Читать книгу Entre tiburones y millenials - Noemí Gómez - Страница 7
ОглавлениеMillennial: el prejuicio
Si naciste entre 1984 y 1995, eres millennial o generación Y. Éste es un hecho. También lo es que encuentres la moda de los años ochenta algo rimbombante, que descubriste el grunge con Nirvana y que adquiriste tu primer celular cuando eras adolescente. Te acordarás de aquellos días en los que navegabas el internet y entonces la línea telefónica de tu casa quedaba inutilizable y emitiendo cierta interferencia electrónica. Eres un millennial y tus sueños no son los sueños de tus padres.
Los millennials no valoran tanto el futuro, las posesiones o el patrimonio como sí lo hicieron sus progenitores. Por lo general, los consideran que es mejor una experiencia o un viaje antes que el enganche para una casa o un carro. Es cierto que tampoco piensan tanto en el matrimonio y mucho menos en tener hijos. Quieren crear y divertirse sin tantos compromisos ni ataduras.
Actualmente, por el tema de coyuntura que ha significado, ser un millennial puede resultar una maldición. Ya que han nacido con la inserción del internet en la cotidianidad, poseen las habilidades tecnológicas que las generaciones anteriores no. Cuentan con muchísima información, tanta, que necesita cierta curaduría y clasificación. A simple vista, se creería que son una generación que lo tiene todo, pero este todo vive en la nube, en una dimensión intocable para ellos pero que, por herencia, supuestamente les corresponde.
Los millennials no son la generación más joven; después de ellos están los Z, quienes nacieron entre 1996 y el 2010. Una generación líquida, inmediata, muy expresiva, pero con fuertes inseguridades. Ellos no están tan presentes en la fuerza laboral como los millennials, por lo que no nos enfocaremos tanto en ellos.
Los millennials sufren la maldición de ser la generación que pasó del casete al mp3, de los videos Beta al BlueRay, de la Enciclopedia Británica a Wikipedia. ¿Y por qué es una maldición? Porque tanta información, tanta tecnología y tanta bonanza puso sobre sus hombros esperanzas vastas y la expectativa de que serían la generación que convertiría a cada familia del planeta Tierra en los Supersónicos. Sin embargo, las generaciones anteriores a ellos detectan una colosal crisis de valores, misma que los millennials perciben como un replanteamiento conceptual.
Definitivamente, ser millennial no es una maldición. Lo que se asemejaría más a un prejuicio por edad, sería lo que se cree de la juventud. No es sorpresivo que los jóvenes, los ya-no-niños/aún-no-hombres, se conviertan en personas a juzgar por los mayores y los medios de comunicación masiva.
La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros.
Este pequeño texto escrito hace más de dos mil quinientos años por el filósofo Sócrates, puede resultar sorprendente ya que parece ser muy actual. Esto se debe a que se revela una verdad histórica: la juventud es disruptiva. La juventud marca la pauta para el cambio futuro. Son las dudas, la incertidumbre y la incomodidad de la gente joven la que obliga a que se replantee el orden imperante.
No debería resultar incómodo que los jóvenes pregunten, que indaguen, que se contrapongan o que se expresen de forma diferente a las generaciones previas. Lo incómodo y lo inusual sería una juventud silenciosa, apática y conformista.
Es meritorio y preciso aclarar que cada generación joven se ha enfrentado a retos y ha marcado pautas.
Ahora que el Renacimiento es un movimiento artístico del siglo xix no se le juzga; los impresionistas del siglo pasado, recriminados por no apegarse a los cánones estéticos, son ahora piezas clave en los museos de arte contemporáneo más importantes.
Los movimientos estudiantiles de los años 60 y 70 fueron un parteaguas a nivel mundial en términos políticos. Con base en estos hechos es que podemos afirmar que la generación baby boomer fue la más rebelde.
Por otra parte, la transformación del rock and roll y su diversificación se gestó desde los 40 hasta la actualidad. Todo esto ha sucedido en manos de jóvenes disruptivos.
Quienes comenzaron revoluciones fueron personas jóvenes, apoyadas en la teoría dictada por personas mayores a ellos. Sin embargo, la juventud no duda en poner en práctica lo formulado.
Con el transcurso de los años las sociedades y los personas pueden medir el resultado de sus acciones. La revisión histórica es la que demuestra las deudas, deficiencias y alcances de lo practicado.
Cuando un cambio se concreta es por imposición o porque existió un trabajo entre los diferentes actores sociales. La primera puede generar un ambiente negativo y de opresión; el segundo, si arroja los efectos esperados, genera bienestar y mejoría para la mayoría.
Es importante tomar lo mejor de cada generación, entenderlo, mezclarlo y conseguir mejores resultados. Es necesario entender que no fue un cambio posible sólo por el esfuerzo de ciertas personas de cierta edad. No, los cambios precisan de todas las generaciones y todas las edades. Para que esto suceda, debemos acercarnos.
La distancia entre generaciones no se mide en kilómetros, pasos, años luz o especie. La distancia se mide por la incomprensión y la carencia de ganas para conocernos.
Sujetos como Max y su equipo de trabajo son testigos todos los días de esta incomprensión. Tanto a los millennials les cuesta hacerse entender como también se les complica escuchar.
“Yo no quiero trabajar eternamente. No quiero trabajar hasta que me muera. Quiero dedicarme a lo que me apasiona”. Eduardo, de 28 años, y que es parte del equipo de trabajo de Max, observa un comercial en su computadora. Es un video que muestra a una chica sonriente y esperanzada. Seguro tiene alrededor de 22 años.
Anuncia una serie de herramientas para crear sitios web. Promete ser sencillo de usar, muy amigable y funcional. Eduardo piensa, irremediablemente, en cómo sería su página en internet. ¿Sobre qué trataría?, ¿de qué hablaría?, ¿sería un negocio para volverse millonario o un simple diario público y virtual para entretener a las masas?
Sería estupendo poder dedicarse a lo que le apasiona y hacer mucho dinero con eso. Se estira mientras piensa en ello y después se levanta perezosamente. Quiere un café.
Camina hasta la cocina y piensa en motocicletas. Le gustaría tener un taller. Eso sería increíble. Hasta podría impartir lecciones de arreglo y mejora de motos. También podría aprovechar el espacio para impartir defensa personal para mujeres. Recientemente su hermana estuvo involucrada en un crimen y la lastimaron. Esto le dolió a Eduardo.
Un taller de motocicletas que se preocupe por la seguridad, sobre todo de las mujeres. Le gusta el plan.
Después podría conseguir a un realizador audiovisual y grabarían en sus clases a las alumnas aprendiendo a defenderse. Eso le gustaría. Así crearía conciencia y perseguiría su pasión. Evidentemente ese sería su sitio web: el portal digital de su escuela.
El sonido del microondas lo sustrae de su fantasía. Su café está listo y su trabajo aguarda para ser realizado: cursos, papeleo y diseño de materiales. No le desagrada en lo más mínimo; es muy bueno para todo ello. Sin embargo, no son motocicletas.
Le gustaría un empleo sin horarios y trabajar desde casa. Lo comentó en sus entrevistas de trabajo. En todas. Y en cada una de ellas obtuvo la misma respuesta: una sonrisa complaciente y una explicación breve: lo más seguro es que pocas veces por semestre le permitirán trabajar desde casa.
Sin embargo, el énfasis en la palabra “pocas” lo hacía dudar. No era freelancer, después de todo. Pertenecía a la fuerza laboral que asiste ocho horas a la oficina, de lunes a viernes, trabaja en equipo, entrega resultados esperados y da lo mejor de sí para alcanzar un aumento.
—¿Y por qué renunciaste a tu antiguo empleo?— le preguntaron en su entrevista.
—Sentí que ya había aprendido, que se había acabado el ciclo. Por otra parte, buscaba un giro en mi quehacer profesional, algo más retador.
—Muy bien, Eduardo. Hablemos de tus competencias…
Después de dos semestres en la empresa, Eduardo había entendido que el home office era una imposibilidad. Sus tareas precisaban de su presencia en la oficina.
A pesar de que la mayoría de los miembros de su equipo de trabajo eran de su edad, a veces Eduardo se preguntaba qué opinaban de él sus colegas y jefes de mayor edad. Muchos de los denominados baby boomers —aquellos nacidos de 1946 a 1965— le solían dirigir una mirada de especial desconfianza. Esto era lógico. Se habían criado de una manera completamente diferente.
Por ejemplo, su proceso de aprendizaje difería bastante en la percepción del profesor. Al baby boomer se le percibía como quien tenía el conocimiento. Para los millennials los maestros fungían como el puente entre el conocimiento y el alumno. Se atrevían a dialogar, a debatir, a contradecir.
Los baby boomers optaban por escuchar antes y sólo interrumpir en casos extremos. Así les habían enseñado que debían de hacerlo. Siempre con mucha cortesía y humildad.
Según las 603 encuestas y estudios realizados para la escritura de este libro, se elaboró una tabla con la información sobre la percepción de diferentes edades. Se les pidió que mencionaran las tres características principales de la personalidad de los millennials.
No hay percepciones totales ni falsas. En otra parte del libro analizaremos a fondo de dónde surgen estos pensamientos, qué tan veraces son y cómo se puede trabajar con ellos.
Es meritorio explicar brevemente cuáles son las características de cada generación para comprender con más claridad por qué conviven de determinadas maneras.
Hay diferentes criterios para designar y agrupar a las generaciones, pero la mayoría coincide en la siguiente clasificación. Comienza con la de los veteranos o la generación silenciosa. Ésta nació antes de 1945 y fueron sujetos que experimentaron un mundo en guerra. Debido a este miedo buscaron la estabilidad y la prudencia. Influían con mucha severidad en sus hijos y cuidaban de la castidad, el honor y la disciplina. La tecnología que más los marcó fue la del automóvil. Aquello revolucionó su existencia.
Los baby boomers —es decir, la generación nacida entre 1946 y 1965— debido a su crianza optaron entre seguir el rigor de sus padres o liberar a sus hijos y ser mucho más laxos. También se preocuparon por un retiro digno, por la adquisición de una vivienda y por seguimiento de los valores. Así como el carro marcó a sus mayores, a los marcó la televisión. No había la variedad ni la creatividad actual, sin embargo, el hecho de ver a alguien cantar en tiempo real a través de un aparato era increíble.
La fuerza laboral todavía cuenta con muchos baby boomers. En México están muy preocupados por su jubilación y su futuro, ya que desde que se formó el sistema pensionario en 1950, tanto la cantidad de hijos como la esperanza de vida han cambiado rotundamente.
Los baby boomers interactúan con la tecnología con gran sentimentalismo. Utilizan sus redes sociales para brindar mensajes sensibles. Actúan más desde el corazón. Es muy complicado que cambien su manera de pensar, la cual es muy tradicionalista. Exigen respeto tanto como pretenden otorgarlo.
La generación de los X o GenX, quienes nacieron de 1966 a 1983, fueron criticados por ver tanto la televisión. Ya que les tocó vivir la bonanza económica de los 70, precedida por la crisis económica de los 80, se acostumbraron a vivir en una crisis. Por lo tanto, lo que más buscan es la supervivencia.
Los GenX son muy competitivos, sobre todo en el ámbito profesional y el éxito financiero. Muchos de ellos son workaholics y pesimistas. Sin embargo, son muy adaptables porque —precisamente— siempre están listos para la inestabilidad y la incertidumbre.
Es la generación donde se han presentado más divorcios, así como más tendencias el autoconocimiento. Estuvieron marcados por la pc. Incursionaron en los videojuegos y los que nacieron en los 80, en el internet. Se les considera migrantes digitales, lo cual les permite entender mejor la tecnología y los varios dispositivos.
Los millennials son aquellos que nacieron entre 1984 y 1995. También se les llama generación Y. Debido a que sus valores se contraponen a los de la generación X, tienen muchos problemas al momento de relacionarse profesionalmente.
Para los millennials el trabajo es mucho más relajado. Detestan estresarse, seguir tantas políticas y normas. Valoran el salario emocional y la flexibilidad dentro de las empresas. Para ellos la mejor opción es el homeworking y no le temen a la rotación laboral. Cuando creen que su ciclo ha concluido, renuncian y están preparados para otro puesto.
La incapacidad de mantener la atención es algo que se les ha criticado bastante. Para los millennials, quince minutos es demasiado tiempo. Son instantáneos y simultáneos. Esto se debe en parte a la tecnología que marcó su niñez y adolescencia: el internet y las redes sociales. Con tanto estímulo e información a su alcance, filtran en demasía y no atienden con ahínco.
Sin lugar a duda, fueron los primeros habitantes de Facebook. Al menos diez años de sus vidas fueron compartidos a través de sus muros. También a causa de esto fue que desarrollaron una manera de comunicarse muy peculiar entre ellos a través de las pantallas.
Para ellos es muy complicado conectar con otras generaciones porque vivieron una especie de orfandad en casa; sin embargo, entre ellos colaboran estupendamente.
No entienden la convivencia sin el feedback y el aplauso mutuo. Por la dinámica egocéntrica que domina las redes sociales, están acostumbrados a recibir “me gusta” sobre casi cualquier evento o circunstancia. Aman viajar, conocer otras culturas, explorar y almacenar experiencias.
Los GenZ (nacidos entre 1996 y 2010), comienzan en la actualidad a involucrarse en el panorama laboral. Son personas cuyas experiencias se han formado siempre desde una tecnología personalizada, eficiente e “inteligente”. El adelanto que más los ha marcado son las redes sociales y por lo mismo hay un despunte mayor de su egocentrismo y su presunción. Su rango de atención es mínimo, ya que son todavía más instantáneos que los millennials.