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PRESENTACIÓN

Pero, ¿cómo escriben los nativos digitales?


En diciembre de 2011, en una carta que publicó en el periódico El Tiempo, el profesor de Comunicación Social de la Universidad Javeriana, Camilo Jiménez, expresó a la opinión pública la razón por la cual renunciaba a su cátedra Evaluación de Textos de No Ficción, perteneciente a la línea Producción Editorial y Multimedial, cuyo eje temático es la producción de textos. El siguiente aparte da una idea del tema de su reflexión:

Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses. […] Quizá la lectura sea ahora salir al mar de internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y, en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis (Jiménez, 2011, párr. 14).

La carta de Jiménez, que en su momento causó un pequeño escándalo nacional, puso de manifiesto el sentir de muchos colegas dedicados a acompañar a los estudiantes en procesos escriturales cuando apenas se empezaban a vislumbrar las consecuencias de las TIC: “no son capaces de leer una página de corrido”, “no pueden escribir un solo párrafo de un ensayo sin pegarlo1 de internet”, “no les interesa aprender a escribir”, “sufren de falta de creatividad y de ánimo”, “dependen de la Wiki”; son algunas de las frases que expresan los profesores refiriéndose a los nativos digitales. Sobre el tema, fuera del aula, obtuve afirmaciones de los estudiantes como las siguientes:

Profesor: ¿Por qué plagiaron el resumen de El perfume?

Estudiantes: porque ya vimos la película.

Profesor: pero si las películas tergiversan la historia, omiten detalles importantes y desdibujan a los personajes.

Estudiantes: profe, la verdad, si los detalles fueran realmente importantes no los podrían quitar. Además, un buen actor muestra con la cara el carácter del personaje la emoción que está sintiendo, sin que tengamos que leer páginas de descripciones sobre él.

Profesor: bueno, pero así hayan visto la película, el resumen es personal, sobre lo que sintieron. Eso no puede ser copiado.

Estudiantes: (entre risas) estamos de acuerdo con lo que dicen los comentaristas del libro. No tenemos nada nuevo que decir y nos identificamos plenamente.

Además de la astucia de los nativos digitales para salir del paso, las respuestas de los estudiantes revelaron algo que los profesores de escritura no están teniendo en cuenta a la hora de preparar clases: los trabajos que estaban pidiendo ya se encontraban escritos y era fácil encontrarlos. Si se busca, por ejemplo, El perfume de Patrick Süskind (2012) en internet, se encuentra, junto a la copia digital, análisis semióticos, estilísticos, culturales, médicos, psicológicos, criminalísticos, de género, resumen de la trama, contexto de la obra, análisis de los personajes, críticas literarias, la película, videos explicativos, entrevistas con el autor, etc. Me pregunté entonces: ¿por qué le pedimos como docentes a los nativos digitales que ignoren estas opciones que habitan su mundo y están a la mano para que escriban algo como a nosotros nos gusta?, ¿qué queremos que encuentren con la escritura?, ¿queremos que forjen su opinión?, ¿para qué?, ¿para arrojarla a la basura junto con otros trabajos cuando estemos limpiando el escritorio al final del semestre? ¿Acaso queremos con la escritura desarrollar procesos sociocognitivos y de aprendizaje fundamentales?, ¿cuáles? Si el hombre ha olvidado cómo cazar, encender fuego y hasta factorizar, y aún sobrevive, ¿qué tan grave es que escriba párrafos insípidos?

Después de mucho reflexionar, llegué a la conclusión de que los docentes dedicados a la lectura y la escritura estábamos pensando en la escritura lineal, en papel, sin tener en cuenta que los nativos digitales escriben en computadores (incluso nosotros lo hacemos), y que necesitábamos replantear nuestro oficio. Inferí que la intromisión del computador en el proceso de escritura tendría que haber afectado de alguna manera los géneros discursivos escritos, los procesos mentales, las reglas de comunicación y la cultura. Intentar responder estas cuestiones me llevó, en cuanto a la teoría, a indagar en estudios y conceptos ligados a la escritura en la web y el hipertexto y, en la práctica, a experimentar con el procesador de textos Word, buscadores, gestores bibliográficos y bases de datos, entre otras TIC.

Finalmente, diseñé, en el primer semestre de 2011, la asignatura Seminario de Investigación para estudiantes de últimos semestres de Contaduría Pública y Administración de Empresas en la Universidad de La Salle con la intención de que fuera un taller de escritura académica dirigido a nativos digitales. Me centré en el artículo académico ya que, entre otras bondades, y a diferencia de la monografía o la tesis, es un género moderno, ágil y acorde con la evolución de las TIC. El artículo académico se presentaba como la oportunidad ideal para conjugar algunos de los temas que me inquietaban: búsqueda y uso de información aplicada a la investigación y a la elaboración de textos académicos, procesos de lectoescritura mediados por el computador, revisión bibliográfica y redacción de informes.

Mi interés y primeras experiencias en el tema, antes que dentro del ambiente académico, iniciaron en el ámbito empírico, técnico y profesional de la Bibliotecología y las Ciencias de la Información en el Sistema de Bibliotecas de la Universidad Nacional de Colombia donde laboré durante casi una década. Gracias a las bibliotecas fui testigo del cambio de paradigma respecto a los modos de hacer investigación y presentar los informes: durante los años noventa los investigadores recorrían por varias horas los estantes en busca de libros y revistas, por ejemplo, para realizar sus marcos teóricos; tomaban apuntes en cuadernos o fichas y luego, en casa, redactaban sus escritos; años más tarde, al iniciar el siglo XXI, los investigadores llegaban a la biblioteca con su computador portátil a buscar apenas un par de libros que complementaran la bibliografía que ya habían adelantado a partir de textos en línea y que habían preparado en un artículo de 20 páginas.

Precisamente, durante los últimos años que ejercí como bibliotecario en la Universidad Nacional me fue encomendada la labor, como parte del Programa de Alfabetización Informacional del Sistema de Bibliotecas, de instruir a investigadores —consumados— en el uso de bases de datos bibliográficas, buscadores en línea, gestores bibliográficos, editores en línea y demás TIC que empezaban a llegar a la biblioteca. Allí consolidé procedimientos de uso y estrategias didácticas para los cursos. También observé cómo, poco a poco, dichas TIC interferían cada vez más en los procesos investigativo-académicos, sobre todo, relacionados con la búsqueda de información y con el proceso de lectura y producción de textos académicos. Adquirida ya cierta experiencia como docente, primero en la Universidad Nacional, luego en la Universidad de La Salle, fui más osado al incluir en mis didácticas algunas clases en salas de sistemas con el fin de enseñar a los estudiantes a consultar buscadores y bases de datos, a descargar bibliografías desde programas gestores de bibliografía y a usar algunas TIC. Más adelante, en 2012, publiqué los apuntes de clase Técnicas deductivas e inductivas de búsqueda de información en la web, y luego, en 2013, el capítulo de libro Procesos de lectoescritura mediados por el procesador de textos Word y otras tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Ambos alimentan este libro.

Debo decir finalmente que, aunque este texto parte de la experiencia, la teoría y la experimentación, es fruto sobre todo del acompañamiento continuo a cientos de estudiantes e investigadores durante su proceso de elaboración de artículos académicos. La experiencia de abordar con mis asesorados diversos temas que van desde la veterinaria, pasando por las artes, hasta llegar a las ciencias administrativas y contables, lejos de hacerme experto en temas concretos me ha permitido consolidar una teoría general de la forma para escribir artículos, aplicable a todas las disciplinas.

El autor

1 En la jerga académica colombiana, una acepción del verbo “pegar” es tomar un fragmento de texto de la web para ponerlo en un documento en proceso como si fuera propio, lo cual, sin la correcta citación, se considera plagio.

Taller de redacción de artículos para estudiantes universitarios

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