Читать книгу Formación de la ciudadanía en primera infancia en entornos de vulnerabilidad - Nelly Patricia Bautista Cárdenas - Страница 5

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Capítulo I

Encuadre y determinación de criterios

Selecting And Determining Criteria


La ciudadanía en primera infancia: un problema intersectorial

El asunto de la ciudadanía en la primera infancia es un tema interdisciplinario que compete tanto a la academia como al Estado y a la sociedad en general. No es posible abordar este asunto cuando se habla de él únicamente en textos que no encuentran aplicación en la práctica cotidiana debido a que no se asume como un elemento fundamental en la educación inicial.

La ciudadanía en la primera infancia como problema psicológico

La transformación del individuo en ciudadano es un proceso que inicia desde el nacimiento y está ligado a su desarrollo cognitivo, afectivo y social. Es en la infancia temprana que se construye una primera noción de ciudadanía, que se forja a medida que el niño o la niña interactúa con pares y cuidadores. Estas experiencias tempranas inculcan en el niño una manera de interactuar en sociedad. De aquí la importancia de realizar esta investigación con una población altamente vulnerable, que se sustenta en la política De Cero a Siempre (Ley 1804 de 2016), la cual propende a salvaguardar los Derechos Humanos y formar ciudadanos sobre un esquema de derechos y deberes.

En el proceso de socialización primaria, el niño y la niña inician su camino a la formación en ciudadanía en torno a la aparición del concepto del yo y de los otros. Esta experiencia está condicionada por diversos factores del ambiente, por lo que puede ser precaria o enriquecedora y tendrá una repercusión en la adhesión a los derechos humanos y a la práctica de los valores fundamentales para vivir en paz, en sana convivencia, en un ordenamiento democrático y participativo basado en el respeto a la dignidad humana.

La noción de ciudadanía tiene una profunda importancia para la psicología comunitaria, ya que la concibe como la conquista de derechos que es uno de los objetivos más relevantes de la acción y la intervención. Además, la ciudadanía se entiende ligada a las políticas de integración e inclusión social a las que se accede mediante el empoderamiento y la movilización social, acuñando un concepto de ciudadanía conectado con la facultad de constituirse en actor social proactivo y crítico.

Reforzar la dimensión socioafectiva en la niñez temprana permite desarrollar habilidades emocionales, sociales y axiológicas que son la base de la construcción de ciudadanía y la integración del respeto por los derechos de las personas. Sin embargo, algunas circunstancias del entorno social y familiar, de las familias en situación de vulnerabilidad, no permiten dar prioridad a esta formación en los niños y niñas, dado que los adultos cuidadores o educadores, deben atender principalmente necesidades de tipo económico, situacional y relacional que muchas veces terminan por ubicar a los niños y a las niñas en segundo plano.

Al enfrentar el tema de la construcción de ciudadanía en la niñez temprana, la psicología entiende que cuando los individuos pertenecen a familias víctimas de violencia y desigualdad social, se ven generalmente involucrados en situaciones de maltrato, temores, pobreza, resentimiento, abuso, inequidad de género, necesidades básicas insatisfechas, que los sitúan en una experiencia poco favorable para su salud mental y bienestar personal. Estas situaciones de vulnerabilidad facilita que los niños y las niñas adquieran conceptos negativos hacia el entorno social inmediato, afectando su desarrollo moral, motivación, comunicación y procesos cognitivos en general. Si bien, la igualdad y la justicia son principios fundantes de la ciudadanía, la realidad demuestra que las poblaciones en situación de vulnerabilidad socioeconómica se ven enfrentadas no solo a rotulaciones y estereotipos negativos, sino también a situaciones difíciles que marcan una diferencia en la formación ciudadana con poblaciones que tienen condiciones socioeconómicas más favorables. Esto no implica que los individuos que se encuentran en entornos socioeconómicos favorables no presenten problemas en la construcción de ciudadanía, pero éstos tienen manifestaciones diferentes de acuerdo con sus experiencias y recursos.

La ciudadanía en primera infancia como problema social

Las familias colombianas se enfrentan a diversas situaciones derivadas del contexto de violencia armada y desigualdad social que generan un ambiente difícil para la primera infancia en su desarrollo psicosocial y ciudadano. Dentro del núcleo familiar de los usuarios del cdi, se viven situaciones de pobreza, hacinamiento, violencia, abuso. Esto incide en que los niños y las niñas tengan dificultades en sus procesos de desarrollo cognitivo que afecta su formación ciudadana. Igualmente, en su entorno cercano de vecinos la situación no cambia, ya que sus pares viven situaciones similares.

De esta manera se observa una diferencia en las ideas que se construyen alrededor de las competencias ciudadanas tanto en los programas de gobierno como en las instituciones que los aplican. También a nivel individual entre docentes y formadores, padres de familia y ciudadanos en general, que van construyendo imaginarios y conceptos que se alejan del “ideal” planteado en los programas gubernamentales.

Los conocimientos, pensamientos, creencias e ideas que muestran los adultos en el ejercicio de formación de la niñez, se han erigido dentro de los distintos sistemas en los que están insertos; desde sus relaciones primarias hasta el sistema legal, económico y social del país y del mundo, lo que reclama una revisión sistémica del asunto. Todas estas circunstancias conllevan que las personas construyan representaciones sociales sobre el concepto de ciudadanía que, luego, son el fundamento de la educación de los niños y las niñas. Estas configuraciones cognitivas se alejan de los conceptos teóricos, y se ligan más bien a los preceptos culturales y las historias de vida que, en el ejercicio de formación de sus hijos, se reflejan en ideas y prácticas que no siempre favorecen la formación ciudadana.

Lo que ocurre en la temprana infancia es decisivo para el desarrollo de las personas en formación, que se traduce en la futura conformación del tejido social más amplio, todo lo cual queda determinado por las relaciones que el niño tiene con el ambiente que lo sustenta y que se reflejarán en la sociedad cuando se desempeñe como un ciudadano activo o pasivo dentro de ella.

La ciudadanía en primera infancia como problema del Estado

La participación y el ejercicio de la ciudadanía como derecho que facilita la realización del conjunto de derechos de los niños y niñas en primera infancia, constituye una de las orientaciones fundamentales de la política de atención integral a la primera infancia, que en el marco de la estrategia De Cero a Siempre adelanta el país con el propósito de generar las condiciones y ámbitos que promueven el desarrollo integral. (Castañeda & Victoria, 2012, p. 7)

Desde la perspectiva de la participación y los derechos de la infancia, y en atención al interés superior del niño, se han creado programas de atención integral para minimizar los problemas que afectan a la niñez en condición de vulnerabilidad socioeconómica. No obstante, se observa una brecha entre el discurso y la realidad en el desarrollo de dichos programas, pues requieren ajustes y acciones complementarias en su aplicación en poblaciones vulnerables y víctimas de la violencia. Esto en consideración de que los individuos son afectados negativamente por las condiciones de su entorno social y familiar, lo que puede llegar a anular o reducir el impacto de la formación impartida en los centros educativos en este sentido.

Para resolver este problema el gobierno atiende a la población infantil en condiciones de vulnerabilidad social mediante un proyecto denominado Centro de Desarrollo Integral (cdi) que reemplaza los anteriores Hogares comunitarios. El cdi es coordinado por el icbf y se desarrolla en múltiples sedes en todo el país.

Los cdi son descritos como

instituciones dirigidas a atender y promover un desarrollo integral a través de la educación inicial, con el apoyo de profesionales idóneos en temas relacionados con los diferentes componentes de la atención integral y cuidado y, de la generación de oportunidades de expresión y comunicación con pares y adultos, bajo las cuales se potencia el desarrollo en la primera infancia. (icbf, 2012, p. 7)

Con este programa se busca propiciar el desarrollo de competencias ciudadanas en la niñez. El icbf, en sus acciones de control y con aras de mostrar transparencia dentro del programa, centra su atención en la evidencia dispuesta en documentos y protocolos que buscan que los convenios establecidos con instituciones adscritas como cdi, no utilicen los recursos económicos que provee el Estado en acciones que no beneficien directamente a la población infantil acogida en la institución. Esto hace que se olvide la atención diferenciada de los niños de acuerdo con sus características personales, culturales, sociales y de historia familiar. La prioridad de la supervisión del icbf se centra en el manejo de los recursos económicos y en la revisión de los estándares consignados en fólderes con material probatorio.

El icbf busca que los centros de protección adscritos al cdi presten un servicio más profesional que los antiguos hogares comunitarios y, en el caso de la primera infancia, que sean establecimientos amplios, con capacidad para contener de 180 a 200 niños, como mínimo en cada centro. Una institución que atiende esa cantidad de niños y niñas de 2 a 5 años, se enfrenta a una serie de problemas que exigen atención inmediata como: el control de esfínteres, la nutrición, la agresividad, la atención de los niños que vienen con signos de maltrato, la elaboración de informes y el estrés de las educadoras. Esto lleva a que el tema de la formación axiológica y en competencias ciudadanas pierda importancia ante las demandas urgentes u permanentes de los niños en estas edades.


Figura 2. La ciudadanía en primera infancia un problema intersectorial.

Fuente: elaboración propia.

Pregunta de investigación

¿Cómo el Estado, la familia y la sociedad forman en ciudadanía a los niños y niñas de primera infancia, en situación de vulnerabilidad social, en concordancia con las representaciones sociales que tienen los actores que participan en dicha formación?

Justificación

Las directrices del icbf para la formación ciudadana son un compromiso para los profesionales en psicología, pues dentro de su labor se contempla su participación en el fortalecimiento del compromiso de todos los demás actores sociales con la importancia que tiene este componente educativo para la formación integral de la niñez temprana y, por extensión, del tejido social en general.

Conocer las distintas maneras de entender el concepto de ciudadanía, en la formación de los niños y las niñas de 2 a 5 años, permite asumir una posición crítica propositiva ante los proyectos gubernamentales. Se resalta la importancia que tiene para los individuos este período del ciclo vital, por lo que el psicólogo podrá proponer actividades tendientes a la resignificación de la corresponsabilidad ciudadana. Esto con el fin de posibilitar la generación de un espacio de desarrollo cívico desde el entorno más cercano al individuo, que le permita la construcción de un proyecto de vida coherente y realista, y, también, desde el ámbito comunitario, para abordar la problemática social de la exclusión, la inequidad de género y los conflictos, a través de una propuesta clara desde el modelo de formación ciudadana tanto de la niñez como de cada uno de los miembros de la familia.

El problema de la pobreza y la desigualdad social en que se enmarcan las características señaladas para los niños beneficiarios del proyecto cdi y de la Asociación Sol´Enfance, exige el fortalecimiento de las capacidades humanas que ayuden a generar un pensamiento reflexivo y crítico que lleven al individuo a cuestionar su realidad, y a su vez, buscar soluciones por medio de la convivencia, la potenciación de facultades comunicativas como la escucha empática, el razonamiento para llegar a acuerdos y al mejoramiento de las relaciones sociales, suscitando procesos democráticos y la transformación de las condiciones de vida con miras al cambio social.

Es así como, investigar desde la psicología la coherencia entre el programa cdi, las representaciones sociales y las prácticas frente al ejercicio de la formación ciudadana en la primera infancia, permite abrir caminos de trabajo para la efectividad del programa al integrar a todos los actores sociales incluidos, minimizando así la brecha entre el discurso y la realidad.

Horizonte teórico

¿Qué es ciudadanía?

El término ciudadanía ha cambiado varias veces a lo largo de la historia y solo recientemente se ha relacionado con una serie de modelos cuyo sentido y efectividad dependen de la virtud democrática, la moralidad social y el sentido de cooperación entre los integrantes de un colectivo. Actualmente la categoría de ciudadano es común a todos los miembros de una nación, independientemente de sus creencias, filiación política, condiciones económicas o aspectos étnicos.

En el artículo 15 de la Constitución Política de Colombia (1991), el término ciudadano es una condición político-jurídica que se aplica a toda persona que, como mayor de edad, tiene deberes para con sus compañeros ciudadanos, así como también derechos. La noción de ciudadano implica la convivencia en comunidad con otros ciudadanos, los cuales en conjunto conforman un determinado tipo de sociedad que, para organizarse, debe estar ordenada jurídica y políticamente (rae, 2009). En este sentido, el concepto de ciudadanía se limita al individuo adulto sin reconocer que el proceso de socialización primaria del ser humano, desde sus primeros años, se encamina a la formación ciudadana otorgándole una condición de alteridad, dignidad y sociabilidad.

La ciudadanía puede considerarse como una extensión de las personas en el sentido de la responsabilidad, la participación y el compromiso. Igualmente se entiende como una demarcación, ya que supone establecer límites para sí mismo en favor del respeto hacia los demás. La ciudadanía es un constructo de la educación y va ligada a los principios de civismo, tolerancia, razonabilidad, sentido de equidad, capacidad reflexiva y construcción de identidad (Rubio, Rosales & Toscano, 2009).

Desde la psicología, el concepto de ciudadanía lo expone Maritza Montero (2004), cuando afirma que los aspectos epistemológicos y ontológicos de la psicología comunitaria plantean una relación entre sujeto cognoscente y objeto cognoscible, que cambia la aproximación al objeto de estudio planteada por la postura positivista de la ciencia. Por lo que, al hablar de construcción de ciudadanía y derechos humanos, no es posible hablar de una relación sujeto-objeto, considerando como segundo término del binomio a los sujetos sociales miembros de las comunidades, puesto que ellos son igualmente sujetos cognoscentes, participantes de derecho y, de hecho. Es necesario plantear entonces una relación sujeto-sujeto/objeto, pues hay un doble sujeto cognoscente. Por esto, la psicología plantea una relación dialógica, horizontal, de unión de conocimiento científico y conocimiento popular, ya que todos los actores sociales construyen sus saberes a partir de sus experiencias, su saber cotidiano y su sentido común. Por tal razón, la construcción de ciudadanía no se limita a un programa gubernamental, sino que este es modificado por las representaciones sociales que construyen las personas desde su cotidianidad.

El tema de la ciudadanía ha entrado a formar parte de la disciplina psicológica al ser entendida como un vínculo político entre la persona y su entorno social, en virtud de lo cual dicha persona es integrante de la comunidad con plenos derechos. La relación política conlleva el establecimiento de vínculos sociales con los integrantes del colectivo, que son indispensables en la formación de identidad.

El sentimiento de compartir unas tradiciones y una cultura lleva a la solidaridad, que es la fuerza emocional que liga el grupo a una identidad común, en sentido amplio, porque se comprometen a una actividad común. El ciudadano se sabe perteneciente a una ciudad, a una comunidad política. El reconocimiento de la sociedad hacia sus miembros y consecuente adhesión por parte de éstos a los proyectos comunes, son dos caras de una misma moneda que componen el concepto de ciudadanía. (Ghislaine & Milián, 2007, p. 86)


Figura 3. Concepto de ciudadanía.

Fuente: elaboración propia.

Modelos de ciudadanía

Como se dijo anteriormente, el concepto de ciudadanía no es el mismo desde que se inició el interés en el tema en la antigua Grecia hasta la actualidad. Se han elaborado diferentes paradigmas que se han modificado hasta llegar a los que resume Horrach (2009) en su estudio titulado “Sobre el concepto de ciudadanía: historia y modelos”, del cual se extraen los modelos planteados a continuación.

Ciudadanía liberal

Este modelo explica el aumento de derechos asociados al estatus de ciudadano, teniendo en cuenta que este estatus se fue extendiendo gradualmente en todas las esferas de la sociedad. Ser ciudadano se asocia al gozo de una serie de derechos civiles, por lo que todos los sujetos son iguales con respecto a los derechos y los deberes.

El modelo liberal defiende la libertad del individuo sobre el Estado, el uso instrumental de la moral pública en la que esta se restringe al ámbito privado. Aquí se reclama al individualismo como el componente más relevante en el fomento de los derechos individuales. La participación política es el lugar de convergencia del ámbito político y el privado; tiene como fin la búsqueda del beneficio colectivo y la neutralidad del Estado para que no intervenga en cuestiones éticas, ya que las decisiones se toman con base en las posturas razonables y sobre el principio de que todas las personas son libres y pueden concordar. Se disfrutan de libertades básicas de igualdad de oportunidades, de una serie de bienes primarios dispensados estratégicamente para que cada ciudadano pueda desarrollar su plan de vida.

Desde este modelo, se hace necesario promover el goce de los derechos de libertad en la infancia, mediante la incorporación de prácticas relativas a la validación del juicio propio de los niños y las niñas, asumiéndolos como seres humanos que poseen la capacidad de pensar sobre los asuntos que les competen, teniendo posibilidad de participar en su cotidianidad, en condiciones de igualdad, con las demás personas y deben ser incluidos en el concepto de sujetos políticos; esto comienza con la generación de prácticas de escucha que conlleven que la participación de los niños y de las niñas se vuelva un tema importante en los discursos y en las prácticas de la familia, la escuela y la sociedad.

Ciudadanía republicana

Este modelo parte del pensamiento ético formal kantiano, según lo expresa Horrach (2009), en el que la razón práctica se transforma en una razón intersubjetiva en constante diálogo con la alteridad. La ciudadanía republicana es entendida como una racionalidad comunicativa sustentada en una situación ideal de libre expresión de las ideas sin dominaciones, imposiciones ni desigualdades. Este ideal juega el rol de regulador y debe llegar a un entendimiento mutuo para la concertación de acuerdos sustentados en la veracidad y la rectitud.

Para ser verdaderamente libres es necesario regir nuestra vida en el ámbito de lo privado, pero a través del diálogo intersubjetivo y fundamentado en las condiciones jurídico-políticas en que se convive, ya que solo mediante la autonomía pública, se puede ser verdaderamente autónomo en la vida privada. Es así como el proceso democrático debe ser garante de la autonomía privada y pública tanto en el individuo como en los grupos sociales. No son suficientes los derechos liberales para la verdadera ciudadanía, sino que es indispensable agregar los derechos de participación y comunicación en la esfera pública.

El modelo republicano hace énfasis en la racionalidad comunicativa y en la libre expresión, por lo que nos lleva a entender a los niños como personas que se reconocen, reconocen a los otros y son reconocidos por los otros, y de esta manera, “como agentes infantiles, los niños de las infancias negocian e interactúan con otros para tomar decisiones” (Barona, 2016, p. 69).

Ciudadanía comunitarista

Este modelo surge en los años ochenta como respuesta crítica a los modelos anteriores. Busca reivindicar políticamente el concepto de comunidad y la idea de bien común sobre la idea de lo justo. Se entiende que la ciudadanía responde no solo a los valores políticos universales, sino también a las identificaciones culturales particulares.

El modelo comunitarista demanda el regreso a una sociedad cohesionada bajo una idea de bien que dé sentido y oriente la vida. Igualmente, reclama el regreso a una ética sustantiva que reemplace las éticas procedimentales que se han impuesto en la teoría política. El fundamento de la ética sustantiva es la fidelidad con uno mismo, al origen y la unicidad, que es lo que Taylor (citado por Horrach, 2009) llama el ideal de autenticidad, que solo tiene sentido sobre la identidad personal que se hace y constituye mediante el diálogo permanente con los otros significativos, en un determinado contexto social-comunitario.

Los comunitaristas afirman que para cada persona es necesario el reconocimiento de los otros para constituir su propia identidad individual o colectiva. Consideran que es un error del pensamiento moderno pensar que la persona construye su identidad de forma aislada, pues es necesario la mirada y el reconocimiento de los otros. “Se da así una relación básica entre identidad (mi identidad), autenticidad (mi autenticidad) y reconocimiento (el reconocimiento que se obtiene de los demás)” (Aguilar, 2011, p. 4).

En síntesis, el modelo comunitarista reclama el reconocimiento político de los distintos grupos culturales minoritarios que conforman una sociedad: el reconocimiento de su diferencia con igual valor y el derecho a participar, en pie de igualdad, en el espacio público. Los niños y niñas como agentes sociales, reproducen las prácticas sociales ya que son “intérpretes sutiles del entorno” (Vergara et al., 2015, p. 66). Con este principio, el modelo comunitarista reclama el reconocimiento de los niños y las niñas como seres competentes, con conocimientos y capacidad de reproducir los significados sociales que conllevan la edificación de una identidad individual y social sustentada en la noción de ciudadanía que se construye en la primera infancia.


Figura 4. Modelos de ciudadanía.

Fuente: elaboración propia.

Ciudadanía en la infancia

En el tema de la construcción de ciudadanía desde el prisma de la psicología, se reconoce que los niños y las niñas reproducen la enseñanza con la simbología que le brindan los espacios sociales. “La infancia es lo que cada sociedad, en un momento histórico dado, concibe y dice qué es la infancia” (Casas, 2006, p. 28). Así el concepto de infancia, al ser construido socialmente, se manifiesta en el lenguaje. Este adquiere un papel fundamental en la configuración del mundo social a través de procesos intersubjetivos, que siempre se basan en el conflicto y en los cuales aparece el adulto como mediador que reconoce al niño y a la niña como sujetos de aprendizaje.

Carlos Skliar (2005) denuncia que, tradicionalmente, se ha percibido al otro desde una visión adultocéntrica que busca evidenciar las ausencias y no las diferencias. De este modo, se entiende a la otredad, en este caso de la infancia, como un igual incompleto que debe ser completado y para ello es necesario entregarle lo que le falta, con la esperanza de que el sujeto acepte aquello que se le impone como necesario para estar completo. Esta forma de percibir al niño y a la niña es en realidad una proyección de los propios valores en el otro, es decir, se asume que la única forma de verlo como igual es transformarlo en idéntico. Skliar expresa su argumento de completud de la siguiente manera:

La escuela está allí pues algo debe, puede y merece ser completado. (…) la completud es aquello que sirve para argumentar para qué sirve la escuela: sirve para completar al otro, sirve para completar lo otro. Hay aquí, por lo menos, un doble movimiento que podemos percibir: por un lado, el movimiento de pensar al otro como incompleto, de hacerlo incompleto, de fabricar y producir más y más su incompletud; por otro lado, el movimiento de complementamiento, la necesidad de complementamiento, la violencia de complementamiento. (Skliar, 2005, p. 13)

En concordancia con el pensamiento de Skliar, Kohan (2004), sostiene que el modo contemporáneo de pensar a la infancia está caracterizado por cuatro marcas:

1 la ausencia, pues la infancia es lo que todavía no es, es la presencia de una ausencia;

2 la inferioridad, frente al adulto, sobre todo ante el varón;

3 el otro despreciado, lo no importante, lo infantil, y

4 como material de la política, ya que sobre ella la sociedad refleja lo que necesita idealmente para trazar la perspectiva de un futuro mejor. Esto hace que la infancia preocupe más como un futuro que como un presente.

Desde la perspectiva de Kohan, difícilmente los niños y las niñas podrían participar como coconstructores de sus competencias ciudadanas, dada la posición de dependencia y de subalternidad moral, social, económica, psicológica y afectiva en que han sido puestos. Según este autor, por razones tanto naturales como sociales, se les introyectan la mayor parte de los elementos que se les ofrecen como referentes de su identidad, especialmente cuando pertenecen a grupos sociales afectados por la violencia y otras problemáticas sociales. No obstante, el comportamiento cooperativo y participativo que se desarrolla en la socialización primaria desplegado en el entorno preescolar conlleva que cada niño y niña reciba tanto libertades como limitaciones para su actuación en sociedad.

Para la construcción de ciudadanía se debe tener en cuenta que todos los seres humanos necesitan atención y cuidados, pero ciertas personas tienen necesidad de una atención especial, pues les puede ir en ello la vida (Molenier, 2009). Es decir, que se admite que todas las personas son vulnerables, pero algunas, por sus características individuales son más vulnerables y dependientes que otras. Pensar sobre la vulnerabilidad involucra también reflexionar sobre los cuidadores, y en el caso de la construcción de ciudadanía en la infancia, pensar en los formadores que ejercen un moldeamiento definitivo en los sujetos.

No obstante, nos sustentamos en una sociedad fundada sobre el ideal de autonomía, que predica la idea que toda persona es autora de sí misma, crea sus propias ideas y acciones, minimizando la responsabilidad social sobre la construcción de ciudadanía parametrizada por valores culturales, creencias, pautas de crianza, entre otros.

Los individuos son ciudadanos desde que nacen, los niños y las niñas deben reconocerse como tales y ser conscientes de las implicaciones de esto en su vida (Ministerio de Educación Nacional, 2011). El psicólogo Jean Piaget (1965) reconoce que los niños son egocéntricos por naturaleza, llegando a establecer su verdad incluso en contraposición con la realidad. Pero a medida que se van desarrollando, van adaptándose a la sociedad. “En este tránsito se debe integrar en el pensamiento dirigido, los modos de atribución y acción propios de un ciudadano activo y responsable con la sociedad” (Peña, 2016, p. 2).

En sus primeras experiencias, el sujeto debe reconocerse y reconocer a los otros para construir un nosotros. Por lo que la formación ciudadana debe fomentar los recursos socioafectivos, lograr que los niños exploren su entorno social, fortalecer sus habilidades sociales básicas y superiores, y apropiarse de algunas habilidades de la vida que los ayuden a transitar desde el yo hacia la humanización (Peña, 2016).

Según Faure y Morales (2007), la dificultad para la formación ciudadana radica en que el aspecto económico se ha convertido en el pilar fundamental de las políticas sociales las cuales han adquirido un carácter paliativo y residual para la población que no se incluye en la economía del consumo, porque los Estados se

(…) basaron en el modelo de ciudadanía asistida, donde el mercado es el asignador de los recursos, determina lo social y lo político, con un Estado mínimo y marginal y una concepción tutelar del ciudadano/a que no reconoce los derechos sociales como demandables. (Faure & Morales, 2007)

La política social se encamina a la asistencia de la pobreza sin enfrentar la distribución injusta de los recursos. De ahí que la infancia vulnerable por la dinámica económica se construya en el contexto de la beneficencia desde las políticas subsidiarias, generando una condición y una población específica de intervención. Los programas sociales encaminados a la población más vulnerable se aplican desde un concepto de ciudadanía asistida que contradice los documentos rectores de los programas sociales, como es el caso de los Centros de Desarrollo Infantil (cdi) que son gestionados desde el pensamiento asistencial más que de formación integral.

Si bien el concepto asistencial de la política social afecta la construcción de ciudadanía de los niños y niñas de primera infancia, también se encuentra otro obstáculo en la limitación de la edad para que una persona ostente la categoría de ciudadano limitándolo al individuo adulto. Así, García y Micco (1997) acuñan el término preciudadanía el cual descansa sobre varios tipos de justificación como son la política, politológica, psicológica social, filosófica-ética y la jurídica.

En la justificación política se resalta la contradicción en la génesis del concepto de ciudadanía que incluye el reconocimiento de derechos básicos como principio del ser ciudadano lo cual se opone a la definición de ciudadanía que excluye a la infancia, por lo que el tema de derechos parece restringirse a la acción de elegir y ser elegido. La preciudadanía otorga importancia política a las capacidades ciudadanas del infante eliminando la edad como criterio de frontera, reconociendo el desarrollo psicológico y moral de niños y niñas y rescatando la cosmovisión en la infancia.

La justificación politológica se sustenta en la democracia que desde la mirada tradicional se funda en un concepto procedimental para garantizar el gobierno. Mientras que el criterio de preciudadanía se sustenta en el reconocimiento de conceptos como el bien, la vida buena y los valores, tales como la libertad y la igualdad, que son postulados normativos a los cuales los niños y niñas se adhieren gradualmente como un proceso indispensable en el desarrollo de la democracia.

La justificación psicológico-social del término preciudadanía parte de la crítica del desarrollo del civismo que sustenta las democracias legítimas de los grupos sociales relevantes que no podrían consolidarse sin una socialización política de niños y niñas, sustentada en la familia, los grupos de pares, la escuela y los medios de comunicación social. Es desde estos ámbitos que el infante se prepara para la democracia y la participación.

En cuanto a la justificación social, García y Micco (1997) comienzan por criticar el concepto de democracia como un sistema político que no incluye el tema de la igualdad socioeconómica, sino que se restringe a los derechos civiles y políticos. Desde la teoría de la preciudadanía, se concede la categoría de ciudadanos sociales a los niños y las niñas, puesto que son objeto de políticas públicas que buscan hacer realidad sus derechos socioeconómicos.

La justificación filosófico-ética se sustenta en la aspiración de la sociedad de contar con ciudadanos capaces de participar en reflexiones pragmático-trascendentales que conlleven el establecimiento de un acuerdo ético, en las que dichas reflexiones son parte del proceso de formación y desarrollo de los niños y niñas como ciudadanos en potencia.

La justificación moral de la noción de preciudadanía está arraigada al derecho categórico de toda persona de participar y gobernar en un sistema democrático. Pensar al niño y a la niña desde el derecho a la participación conlleva la profundización de la inclusión en el sistema democrático, ampliando las posibilidades de consolidación de las convicciones ciudadanas que preceden al reconocimiento jurídico. Si, por el contrario, se niega la condición ciudadana a la infancia, se está pensando solo en los intereses propios de adulto como fuente de poder, por lo que es indispensable actuar sobre los futuros, nuevos y prometedores ciudadanos.

Por último, en la justificación jurídica de la noción de preciudadanía se resalta la adhesión que tiene la moral con el bien jurídico, en particular en lo referente a la infancia ya que relaciona el desarrollo moral del niño y de la niña con lo expresado en la Convención sobre los Derechos del Niño (1989).

(…) la importancia que adquiere la formación moral en el desarrollo del niño es central e importa un serio rol activo de la sociedad, de los grupos, de las familias y, también, del Estado. Estas son, a lo menos algunas de las perspectivas básicas de esta noción de preciudadanía que viene a darle pleno sentido y consistencia política, moral y jurídica a la circunstancia de niños que son parte fundamental del sistema democrático futuro y que forjan hoy sus convicciones en las insospechadas formas de socialización que el desarrollo de cada cual permite. (García & Micco, 1997, p. 252)

La teoría de la preciudadanía se convierte en una denuncia para reclamar los derechos ciudadanos de la primera infancia. De la misma manera, Alejandro Cussiánovich (2001) llama a la reflexión sobre las poblaciones que están sujetas a condiciones de pobreza, lo que afecta también su proceso de formación ciudadana. La pobreza que descansa sobre una parte de la población es la pobreza de una sociedad que pretende culpar a los ricos de esa situación. Con esto se restringe el análisis a los aspectos morales y éticos como una forma de sustraerse de estudios más sólidos desde una mirada científica.

Hablar de pobreza es tocar el grave problema de la desigualdad y de las desigualdades; es preguntarnos por la credibilidad de la democracia y la gobernabilidad; es retomar la viabilidad y consistencia de nuestros discursos sobre la condición ciudadana de los excluidos. (Cussiánovich, 2001, p. 17)

La pobreza es una construcción social sobre las relaciones que el sujeto establece con los otros, que a su vez etiquetan la situación con calificativos de culpa, mala suerte, injusticia. Así, la pobreza entra a formar parte de la identidad de las personas a partir de las representaciones sociales que “se sitúan en el punto donde se interceptan lo psicológico y lo social” (Alain Touraine citado por Cussiánovich, 2001, p. 19). Las personas en situación de pobreza también crean sus propias representaciones como expresión de sus vivencias convirtiéndolas en un “problema espiritual, de fraternidad, de projimidad, de salud societal, de subjetividad colectiva, de trastoque simbólico” (Cussiánovich, 2001, p. 17).

La pobreza para la primera infancia se convierte en una “estructura psíquica adquiriendo de esa manera estatus independiente de una realidad entendida como instancia ajena al sujeto” (Cussiánovich, 2001, p. 18). Desde esta situación establece su relación con el entorno social en que se encuentra, siendo materia relevante para el desarrollo de una noción de ciudadanía. Como afirma Cussiánovich, la pobreza conlleva un estado de exclusión que se revierte en un estado de incapacidad subjetiva u objetiva de orientar la ciudadanía y de disfrutar los beneficios que le corresponden al sujeto en calidad de ciudadano. Así mismo, la pobreza menoscaba la motivación de relacionarse y adaptarse al ambiente psicofísico.

La ciudadanía, desde la mirada adultocéntrica, se muestra como una ideología que delimita, cualifica y define a quien puede incluirse en el concepto de sociedad ideal desde lo que existe y lo que no existe; lo que es correcto contra lo incorrecto; lo que es posible contra lo imposible; quien tiene la capacidad de ser ciudadano versus el que no la tiene. Así, en la categoría de ideología, la ciudadanía solo la alcanzan los individuos con determinadas características de desarrollo físico, cognitivo y socioeconómico. Esta lógica restrictiva deja en la periferia la situación específica de pobreza, de infancia y de dependencia eventual. No obstante, son muchas las voces que reclaman el estatus de ciudadanía como un derecho universal que debe alcanzar el ser humano en cualquiera de sus etapas del ciclo vital.

Martha Herrera y Diego Muñoz (2008) se unen a los teóricos que plantean nuevas concepciones de ciudadanía incluyendo a la juventud. Con su planteamiento buscan zanjar la distancia de las personas en la participación social y política basada en las condiciones humanas, para buscar mejorar la calidad de vida. Hacen referencia a las tensiones históricas entre el Estado y la sociedad civil que han polarizado la noción de ciudadanía. Además, se ha entendido lo ciudadano como un compendio de acciones que deben asumir las personas en su relación con la sociedad.

Desde esta mirada crítica sobre la ciudadanía moderna se reconoce que su acepción delimita este estatus a solo un sector de la sociedad. Herrera y Muñoz (2008), en su reflexión, no concuerdan con el concepto de preciudadanía cuando se refiere a la juventud, ya que asumen el término en relación con el imaginario social de la juventud como problemática, como sujetos en riesgo o como predelincuentes. De ahí que se reclama la categoría de ciudadano para la juventud, reconociendo su potencial para autogestionar su propia existencia, puesto que tiene capacidad de agencia y de autorreferencia en relación con los otros.

La condición de ciudadanía para la juventud reclama una formación política buscando interacción con sus congéneres, infantes y adultos, para ello es necesario reconocer “como asunto central de su formación política y ciudadana (…) su reflexividad, fiabilidad, agencia, libertad, performancia y decisión en la construcción de su futuro” (Herrera & Muñoz, 2008).

Como puede observarse, la noción de ciudadanía está en reflexión y reconstrucción permanente para ampliar su cobertura a poblaciones que antes se consideraban fuera del concepto. Todos los sujetos en cuanto seres sociales y gregarios deben ser considerados ciudadanos desde la mirada de la complejidad, la pluralidad y el cambio derivado de un desarrollo humano permanente. La primera infancia es también la primera posibilidad de ser ciudadano.


Figura 5. Ciudadanía en primera infancia.

Fuente: elaboración propia.

El estado de la investigación sobre ciudadanía en primera infancia

Existen numerosas investigaciones sobre la formación ciudadana en la educación escolar. No obstante, tras una revisión documental de artículos científicos recientes, libros especializados en ciudadanía y bases de datos de algunas universidades, fue poco el insumo investigativo encontrado con respecto al tema de la ciudadanía en la primera infancia, en comparación con los estudios realizados con respecto a otros ciclos evolutivos. En esta revisión se encontraron textos de España, Perú y Colombia.

En los documentos encontrados, se visibiliza fundamentalmente una necesidad de cobertura en las investigaciones de ciudadanía en la niñez temprana. A continuación, se resumen algunas de las investigaciones recientes sobre el tema.

Infancia y representaciones sociales (Casas, 2006). En este articulo, el autor hace un análisis y revisión de los factores que afectan las representaciones sociales que comparten los adultos con respecto a la infancia en la sociedad occidental. Encontró que la representación social sobre la infancia, se sintetiza en que los menores son vistos como seres humanos fundamentalmente distintos e inferiores a los adultos, son rotulados como los aún-no. Las representaciones sociales sobre las necesidades y problemas de la infancia, se condensan en la idea de que esos son asuntos fundamentalmente privados que corresponden a la vida de sus padres y ocasionalmente a sus maestros y pediatras. Las representaciones sociales sobre las formas óptimas de intervenir para mejorar la siutación de la población infantil, se limitan al paradigma de especialización que actualmente ya está superado. Con estos conceptos se demuestra la importancia de un cambio psicosocial para evitar que se sigan manteniendo las antiguas representaciones sobre la infancia que están generando rupturas en la comuncación entre generaciones.

Infancia. Entre educación y filosofía (Kohan, 2004). Es un libro en el que se plantea que la infancia se ha entendido siempre desde la perspectiva del adulto, como un tiempo transitorio que sirve de preparación para la adultez. El autor reclama la necesidad de ver al niño de otra manera no restringido a un período de tránsito, sino como un ser realmente significativo, capaz de pensar y razonar. Kohan presenta en su trabajo tres mitos que atraviezan el concepto de infancia: el mito pedagógico de la formación política basado en el principio socrático-platónico de quien pregunta lo que sabe; el mito antropológico de la infancia como un inicio de las etapas de la vida que deben superarse; el mito filosófico de las ausencias engendradas, fundamentado en la etimología latina infas, que significa “el que no habla”. Finalmente, el texto se convierte en un espacio para la experiencia de pensar al infante desde la interrogación y la complejidad del individuo.

Educación ciudadana y democratización de la escuela (Cajiao, 1998). Es un libro en el que se afirma que el espacio escolar siempre ha sido el encargado de la educación ciudadana. Sin embargo, lo que hay que preguntarse es de qué clase de ciudadanía y para qué época o momento de ciudadanía se está hablando. Todo es consecuencia del discurso imperante y el tema de la educación ciudadana es más una moda que una realidad. Según Cajiao, la tensión entre discurso y realidad se presenta por lo menos en tres planos que son:

1 El plano de la escuela; de donde surgen las preguntas ¿cómo crear una estructura escolar que exija un mecanismo adaptativo participante?; ¿cómo hacer entender que para sobrevivir en la escuela sea necesario hablar, participar, tener ideas propias y curiosidades, llevar objetos, discutir sobre el programa de televisión?; ¿cómo hacer para que la escuela exija como mecanismo adaptativo esas conductas que de por sí son democráticas? Con estos interrogantes, Cajiao demuestra que la escuela pocas veces es un espacio real de construcción ciudadana.

2 El plano de la organización y segmentación del sistema educativo desde el punto de vista de la Nación, del Estado, de la sociedad; el Estado segmenta la población, las clases medias y altas van a la escuela privada; las clases pobres van a la escuela pública. Dentro de la escuela pública se establecen las técnicas, mientras que las condiciones del trabajo técnico establecen una imagen social. La cuestión aquí es ¿por qué niños y niñas no tienen acceso a la misma educación?

3 El plano de la administración del sistema, aquí los cuestionamientos del autor son el hecho de cómo se organizan las escuelas, quiénes pueden ir a qué sitios, cómo se da el acceso al aparato educativo y cuál el sentido de la educación pública, todo lo cual cuestiona la formación ciudadana que debe acomodarse a un sistema dividido en clases sociales.

Construcción de ciudadanía: trabajando desde la vida cotidiana con bebés (Esparza & Sánchez, 2013). Es un artículo en el que se fundamenta el concepto de ciudadanía activa, que propone la construcción de sujetos autónomos, solidarios y conscientes del “bien común”, lo que debe ser una acción que inicia en la primera infancia. Así, los autores proponen un modelo sistémico que favorezca esta formación, con base en cuatro conceptos básicos: enfoque de derechos; identidad personal y comunitaria; democracia participativa; y conexión con la vida. Esta propuesta se sustenta en una concepción de ciudadanía temprana que se desarrolla desde la cotidianidad de los sujetos y concibe a los infantes como sujetos de derecho y como actores políticos que influyen en las relaciones al interior de la familia y en las relaciones sociales, económicas y políticas del país. Desde esta perspectiva, se proponen acciones para que los adultos dimensionen la importancia que tiene la vida cotidiana en la construcción de ciudadanía.

La ciudadanía en el marco de las políticas educativas (Fernández, 2001). Aquí el autor del artículo resalta la necesidad de manejar un concepto de ciudadanía amplio, que distingue el ejercicio de la ciudadanía activa y pasiva, al tiempo que reflexiona sobre las condiciones necesarias para llevar a la práctica el ejercicio ciudadano. Reclama la responsabilidad de la educación formal en la tarea de la formación ciudadana, pero recordando que este asunto no es exclusivo de la escuela, sino que la responsabilidad es conjunta con la sociedad y debe iniciarse desde la primera infancia.

Concepciones de ciudadanía, formación y ejercicio ciudadano de un grupo de niños, niñas y sus docentes (Mosquera, 2013). Es una tesis de maestría de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, en la que se indagó sobre las concepciones de ciudadanía, formación y ejercicio ciudadano de un grupo de niños y niñas con y sin discapacidad, que analizó los aspectos fundamentales de la ciudadanía que los menores han construido y apropiado en su cotidianidad, pero también se observan vacíos que requieren una propuesta de formación desde la primera infancia para garantizar la titularidad activa de sus derechos.

Una pedagogía de la humanización para educar en la primera infancia (Rojas, 2014). Es una tesis de grado de la Universidad de San Buenaventura de Bogotá, que analiza la importancia de la noción que deben tener niños y niñas sobre sí mismos como sujetos y seres humanos, lo que reclama una pedagogía humanizadora que conlleve la formación ciudadana y la responsabilidad que tiene la sociedad frente a la infancia.

Pequeños televidentes / Pequeños productores. De cómo los niños participan en la ciudadanía comunicativa (Sánchez, 2016). Corresponde a un artículo de reflexión que demanda el reconocimiento del espacio digital como una herramienta pedagógica que necesita una atención más profunda por parte de la esfera académica, familiar y política para incidir en la formación de ciudadanía activa en los infantes de cualquier sociedad. Los niños desde su primera infancia utilizan la web, la fotografía digital, videos en YouTube, actividades que afectan su formación ciudadana. Muestra por qué es importante enseñar a los infantes a tener una recepción crítica de los medios de comunicación.

Como se desprende de las investigaciones anteriores, la primera infancia se ha entendido tradicionalmente como un periodo de transición, como los no adultos, los dependientes, preciudadanos y pocas veces como sujetos pensantes. A su vez, la formación ciudadana es adjudicada principalmente al espacio escolar y político en el que se menciona solo de forma ocasional a la familia.


Figura 6. Estado del arte ciudadanía en la infancia temprana.

Fuente: elaboración propia.

Las representaciones sociales como paradigma de interpretación

Las representaciones sociales son entendidas como un camino de investigación que facilita el conocimiento de formaciones subjetivas tales como opiniones, creencias, actitudes y valores, que permiten explicar la constitución social de las conductas. Para Serge Moscovici, la representación social es

(…) una modalidad particular de conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación; (…) son sistemas de valores, nociones y prácticas que proporcionan a los individuos los medios para orientarse en el contexto social y material, para dominarlo. Una representación social, habla, muestra, comunica, y produce determinados comportamientos. Estas proposiciones, reacciones o evaluaciones están organizadas de maneras sumamente diversas según las clases, las culturas o los grupos y, constituyen tantos universos de opiniones como clases, culturas o grupos existen. Cada universo tiene tres dimensiones: la actitud, la información y el campo de la representación.” (Moscovici, 1961, citado por Perera, 2005, p. 43)

Con las palabras de Moscovici, se entiende que la representación social se refiere al conocimiento de sentido común, que es adaptable y que se encuentra en un puesto intermedio entre el sentido de lo real y la imagen que la persona reconstruye a partir de sus vivencias. Las representaciones sociales también simbolizan la relación del individuo con la realidad en que se encuentra, en la que se destacan las relaciones de poder que hacen que una determinada representación se sitúe por encima de la otra como verdad incuestionable que rige con fuerza normativa las posibilidades de pensar y de actuar de las personas. En este sentido, los discursos académicos y políticos se sitúan en la cumbre de estas construcciones cognitivas al instalarse en la cotidianidad con la fuerza de una verdad expresada en las externalidades de las relaciones de poder.

Las representaciones sociales condensadas en los conceptos de vulnerabilidad y preciudadanía se asumen como verdades indiscutibles al ser producto de discursos académicos y de políticas públicas que les otorgan una categoría axiomática, pero que en realidad son producto de la construcción de la realidad de grupos e individuos en un contexto histórico social determinado. Es con base en esta cognición que los adultos forman en competencias ciudadanas a los niños y niñas de primera infancia, lo cual le imprime a la ciudadanía elementos culturales y subjetivos que parten de un concepto clásico del individuo como hoja en blanco o tabla rasa.

La teoría de las representaciones sociales permite argumentar con base en las vivencias específicas, el debate del conocimiento y las prácticas sociales, a la vez que la dificultad de explicar los comportamientos de los seres humanos y las relaciones entre los discursos consensuados y los conocimientos construidos a partir de experiencias compartidas. De ahí, que esta teoría se presenta como un paradigma de interpretación ante la conducta grupal frente a un objeto categórico y susceptible de ser utilizado en los procesos de formación ciudadana en primera infancia.

El debate se centra, por un lado, en la problemática de la interpretación del conocimiento social y, por otro, en la limitación para explicar de forma concluyente la conducta humana dentro de la relación que surge entre lo compartido y lo consensual, aspectos que establecen un ámbito de discusión imprescindible en la psicología social y comunitaria y en todas las áreas del conocimiento que se preocupan por comprender los procesos sociales y la adquisición de habilidades que forman parte de la interacción social.

El contexto de la formación en valores ciudadanos para la primera infancia nos lleva a considerar el capital afectivo que orienta las representaciones sociales, fundamentadas en las historias de vida que han tenido las personas encargadas de educar y formar a los menores como seres con derechos, deberes y compromisos. Estas representaciones sociales se consolidan en imágenes positivas o negativas de la sociedad y del Estado, elaboradas en contextos reales, por lo que adquieren significado distinto a partir de los grupos sociales en los que se construyen. De ahí que este enfoque provea elementos básicos para el análisis de la construcción de ciudadanía en la primera infancia no solo en la población vulnerable, sino también otros contextos más favorecidos, pero igualmente rotulados con creencias y pautas culturales.


Figura 7. Representaciones sociales.

Fuente: elaboración propia.

Formación de la ciudadanía en primera infancia en entornos de vulnerabilidad

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