lágrimas surcaban sus mejillas. La soledad de su habitación la oprimió de tal manera que cayó de rodillas en medio de ella, deshecha en lágrimas, con el corazón marchito, sus labios trataban de formar alguna palabra, pero lo único que salía era nada.

El dolor de su pecho era abrumador, que no le permitía respirar, quedando rendida, echa un ovillo sin ganas de seguir, sin motivo para caminar y ver más allá de lo que le esperaba, ante el dolor quedó profundamente dormida por el cansancio, por las lágrimas, por sentirse sola, engañada y sin nada por qué luchar. No tuvo tiempo, ni fuerzas para poder soñar, ya que de la nada la puerta se abrió de golpe, en un respingo, se sentó, restregándose los ojos ante las lágrimas con el corazón martillando sobre su garganta, dio un suspiro al ver a Gabrielle entrar —¡Oh Dios mío, apiádate! —rogó en voz baja, ya que nada bueno podía esperarse de las visitas de su hermana menor.

Y como era de esperarse, su hermana atravesó la habitación, su furia era palpable, una ira incontrolable que crecía dentro de ella, sin más alzó la mano y la dejó caer con fuerza sobre el rostro pálido de Natle, el duro sonido acentuado con el silencio de la habitación, proporcionándole una momentánea satisfacción.

Natle no sintió el golpe, pero si el ardor que se expandía sobre su mejilla y la evidencia de esta, dejando una marca rojiza que se distinguía sobre su palidez. El golpe fue tan fuerte que Natle no tuvo la fuerza para sostenerse, cayendo de lado sobre su muñeca, lastimándosela ante la caída inesperada.

—¿Qué rayos sucede contigo Gabrielle? —exclamó sentada en el suelo, tratando de encontrar una explicación a los debidos ataques, además de tratar de acomodarse la barbilla.

—¡¿Explicación?! ¡Una maldita explicación! —bramó su hermana.

—¡SÍ! —gritó Natle.

—¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacerlo? —le reprochaba algo que ni ella misma sabía.

—Me parece que golpearme se ha hecho en un gran hábito para todos en este internado de mierda… y si supiera de qué diablos hablas trataría de explicártelo pero veo que interrumpir en medio de mi habitación y abofetearme como a un trapo es suficiente. Creo que ya deberías estar satisfecha.

—¿¡Explicarme!? ¿Explicarme? Siempre fuiste tan egoísta. Una maldita perra egoísta.

—¿Egoísta yo? No sé de qué me hablas —trataba de defenderse de los constantes ataque de su hermana.

—No te hagas la tonta, que ese papel no te queda ya. Mamá perdió a su bebé y tú tan feliz aquí, mientras que ella está sufriendo por la pérdida.

—Sacas conclusiones precipitadas. Como siempre —inquirió —Yo no tuve nada que ver —trató de hacerle entender y sacarla de su error —¡Lo juro!

—No es de genios saber que en cada desgracia esta tu nombre escrito en neón. Debes de estar contenta por la pérdida del bebé. Por qué crees que ni Joe te lo dijo, porque sabía que eres una egoísta, qué harías todo por ser siempre el centro de atención.

—¡Calla! ¡Calla! —Natle no lo soporto más derrumbándose en su propia miseria.

—Ya debes estar contenta, siempre deseaste que pasara eso. Pues al fin lo lograste maldita perra —con un intento más a golpearle, elevó la mano lista para dejarla caer sobre el rostro de su hermana, cuando una mano fuerte y dura le asió la muñeca sin miedo a lastimarla.

De la nada, Ray apareció detrás de Gabrielle evitando que esa bofetada encuentre lugar, Philip corrió a lado de Natle tratando de ayudarle, pudiendo observar que el golpe había lastimado la comisura de sus labios, brotando hilos de sangre de sus delicados labios, limpió la sangre con sus dedos, preocupado por el rostro pálido y enfermizo de Natle —¡Natle! ¿Te encuentras bien? —susurró, a lo que ella tan solo respondió con un asentimiento de cabeza.

—¡Tranquilízate Gabrielle! Creo que es suficiente, creo que estas castigándole demasiado. Que seas su hermana no te da el derecho de golpearle a tu antojo, pero si hablamos de eso. Creo que tu línea de sangre no te permite golpearle y sabes bien a lo que me refiero.

—¡SUÉLTAME! —ordenó Gabrielle, pero Ray solo logró clavarle los dedos.

—Y yo diría que bajes esa mano. No vez que no tiene la mínima idea de lo que pasó, tan solo fue un accidente, deberías controlarte y detenerte de una jodida buena vez.

—Contigo —la señaló con el dedo de manera despectiva —La vida es un riesgo. Contigo todo puede pasar y los accidentes no son opción a tu lado. Además Joe esta tan ciego que socaparía todas tus ridiculeces. Ambos son tal para cual, ambos son idénticos, no me extraña que sean el uno para el otro en todos los sentidos posibles. Quizás por eso se tuvo que ir de Ben Cork, lo estabas asfixiando tanto con tu maldito papel de víctima e inocente paloma.

—No te metas con Joe. Ni conmigo nunca más, trata de golpearme nuevamente y veras que una mano se te caerá un día de estos. Por favor no trates de competir conmigo, no trates de ganar algo que jamás podrás. No querrás jugar conmigo, Gabrielle —logró ponerse de pie con ayuda de Philip enfrentando a su hermana, ya estaba cansada de ser un títere más, una excusa de accidentes.

—Gabrielle solo vete de aquí. No tiene ningún sentido encontrar culpables, tan solo fue un accidente lo de tu madre, Ray tiene toda la razón —Philip trataba de proteger y ver el lado bueno de la situación.

—Apóyame en esto Philip, no me des la espalda ahora —aseguró Gabrielle —Tú no.

—No Gabrielle, tú no me pongas en contra de mis amigos. Las cosas deben ser claras, Natle no podría haber causado ese daño, solo relájate y no busques culpables, que para ello lo seriamos todos y la gran mayoría aquí por todo lo que pasa incluyéndote, Gabrielle. Acaso olvidaste la última vez, sé que no es apropiado hablar de ello, pero es necesario hacerte recordar que tú fuiste la causante del incidente del semestre pasado —Philip trató de sostener a Gabrielle, pero ella tan solo se soltó bruscamente.

—Por qué no admites que le amas —indagó Gabrielle desdeñosa —Eres tan cobarde que no puedes ni decírselo a la cara.

Philip volvió el rostro hacia Natle, un poco apenado, pero sin sentir vergüenza de esos sentimientos, elevó la barbilla y lo admitió —Ella ya sabe lo que siento. Es algo que jamás podría sentir por ti Gabrielle —dio una risa sin humor, negando con la cabeza solo para verla a la cara —Fuiste creada de piedra, no te importa nada, solo más que tu propio beneficio y bienestar, solo eres la sombra de lo que es mi hermana, y aun así tratas de ocupar su lugar. No eres nada, sé que puedo ser duro en este momento, pero no trates de ser la víctima cuando tú misma has ocasionado tantos problemas en este internado, has hecho la vida de tu propia hermana un infierno ¿Y todo por qué?

Ella solo parpadeó resuelta a no llorar delante de ellos —Eres un bastardo —le dirigió una mirada centellante ignorando las miradas de reproche que todos le daban.

—Puede que lo sea. Pero no traté de matar a mi propia hermana por tener al chico popular colgado de mi mano. O simplemente por no poder ser mejor que los demás.

—¡Philip! Basta por favor —Natle tocó su brazo, pidiéndole que parara con aquella discusión que no le hacía bien a nadie, además de sentirse ya fatal por todo lo que pasaba.

—¡Natle! ¡No! —negó con la cabeza —Tiene que saber que ella solo causa estragos en tu vida, solo causa problemas.

—Más los causará ella —bramó con odio —Ella destruirá todo lo que toque.

—¡Gabrielle! ¡CÁLLATE! —ordenó Ray con las venas de su cuello y frente infladas ante la ira —Cállate por que juro por Dios que...

—¿Qué harás? —apretó los dientes, sin amilanarse a ese tono —¿Golpearme?

—Créeme que lo haré si no te callas de una jodida vez ¡Lárgate de aquí!

—Todos son unos estúpidos por proteger a un monstruo como ella —obedeciendo, giró sobre sus talones, se acercó nuevamente a la puerta, pero se detuvo en el umbral dándole un ultimátum a su hermana —Joe no está contigo. No dudaría ni un segundo que se cansó de ti. Quizás eres demasiado estúpida y frígida para creer ciegamente en él y en sus promesas ridículas de amor.

—Gabrielle, no sabes de que hablas —Natle trató de responderle, pero su voz se fue, escuchándose solo un susurro ausente.

—Él está en la universidad y no tardará de encontrar un remplazo. Solo eres una chiquilla sin expectativas y experiencia que se cree la reina del mundo, pero en la universidad será distinto. Qué no te quepa duda que encontrara a una mujer de verdad, que logre satisfacerlo como lo que es, un hombre y no un niño —camino a la salida pero Natle no sé quedó callada ante su ataque.

—Mientras no te escoja a ti creo que podré sobrevivir a ello —se alejó de sus miradas, mientras que Philip pudo respirar tranquilo ante la tensión que había en la habitación esa mañana, se alejó de Natle para querer ir tras Gabrielle y poder arrancarle la lengua, había momentos en los que la menor de los Sullivan llegaba a ser desesperante y el homicidio era una opción válida.

Natle secó sus lágrimas con el dorso de sus mangas, mientras que su muñeca adolorida solo hacia mella ante el dolor que sentía verdaderamente en el corazón, se llevó las manos temblorosas hacia la cabeza, además de las múltiples punzadas que se acumularon en su corazón, la presión, un escalofrío cubrió su espalda, haciéndole perder las pocas fuerzas que conservaba, solo para cerrar los ojos y dejarse caer en las profundidades de la oscuridad.

Ray al verla caer, se apresuró para sostenerla entre sus brazos, Philip tan solo gritó su nombre a la distancia quedando perplejo ante su desvanecimiento. Ray se preocupó, sostuvo su cabeza, temía moverla, ya que podía ser una de las secuelas de la batalla de la noche anterior —¡Natle! ¡Natle! —trataba de hacerla despertar —Trae a Jesse, ella sabrá que hacer —le pidió a Philip quien salió de la habitación en busca de la nueva estudiante.

Cuando la encontró en el pasillo, el rubio la tomó del brazo y con el rostro pálido y los ojos tan grandes solo le pidió su ayuda —Tienes que ayudarnos —la tomó del brazo y la arrastró por el pasillo llevándola a la habitación, Jesse al verla en el suelo corrió hacia el baño, tomó una toalla humedeciéndola y regresando junto a ella.

—¿Qué le sucedió? —preguntó ella, arrodillándose y dando leves toques con la toalla húmeda a la frente ardiente de Natle.

—No lo sé —respondió Ray.

En su delirio, abrió los ojos lentamente, solo para preguntar por la única persona que necesitaba en esos momentos —¿Dónde está Joe? Solo dilo, solo quiero saber dónde está él… estos dos últimos días sé que fue una locura, sé que cometo errores y errores, sé que debo ser fuerte pero sin Joe a mi lado mi mundo está roto, no tengo con que sostenerme, soy un maldito desorden, dime dónde está.

Ray elevó la mirada, solo para ver a los ojos a Jesse, tratando de descifrar algo, mientras que la joven mortal limpiaba el rostro de Natle con el mayor de los cuidados —No. No sabemos de qué hablas. Vi a Joe anoche. Después del incidente con Max, eso fue todo, apenas y he mantenido contacto hoy con él.

—¡No! ¡No! Sus padres me dijeron que se había ido, había dejado la casa, eso es una gran mentira, él jamás me dejaría, él no puede dejarme ahora que —y volvió a romper en llanto en los brazos de aquel nuevo amigo.

Ray extrañado de su frase incompleta, la tomó de ambos brazos, separándola y pidiéndole una explicación —De qué estás hablando Natle ¿Él no puede dejarte ahora por qué?

—¡No! Es solo qué —tragó saliva tratando de no decir más.

—Natle ¿Qué rayos pasó? —la observó extrañado.

—¡Ray! Por favor, creo que estas lastimándola —Jesse tocó el hombro del castaño al ver como asió con fuerza los brazos de Natle, lastimándola.

—¡Nada! ¡No pasó nada! —cerró los ojos evitando el duro escrutinio al que su amigo la sometía.

—¿Por qué no le llamas a su celular? Ray llámale, tú tienes el celular siempre a la mano —exclamó Jesse.

—¡Natle! —Philip se arrodilló ante ella, tomando su rostro entre sus manos —¿Qué es lo que pasa? ¿Qué pasó con Joe?

Como se lo pidió, sacó el móvil de su pantalón marcando el número de Joe, pero fue mandado directamente a casilla de voz —No contesta.

—Vuelve a intentarlo —exigió Jesse.

Obedeciendo la orden, volvió a marcar por una tercera vez, pero esta vez Natle se lo arrebato de las manos, corriendo y encerrándose en el baño —¡Joe! ¡Joe! ¡Soy Natle! ¿Dónde estás? —formó una media sonrisa paranoica, sin darse cuenta que estaba hablando con una contestadora —Por favor llámame o ven a buscarme, ya tendré todo el equipaje para irnos, por favor dime ¿Acaso hice algo malo anoche? O ¿dije algo malo? Por favor no me dejes así, llámame. Fue maravilloso lo de ayer… mi… mi teléfono esta sin batería, pero cuando esté listo te llamaré o quizás puedas venir —colgó, sin antes caer detrás de la puerta.

Ray llamó a la puerta con sus nudillos, mientras que su sollozo inundaba el baño, estaba tan temerosa, confundida y sobre todo herida —¡Natle! Toma tus cosas y alístate para clases, haz tu rutina normal, eso es lo mejor que puedes hacer ahora, no puedes encerrarte en el baño para siempre, te necesitamos atenta —hizo una pausa significativa, pegando su frente en la puerta —Por favor, cualquier problema que hayas tenido con Joe, sé que lo arreglaran siempre sus discusiones son temporales, ambos son temperamentales. Un amor como el suyo no puede acabar así por así ¿Me escuchas?

—¡Natle! Ray tiene razón. Qué te parece si te acompaño a ver a Max después, sé que él estará contento de verte, y podemos ver cuando le darán de alta —mencionó Philip desde atrás de su amigo.

—¿Ahora? —no sabía que más decir —Pero... —trataba de no llorar.

—Nada de peros. Ve y alístate, cámbiate —esos dos amigos tercos, se giraron sobre sus talones y salieron de la habitación, dándole su espacio, ya que Natle no deseaba miradas iracundas, tensas y de compasión por un estado emocional tan frágil.

De la nada sintió la voz de Ray nuevamente —Y… puedes devolverme mi celular. Tengo llamadas pendientes.

A la distancia una furiosa Jesse logró gritarle —¡Raymond! —chillo ante el insensible comentario, tomó su camiseta en un puño y lo obligó a salir de la habitación.

—¿Qué? Necesito el móvil, sabes muy bien eso.

—El celular me importa un rábano ¡Acaso no ves a Natle! ¡Cielos! Eres o te haces el idiota.

—Seré lo que tú digas, nena —Ray sonrió con picardía a una sonrojada Jesse que fue invitada a participar en un nuevo problema. El trio salió de la habitación y la dejó sola.

Natle reaccionó abriendo la puerta y sacando la cabeza para ver si aún había alguien, pero estaba sola. Ella no tenía idea de cómo sobrevivir después de eso sin Joe, dándose cuenta que debió haberse alejado de él lo más posible, debió alejarse de todos, abrió mucho los ojos ya que las lágrimas amenazaban con rebozar, eran lágrimas de ira, decepción y sobre todo de odio.

—¿Por qué Joe? ¿Por qué lo hiciste? —se cuestionó ella misma, entre el llanto y el celular en mano, se sintió invadida por una temeridad que desconocía en esos momentos, sabía muy bien que era el miedo, pero esa sensación era una más fuerte, más que miedo, supuso que lo que sentía era solo por estar entre la confusión y el no saber nada de Joe.

Miró a su alrededor, sin saber cómo romper esa insoportable e inquietante calma, con un nudo en la garganta, pensó en tantas cosas, supuso muchas, pensó en cada palabra de Gabrielle, dándole una veracidad inquietante, una sin fundamentos.

Instintivamente deslizó su mano en su bolsillo, sacando el medallón de Joe, aquel objeto, el único que le había dejado antes de su partida, antes de alejarse de su vida sin una nota, una despedida, un abrazo o tan solo una última caricia.

En ese instante recordó el celular de Ray, aún estaba en su mano así que volvió a marcar el número, pero como siempre, mandaba la llamada directo a casilla de voz, dejándole uno de tantos mensajes —¡Joe! Sé que quizás esto es un error, quizás estas ocupado y tratas de desviar nuestras pistas —sus labios se curvaron en una sonrisa, una leve sonrisa que no llegó a brillar en sus ojos —Por favor, llámame y dime cuando podremos vernos —colgó, volviendo la mirada hacia el medallón y con ello el día se fue apagando, además de los múltiples mensajes que le dejaba por ambos celulares sin recibir respuesta alguna.

 Joe, por favor regresa ¿No sé qué hice mal? ¿Acaso estuvo mal lo que paso anoche? Regresa estoy esperándote para irnos.

 Joe es casi mediodía y aun espero por ti, nadie sabe que debemos irnos.

 Joe es casi la una de la tarde, te espero para comer.

 Joe son las dos de la tarde, espero que leas estos mensajes.

 ¿Estás allí?

 ¿Estás enojado conmigo?

 Perdóname si hice algo indebido.

 Joe… regresa.

 Joe por favor

 Son casi las ocho de la noche… no he asistido a clases y te sigo esperando.

 Joe siempre nos iremos a una isla.

 Espero que sea una casa pequeña.

 ¿regresarás?

 Joe es medianoche y aun espero tus llamadas.

 Es la una de la mañana, fui a tu casa y tus padres no saben nada de ti.

 Joe hoy Gabrielle me dio una bofetada.

 Joe son las tres de la mañana y aún sigo esperando.

 Joe con las cuatro… duermo solo instantes pero despierto para enviarte un mensaje… responde.

 Joe son las cinco… ¿Dónde diablos estas?

 Joe Cooper contesta el maldito teléfono.

 Lo lamento… por favor perdóname, sé que estoy enojada y no debí mandarte ese mensaje…

La enfermera había venido a revisar el suero y darme más medicación para el dolor, cuando vio que todo era correcto, giró sobre sus talones dejándome solo y cerrando la puerta detrás de sí, en ese momento vi la figura de Ray entre la sombras de la puerta, me hizo una visita fugaz, yo estaba descansando, adolorido e incómodo así que mi humor no era de los buenos, era un muy mal enfermo, cuando lo vi supe que no era una visita de cortesía, era una buena señal, una de las mejores noticias, quizás venía solo a decirme si sabía dónde Natle y Joe se habían ido, si sabía de algún paradero o lugar donde ellos pudiesen estar, quizás el verle de pie frente a mi cama solo hizo mella a mi ego magullado y mi corazón que comenzaba a sentirse marchito, ellos dos se habían ido, vacilé un momento, pero entonces me fije en el rostro de Ray, se paró en seco en la puerta al mismo tiempo que sus labios pronunciaban miles de maldiciones y eso no estaba para nada bien.

Cerré los ojos y supe que no se trataba de ello, algo mucho más grande había pasado —¡Max! —pronunció mi nombre en un tono mucho más que preocupante.

Fruncí el ceño y traté de erguirme pero Ray me lo impidió con la mano —¡No! Nooo —me detuvo —No trates de levantarte.

Mi rostro sonrojado por el dolor y mi sudor que apelmazaban mis cabellos en mi frente, lo único que me permití pensar fue en ella —¡Natle! ¿Dónde está? —dije preocupado.

—Ella —no supo cómo decirlo, pero encontró la palabra indicada —No está del todo bien.

—¿¡QUÉ!? —me sorprendió, ya que se suponía que debía irse, no debía estar allí para esa mañana ya pasada. Supuse que quizás después del proceso vivido hace unas noches en el infierno la había consumido o algo por el estilo.

—Está en Ben Cork, cosa que me sorprende, ya que se supone que tú le diste a Joe todo lo necesario para sacarla de Estados Unidos, si es preciso de América del norte, pero ella se encuentra en el internado, sola y devastada —dijo sin rodeos —Joe ha desaparecido.

—Hijo de per... —me abstuve de decir más —Infeliz —Grité ronco por la ira —¿Quién diablos te dijo que iban a irse?

—¡Max! No entiendo que salió mal, se supone que ese consejo se lo di miles de veces, al igual que tú, pero no acato ninguno de los dos consejos que eran los más próximos a ser ciertos —se aferró a sus palabras —Pero Natle está destrozada. Debemos localizarlo y sé que el único que puede juntar sus pedazos eres tú, así que tienes dos días más para poder recuperarte y salir de aquí. Natle te necesita, en verdad te necesita.

—¿Cómo mierda piensas que lo haga? —lance retahílas por todo lo alto, sin importarme que me escucharan.

—No te alteres. Hablé con tu doctor esta mañana y me dice que la herida está cicatrizando, al ser un Axiul`s eres más fuerte y tus poderes te ayudan a sanar a comparación nuestra, la herida aún está fresca pero en poco podrás dejar el hospital, la cama y seguir con tu rutina, aunque después de diez a quince días podrán sacarte los puntos de la cirugía y de la espalda.

—No me cambies el puto tema —dije tenso —Encuentra a ese imbécil. Porque si lo encuentro yo primero juro por Dios que le romperé la cara que ni Dios mismo podrá encontrar sus putos pedazos.

—Deja de gritar y maldecir, eso no ayudara en nada. Créeme estoy igual de consternado que tú.

—¿Y porque deberías estarlo?

—Porque sin Joe en el camino. Soy su sucesor.

—¡QUÉ MIERDA! —Ante esas palabras no pude dar crédito a lo que escuchaba —¿De qué diablos estás hablando? —urgí una respuesta.

—Soy hijo de una antigua matriarca, hijo de un sucesor directo de los primeros ángeles, soy legítimo heredero de un trono en los cielos, soy el único sucesor varón vivo que queda después de la guerra que extinguió a casi todo nuestro pueblo.

No parpadeé, quedando en trance y lo estaba —Estas tratando de decir que tú... Eres un sobreviviente, el siguiente en la lista. —mi ira comenzó a tomar el control iba a levantarme y patear su trasero fuera de mi habitación, pero Ray corrió hacia mí aplacando mi ira sosteniendo una mano firme sobre mi pecho evitando que me levantara —¡Desgraciado! Ni te atrevas a tocarle —grité con las mejillas enrojecidas por la ira y el dolor.

—¡Max! Por favor, tranquilízate, no tergiverses mis palabras, eso no implica que acataré cada orden de la guardia militar o de mi raza.

—Joe dijo lo mismo y mira ¿Dónde diablos estamos? De nuevo en nada, con Natle aun en riesgo y en el maldito internado cuando debía estar a miles de kilómetros de distancia de nosotros.

—Ten en cuenta que yo no haré nada para herirle —tomó una bocanada de aire —Yo traté de que ambos huyeran, pero las circunstancias cambiaron.

—Joe cambió todo —juré por lo bajo, maldiciéndole —Ese idiota se dio por vencido, ha claudicado en el primer momento y es el único momento para poder salvarla y ese idiota ha lanzado todos los planes por la borda ¡Es un maldito imbécil!

—¡No! —espetó Ray decidido —No lo ha hecho, algo debió de cambiar —se encogió de hombros como tratando de entender el cambio repentino de Joe.

—¿Qué piensas hacer Ray? ¿Llevártela? —trate de reír ante la insinuación que mi amigo hacía.

—Yo no. Pero creo saber que tú estarás más que dispuesto a sacarla de aquí —ante su comentario, sin risas, totalmente prudente y reservado.

La sonrisa de mis labios se borró, solo para fruncir el ceño y verlo de manera directa —¿Cómo piensas que lo haga si estoy postrado aquí? —hice un berrinche como un pequeño niño de cinco años.

—Tienes dos días para recuperarte, la herida estará ya en cicatrización, los golpes y magulladuras a punto de terminar el proceso, así que cuídate, relájate y regresa —hizo una pausa significativa —Ella te necesita mucho más de los que piensas.

Cerré los ojos y traté de volver la vista hacia el suelo —Me necesita, pero no me ama. Jamás lo hará —afirmé con dolor —Jamás me amará como yo quisiera que lo haga.

—Lo hará con el tiempo. Te amará mucho más que a él —aseguró Ray —Así que disfruta de tus escasas vacaciones que dentro de dos días la verdadera batalla comenzará —sin decir más extendió sus alas y desapareció del lugar dejándome con la duda, pero con una sola conclusión, Ray sabía mucho más de lo que aparentaba.

Una vez envuelto en la soledad de mi habitación, dejé caer la cabeza hacia atrás, agotado de tantas ideas, planes y con el temor de no poder salvarla, temía fracasar, temía claudicar como lo había hecho Joe, pero dentro de mí sentía algo mucho más poderoso, algo que me impulsaba a lanzarme ante Natle, algo que me obligaba a estar mucho más cerca de ella, sin saber qué era en verdad, cerré los ojos e intenté descansar, quería salir lo más pronto de ese hospital, tenía que.

Las horas pasaban, el día parecía el más largo de toda su vida, Natle no podía dormir ante el temor de que entre su sueños Joe pudiera regresar, así que se sentó en su cama esperando, tratando de no perder la calma y el poco autocontrol que le quedaba, con su celular y el de Ray en mano, no daba señal de vida, las llamadas que realizaba iban a casilla de voz —“Quizás le robaron el móvil” —pensó ante la desesperación, imaginó miles de cosas, miles de motivos, lo imaginó herido, tratando de escapar, tratando de regresar, pero ninguna era cierta, todas eran parte de su dolor ante la ausencia de esa persona a la que necesitaba desesperadamente.

Las horas fueron más las largas, fue el día más terrible de su vida, mientras ella yacía sentada en la cama con las rodillas debajo de su barbilla con lágrimas rebosantes surcando sus mejillas, Joe en esos instantes conducía por la carretera, llegando a su destino, la Universidad de New Haven.

Vio lo árboles asomarse encima de su auto, las hojas verdes y la brisa fresca ante la llegada del invierno hacia una lluvia de recuerdos, los alumnos paseando entre risas y libros, otros jugando fútbol, otros tan solo descansando o estudiando, era una nueva vida, era una nueva etapa y faltaba una semana para las fiestas navideñas. Él regresó nuevamente a su universidad, mucho más antes de lo previsto, los papeleos de su traslado habían sido cancelados, estaría nuevamente junto a sus antiguos compañeros de residencia.

Estacionó su auto, bajó de él y vio el pequeño condominio de departamentos, pasaría los siguientes dos años bajó la tutoría de otros maestros, debajo del radar y sobre todo alejado de Natle, se reprendió mentalmente por traer su nombre, negó con la cabeza, sacó las llaves y abrió su maletera sacando sus pertenencias.

Mientras sacaba sus cosas, cada imagen, cada caricia, beso y deseo, cada palabra de aliento, palabras de amor venía a su cabeza como flashes, cerró los ojos y elevó la vista al cielo, dejando que los rayos del sol cubrieran su rostro, que lo alentaran a olvidar y dejar de lado ese nombre, a esa chica que él tanto amaba.

Tomó sus cosas y subió, volvería con las personas que eran parte de su nueva vida, de sus sueños y sobre todo de su rutina —Tengo que olvidarte, es lo mejor para ambos —se dijo a sí mismo, reprendiéndose por tenerla siempre en la mente.

Vio a su alrededor, era su mundo, una nueva vida, un mundo de mortales, y él debía adaptarse a ello, dejar su pasado, olvidar parte de su presente y hacer un futuro libre de poderes, magia y de guerras entre el cielo y el infierno, entre Dios y el hombre, entre ángeles y demonios.

La noche llegó, Joe estaba cansado de guardar sus cosas y arreglar su habitación, dando un suspiro, miró a su alrededor, nada había cambiado en ese apartamento, sus dos amigos no habían regresado —“Típica vida de universitario” —sonrió, tomando una cerveza de la nevera, abrió la botella y se la llevó a los labios, bebiendo de manera apresurada, solo para dejar la botella en el basurero y seguido a ello, tomó una ducha relajante pero para nada tranquilizadora.

Se puso unos pantalones de mezclilla y se recostó en la cama, su antigua y solitaria cama, cerrando lentamente los ojos, se trasportó a un mundo, a su viejo y verdadero hogar, pero no era un simple sueño, era un recuerdo:

«“Todos miraban al nuevo bebé, Firop la sostenía por unos momentos, llamándole con una asentimiento de cabeza, típico de él, el pequeño Ïlarian se acercó a ella con cuidado, entonces la vio, tenía unos ojos pequeños y oscuros, era tan blanca como la nieve misma, pero sus ojos, esos ojos llamaron su atención en el momento en que la vio, sonrió y tomó su pequeña mano entre la suya y ella solo apretó con fuerza uno de sus dedos, sonrió como tonto al ver cómo le observaba con detenimiento, para ser una bebé tenía una mirada distinta a lo que casualmente eran otros niños —¿Podré enseñarle a pelear? —le dijo a su padre, quién solo respondió con una carcajada a su infantil comentario.

Triored al ver al hijo de Firop cerca de su hija, pidió que se la devolvieran de inmediato, no era una petición era una orden desesperada —Firop entrégame a mi hija. Dame a mi hija —él frunció el ceño al ver a la reina extender las manos pidiendo a su niña.

Al entregarla, el pequeño quiso acercarse nuevamente a ella, ya que le llamó la atención verla tan pequeña, pero Triored simplemente ordenó que se fuera —Llévatelo Firop... Llévate a tu hijo —dijo a gritos.

Su padre tomó su pequeña mano y le sacó de la habitación de la reina, solo para acuclillarse delante de él pequeño y susurrarle al oído —Hijo mío, esa niña, la pequeña que acabas de ver estará bajo tu protección, la amaras como a una hermana, como a una amiga, como a una amante, como a un amor, pero tu destino no estar junto a ella —hizo una pausa solo para decirle las palabras más duras a su corta edad —Tú vivirás en una larga cadena de descendencia, mientras que ella solo nació para regresar a un lugar que el hombre jamás ha conocido, ella solo vive para morir.

¿Por qué papá? No es justo —lo interrumpió, pero él solo hizo caso omiso y continuo.

Mi querido hijo, Alox estará bajo tu cuidado y protección, pero cuidado... No debes enamorarte de ella, ya que será tu perdición, tú tomaras su vida, su alma y con ello el poder con el que nació, solo para traer de nuevo a la vida al linaje real, nuestra sangre extinta, nuestras almas marchitas podrán encontrar con su sacrificio y tu misión la redención y la libertad que por siglos nos ha sido arrebatada.

—¿Por qué padre? ¿Por qué no puedo enamorarme de ella? ¿Por qué no puedo tenerla?

—Porque ella no vivirá como tú lo harás. Ella morirá por tu mano y lo que tú debes hacer es cuidar su legado, cuidar que ella no muera a manos del enemigo y tomé lo que por derecho nos corresponde. Cuando seas grande comprenderás. Comprenderás mucho mejor.”»

Ante el recuerdo de su vida pasada, Joe se irguió precipitadamente, recordando parte de un pasado olvidado, sudoroso y más afectado que antes, confuso, recordó que Piora le había dicho algo de olvidar, más no de recordar —Solo es un sueño. Un muy mal sueño. Nada es real, nada que provenga de ese mundo es real —se llevó las manos al rostro tratando de poder borrar cada palabra que recordó de un padre, de su verdadero padre.

Suspiró y deseó volver a dormir, pero le fue imposible conciliar el sueño y menos si también ella estaba presente en sus sueños, fue la noche más larga que Joe tuvo que pasar, una cama extraña, una habitación simple, y sobre todo solo, se encontraba muy solo.

Se giró y miró al techo, llevando ambos brazos debajo de su cabeza —¡Dios! ¿Acaso estoy condenado a verla cada noche al cerrar los ojos? Por qué recordar un pasado olvidado, ver que aún está presente en mi vida, y saber que hasta en mi niñez la amé desde el primer día en que la vi. —rogó, reprochó y pidió clemencia al cielo, ya que su vida se volvería un infierno, despertó solo para adormecer su mente con cervezas y quedar profundamente dormido.

Sin embargo Natle quedó dormida ante sus lágrimas, hecha un ovillo, temblorosa, débil y vulnerable, con el medallón de Joe aún en sus manos, pedía su regreso en susurros leves que desaparecían con el viento —¡Joe! ¡Joe! ¿Dónde estás? —se movía inquieta de un lado a otro, sin tiempo de soñar, más que verlo en cortas imágenes, verlo de igual manera en sueños, en recuerdos que desaparecían al abrir de manera lenta los ojos, solo para cerrarlos nuevamente.

«“Lo vio a la distancia, en medio de ese campo de girasoles que resultaba ya tan familiar, lo llamó a la distancia —¡Joe! ¿Dónde estabas, Joe? —extendió la mano para poder tocarlo, pero su distancia se alargaba a medida que trataba de alcanzarle —¿Por qué haces esto? —le preguntó.

—Por la razón que deje de amarte —respondió alejándose de ella, sin mirar atrás.

—No... —negó rotundamente con la cabeza —¡JOE! ¡No! —lo vio caminar hacia el campo, desapareciendo, dejándola sola, triste y con miedo a no encontrar nuevamente el camino de regreso a casa.

Volvió el rostro y vio que estaba sola, sin más, cayó de rodillas, sin parpadear con los ojos brillantes por las lágrimas y los labios secos, mientras que el viento elevaba sus cabellos, el frío sonrosaba sus mejillas, pero helaba más su alma.”»

Quizás fueron las horas más largas de nuestras vidas, para Joe intentando olvidar, para Natle tratando de imaginar que él regresaría y para mí lo importante era solo recuperarme, curarme, buscarle y patearle el trasero por traicionarnos.

Para la mañana siguiente, Joe despertó con una de las resacas monumental, además de tener unas cuantas botellas de cerveza regadas en su habitación en su vano intento de adormecer sus sentimientos. Quizás solo había empeorado las cosas desde mi punto de vista, y para él la manera de verla con vida, aunque sea de lejos, sin saber que solo adelantaría muchos de los planes que nuestros padres tenían para nosotros en el pasado.

Philip se alistó como todos los días para ir a clases, salió de su habitación solo para llamar a la puerta de Natle con los nudillos, pero ella no respondió —¡Natle! ¿Te encuentras bien? —él sabía muy bien lo que paso con Ethan y cómo se alejó en ese momento en que ella lo necesitaba más que nunca, y no deseaba cometer el mismo error, dos veces —¡Natle! Abre la puerta, por favor —tomó la perilla solo para confirmar que estaba con seguro desde adentro.

Al ver que no respondía se preocupó, volviendo a tocar con más fuerza —¡Natle! Abre la puerta —no pidió, ordenó, solo para golpear con el puño la puerta —Abre la puerta.

—Basta Philip —respondió desde adentro, estaba con la frente pegada a la puerta —Por favor, no hagas esto. No me hagas esto, tú ahora no —no deseaba ver como la compadecían, como la sostenían, cuando solo había intereses mezquinos.

—No voy a dejar que te hundas ¡Entendiste! —hizo una pausa significativa, cerrando los ojos y tratando de no perder el poco control que le quedaba —No quiero cometer otro error, sabes muy bien de ello.

—Si tratas de redimirte por lo que paso con Ethan creo que es innecesario en este momento. Creo que ya es tarde para ello —dijo tensamente.

—Nunca es tarde. Siempre habrá más oportunidades aunque se nos sean negadas, siempre encontraremos más opciones —cerró los ojos por un momento, aferrándose a sus palabras.

—En mi caso no Philip, yo no soy como los demás.

—Yo sé lo que eres —las palabras escaparon de su boca. Natle abrió los ojos, sin parpadear, se quedó inmóvil al oír dicha confesión, además de no poder articular palabra alguna —Pero no te asustes —le rogó, con las manos extendidas en la puerta —Por favor. Solo escúchame, lo sé desde lo de Ethan.

—¿De qué estás hablándome? —espetó asustada.

—Abre la puerta y te explicaré —le pidió.

Natle abrió la puerta lentamente, sintió un nudo en la garganta sin aire en los pulmones y en medio del pánico, lo único que pudo registrar fue la mirada de Philip, una mirada que no pudo descifrar en su momento.

—¿Puedo entrar? —preguntó.

—Aja —respondió vacilando, dándole paso para que pudiera entrar.

Adentrándose a la habitación, se sentó al pie de la cama, viendo a Natle cerrar la puerta y apoyarse sobre ella, ya que sus piernas temblorosas parecían no poder soportar su propio peso.

—No te asustes, por favor —él le sostuvo la mirada, mientras que ella le observaba confundida, asustada y nerviosa —Solo quiero que escuches con atención. —fue entonces donde Philip comenzó a recordar y contarle —«El día en que le contaste a Ethan tu secreto, recuerdo que desapareció por unos días, quizás fue el miedo, quizás el estar confundido por lo que le contaste y mostraste, la noche horas antes de accidente, fue directo a la habitación de Ashley a contarle, pero yo ya le había estado siguiendo los pasos, veía como después de hablar contigo o antes, siempre estaba con Ashley. Así que me encontró en su habitación.

—Philip ¿Qué haces aquí? —replicó Ethan con un gesto sombrío.

—Es mi hermana ¿no? Me dijo que te esperara aquí y te dijera que la buscaras en la cafetería a la cual acostumbran.

—Pero solo vamos allí antes de... —calló, ya que pensó que no sabía que se acostaba con Ashley cuando ella lo deseaba.

—Tranquilo, es mi hermana y se muchas cosas de ella como ella de mí, así que ya sabes, solo me dio ese mensaje —le corté impaciente.

—Natle... Natle es un bicho raro —soltó sin miedo, como si las palabras ya salieran de su boca sin el menor miedo de causar estragos.

Me pare en seco y me volví hacia él —¿De qué hablas Ethan?

—Ashley tiene razón en decir que es un fenómeno, ella dice ser un ángel, pero lo que digo es que es un inmenso pájaro...

Debes de tener pruebas antes de acusar a alguien así.

—Las tengo, tengo una foto y creo que Ashley debe ver esto —tomó su móvil, buscó en su pantalla y me mostró la foto.

—Eso es solo magia, Photoshop... —dije sin parecer sorprendido —Vamos eso me enseñan a mí en clase de diseños grafico Ethan.

No, Philip es cierto... Juro que es cierto.

No me interesa —dije, solo para darme la media vuelta y salir de allí.

Lo vi salir de la habitación a grandes zancadas, lo seguí y vi que subió apresuradamente a su auto, yo estaba en el mío y vi que tú subías, lo habías estado de igual manera siguiendo, además de discutir.

Lo seguí, tratando de detenerlo de alguna forma, Ashley no estaba donde lo mande, la idea era llevarlo a otro sitio, quizás asustarlo, pero jamás matarlo, pero cuando vi que su auto se movía de un lado a otro perdiendo el control, sabía que algo estaba pasando allí, debí frenar, debí detenerlo pero solo apresuré las cosas embistiéndolos desde atrás pero el camión que había delante de ustedes se adelantó a lo que yo deseaba hacer.

Vi como el auto dio vueltas y vueltas, frene en secó y vi como poco a poco el auto se detenía en medio de la carretera, bajé y fui a buscarte, sacándote de allí, ya que Ethan estaba ya muerto, rebusque su celular borré la imagen y lo pisé con fuerza para que no quedara absolutamente nada. Pedí ayuda y esperé a que vinieran por ti, solo para irme de allí, no deseaba que me involucraran por miedo, por cobarde. »

Natle lo vio horrorizada, quedándose atontada por esa versión extendida del accidente de años atrás, solo para reaccionar y gritarle de la peor manera —Me viste llorar, culparme por un accidente que estuvo planeado.

—No medí las consecuencias, Natle ¡Lo juro!

—¿¡No mediste!? Tu pequeña intervención le costó lo vida a Ethan y a un paso la mía. Jamás te importe ¡Jamás!

Con un destello de dolor en la mirada de Philip, quiso arreglar las cosas, pero era tarde —Te amo. Sabes eso muy bien —espetó.

—Tú no amas. Si lo hubieras hecho, jamás me habrías herido de la forma que lo hiciste, te alejaste antes y después de Ethan, me dejaste sola cuando más te necesitaba.

—Porque sabía que Ashley te molestaría aún más ¿Acaso no entiendes?

—Lo que no entiendo es como tienes la cara de decírmelo, sin miedo, sin contemplaciones ¿Cómo pudiste? —le reprochó.

—Lo hice por ti.

—Eres igual de egoísta.

—No me compares con Ashley. No lo hagas, Natle. —dijo mordaz.

—Cómo no hacerlo si me muestras esa faceta tuya.

—Te juró que nadie sabe lo que sé.

—Y cuánto durará y qué costará tu silencio.

Dolido por sus duras palabras, Philip le lanzó una sonrisa gélida —Me lo merezco —agregó —Me merezco ese desprecio y ese trato, pero no costara nada. Solo quiero ayudarte, ahora. Quiero protegerte, cuidarte.

—No servirá de nada Philip. No hay nada que puedas hacer por mí. Ya no…

—Entiendo —se mordió el labio superior —Te daré espacio, pero cuenta conmigo por favor, no me apartes ahora. Jamás me perdonaría si algo te pasa. —sin más se puso de pie y caminó lentamente hacia la puerta que ya lo esperaba abierta, sin más palabras la dejó sola, con una nueva confesión, una nueva culpa y una nueva preocupación.

Sin más fuerzas y derrotada evitó salir de su habitación, recostándose en su cama, quedo dormida entre la pena, el sentimiento de traición y la devastación de ver que no le quedaba ya mucho por vivir, sin motivos, sin algo que pudiese levantarla de lo profundo de su abismos de soledad y martirio.

Para las tres de la tarde de ese día, las ganas de comer no aparecieron ni para salvar su vida, Jesse al no verla en la cafetería le hizo una visita, llamó a su puerta varias veces sin recibir respuesta alguna —¿Natle? —dijo en un leve susurro, pero no hubo la respuesta que ella deseaba, volvió el rostro hacia el pasillo y decidió que era mejor buscar a Ray.

Por un momento dudó en levantar la mano y llamar a su puerta, pero se obligó a hacerlo —¿Ray? —llevó la mano a la perilla y abrió.

él se volvió hacia ella y frunció el ceño —¿Qué pasa Jesse? —preguntó dejando sus libros en la mesa.

—¡Es Natle! No responde, fui a verla a su habitación, toque pero nada —hizo una pausa significativa —Podrías ir a verla —rogó con desesperación.

—¡Ok! ¡Ok! —soltó el aire y estuvo ya listo a salir por el umbral de la puerta cuando ella lo detuvo —Te vi —dijo con voz ronca y mordiendo el interior de su mejilla.

Por un instante él no supo que contestar, se quedó impávido en mitad del camino, pero se pudo notar que los músculos de su espalda se tensaron en el proceso —¿Qué viste? —le preguntó bruscamente sin volverse a ella.

Tomó aire varias veces para poder decirlo —Sabes perfectamente de lo que hablo, te vi en el anfiteatro hace unas noches.

Ray apretó sus manos en puños y temió volverse, enfrentarla no era lo que deseaba, pero le lanzó una mirada desde su hombro —Creo que te equivocas.

—Ray —ella dio un paso hacia él, extendió la mano para poder tocarle, pero temió ante su reacción, bajando la mano y apretándola contra su pecho —¿Qué eres?

—No te doy miedo.

—¡No! Por qué lo tendría.

—Porque no soy humano, pero tengo sus virtudes y debilidades, a comparación suya nosotros estamos dotados de poderes y alas.

—Un ángel —respondió ella maravillada ante la idea.

—¡No! Un rebelde, un Yiyans —apretó la mandíbula y se negó a verla, así que trató de poner fin a su conversación —Lo siento Jesse.

—Ellos son igual a ti ¿Cierto? ¿Natle, Joe, Gabrielle?

—Tengo que ir a verla —murmuró —Lo siento —se disculpó una vez más. Ante ser descubierto, extendió sus alas y se cubrió con ellas desapareciendo de su habitación.

Siendo testigo de aquella fuerza y deslumbrada por la hermosura de Ray, sonrió, soltó un suspiro que le llegó hasta lo profundo de su corazón, un corazón que latía solo por él.

Cuando apareció en la habitación de Natle, soltó el aire, cerró los ojos y negó con la cabeza al verla en la cama, hecha un ovillo y con los ojos rojos de tanto llorar, dio unos cuantos pasos hacia ella, se sentó en la cama reclinándose sobre las almohadas —¡Natle! —extendió la mano y quitó de su rostro los mechones apelmazados por sus lágrimas, al no recibir una respuesta, la tomó entre sus brazos y la acunó en su mecho como a una niña, ella no rezongó o se quejó de aquella acción, tan solo hundió su rostro en el pecho de Ray y tomó entre sus puños su camiseta, sintiendo por un momento un poco de paz.

—¡Basta Natle! —le pidió con delicadeza —Sé que es difícil, pero quizás se le presentó algo. Por favor debes comer —no obtenía respuesta —Sé que me escuchas, deja de llorar, deja de cerrar la puerta, deja de encerrarte o me veré obligado a que Jesse duerma contigo, no me importa sacrificar mis noches de sueño y a ella tampoco le importará. Por favor, estamos recogiendo tus pedazos lentamente, pero aun así tú los vuelves a lanzar al aire. Debes entender que Joe regresará. ¡Él regresará! Siempre lo hace.

—No lo hará. Está vez él no volverá —fue la respuesta que logró dar balbuceando.

—Por favor. No nos hagas esto. No ahora.

—¿Y lo que Joe me está haciendo? —dijo con la voz dura y llena de resentimiento.

—Eso es algo que... —hizo una pausa, pensando bien en que decir —Creo que no sabemos cuál es el verdadero motivo de que haya desaparecido. Juro que traté de localizarlo, lo llamé, hablé con sus padres, pero ni ellos pueden darme razón de su paradero.

—¿Piora? —preguntó.

—Sabes bien que Piora no puede tocarle. Él es poderoso, Joe es poderoso y no se dejaría atrapar o matar fácilmente. Piora no está involucrado en este dilema.

Pero se equivocaban, había logrado llegar a él mucho más rápido de lo que ellos creían —No me trates como a una niña. No me compadezcas.

—Eres una niña, Natle. Lo eres aún.

—Tú no sabes nada de mí Ray, eres solo alguien nuevo.

—¡Te equivocas! Te he visto hace mucho tiempo.

—Quiero estar sola.

—Esta noche vendré y más te vale que la puerta no esté cerrada por que la romperé y me importa un huevo si tienes que poner una estúpida cortina para que no te vean dormir. ¡Entendiste! —estaba molesto, pero no deseaba ser brusco con ella en esos momentos, a lo que Natle optó por alejarse de él abrazando su almohada, Ray se levantó viéndola rota por dentro y fuera, cerró los ojos ya que ese dolor podía sentirlo, maldijo a Joe una y otra vez, ya que no entendía por qué se alejó de ella si tanto amor le profesaba, verla así, sufrir, llorar, se negó a hacer pasar a Jesse a ese martirio, comprendió entonces que su madre tenía razón, los sentimientos humanos solo lograban hacerlos frágiles, sin más que hacer, abrió la puerta y salió de la habitación.

Una vez sola, tomó el móvil en sus manos y marcó nuevamente el número que ya sabía de memoria, pero al llevarla de nuevo a casilla de voz, explotó, sin importarle nada, le dejó un mensaje para nada tranquilizador.

—¡Joe! ¿Joe? ¡Mierda! Dime dónde estás yo iré a ti. No me hagas esto. No me hagas esto, te lo suplico —su llanto se escapaba, pero trataba de mantenerse al margen —Por Favor, Regresa… Regresa —suplicó, solo para luego enfurecerse ante su desprecio —¡Maldición Joe! Eres un completo idiota —gritó solo para lanzar el móvil a la cama y volver a sentirse miserable.

Para la noche, Ray cumplió no su promesa, más bien su amenaza, apareció en su habitación con una bandeja de comida, le llevó panecillos de chocolate, chocolate con leche, huevos con tocino y tostadas, estaba molesto, pero no quería verla morir de pena y mucho menos de hambre —¡Natle! Por favor, levántate, lávate las manos y ven a comer. —encendió la luz, iluminando toda la habitación.

Natle entrecerró los ojos, adaptando sus ojos a la orden de despertar, viendo entonces la bandeja llena de comida —Para quién es eso ¿Para mí o para un regimiento?

—Para ti —dijo cortante, poniendo la bandeja en la mesa —¿Qué esperas que no te levantas?

—Por favor, Ray. En verdad no tengo muchas ganas de comer.

—Comes o comes. —la amenazó.

Sin más Natle se levantó a duras penas, se lavó las manos, el rostro, intentó comer, pero su estómago tenía un duro nudo que no le permitía pasar bocado más que vomitar.

—No puedo —se llevó la mano a la boca, cubriéndola, las náuseas le impedían poder comer.

—Aunque sea toma el vaso de leche —pidió Ray, alcanzándole el vaso y viéndola tomar pocos sorbos hasta terminar.

—Gracias.

Natle más cansada de lo habitual fue al baño, se lavó los dientes, se cambió de camiseta y pantalón y regresó a la habitación para descansar, al ver a Ray acomodarse en su sillón, enarcó la ceja y le preguntó —¿Qué estás haciendo?

—Acomodándome —golpeaba su espalda contra el sillón —No es muy cómodo pero servirá.

—¡No, Ray! ¿Qué diablos estás haciendo?

—Dormir en tu sillón, acaso no es obvio. —respondió, cerrando los ojos y cruzando los brazos sobre su pecho.

—¡No, Ray! Te quiero fuera de mi habitación.

—No, ni lo sueñes cariño. Me quedaré aquí, me aseguraré de que duermas como un bebé y te levantes a comer e ir a clases, como una chica normal.

—Créeme no lo haré contigo en mi habitación —respondió a la defensiva —Y no me llames cariño.

—No me digas —una esquina de su boca se elevó —Solo acuéstate y apaga la luz.

—¿No quieres una manta? —dijo con sarcasmo.

—Pero no quiero de esas de colores.

—Eres un idiota. Estoy siendo sarcástica.

—Lo sé y gracias. Buenas noches.

Natle apagó la luz y se recostó, cubriéndose con las sábanas, abrazó su almohada y miró por la ventana solo para cerrar los ojos y tratar de descansar.

Los quejidos y murmullos obligaron a Ray abrir los ojos, levantándose del sillón se acercó a ella, notó su respiración acelerada, sus quejidos solo confirmaron que estaba dormida, entonces se fijó en el medallón de Joe que estaba en su mano y eso no era buena señal, tomándolo entre sus manos con cuidado supo que él se había ido para siempre.

—¡Maldición! —juró por lo bajo devolviéndole el medallón —No tienes pensado regresar —murmuró, volviendo al sillón, sin antes tomar una manta de flores y cubrirse con ella, la habitación estaba más fría de lo habitual ya que el vaho de su respiración pudo ser admirado en la poca luz que se filtraba en tanta oscuridad, era invierno, el internado tenía calefacción pero extrañamente esa habitación estaba fría.

Por un momento quise ser invencible, quise recuperarme, pero el dolor aun tiraba de mis heridas, estaba impaciente por salir de allí y más con la confesión de Ray, podía sentir una presión en el pecho, una sensación de desesperación que ni yo mismo podía entender o explicar, por un momento pensé que estaba despierto, pero cuando abrí los ojos, me di cuenta que estaba en medio de la noche, pero no era un sueño, era un recuerdo, un recuerdo que había surgido de lo más profundo de mi mente.

Me vi aun pequeño a la distancia, estaba solo, era una casona vieja, la recordé en ese instante, era donde pase un año de mi infancia, entre la pobreza y miseria, tenía hambre y no había nada que pudiese comer, tendría unos cuatro años máximo y había escapado de mi tercera casa de acogida, era lo bastante despierto como para darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, entre mis juegos imaginarios, corría de un lado a otro esperando a que viniera la persona que me cuidaba con comida, hasta que tropecé y caí de cara haciéndome un raspón en el mentón y la rodilla.

Entonces sentí unas manos tibias y suaves levantarme con cuidado, levanté la mirada y vi a una mujer, una hermosa mujer de ojos azules, cabello casi rubio y labios rojos como las fresas, me sonrió y se acuclilló frente a mí —Hola Oriholp —me saludo con una sonrisa cálida tirando de sus labios, no tuve miedo, así que le sonreí.

—Hola —dijo mi versión pequeña, yo quise acercarme más tratar de ver muy bien a la mujer, pero estaba atrapado, era un recuerdo, no era un sueño.

Te caíste ¿Duele? —preguntó, limpiando los raspones con sus dedos.

—No. Yo soy fuerte y valiente —sonreí mostrando mis dientes de leche —¿Quién eres?

—Una amiga. Una muy buena amiga —se inclinó solo para besar mi frente, sin saber que ella era Triored, bajaba dos veces al año para cerciorarse de que estuviera bien —¿Tienes hambre? —preguntó.

Sí, pero debo aguatarme como un niño bueno.

—¡No! Esta vez, no —respondió dándome pan, leche y su compañía esa noche.

No pude soportar que mis lágrimas surcaron mis mejillas, aquel recuerdo reprimido estaba partiendo mi alma en más pedazos.

Ella esperó hasta que me vio ya adormecido, acunándome en sus brazos, cubriéndome del frío con sus inmensas alas hasta que me vio cerrar los ojos, con mi pequeña manita sujeté sus ropas para que no me dejara, no quería que ella me abandonara también.

Siempre me gustaron esos ojos —sonrió.

Eres mi mami —dije entre el sueño y mi adormecimiento.

—No pequeño. Me hubiese gustado serlo y tenerte a mi lado, pero no… Soy quien te dio libertad cuando estuviste prisionero y tú a cambio protegerás a mi pequeña de Ïlarian. Ese es tu destino, ser el guardián de mi pobre bebé, convertida en enemigo, convertida de un arma, convertida en lo que más odia nuestra raza. Amala, cuídala, que tu reinarás junto a ella —me susurró con un besó en la frente.

—¿Quién es tu hija? —pregunté yo a la distancia de verme a mí mismo con esa bella mujer que recordé —¿Quién es tu hija? —volví a preguntar.

Ella volvió el rostro y me sonrió solo para responderme —Alox… Es Alox.

Tomando en brazos a la versión pequeña de mí, la recostó en una cama de telas, cartones y lana, cubriéndome con una frazada, la frazada que mi madre me tejió. Se alejó de mí, solo para extender sus alas, elevar la vista al cielo y volar, volar alto y lejos mientras las lágrimas surcaban sus hermosas mejillas.

Entonces desperté, sonreí y recordé mucho más, no era la primera vez que la había visto, desde que tuve uso de razón, la vi pendiente de mí, a lo lejos pero aun así pendiente y esa noche fue la última vez que la vi, fue la primer y última vez que la vi tan cerca y dándome fuerzas cuando más lo necesitaba, ya que unos meses después, nuestro mundo, ese mundo que hubiese sido mío también fue destruido por la ambición de Piora y la testarudez de Linus, arrasó con todo lo vivo, dejando solo murallas y recuerdos, cenizas y polvo, sangre y vacío.

Volví el rostro hacia la ventana, notando lo negra que era esa noche, entonces supe que Natle era parte de mí, fui salvado por ella, fui parte de ella desde antes de conocerla, cerré los ojos y sonreí, tenía miles de motivos para quedarme con ella, luchar y vivir por ella.

Sello de Sangre

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