Читать книгу Principios de levitación - Nazaret Luna Castro - Страница 14
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Es una pena lo que siente aquí mi alma,
un lugar que no le yace
ni a mi piel, ni a mi garganta.
—¡Sal! ¡Sal de la tiniebla errante!
¡Vuelve a galopar como la yegua salvaje!
Que en el mundo abundan penas,
y no hay quien no las derrame.
¡Alégrate, date el gusto de nombrarme!
Incansable piedad,
hambrienta osadía,
desdicha inmunda: ¡acuéstate, y no te levantes!
Se llenan los campos en flor,
la primavera aparece con el solsticio,
en el corazón alumbran canciones.