Читать книгу Estrategias para un cambio saludable - Nidia María Tejada Rivera - Страница 7

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Capítulo 1. La salud pública y la enfermería

Public health and nursing

El saber en enfermería, en esencia, está enfocado en la ciencia del cuidado, y su objetivo es conocer aspectos relacionados con el cuidado de la salud para intervenir en esta y así contribuir al mejoramiento de los cuidados y de las condiciones de salud de las personas (Lagoueyte Gómez, 2015, p. 1). En una definición más amplia, se puede decir que el centro de atención del saber en enfermería es el cuidado de la salud y de la vida, de las personas, la familia y la comunidad, en diversos escenarios que se dan en la vida cotidiana (Lagoueyte Gómez, 2015, p. 1), ya que en esta última es donde se desarrollan las actividades diarias de las personas. Esto, sin perder la esencia que la caracteriza: el cuidado.

Es importante en este apartado abordar el concepto de cuidado, que a través del tiempo ha venido contemplando diferentes acepciones. Cuidar implica la relación entre el cuidador y el cuidado, y denota la existencia de una dinámica de interrelación (Durán de Villalobos, 1994); se podría decir que es una actividad humana que siempre está en función del otro. Colliure (1993, citado en Ortega, 2002, p. 1) refiere que cuidar es “mantener la vida asegurando la satisfacción de un conjunto de necesidades” (p. 1); es un acto dado por uno mismo y para uno mismo, al momento que se adquiera la autonomía precisa para ello.

El concepto de cuidado ha existido desde siempre. En épocas primitivas estuvo vinculado a la necesidad de supervivencia del individuo y perpetuación de la especie (Bardallo, 2012, citado por Balaguer Madrid, 2014, p. 7). En la antigüedad, surge en la etapa doméstica durante el siglo xviii, y se define como un acto instintivo femenino para la protección de las familias, ya que era la presencia comprensiva y respetuosa de las mujeres, quienes lograban el bienestar de los seres humanos que las rodeaban (Juárez-Rodríguez y García-Campos, 2009). Con la llegada del cristianismo, se incorporan al cuidado nuevos valores: vocación, amor al prójimo y salvación del alma. Hasta entonces, las características fundamentales eran: intuitivo, femenino, natural y caritativo. En el siglo xix, con los cambios sociales y los avances tecnológicos, una nueva concepción de cuidado aparece con la profesionalización de la enfermería. Al inicio el enfermero asume un papel pasivo en el proceso salud-enfermedad, y toma un papel de dependencia y subordinación. Este rol se modifica a lo largo del tiempo, con un papel autónomo y una identidad propia, y se destacan atributos que incluyen la compasión, las habilidades interpersonales y técnicas, el imperativo moral y las intervenciones terapéuticas que forman parte del rol de la enfermería (Balaguer Madrid, 2014, p. 8). Para la época moderna se dio un aporte importante con la aparición de Florence Nightingale, quien marca por completo el sentido del cuidado.

Desde los escritos de Nightingale hasta la actualidad numerosos referenciales surgieron y se consolidaron. El desarrollo teórico se inició con Madeleine Leininger, cuando planteó que “el cuidado es una necesidad humana esencial y cuidar es la esencia de la enfermería, además de ser un modo de lograr la salud, el bienestar y la supervivencia de las culturas y la civilización” (Kuerten Rocha et al., 2009). Para Kuerten, Lemise y De Gásperi, las concepciones teóricas sobre el cuidado en enfermería recibieron influencia de otras áreas del conocimiento —como la filosofía, la sociología, la psicología y la antropología—, con la cual consiguieron expresar el cuidado desde diversas visiones. Los términos para definir el cuidado en enfermería también varían: el cuidado como proceso, acción terapéutica, cuidado terapéutico, intervención, ideal moral, cuidado profesional, cuidado popular, entre otras (p.105).

Diferentes enfermeras teoristas del cuidado de enfermería, como Hildegard, Peplau, Martha Rogers, Nancy Roper, Callista Roy, Orem, Johnson, Henderson y Newman, se refieren al cuidado como parte fundamental de la práctica de enfermería; a la interacción y adaptación entre el profesional de enfermería y el ser humano, individuo o paciente cuando se ejerce la acción de cuidar; a la visión de totalidad o integralidad que implica el cuidado cuando este se da en el continuo salud-enfermedad y al cuidado que da la enfermería como un proceso sistematizado y dirigido hacia un fin (Amaro Proa, 2004, p. 21).

Una de las áreas de intervención en el cuidado de enfermería es la comunitaria, que en su ejercicio integra los conceptos y métodos de las ciencias de la salud pública con los de la enfermería para promover, proteger, prevenir, mantener y restaurar la salud de la comunidad. En su quehacer, el cuidado de enfermería “identifica las necesidades, ejecuta acciones de promoción de la salud y prevención, y moviliza los recursos individuales y colectivos de la comunidad para ayudar a que este alcance los mejores niveles de salud” (Mendieta Parrales, Mena Villagra y Mendoza Cortez, 2012, p. 16). Además, busca conseguir la participación de la comunidad en la ejecución de programas relacionados con la salud y el bienestar de la población. Por último, “determina el impacto de sus acciones sobre el sujeto de atención” (Mendieta et al., 2012, p. 16).

Adicionalmente, el cumplimiento de sus funciones contribuye de forma específica a que los individuos, la familia y la comunidad adquieran habilidades, hábitos y conductas que fomenten su autocuidado, en la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad, como lo plantea la Ley 266 de 1996, la Ley 911 de 2004 y la Política de Atención Integral en Salud (Resolución 429 de 2016). Esto posibilita hoy en día la integración de los conocimientos teóricos y las habilidades practicas con la salud pública.

Se entiende la salud pública como el conjunto de políticas que buscan garantizar de una manera integrada la salud de la población por medio de acciones de salubridad trabajadas de manera individual y colectiva, y que sus resultados se constituyan en indicadores de las condiciones de vida, bienestar y desarrollo del país (Ley 1122 de 2010). Un aspecto importante en la salud pública es la educación para la salud y una forma de abordarla es a través de su promoción. Usualmente dicho aspecto se aborda sin tener en cuenta los propios saberes y prácticas que sobre su salud tienen los individuos, las familias y los colectivos, y sin contar con las posibilidades reales que brinda el contexto para ser y actuar de manera saludable. Según Gómez Ochoa (2013), es a partir de los avances de los campos del saber, por ejemplo, la psicología y la antropología, que se han incorporado factores psicológicos asociados a la toma de decisiones, como la motivación y el refuerzo de conductas; asimismo, factores culturales que tienen incidencia en las prácticas —saludables o no— que las personas escogen implementar en sus vidas.

Esta nueva visión ha sido un desafío para la salud y para la salud pública; por ejemplo, implementar verdaderos procesos educativos, con fundamento pedagógico, para métodos de cuidado, el logro de las metas del país en materia de salud pública y el logro de transformaciones psicológicas, sociales y culturales, y que estos se reflejen en la salud.

Algunos autores encuentran una relación entre la salud pública y la enfermería. Álzate (2016), por su parte, reconoce la salud pública como un “multicampus donde confluyen diversos conocimientos, saberes, ideologías, legislaciones, normativas, prácticas y tecnologías en pro de una mejor vida, de una mejor salud y de un mejor desarrollo de todos los seres humanos” (p. 3); además, observa que está íntimamente relacionada con la enfermería, al entenderla como “una disciplina profesional de carácter social y humanístico que cuida la vida-salud-padecimientos-enfermedad-muerte de uno, otros y de todos” (p. 7). Este cuidado se da desde los diferentes roles de actuación, que requieren direccionar sus acciones desde lo nuevo de la salud pública, orientadas al logro de esos entornos vitales saludables.

Parafraseando a Pardo Mora y González Ballesteros (2007), se puede decir que es necesario, por lo tanto, en la práctica de la enfermería en salud pública hacer énfasis en el proceso de comprender el binomio salud-enfermedad en el contexto biopsicosocial, y visualizar al individuo como parte de un grupo, fundamentando su cuidado en la relación enfermera-persona, con el uso apropiado de la comunicación interpersonal y destacando el valor de los aspectos subjetivos, la conducta y los sentimientos del individuo. Esto con el objetivo de establecer responsabilidad mutua, clara y precisa, y obtener a través de cada contacto con las personas una oportunidad para practicar la educación para la salud, la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad (Pardo Mora y González Ballesteros, 2007, p. 191).

Con lo anterior, se evita seguir viendo la salud pública como una extensión más de la práctica asistencial tradicional clínica de cuidado, relacionada con la rehabilitación y la curación. Por esta razón, los procesos, las motivaciones, las razones y las acciones que se llevan a cabo dentro de los equipos interdisciplinarios en salud se desconocen, y la práctica disciplinar de enfermería se mimetiza dentro de las prácticas y los saberes en salud pública (Pardo Mora y González Ballesteros, 2007, p. 191).

Durante las intervenciones en el cuidado de enfermería (en este caso en el área comunitaria), la importancia de la enseñanza y la orientación dada por el profesional de enfermería fortalecen su rol como educador a nivel del área de salud, orientando a las personas, a las familias y a la comunidad a la prevención de las enfermedades y a la promoción de la salud, mediante estrategias planeadas con lenguaje claro para que se pueda entender fácilmente la información. La enseñanza, la orientación o el consejo tienden a ayudar a los individuos o a los grupos a comprender cuáles son los principios básicos de conservación de la salud y a favorecer la adopción de medidas para el fomento de esta.

El profesional de enfermería debe estar en capacidad de liderar el equipo de salud, aunque no exista una jerarquía establecida; esto, teniendo en cuenta que cada profesión que compone el equipo de salud tiene una organización para su trabajo, para tomar sus decisiones y responsabilizarse de sus acciones. La enfermera puede, mediante acciones coordinadas con el grupo, lograr una atención mejor a la comunidad. Al respecto, De Arco-Canoles y Suárez-Calle (2018) refieren que “durante las diferentes actividades que realiza el profesional de enfermería se resaltan las capacidades de liderazgo, planeación y organización dentro de los equipos de salud, en el contexto disciplinar y en el contexto inter e intra-disciplinar” (p. 178). En dichos espacios, el profesional de enfermería es el dirigente y proponente de estrategias que inciden de manera positiva en la población.

En el escenario comunitario, las estrategias formuladas deben contemplar la participación activa de la comunidad en la solución de sus problemas. Para esto hay que tener en cuenta cuatro puntos clave:

 Investigar las necesidades de salud, identificando experiencias significativas para la salud de las personas o del colectivo.

 Crear conciencia de las necesidades de salud, motivando a las personas a los cambios de conducta; esto con el objetivo de afectar de manera positiva los determinantes sociales de la salud, como son los factores ambientales, socioculturales y psicosociales, hábitos personales y atención sanitaria.

 Influenciar sobre las políticas que afectan la salud, teniendo como blanco a las personas, su bienestar y el mantenimiento de la salud, y realizando intervenciones desde la promoción y el cuidado de la salud y protección específica.

 Promoción de actividades que favorecen la salud. Proporcionar los medios para que las personas aprendan a mantener la salud, la detección de riesgos y enfermedad, y el manejo de los servicios de salud a los que tienen derecho (Ferrelli, 2015).

En este orden de ideas, Lagoueyte Gómez (2015, p. 212) refiere que el trabajo con comunidad no es sencillo. Quienes trabajen en este ámbito deben tener conocimientos sólidos no solo de la disciplina, sino también de las ciencias sociales, como la antropología, la sociología, la psicología, o ser enfermeras/os con amplia sustentación teórica y competencias técnicas, comprometidos con la trasformación de las condiciones colectivas de la comunidad en los procesos de la salud, la enfermedad, la promoción, la prevención y atención, y así impulsar procesos de cambio y transformaciones significativas que toquen los hilos de la conciencia (Delgado-Bravo, Naranjo-Toro, Castillo, Basante y Rosero-Otero, 20014, p.15). Y con esto, afirmar que el individuo y la colectividad son responsables de “cuidar su salud, el medio ambiente, la sociedad y la familia” (Lagoueyte Gómez, 2015, p. 212). Por lo tanto, se debe tener competencias en:

 Análisis del contexto donde trabajan: social, económico, cultural, epidemiológico.

 Dominio de técnicas de comunicación con las personas y los grupos.

 Experticia en educación para la salud.

 Comprensión de la relación entre los determinantes sociales y culturales, y la situación de salud, del individuo, la familia y la comunidad.

 Elaboración de diagnósticos participativos y diseño de proyectos.

Partiendo de las competencias teóricas, para hablar de teorías en enfermería debe tenerse en cuenta lo que encierra una teoría: un conjunto de conceptos, definiciones y proposiciones que proyectan una visión sistemática de un fenómeno, utilizando un diseño de las interrelaciones específicas entre los conceptos con el objetivo de describir, explicar y predecir el fenómeno en estudio; pero, además, es importante considerar el rigor científico que se ha usado en su construcción para determinar el valor de esa teoría (Amaro Proa, 2004).

La disciplina de enfermería, desde su campo investigativo, ha desarrollado modelos conceptuales y teorías de enfermería en el último siglo, que enmarcan el fortalecimiento del conocimiento disciplinar, y que repercuten en la identificación de la profesión y en la caracterización del enfoque de cuidado, con una estructura con principios científicos y filosóficos. La diversidad de modelos teóricos y filosóficos de enfermería muestra una gama de posibilidades para el enfoque que requiere el proceso que se desarrollará con el individuo, la familia o la comunidad.

Para llevar a cabo la metodología de este trabajo comunitario, se tuvo como marco de referencia el modelo de promoción de la salud (1994) de Nola J. Pender, el cual permite comprender comportamientos humanos relacionados con la salud y, a su vez, orienta sobre la generación de conductas saludables. Este modelo se escogió porque los supuestos que plantea Pender y las estrategias desarrolladas en la comunidad intervenida son congruentes; ambos están fundamentados en la participación de la comunidad en conductas favorecedoras de salud, e identifican conceptos relevantes sobre las conductas de promoción de la salud y los factores que influyen en las modificaciones de las conductas saludables.

Dicho modelo expone, entre otras, cómo las características y experiencias individuales, así como los conocimientos y afectos específicos de la conducta, llevan al individuo a participar o no en comportamientos de salud. Asimismo, identifica en las personas los factores cognitivos-perceptuales que son modificados por las características situacionales, personales e interpersonales, lo que da como resultado la participación en conductas favorecedoras de salud, cuando existe una pauta para la acción (Ariza Olarte, 2011).

En el capítulo 2 se amplía desde lo teórico este modelo y otros más, como parte del fundamento pedagógico en el que se basó la autora para llevar a feliz término este proyecto de intervención participativo, que generó las estrategias para promover cambios saludables. En este estudio se orientó la educación para la salud y la comunicación hacia la perspectiva participativa, y de esta manera se lograron cambios en los comportamientos, con el propósito no de imponer y enseñar, sino de construir, de empoderar y, un poco, de transformar.


Estrategias para un cambio saludable

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