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Prólogo

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Ricardo Gibu Shimabukuro

Ángel Xolocotzi señala en la introducción de este libro que «el despliegue de lo que aquí se expone ha sido fruto de la reflexión a lo largo de los últimos años», sugiriendo que los temas que se abordan, aun cuando no han sido elegidos conforme a un plan preconcebido, «no revisten un carácter arbitrario sino se comprenden a partir de su dimensión histórica». La referencia del autor a «la dimensión histórica», como principio articulador del texto, resulta particularmente relevante. Si bien, el problema de la historia no forma parte de los temas centrales, ella recorre «subterráneamente» toda la obra en la medida en que las preguntas, que animan el devenir de cada capítulo, nacen del modo singular en el que el autor hace suyo el legado de la propia historia, situándose en lo «ya sido» desde donde lo esencial adviene y se torna comprensible.

El conjunto de los trabajos aquí reunidos intenta ser una respuesta a aquella indicación que Martin Heidegger ofrecía respecto al estudio sobre la técnica: «me parece aconsejable que ante todo hablemos y escribamos menos sobre la técnica y pensemos más acerca de su esencia, a fin de que encontremos en primer lugar un camino hacia eso esencial». Se podría decir que la cuestión medular de este libro es, precisamente, ponerse en camino hacia lo esencial. No hablar ni escribir únicamente de los tres temas centrales del trabajo –el lenguaje, el cuerpo y la técnica–, sino ofrecer una vía capaz de pensar un discurso sobre lo esencial de estas realidades. Aunque «ofrecer una vía» ¿no significa, a su vez, hablar y escribir sobre esa misma? ¿No caemos en una circularidad cada vez que pretendemos situarnos en lo originario y hablar desde él, es decir, desde su lógos? A este problema apuntaba Heidegger cuando, en 1934, decía «giramos en círculos, siempre y cuando cada acceso al lenguaje esté determinado por la lógica».

Xolocotzi aborda esta cuestión, mostrando con nitidez la centralidad de la pregunta por el lógos, a inicios de los años veinte, dando cuenta de las luchas internas a las que se vio sometido el filósofo de la Selva Negra tras la publicación de Ser y tiempo. Va tornándose cada vez más claro que el lógos no puede constituirse como posibilidad de referencia o potencia mostrativa del ente y, por tanto, no puede coincidir con el ámbito preteorético y prelógico del Dasein en su estar ya orientado en el mundo. Como dice Xolocotzi, es más bien «el ente el que “se deja manifestar” a través del lógos (…) en una especie de libertad articulada y articulante que precede a la predicación y que constituye el fundamento de la potencia mostrativa del lógos apofántico». A partir de ese momento, surge en Heidegger la exigencia de remover el sentido apofántico del lógos, tal como lo expresa en la importante lección del semestre de invierno de 1933-1934, Sobre la esencia de la verdad. Lejos de abandonar el ámbito del sentido, este se hace presente en la pregunta orientadora de toda lógica, que no es otra que «la pregunta por la esencia del lenguaje». Si la esencia del lenguaje coincide con el hecho de orientarse en el pensamiento, se torna necesaria la conmoción de la lógica (Erschütterung der Logik) que entiende al lenguaje como mero objeto a disposición del hablante y lo reduce a las posibilidades ofrecidas por la estructura de la oración proposicional: en efecto, de lo que está-ahí delante (Vorhandenes) no surge ninguna orientación. Esta conmoción abre el camino para acceder a la esencia del lenguaje como orientación colectiva, poder formador del mundo e instancia fundadora del ser por medio de la palabra, esto es, como poesía.

Pero, hasta qué punto la conmoción de la lógica permite abrir una vía novedosa para comprender el sentido que acontece en el cuerpo. El capítulo VII del libro, titulado «La verdad del cuerpo», apunta en esa dirección. No será esta vez la lección Sobre la esencia de la verdad, aludida anteriormente, sino las distintas versiones de la conferencia De la esencia de la verdad (2016: GA 80.1) pronunciada a finales de los años veinte, la base sobre la que articulará el autor sus reflexiones sobre el cuerpo. Hay un sentido en el que ni las lágrimas ni el rubor pueden ser comprendidos a partir de su determinación medible en el ámbito psíquico-somático. Es precisamente en este punto, donde Xolocotzi habla de la «verdad del cuerpo» con relación al Dasein como ex-sistencia. En el ex-sistir del Dasein, el cuerpo porta una ambigüedad intrínseca en la posibilidad de su ocultamiento y desocultamiento: el movimiento del Dasein desoculta su cuerpo (Körper) en la inmediatez del momento, pero al mismo tiempo oculta la respectividad de su cuerpo (Leib) con la totalidad de lo ente, es decir, con el mundo. Ex-sistir significa estar en la verdad en la medida en que el Dasein está expuesto y desoculto, y al mismo tiempo, desoculta y deja-ser al ente. Pero también significa, y de modo más originario, estar en la no-verdad en la medida en que todo desocultamiento del ente es posible en virtud del ocultamiento o, dicho de otro modo, del «misterio». En cada desocultamiento, el Dasein se siente abrumado ante el ocultamiento inevitable de lo ente en su totalidad.

A partir de lo dicho, nos equivocaríamos si interpretáramos las tres partes, en las que se divide el libro, como desarrollos independientes de temas relevantes de la obra heideggeriana. Ángel Xolocotzi, filósofo cultivado en el pensar exigente de Heidegger, no es amigo de los caminos fáciles ni de las estériles exposiciones eruditas. Lo que está en juego en esta obra es la explicitación del punto de partida de la filosofía, en el que el interrogador está ya inmerso en la pregunta que anima su investigación, en aquel nudo problemático que despierta su interés y le sorprende. Un nudo cuya complejidad el autor no esquiva, sino que busca comprender desde el mismo itinerario pensante del filósofo de la Selva Negra. Y en ese intento, los grandes temas de este trabajo se entrecruzan, se iluminan mutuamente e inauguran nuevas líneas de reflexión. Se trata de un ejercicio hermenéutico, en el que se da cuenta del estatuto del lenguaje filosófico a través de la ejecución de un criterio por donde lo ha abordado. Lejos de presentarse como un ente que está-ahí al alcance de la mirada, permanece en el misterio y da señales de su ocultamiento en el dejar-ser de lo que comparece.

Articular lo simple

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