Читать книгу La lucha de las élites vascas contra las élites catalanas por el dominio del Estado: la causa del fracaso constitucional en la España de 1812-2017 - Octavio Velayos González - Страница 5
Título I La lucha entre la oligarquía financiera vasca y la burguesía industrial catalana por “la conquista del Estado”: la historia del fracaso constitucional en España
ОглавлениеAl estudiar los diversos procesos de integración y descentralización política, los juristas han aprendido que, sin el conocimiento de los datos históricos y políticos precisos, resulta estéril cualquier enfoque dogmático de las formas territoriales del Estado1. Conforme a este razonamiento, las fórmulas utilizadas por la Constitución de 1978 para resolver el problema de la organización territorial del Estado no se pueden comprender bien si no se tiene en cuenta que el proceso histórico en el que se formaron no fue el de la España postfranquista sino el de la España de la Restauración y de la II República.
Como investigador adoptado por la Universidad de Salamanca, soy deudor de las enseñanzas de los autores que escribieron en la misma durante el siglo XVI y XVII, en pleno humanismo, con el telón de fondo de la reforma protestante y el nacimiento de la ciencia. También fue un periodo marcado por el surgimiento de los Estados, así como del descubrimiento de América y su colonización. Eran, pues, muchos los cambios que el siglo XVI iba a verter sobre los pensadores de la Universidad. En 1517 comenzaba el reinado de Carlos I, el emperador que conducirá a España a incesantes combates en defensa de la religión católica y de la hegemonía de la casa de los Austrias en Europa. Estas empresas religiosas y políticas (frente a Francia, a Turquía, a los protestantes alemanes y holandeses, a Inglaterra) ocasionaron unos gastos militares ingentes, que exigieron, por una parte, un considerable aumento de la presión fiscal y del endeudamiento en el interior de España y, por otra, el establecimiento de relaciones financieras de envergadura con banqueros internacionales: los asentistas alemanes y genoveses.
El descubrimiento también traería aparejadas importantes consecuencias económicas, que podemos sintetizar en dos: en primer lugar, se produjo una subida generalizada de los precios. Y en segundo lugar, se produjeron tales cambios en la organización y volumen del comercio, que en las ferias castellanas y andaluzas, los giros, los asientos y las letras de cambio prevalecieron, imponiéndose sobre las tradicionales actividades de intercambio de mercancías2.
Estos cambios fueron de tal envergadura que la Escuela de Salamanca se detuvo en los asuntos económicos; en particular, en el análisis del precio justo, la usura y la forma de encubrirla, y las reglas morales que debían guiar a los mercaderes. Este análisis se realizó desde una triple perspectiva: en primer lugar, lo más destacado y brillante de la escuela de Salamanca fue su análisis y enjuiciamiento de casos particulares, a los que se aplicaban unos principios generales normativos, con los que intentaron armonizar la fe y la razón para salvar espiritualmente al hombre en el mundo de la contrarreforma y del nacimiento de los Estados3. Una segunda característica fue el espíritu crítico introducido por Vitoria que describió magistralmente su discípulo Melchor como:
“Recuerdo haber oído esto a mi maestro (Francisco de Vitoria). Cuando comenzó a exponernos la secunda secundae, nos dijo que debíamos apreciar la doctrina de Santo Tomás de tal manera que, si no aparecía otra razón más poderosa, la autoridad de este santo nos debía bastar. Pero nos advertía que no debíamos recibir las palabras del Santo doctor sin crítica y sin examen. Es más, nos daba esta norma: que si encontrábamos en Santo Tomás alguna cosa difícil de admitir o improbable, imitáramos en ello la modestia y la industria de dicho santo, que ni retiraba su fe a las cosas comprobadas de los antiguos, ni se ponía de su lado cuando la razón les era adversa. En efecto, ninguna sentencia, no digo ya de Santo Tomás, sino de mi maestro, admití sin crítica, ni estuvo nunca en mi ánimo jurar en las palabras del maestro”4.
Junto a su sentido práctico y la utilización de la crítica, un tercer pilar destacó en los maestros salmantinos: su concepto de ley natural. Para averiguar lo que era naturalmente justo había que analizar previamente si los préstamos y cambios realizados en las ferias castellanas se regían por principios de la usura contrarios a la ley natural. Se hizo primordial conocer el funcionamiento del mercado. Detrás de estas reflexiones político-morales sobre asuntos económicos, inauguraban el mundo moderno con el estudio del funcionamiento de la economía y su impacto en el hombre5. Su estudio sobre el funcionamiento de la economía se centró en la justicia o injusticia de la materia impositiva, encuadrándolo en una teoría sociopolítica, en la que ocupaban un lugar central las relaciones entre el Estado y el ciudadano. Por eso, el estudio de los impuestos formaba parte de los tratados: “De legibus y De iustitia et iure”.
A la vez que un problema moral, veían en los impuestos un problema sociopolítico, al que debía aplicársele la metodología del sentido práctico, crítico y de la ley natural, que les condujo finalmente a entender que la política impositiva no podía separarse de la teoría política sobre el origen del Estado, esto es, de su teoría del contrato social, como queda claro en las palabras de Mariana:
“Quisieron (nuestros antepasados), en primer lugar, que no pudiesen los principios sancionar las cosas de más importancia sin consultar antes la voluntad de la aristocracia y la del pueblo, exigiendo que al efecto se convocase a cortes a hombres elegidos entre todos, las clases del Estado (…) costumbre antigua de Castilla que se conserva aún hoy en Aragón y en otros reinos, y quisiera que fuese restablecida. ¿No se queja a cada paso el pueblo de que se corrompe con dádivas y esperanzas a los procuradores de las ciudades, únicos que han sobrevivido al naufragio, principalmente desde que no son elegidos por votación, sino designados por el capricho de la suerte, nueva desaprobación de nuestras instituciones?”6.
La Escuela de Salamanca de la mano de Vitoria nos enseñó el realismo social, el sentido crítico y la independencia de criterio para enfrentarnos a la realidad histórica, política y económica como un todo, tratando de despertar en nuestra conciencia la injusticia imperante como único camino para poder hacerle frente y poner remedio7.
Desde estas enseñanzas transitaré por el origen de los dos principales nacionalismos periféricos españoles en busca de respuestas que me permitan afrontar con ciertas garantías la problemática de la organización territorial del Estado.
Es oportuno hacer una aclaración previa que permita una mejor comprensión de un fenómeno nacionalista mucho menos complejo de lo que muchos insisten o pretenden hacer ver, cuando su encuadre no se limita a la labor jurídico-política de “cuándo” nació su proceso de construcción nacional. Este análisis resultaría enormemente pobre y un acto de profunda utopía o, si se quiere, de intento de simulación de objetividad, que me condenaría a la mera reiteración, y al aburrimiento del lector, contándole las lecturas que me han acompañado en este proceso de investigación. Por el contrario, me veo en la obligación de exponer el fruto que de ellas he obtenido, dejando de lado lecturas emocionales sobre el choque de legitimidades nacionales, donde manda más el corazón que la razón.
Como discípulo de la escuela de Salamanca, resulta primordial encuadrar el discurso nacionalista en un contexto, no solo jurídico-político, sino también económico, que me ayudará a conocer “por qué” el nacionalismo, aparte de ser una “cuestión emocional”, fruto de sentimientos nacionales, engendra cierta lógica económica que, por suerte, nos permite un juicio terrenal. Mis inquietudes y desconfianzas me guían a intentar descifrar, más allá de los testimonios de sus protagonistas político-constitucionales, siendo fiel a las enseñanzas de los maestros salmantinos, que la política impositiva no puede separarse de la teoría política sobre el origen del estado, esto es, del contrato social.