Читать книгу Galantus Nivalis - Noelia Santarén - Страница 7
EL SEÑOR DEL OLVIDO
ОглавлениеMuy lejos de allí, pero muy cerca de cualquier parte, vive el Señor del Olvido en la gruta del pliegue del tiempo. El Señor del Olvido observa con interés el mapa que tiene delante de sus ojos. Chasquea la lengua haciendo ventosa con sus gruesos labios y se deja caer sobre el sillón, que cruje bajo el peso del maestro y se adapta a esa chepa parecida a una enorme joroba.
—Ayer no estaba —susurra, meditabundo—, ha aparecido otra chispita.
Rasga la bolsa con una de sus largas uñas y atrapa el malvavisco más gordo. El tacto suave del dulce contrasta con la piel escamosa del maestro. Se lleva la nube a la boca y algo parecido a una lengua lame el dulce. Lo chupa hasta quitarle el azúcar glas y se lo come entero, masticándolo con ansia, dejando entrever los pedazos blancos cada vez más pegajosos que acentúan la podredumbre de sus dientes.
Viste una túnica gris de esparto que apenas le disimula su opulento cuerpo y calza babuchas gastadas con medias rotas. Su color de piel, si es que puede denominarse piel a lo que recubre su cuerpo, es cetrino. Y su textura es escamosa, como si fuera ceniza.
Mira de nuevo el mapa, es un mapa que muestra pensamientos y emociones.
—Mmmm —gruñe mientras se introduce otro malvavisco en su bocaza. Lo mastica con avidez, se levanta del sillón y va hacia la ventana arrastrando su túnica. Lo que contempla a través de esa obertura en la roca es una nebulosa que se desplaza sobre sí misma dentro de un receptáculo o matriz. Multitud de corrientes la surcan, atravesándola como si fueran el caudal de un enorme río. Un río del que no se vislumbra el principio y que parece no tener fin. Las corrientes se cruzan durante algunos tramos para separarse después. Las hay de todos los tamaños y diámetros. Pero todas siguen un patrón. El patrón de la espiral.
—Mmmm —repite con los ojos fijos en el oscuro agujero que hay en el centro de la nebulosa—. Venid aquí mis niñas.
Levanta un brazo que, al igual que su cuerpo, es de una textura elástica, como confeccionada de cuerdas, de cordones o tiras de plástico. Se deshace a su antojo transformándose en larvas, parecidas a una mezcla entre humo y petróleo.
—Venid aquí, mis niñas.
Más y más larvas se despegan de sus brazos, hombros y joroba y se le enroscan por el cuerpo, divertidas, jugando con su amo.
—Vaya, mis niñas, desempolvad esa antena interior que tenéis y buscad, rastread focos de luz. Colaos por las grietas dimensionales y sembrad dudas, miedo, resistencia y desequilibrio. Eso será suficiente para apagar esas horribles chispitas de luz que hoy veo sobre el mapa y que ayer no estaban. En concreto una… No lo podemos permitir.