Читать книгу Estrategias para un cambio saludable - Nidia María Tejada Rivera - Страница 8

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Capítulo 2. Fundamentos pedagógicos para abordar comportamientos saludables

Pedagogical foundations to address healthy behaviors

En este capítulo se referencian los modelos educativos que se tuvieron en cuenta para el desarrollo del eje educomunicativo de las estrategias implementadas y se resaltan elementos teórico-conceptuales de la educación en salud, según Nola J. Pender en su teoría de la promoción de la salud.

Modelos de educación y comunicación para salud

¿Qué es lo que determina los cambios de comportamiento?, ¿cómo cambia el comportamiento?, ¿cuáles son las estrategias más efectivas?

Isabel Serrano González (1998, p. 152) reconoce la existencia de factores que determinan el comportamiento individual y de grupos, y asocia los resultados en los cambios del mensaje y el método educativo utilizado para llegar al otro. Inicialmente, recomienda conocer los factores condicionantes del comportamiento ligado a la salud, los mensajes articulados a través de un método y los contenidos que motiven a la generación actual y al escenario social; finalmente, los mensajes deben enmarcarse en procesos educativos que posibiliten la reflexión sobre las dinámicas psicosociales a partir de las cuales las personas aceptan una conducta no saludable. Los cambios de comportamiento pueden darse utilizando la comunicación y la educación para la salud.

La educación y comunicación para la salud, en un concepto más actualizado, se conciben como

[…] un proceso de construcción de conocimiento y aprendizaje mediante el diálogo de saberes, orientado al desarrollo y fortalecimiento del potencial y las capacidades de las personas, las familias, las comunidades, las organizaciones y redes para la promoción de la salud individual y colectiva, la gestión del riesgo y la transformación positiva de los diferentes entornos. Su intencionalidad es la de aportar al desarrollo de la autonomía individual y colectiva en la determinación de sus estilos de vida y en la garantía del derecho a la salud. (Ministerio de Salud y Protección Social, 2015, p. 21)

Varios elementos mencionados en este concepto fueron relevantes en la intervención realizada. Se encontró que el diálogo de saberes primó entre diferentes actores, y que propició espacios de reflexión, interacción, acuerdos y compromisos. Cada una de las estrategias, con sus métodos y técnicas, permitió el desarrollo de habilidades personales que se reflejaron en el bienestar de la colectividad.

Mosquera (2003) considera la comunicación indispensable para lograr cambios de comportamiento, y la define como:

[…] un proceso estratégico para optimizar las acciones encaminadas a lograr una utilización racional de la oferta de servicios de salud, mejorar la eficiencia y efectividad de los programas dirigidos a la prevención de la enfermedad y promoción de la salud. Tiene una orientación hacia la salud de las personas por cuanto el alcanzar su propósito depende de su orientación al fortalecimiento de procesos locales que “promuevan cambios en conocimientos, actitudes y prácticas en la población, fortaleciendo la capacidad de individuos y comunidades de incidir efectivamente sobre las determinantes de la salud”. (p. 3)

La comunicación para la salud, además de ser un proceso que permite la obtención de cambios, logra transformaciones en la salud de una población determinada. De la misma manera, la educación para la salud facilita que las personas movilicen sus propios recursos y desarrollen capacidades que les permitan tomar decisiones sobre su propia salud. Esto indica que en el proceso educativo las personas tienen que conocer y expresar su situación, reflexionar sobre esas situaciones, y para esto necesitan adquirir conocimientos y tomar decisiones, desarrollar recursos y habilidades (Riquelme Pérez, 2012).

En relación con la educación, se parte del aprendizaje como concepto, como la interacción permanente del hombre con su entorno, de una dinámica que construye saberes, actitudes y comportamientos que se reflejan a nivel individual y colectivo. Pérez Miranda y Gallego-Badillo (2004, citados por González Serra, 2002) destacan como principio fundamental la “concepción constructivista del aprendizaje en la que los seres humanos construyen ideas sobre el mundo las cuales evolucionan y cambian; dichas elaboraciones las hacen en comunidad y les sirve para regular las relaciones consigo mismo, con la naturaleza y la sociedad” (p. 1).

Paulo Freire refiere que “nadie educa a nadie, todos nos educamos”. Por eso, para el personal de salud el accionar deberá enfocarse, más que en brindar conocimientos (transferencia de saberes), en tener mentes abiertas, centradas en la facilitación de procesos para la motivación y la reflexión que favorezca la decisión y la acción, mediante el intercambio de ideas y experiencias. Con este método de aprendizaje se pretende despertar el interés y la integración del hombre y la cultura con base en sus propias experiencias personales. Esto permite que el individuo descubra sus falencias y logre cultivar su espíritu crítico responsable y aprenda a participar y a integrarse con su comunidad para lograr una transformación social. Desde la educación para la salud, desarrollar este proceso planteado por Freire permite generar cambios porque actúa sobre los comportamientos humanos, apoyándose en estrategias que incluyan acciones de comunicación, adecuación de infraestructura y políticas públicas reales (Ocampo López, 2008).

Se debe abogar por una educación transformadora, y esto implica ir más allá del discurso, del dominio de todo el conocimiento; se requiere aprender lo necesario y que eso sea llevado a la práctica. Esta apreciación se concibe desde la mediación pedagógica, la cual no impone, sino que estimula y facilita el aprendizaje entre todos; aprendizaje que es continuo y se da en los momentos de la vida. El educador es un facilitador de procesos, cómplice del vuelo de los otros. Hablar de mediación pedagógica es hablar de un encuentro con el otro, es decir, partir siempre del otro, desde y hacia el otro. Un mediador pedagógico genera acciones que promueven el aprendizaje del otro y el propio, y es un acompañante para la construcción, la adquisición y el desarrollo de las competencias y habilidades personales por desarrollar a nivel personal y social. No se trata, entonces, de “llenar” a la gente de información; por el contrario, se trata de que, desde el papel de facilitadores, se diseñen los procesos educativos, partiendo de la investigación de la realidad de las personas y de las comunidades, incorporando factores contextuales, colectivos e individuales en relación con percepciones, valores, actitudes, creencias, normas y conductas, y así obtener un cambio de conducta más aceptada y viable para la comunidad.

Lo anterior implica escenarios vivos, creativos y dinámicos, donde las preguntas y respuestas, y las nuevas preguntas sobre esas respuestas sean las que generen los verdaderos aprendizajes y adopciones de conductas. Desde este punto de vista, los actores del proyecto deben interesarse por su propio cambio; las respuestas están en cada uno de ellos.

Para aplicar la educación para la salud es necesario abordar una metodología adecuada que incorpore métodos y técnicas de aprendizaje hacia la enseñanza, ya sea individual o grupal, buscando siempre informar, motivar, intercambiar conocimientos e inducir conductas y actitudes con relación a su salud y el fomento del autocuidado. Es importante enseñar a la comunidad que existen herramientas ofrecidas por el sector salud que pueden aprender a utilizar, las cuales están orientadas a promover el bienestar y el desarrollo de cada uno, de su familia y su comunidad, donde el individuo forma parte integral para mejorar las condiciones de vida y, por ende, una mejor calidad.

Dentro de este marco teórico, las estrategias para un cambio saludable se construyeron a partir de una investigación que permitió identificar una situación de salud colectiva y las características comportamentales de la colectividad. Esto se hizo con un enfoque participativo que vinculó a las personas al análisis de sus problemas y soluciones, y las movilizó hacia los cambios de actitudes y comportamientos; así, se obtuvo la metodología educativa que se plantea en este libro.

Para esta investigación, se retomaron herramientas como la metodología combi (comunicación para el impacto conductual), la cual propone un camino, a manera de estrategia, para planificar la comunicación y conseguir la movilización social. Su enfoque prioriza la promoción de cambios de comportamientos y sus acciones se orientan a la promoción de estos (Parks y Lloyd, 2003). Las estrategias de comunicación y educación para la salud parten de la investigación y formulación de un objetivo conductual, realizado para la población objetivo y aliada, teniendo como requisito para la implementación un proceso de validación de acciones y actividades. Asimismo, fomentan el trabajo colaborativo, el trabajo de equipo, el desarrollo personal, el liderazgo y la motivación personal para el desarrollo interior del individuo. Buscan, además, persuadir a una audiencia específica, previamente determinada, y así privilegiar a unos medios de comunicación, precisamente los más efectivos, para que dicha audiencia adopte un producto (una práctica, un comportamiento, una idea).

Existen diferentes modelos tradicionales de educación para la salud: modelo biomédico, modelo informativo, modelo de creencias en salud, modelo de decisiones en salud y modelo persuasivo-motivacional. En esta experiencia se tomaron elementos del modelo de creencias en salud y el persuasivo motivacional, y también se tuvo en cuenta la teoría de aprendizaje social de Albert Bandura, de 1986.

Desde el ámbito de la psicología de la salud, se han propuesto diversidad de modelos para explicar la ocurrencia de la conducta protectora de la salud y preventiva de la enfermedad. Dentro de estos se encuentra el modelo de creencias en salud. Su enfoque principal aborda las percepciones que tiene una persona respecto a la amenaza de una situación o problema de salud y de la evaluación de un comportamiento recomendado para prevenir o manejarlo. Este comportamiento, según la teoría, es el resultado del conjunto de creencias y valoraciones internas que el sujeto aporta a una situación determinada, y es útil para analizar la falta de acción o de incumplimiento de las personas y las razones para esto (Choque Larrauri, 2005, p. 2; San Pedro Moreno y Gil Róales-Nieto, 2003).

Estrategias para un cambio saludable

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