Читать книгу El punto original - Ángel Largo Méndez - Страница 15

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Podemos ver el movimiento circular o cíclico de Lo Manifiesto en el desarrollo de la vida. En el útero de la madre, donde al principio no había nada, solo calma absoluta, surge una nueva expresión: un embrión que pasará luego a ser un bebé, luego un niño, después un joven, siendo en esta edad, la de mayor desarrollo y plenitud física alcanzable. Luego el ritmo de este ser escalona para atrás, o expresado de manera correcta, da la vuelta: adulto, mayor, anciano, hasta llegar a la muerte, que es la desaparición, la calma, la quietud, de vuelta a esa nada inicial. Este es un proceso que dibuja una circunferencia perfecta, replicando el movimiento inicial del Ser, con la diferencia de que sucede dentro ya de la experiencia física, a un nivel micro.

Esta misma rueda de la existencia efímera de lo Manifiesto sucede en cada fenómeno objetivo sine qua non: plantas, animales, minerales, parásitos, virus, células, mundos, estrellas, galaxias, pensamientos, sensaciones, sentimientos, una lista interminable de procesos cíclicos presentes en lo macro y en lo micro con un mecanismo fractal como base. Este proceso, este devenir del Ser, sucede dentro, fuera y en nosotros. Es absurdo pensar que, por alguna excepción a la regla, el hombre está exento de un sistema que se presenta como una fuerza o tratado imprescindible en todo el universo. Ciertamente, escapar a aquello sería una especie de divinización del hombre, que lo engaña de su condición real.

Es de suma importancia aclarar que este círculo que utilizamos para comprender la formación de Lo Manifiesto es una alusión al movimiento de las formas, no a su dimensión o extensión. Con esto quiero decir que el universo no es un círculo, al menos no el universo en el cual vivimos, pero su expresión si mantiene este recorrido como modelo.

Esta dualidad característica que asume el Ser en su expresión se seguirán ampliando y reproduciendo interminablemente hacia el desarrollo total de las infinitas potencialidades latentes del Punto Original. Sin embargo, aquí vale observar un detalle. El Punto Original, no se ve afectado por el movimiento originario de su Punto Reflejo. Independiente de cómo avanza el desarrollo fenomenológico quietud/movimiento el Punto Original se muestra incólume, intocado y siempre presente.

Un movimiento constante, un tiempo subjetivo

El Punto Reflejo inicia la exploración o auto observación de sí mismo y forma una línea que en su recorrido irá hasta los confines de sus posibilidades para luego retornar a donde partió, ya que es lo único que hay, que existe y conoce, o sea el sí mismo, el retorno a casa. De esta manera, el Punto Original auto expresado en su reflejo observa sus potencialidades infinitas en un espacio finito.

Este espacio en un análisis rápido y simple parece compuesto de objetos, es decir, de millones y millones de expresiones que aparecen en el movimiento. No obstante, reconociendo que esta traslación se refiere a un cambio de estado de la conciencia de sí mismo o subjetividad pura, podemos decir que lo real y permanente en todo momento no es más que un reflejo del Punto Original.

Cuando vemos al círculo creemos que estamos ante un objeto sólido, distinto y propio. Es obviamente visible, medible y tangible. Si nos detenemos a revisar su composición vemos que la figura en realidad no es más que una sucesión de puntos que inician y terminan en la misma posición dada. La forma real de la figura (y cuando hablamos de real, hablamos de inalterable) sigue siendo el punto, que ya sea uno en movimiento, o muchos superpuestos, dan la apariencia de un círculo.

¿Existe en el gráfico algún elemento que no parta o sea expresión del mismo punto? No. Entonces no hay una distinción entre el origen y la apariencia que toma. Los objetos no son más que el Ser expresándose, dando lugar a apariencias que a primera vista parecen disímiles, separadas, pero que son en origen lo mismo.

Esta comprensión aparece gracias a la capacidad de una de estas apariencias, el hombre, de observar y medir la transición de las formas. Proceso mental que justamente da objetividad al espacio, ya que lo divide en dos: quien lo comprende y lo comprendido.

A esta capacidad para medir el movimiento se la llamó tiempo. En la antigua Grecia, en los albores de la filosofía, se pensaba que el transcurrir del tiempo iba desde el caos hacia el cosmos, para luego regresar al caos, y así sucesivamente, en un ciclo eterno. Es decir, todo lo que nace en la naturaleza se degenera, deviene, y muere, para luego volver a nacer, y repetir el ciclo.

Ese ciclo es el movimiento del Ser que lo convierte en un fenómeno o forma llamado Cosmos. Sin embargo, los primeros filósofos notaron hábilmente que el movimiento se generaba en los seres y no fuera de ellos, y sin afectación de la aparición y desaparición de cada uno, esta capacidad de moverse seguía constante, en un proceso calcado, repetitivo y homogéneo. Llegaron a la conclusión de que todo lo que existe físicamente tiene esta característica fundamental, el movimiento continuo.

Al comprender y experimentar este movimiento el hombre crea el tiempo, un concepto para entender la dinámica de Lo Manifiesto. El tiempo no es una dimensión, sino la fluctuación de estados que las formas sufren hasta llegar al extremo más lejano a su origen, alcanzar su máximo desarrollo, y luego retornar a su quietud de origen. Para comprender esta transición era imprescindible para la mente humana darle nociones medibles o cuantificables, y el tiempo aparece como una respuesta a esa necesidad.

El movimiento de Lo Manifiesto mantiene una constante, una ruta cíclica que se repite o recrea en sus propias y miles de expresiones físicas individuales. Todo y todos somos una misma expresión subjetiva del Ser, pero que, al ser experimentada desde la individualidad del humano, se convierte en objeto, producto de la aparición del yo (lo que revisaremos más adelante). Dicha transición adquiere un carácter fraccionario, volviendo lo continuo algo cronológico.

Lo que es claro vislumbrar es que antes de la aparición de la conciencia (el Yo Soy) en el hombre, la significación del tiempo no fue necesaria para la movilización continua de la evolución física. Este movimiento se generó siguiendo un patrón común: de menor a mayor complejidad, del átomo a los planetas, de los planetas a la vida unicelular, luego pluricelular, vegetal, animal y homo sapiens. El concepto tiempo no corría por esas estructuras, pero el movimiento era inherente.

Desde la interiorización humana de ese movimiento, con la aparición de la mente o autoconciencia, el tiempo se ha convertido en una valiosa concepción para ordenar las cosas de manera que el incipiente raciocinio pudiera entender el proceso sistemático de la naturaleza. Necesario para comprender la existencia, pero no para existir, su significado sigue siendo parte importante de estudio y observación, siendo uno de sus más profundos misterios la posibilidad de retroceder o avanzar en él.

Lo increíble es que, siguiendo su punto de partida, estos viajes en el tiempo son diarios, por no decir eternos. En la mente humana, donde tiene su nido el concepto tiempo, la transportación de pasado-presente-futuro es inmediata, sin mínimo esfuerzo y comprobable. De los recuerdos a las proyecciones nuestros pensamientos divagan moldeando en su presente el tiempo a su antojo, lo que demuestra que, si hay una zona donde el viaje en el tiempo es posible es en el mismo lugar donde tiene origen. De ahí que hasta ahora la posibilidad física de volver en el tiempo no sea factible.

Einstein, desde su punto de vista, cuando formuló la relatividad del tiempo mostró con claridad esta premisa. El físico de origen alemán concluyó que la velocidad de la luz es la única constante física del universo. Y si es siempre la misma, independientemente del movimiento del observador, otras propiedades físicas deben variar para la gente que viaje en direcciones y velocidades diferentes.

Así entonces probó que la constante (el movimiento) es independiente de quien lo observa, pero la medida que sirve para cuantificar el traslado de los seres animados en ese movimiento puede cambiar para el observador según su ubicación y la forma en que acciona (se mueve) tanto física como mentalmente. De ahí la sensación común a toda persona de sentir el tiempo más rápido mientras tenemos fija atención en un punto (objeto, idea, sensación, etc.) y más lento cuando divagamos sin norte. La misma diferencia sentirá usted si está en un continuo frenesí de movimiento o si tan solo espera despierto sentado en un sofá que pase el día.

¿Qué ocurre si no pienso? Pues no hay tiempo. Ocurre constantemente cuando pasamos del estado de vigilia al de sueño profundo. Cuando dormimos no hay sensación de tiempo. Al despertar todo parece como que ha ocurrido en un instante, un solo momento que no escapa del presente. Al detenerse la herramienta consciente en el hombre, la mente, el concepto tiempo también para, como todo pensamiento.

En la meditación ocurre algo similar. Quien practica esta disciplina conoce con certeza que el momento de “trance” es un espacio donde la noción tiempo desaparece. Sin embargo, ahí los pensamientos no se detienen por completo como en el sueño, sino que son ignorados, no abordados por el pensador, el ser consciente.

La naturaleza psíquica del tiempo demuestra que este no existe en el estado no consciente, no oscilante, en donde la producción de pensamientos es nula. La quietud no produce tiempo, y es el movimiento quien lo sostiene. El movimiento entonces es el tiempo real, el que mantiene un ritmo constante, perenne, que no se afecta por ninguna medición del hombre o cualquier ser corpóreo.

Lo Inmanifiesto, el Origen no dual o Punto Original, no se ve afectado por esta idea del tiempo, ya que su estatus precede al mismo. Desde la perspectiva de nuestro gráfico, lo que ocurre dentro del círculo manifiesto afecta solo al círculo manifiesto, aquello de donde se origina y que lo contiene es completamente inmune a cualquier fenómeno del mismo.

El movimiento finito en lo infinito: La información como motor

Nuestra vida física tal cual la percibimos comienza y acaba en un abrir y cerrar de ojos. Pero Lo Manifiesto sigue estando allí. Todos somos repetidores incansables del proceso armonioso de salida y llegada hasta el Punto Reflejo, expresión primigenia del Punto Original. Cada fenómeno físico que se genera en el universo cumple ciclos que se repiten de manera indefinida y que forman parte del movimiento total, como si fueran una cadena compuesta de argollas entrelazadas entre sí. Somos parte de un solo gran movimiento que tiene su origen en la quietud absoluta.

Al morir todos volvemos a esa quietud, a la sensación primigenia sin movimiento, una dimensión que no comparte créditos con las leyes físicas pero que sí cuenta con el potencial para crear movimiento. Al dejar atrás la forma de materia sólida y de energía volátil el Ser, que es la sustancia única que cada fenómeno tiene consigo, lleva para su próxima vuelta un botín precioso: la información experimentada.

En 1981, Rupert Sheldrake, biólogo londinense, publicó una teoría que conmocionó a la ciencia ortodoxa, a tal punto de casi quedar excluido de esta. Afirmó que las mentes de todos los individuos de una especie, incluido el hombre, se encontraban unidas y formando parte de un mismo campo mental planetario.

Ese campo mental, al que denominó mórfico, afectaría a las mentes de los individuos y las mentes de estos también afectarían al campo. Cada especie animal, vegetal o mineral posee a través del campo mórfico una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie. De este modo, si un individuo de una determinada especie animal aprende una nueva habilidad, les será más fácil aprenderla a todos los otros individuos de dicha especie, porque la habilidad resuena en cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentren.

Lo que Sheldrake descifró ante la incredulidad de la comunidad científica no es más que la información y su proceso de avance o retroalimentación en la materia consciente. Cuando los entes físicos avanzan a nuevas etapas de desarrollo a través de la selección natural, donde los especímenes más aptos sobreviven y se adaptan aprendiendo formas, modos o sistemas de supervivencia, ¿cómo es que dicha información se transmite hacia otros entes de la misma especie para continuar el avance desde el mismo punto? Si fuera fruto del simple azar, si de diez especímenes solo uno se adapta y adquiere nueva información para dicha tarea, el proceso de continuar la escala evolutiva sería algo difícil.Como explica José Díez en su libro Siendo todo soy nada, los organismos varían en bloque, por lo que sin la existencia de un campo o espacio donde la información sea compartida sería preciso que se produjeran mutaciones a gran escala y con las mismas características de la original para que la evolución continúe. ¿Y la aleatoriedad?

Sheldrake y su visión dan la oportunidad a las especies de replicar lo observado y también ajustarse al nuevo modelo a través de información que luego se convertiría en genética. Así, toda especie con un elemento común como es el Ser, podría transmitir información que tomaría formas energéticas que luego desarrollarían las expresiones materiales y objetivas a una nueva escala.

Este descubrimiento, que aún no tiene cabida en la mirada científica convencional, se debe justamente a otro elemento que el campo mórfico permitió a gran escala: la capacidad de raciocinio. Es con la aparición del ser humano que el conocimiento hace su aparición en el universo. Existe ahora la forma de observar, analizar, detallar y experimentar todo lo que es. El Ser se reconoce a sí mismo dentro de Lo Manifiesto.

La información, que es la fuerza o motor del movimiento continuo de Lo Manifiesto, es lo que se conoce dentro del mundo espiritual oriental como el cuerpo causal. El cuerpo causal es lo que da origen y forma la base con la que cada nueva expresión humana inicia cada mini-círculo una y otra vez. Este cuerpo es el que integra a los posteriores, tanto al físico o denso (con la información del ADN) y como al psíquico (a través de la memoria).

La información recogida por el Ser a través de su expresión física, que es Lo Manifiesto, permite avanzar hasta la completud del círculo. Cuando Lo Manifiesto en su totalidad termine la vuelta ya no partirá de la nada como fue en un principio, sino que en base al cúmulo de datos observados y expresados se permite una próxima experimentación desde una instancia diferente, puede decirse incluso que superior.

La tendencia natural hacia la máxima evolución o desarrollo de los potenciales expresivos de Lo Manifiesto hace que el movimiento cíclico se repita, una y otra vez, de forma consecutiva y sin principio ni fin, lo que permite observar una constante: cada movimiento es finito, la expresión de Lo Manifiesto no.

Este motor del movimiento no es nada nuevo. Por siglos, sabios orientales han recalcado la existencia de la reencarnación, explicando con ella, hasta cierto punto, el ir y venir de lo subjetivo a la objetivo una y otra vez. De la misma forma, la ciencia se inclina a la hipótesis de un macrocosmos que se crea y autodestruye ad infinitum, en una serie constante y eterna de Big Bang y Big Crouch. La única diferencia entre cada círculo completo, desde la visión macra del universo físico hasta lo micro del ser humano, es el contenido de cada vuelta y esto es el tipo de información que cada una incluye.

Quiero hacer ahora un bosquejo tomando la información, el conocimiento que permite la experimentación de Lo Manifiesto como punto crucial de salto evolutivo. Si el patrón circular manifiesta una repetición indefinida hacia una escala superior, tendríamos un gráfico con la siguiente estructura:

- Luego del círculo de la expresión primera de Lo Manifiesto se traza una nueva circunferencia, donde la referencia ya no sería del Punto Original al Punto Reflejo, sino del Ser Manifiesto en la materia (la autoconciencia en el hombre), donde inicia la producción de información, al Punto Reflejo, lo que dibuja un proceso en espiral ascendente.

- El Punto Original sigue siendo el origen de todo, el centro de la graficación, totalmente inmutable

- Cada vuelta finita se repetiría hasta el infinito posible.

El punto original

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