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II El programa del día*

* No se trata aquí de dar cuenta estricta y detallada del tiempo. En este capítulo se mencionan solamente los momentos esenciales de la vida cotidiana para los cuales el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov ha dado ejercicios y métodos, así como consejos generales para el comportamiento a seguir durante el día.

Por la mañana

Oración al despertarse

Al despertaros, debéis, ante todo, dar gracias al Señor. Las primeras palabras que debéis tener en los labios cuando os despertéis son: “Te doy gracias, Señor, por haberme dado la vida y la salud. Llena mi corazón de amor y dame fuerzas para cumplir Tu voluntad, para que todas mis acciones sean para Tu gloria y en Tu nombre...”

Acordarse de los sueños

Después de que hayáis dado gracias al cielo, debéis intentar recordar vuestros sueños. Si os acostumbráis a ello, constataréis que se os ha dado un programa durante el sueño. Pero es necesario hacerlo enseguida, en el momento en que las imágenes más importantes del sueño flotan todavía en el cerebro, porque poco tiempo después es raro el poder acordarse. Algunas veces los sueños vuelven a la memoria a lo largo del día, pero es mejor intentar acordarse por la mañana al despertarse.

Cómo levantarse

Seguidamente, debéis levantaros. Aquel que se queda mucho tiempo en la cama después de despertarse corre grandes peligros psíquicos; siempre estará tentado de quedarse sumergido en el embotamiento, en una embriaguez astral donde flotan ciertos pensamientos perezosos y sensuales. Ello es suficiente para destruir su carácter, matar su voluntad, y deformarlo para siempre. Esta costumbre crea un perezoso, un ser sumergido únicamente en su imaginación y empujado al placer.

Debéis descender de la cama de frente, nunca hacia atrás; y el pie derecho es el que debéis apoyar primero en el suelo. Cada movimiento que hagáis al levantaros debe ser consciente y ejecutado correctamente. Estos detalles pueden pareceros sin importancia, pero en realidad todo es significativo.

Cómo lavarse

Una vez levantados debéis asearos. Antes de orar, antes de hacer cualquier cosa, debéis lavaros las manos y la cara, y sobre todo no toquéis vuestros ojos antes de haberos lavado las manos.

Dice la Cábala que en cuanto un hombre se duerme, un espíritu impuro se pega a su cuerpo físico, y que al despertarse, este espíritu queda todavía pegado a sus manos y a su cara. Así pues, cuando nos levantamos, nuestras manos y nuestra cara están todavía bajo el dominio de este espíritu impuro; por eso no debemos hacer nada sin haber eliminado esta capa fluida de impurezas que las impregnan.

Hay que lavarse de una manera consciente y con atención, ya que lavarse es tan importante como comer. No hagáis gestos bruscos y desordenados cuando os lavéis la cara, porque en el nivel etérico existe un orden sumamente sutil de las partículas, y los gestos bruscos estropean este orden. Observaos vosotros mismos y veréis cómo cuando os laváis a toda velocidad, os desmagnetizáis.

Cuando os lavéis, concentraos en la sensación de frescor que el agua produce en vuestra piel. Esta sensación aclarará vuestro pensamiento. Sentid que estáis realizando un acto sagrado y decid: “Que el amor de Dios resplandezca sobre mi rostro...” O bien: “De la misma manera que lavo mi cara física, así sea lavada mi cara espiritual...” O también: “En nombre del amor inmortal y eterno, en nombre de la sabiduría inmortal y eterna en los cuales vivimos y tenemos nuestra existencia, que esta agua me libre de todas las impurezas...” Y rezáis unos minutos.

Beber agua caliente

Bebiendo agua caliente bien hervida por las mañanas en ayunas, purificáis vuestro organismo. El agua caliente es un remedio natural, inofensivo y muy poderoso. En el organismo se encuentran depósitos de desechos que sólo podemos eliminar ayunando o bebiendo agua muy caliente, porque bajo el efecto del calor los tejidos se dilatan y la circulación se mejora. Probad y veréis cuántos malestares pueden ser evitados o curados gracias al uso regular del agua caliente: las migrañas, la fiebre, la falta de apetito, el insomnio... La arterioesclerosis proviene del depósito de ciertas materias sobre la pared de las arterias, y es lo que las endurece. Bebiendo agua caliente, provocamos la disolución de gran cantidad de estas materias y, consiguientemente, una mayor flexibilidad de los tejidos.

La meditación

(Sobre la oración y la meditación, ver las explicaciones y los métodos en el capítulo: “El trabajo del pensamiento”.)

Del 21 de marzo al 21 de septiembre, la Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal preconiza que asistan los discípulos todas las mañanas a la salida del sol. El capítulo IX está consagrado a esta cuestión.

Antes de comenzar cualquier cosa, debéis sentaros tranquilamente para introducir en vosotros la paz, poneros en armonía con el universo y uniros al Creador consagrándole, con la oración y la meditación, la jornada que comienza.

He aquí un ejercicio para practicar cada mañana:

Levantáis vuestro brazo derecho, con la mano extendida hacia lo alto, proyectando con el pensamiento vuestra mano astral hasta el Trono de Dios, y entonces decís: “Dios mío, todo lo que yo poseo te pertenece. Sírvete de mí para el triunfo y la gloria de Tu Reino. Yo cumpliré Tu voluntad. Que Tu amor, Tu sabiduría y Tu poder se manifiesten a través de mí...” Hay días en los que no podemos pronunciar esta fórmula con todo el corazón, porque sentimos que hay algo interiormente que no quiere ceder. Es necesario llegar a poder decir sinceramente esta fórmula, no de vez en cuando, sino cada día.

Bienaventurado el que pueda decir: “Dios mío, yo soy Tu servidor, hágase en mi según Tu voluntad...”

Los ejercicios de respiración

La respiración es una forma de nutrición, y de la misma manera que cuando comemos debemos masticar lentamente, cuando respiramos debemos “masticar” el aire. Cuando hemos inspirado hay que retener el aire mucho tiempo, hasta que los pulmones, (que son una especie de estómago), hayan asimilado todas las sustancias nutritivas. Si echamos el aire demasiado rápidamente, echamos al mismo tiempo todas las sustancias antes de haber podido recoger todos los elementos útiles.

1. Descripción de los ejercicios

– l. Tapar el orificio izquierdo de la nariz y aspirar el aire profundamente por el derecho contando 4 tiempos.

– 2. Contener la respiración durante 16 tiempos.

– 3. Tapar el orificio derecho de la nariz y espirar por el izquierdo contando 8 tiempos. Proseguir el ejercicio invirtiéndolo:

– l. Tapar el orificio derecho de la nariz y aspirar el aire por el izquierdo contando 4 tiempos.

– 2. Contener la respiración durante 16 tiempos.

– 3. Tapar el orificio izquierdo de la nariz y espirar por el derecho contando 8 tiempos. Este ejercicio hay que repetirlo 6 veces por cada orificio.

Los que puedan doblarán los tiempos 8 – 32 – 16.

Por medio de la respiración profunda podéis curar vuestro sistema nervioso y muchas otras enfermedades. Los médicos os recetarán inyecciones de calcio, de yodo, de sodio, etc. para daros los elementos que os falten, mientras que los Iniciados os aconsejarán que toméis esos elementos en su estado etérico por medio de la respiración. El método es muy simple: respirad concentrándoos en la idea de que estáis tomando del aire los elementos que os hacen falta. Sí, porque el organismo sabe muy bien lo que necesita, contiene todo un equipo de químicos perfectamente competentes que saben extraer del aire las substancias necesarias. Por eso el discípulo no busca los medicamentos solamente en la farmacia. Respira con amor y con la convicción absoluta de que llegará a extraer del espacio los elementos que le son necesarios.

Pero mediante la respiración, podéis atraer también materiales, fuerzas y partículas del mundo superior, es decir: la luz, la paz y todos los elementos vivificadores. Por tanto, cuando respiráis, debéis intentar atraer los elementos espirituales de los que tengáis necesidad según el estado en el que os encontréis.

2. Algunos ejemplos de ejercicios

l. Elegiréis 4 virtudes que particularmente queráis poseer: Inspirando 4 tiempos, pronunciáis mentalmente el nombre de las cuatro virtudes, una por cada tiempo.

Mientras retenéis la respiración durante los 16 tiempos, repetís 4 veces los 4 nombres.

Cuando espiréis, decid: “Yo expulso de mi...” diciendo el nombre de los defectos contrarios a las 4 virtudes que habíais elegido.

2. Al inspirar, pensad: “Te doy gracias Señor, por permitirme recibir con este aire puro, la vida divina que Tú has puesto en él...”

Cuando retengáis el aliento: “Que esta vida divina penetre en todo mi cuerpo y le dé salud y vida...”

Y al espirar: “Yo manifestaré esta vida que he recibido en todas mis acciones para la gloria de Dios...”

3. Al inspirar: “Dios mío, que Tu nombre sea santificado...”

Al contener la respiración: “Dios mío, que Tu reino y Tu justicia se hagan realidad en mí...”

Al espirar: “Dios mío, que Tu voluntad se cumpla a través de mí...”

4. Al inspirar: repetid dos veces el nombre de cuatro virtudes.

Al espirar: pensad que los ángeles de los cuatro elementos os despojan de vuestras impurezas: el Ángel del fuego en el cerebro, el Ángel del aire en los pulmones y corazón, el Ángel del agua en el estómago, el vientre y el sexo, y el Ángel de la tierra en todo el cuerpo.

Los ejercicios de gimnasia

La descripción de los ejercicios de gimnasia y las explicaciones correspondientes han sido trasladados al final del volumen.

Las comidas

(Sobre la manera de comer, ver el capítulo III sobre la nutrición.)

Al principio y al final de cada comida, los discípulos de la Fraternidad Blanca Universal recitan tres veces la fórmula búlgara: “Bojiata liubov razréchava vsitchkité problémi - El amor de Dios resuelve todos los problemas...”

Consejos para el transcurso de la jornada

Vivir bien las 24 horas presentes

Todo vuestro destino está inscrito en la vida que vosotros lleváis hoy, en la dirección que dais a vuestros pensamientos y sentimientos, en las actividades en las que gastáis vuestras energías. Porque, según estéis atentos y vigilantes o no, allanáis las dificultades o, por el contrario, las aumentáis con todo tipo de cosas inútiles o incluso nocivas que impiden vuestro perfecto desarrollo.

Ahí está el sentido de las palabras de Jesús cuando decía que no pensáramos en el mañana, porque si cada día que pasa vigiláis que vuestro comportamiento sea óptimo, el mañana será completamente libre y vosotros tendréis libertad para emprender cuanto deseéis sin dejar por ello de permanecer vigilantes, para evitar que nada se quede coleando, a medio hacer. De esta manera cada nuevo día os encontrará bien dispuestos, preparados para respirar, para estudiar, para regocijaros, para cantar, y toda la vida tomará un color extraordinario de felicidad y de bendición. Así es como hay que comprenderlo. Teniendo cuidado de liquidarlo todo hoy es como pensáis indirectamente en el mañana.

Por lo tanto no penséis en el mañana, pensad en el momento presente. Si todo está arreglado para hoy, lo estará automáticamente para mañana. Y como todo queda inscrito, una vez que hayáis vivido una jornada espléndida, una jornada de vida eterna, ésta queda registrada y no muere nunca, queda viva y lucha para que todos los demás días se le parezcan. Probad al menos de vivir bien un solo día, y éste arrastrará a los demás: les invitará para hablarles y convencerles de ser como él, equilibrados, ordenados, armoniosos.

Como todavía no habéis estudiado el lado mágico de esta cuestión, decís: “¿Qué se puede hacer en un solo día? Aún estoy desorganizado, pero mañana irá mejor...” Sí, irá mejor pero a condición de que hagáis enseguida todos los esfuerzos para restablecer el orden. Si no es así, ocurre como en los juegos de feria: con una pelota tiramos una caja o un bolo, el cual, en su caída, arrastra al resto.

Vigilarse sin descanso

Preguntamos a alguien: “¿En qué piensas? – No lo sé...” No se ha observado nunca, por lo que no le importa qué corrientes circulan a través de él; puede tratarse de cualquier tipo de suciedad, de cualquier imagen espantosa, ¡y él está inconsciente! ¿Cómo, pues, en semejantes condiciones, podrá trabajar sobre bases sólidas?

Está dicho en los Evangelios: “Estad atentos, porque el Diablo, como un león rugiente, está presto para devoraros...” Está claro que no veréis ni al león, ni al Diablo en el plano físico, porque es en el plano interior donde estáis amenazados. Es ahí donde hay deseos, proyectos, pasiones y codicias que quieren anularos. Y si vosotros no estáis iluminados y atentos, atraeréis las desgracias.

No es suficiente evitar el caer, herirse o romper algo; hay que evitar el transgredir las leyes del mundo invisible. En el plano psíquico hay una serie de mecanismos que ponemos en marcha sin saberlo, entidades a las que molestamos y leyes que transgredimos, y después sufrimos las consecuencias, somos castigados.

Lo más importante para el discípulo es, por lo tanto, comprender que debe vigilarse, estar atento, despierto, para conocer en cada instante lo que pasa en él: las corrientes, los deseos, los pensamientos que le atraviesan, las influencias, los impulsos que siente. Trabajando así conscientemente, alimentando un ideal muy elevado, se une a Entidades e Inteligencias supremas que vienen un día a instalarse en él y le permiten asumir pesadas tareas y triunfar en numerosas dificultades.

Saber orientar las energías

En el gran libro de la naturaleza viviente podéis leer que es absolutamente importante para la evolución de cada ser que sepa cómo gasta sus energías, en qué campo o en qué actividad las emplea. Estas energías han sido contadas, pesadas y medidas, y él es el responsable. El cielo no le ha dado energías para que las desperdicie; todo lo que hace se anota, está inscrito. Así pues, en el libro de la naturaleza viviente podéis leer esto: “Bienaventurados los que consagran y utilizan todas sus energías físicas, mentales y afectivas para el bien de la humanidad, para el Reino de Dios y Su Justicia...”

Si desperdiciáis vuestras energías en cóleras, en excesos de sensualidad, en actividades egoístas y criminales, ellas van a alimentar el Infierno. Porque son los humanos quienes, con su ignorancia, contribuyen a sostener y a alimentar el Infierno; están extraordinariamente instruidos en todas las ciencias, pero jamás han oído hablar de su responsabilidad en la utilización de sus energías.

Una de las primeras tareas del discípulo es la de preguntarse si está empleando sus energías en un fin egoísta o en un fin divino. Todo el secreto está ahí. Si os hacéis claramente esta pregunta cada día, ¡cuántas cosas podréis mejorar en vosotros mismos! Está claro que no lo lograréis enseguida, pero así aprenderéis a ser conscientes; si no, seguiréis sometidos al karma, al destino. No olvidéis nunca esto.

En todo lo que yo os digo, hay puntos sobre los que deberéis reflexionar cada día, y otros simplemente cuando las circunstancias lo permitan. Podéis, por lo tanto, olvidaros de muchas cosas, pero no de ésta. Cada día se os pide que seáis conscientes, que os deis cuenta a cada instante de cómo empleáis vuestras energías. Más aún cuando podéis hacerlo en cualquier parte; en la calle, en el metro, en la consulta del dentista, en vuestra cocina, podéis echar una mirada en vosotros mismos y preguntaros: “Veamos, si debo comenzar tal o cual actividad, ¿qué voy a gastar?, ¿es útil?” El trabajo al que consagráis vuestras energías es un punto esencial, nunca se insistirá suficientemente sobre esto.

Saber economizar las energías

Tanto la vida interior como la exterior, están sujetas a ciertas alternancias: vienen unos días fértiles, y después otros estériles, y así sucesivamente... El que no toma ninguna precaución es como una de esas vírgenes necias* de las que habla el Evangelio, y cuando se siente vacío, despojado, se queja, disgustado: “He perdido todo, no me queda nada, ni inspiración, ni alegría...”

* Ver el tomo 3, cap. VII: “La parábola de las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes necias...”

En lugar de ser inconsciente y malgastar las propias riquezas en los días favorables, hay que prever que tarde o temprano llegará un periodo difícil, y que hay que acumular provisiones, es decir energías para este período.

Por lo tanto, cuando os regocijéis, no vayáis hasta el fondo de este regocijo, economizad un poco, de lo contrario lloraréis. Regocijaos, pero sin pasar de un cierto límite. Si no observáis esta regla, seréis como un borracho, que habiendo bebido una copa de más, anda titubeando por las calles: choca contra un muro, siente que es un obstáculo, recula, pero... ¡hop! vuelve a chocar con el muro de enfrente. Y así sucesivamente... los dos muros envían al pobre borracho de un lado al otro. No hay que llegar nunca a los extremos. Un extremo os repelerá siempre hacia el otro extremo, y bamboleándoos eternamente de un extremo al otro, perderéis todas vuestras energías.

Las relaciones entre el hombre y sus células

Según la Ciencia iniciática, una célula es una criatura viviente, una pequeña alma inteligente que sabe cómo respirar, cómo alimentarse, producir secreciones, proyecciones... Mirad cómo trabajan las células del estómago, del cerebro, del corazón, del hígado, de los órganos sexuales; incluso están especializadas. La unión de todas estas criaturas, la suma de sus actividades, es nuestra inteligencia. Nuestra inteligencia se basa en la inteligencia de todas esas pequeñas células: nosotros dependemos de ellas y ellas dependen de nosotros; formamos una unidad. En el plano físico no podemos hacer nada sin el consentimiento de nuestras células; el día que paran de trabajar, el funcionamiento de nuestro organismo queda perturbado: la nutrición, la eliminación, la respiración...

El hombre es la síntesis de todas esas inteligencias que están ahí, dentro de él. Por eso debe acostumbrarse a visitar sus células, a hablar a ese pueblo que está ahí, que le escucha, que atiende, que está a su servicio, pero que él ha olvidado, abandonado y del que casi siempre se ríe. El que fuma, por ejemplo, o el que bebe desmesuradamente, molesta a estas bellas almas que viven en sus pulmones o en su corazón, y ellas le piden, le suplican que pare, pero él continúa molestándolas hasta provocar una enfermedad.

Debéis mostraros, pues, muy atentos y llenos de amor hacia vuestro propio pueblo; si así lo hacéis cuando algo no funciona bien, él os previene por medio de ciertos signos para que toméis precauciones, y de esta manera podéis evitar muchos inconvenientes. De otra forma, nadie os previene, y en el último minuto, cuando ya no hay nada que hacer para remediarlo, os preguntáis por qué no habéis recibido ninguna señal, ninguna advertencia. Pero si sabéis comportaros con vuestras células, ellas os previenen del más mínimo trastorno, porque os aman...

Los pensamientos y las palabras positivas que enviáis a cada uno de vuestros órganos y de vuestros miembros producen cambios benéficos. Si cada día, durante algunos minutos, os acostumbráis a pensar en vuestras células y a hablarles, podréis mejorar vuestra salud.

Haced por ejemplo este ejercicio. Poned vuestra mano sobre el plexo solar, y en esta posición dirigíos a vuestras células: pedidles que remedien todo lo que no funcione bien en vosotros, pero dadles las gracias también por su buen trabajo. Ellas os entenderán porque el plexo solar dirige todos los procesos inconscientes del organismo: secreción, crecimiento, circulación, digestión, eliminación, respiración... De esta forma podéis hablar a vuestras células, ser entendidos por ellas, y eso tanto más cuanto mayor sea vuestra fe y el poder de vuestro pensamiento.

Cómo espiritualizar todas nuestras actividades

Muchos se imaginan que para ser espiritual hay que consagrarse a la meditación y a la oración. No, cualquier trabajo, incluso espiritual, se convierte en algo extremadamente prosaico cuando no introducimos en él una idea sublime, un ideal superior; y al contrario, cualquier trabajo prosaico puede ser espiritualizado si sabemos introducir en él un elemento divino. La espiritualidad no consiste en rechazar toda actividad física, material, sino en hacer todo en aras de la luz, para la luz y por la luz. La espiritualidad es saber utilizar cualquier trabajo para elevarse, para armonizarse, para unirse a Dios.

Sea cual sea vuestra ocupación, aunque no sea nada más que por uno o dos minutos, debéis habituaros a establecer varias veces al día la unión con Dios. No es la duración de la concentración lo que cuenta, sino la intensidad. Concentraos así un momento, y después os paráis; un poco más tarde os volvéis a concentrar de nuevo durante un momento, etc...

Si os ejercitáis en restablecer constantemente la unión con Dios, lograréis alcanzar cualquier meta que emprendáis con mucha más facilidad que antes. Cuando nos unimos a Dios antes de cada trabajo, de cada ocupación, el sello del Eterno marca todo cuanto hacemos. Debéis uniros, pues, constantemente a Él, estéis donde estéis; es así como cada una de vuestras acciones se impregnará de una influencia celeste...

Haced el siguiente ejercicio: a cada hora, pronunciad la fórmula: “¡Gloria a Ti, Señor!” y dirigid vuestro pensamiento hacia Dios. Comenzad por hacer este ejercicio 12 veces al día consultando vuestro reloj. Más tarde, cuando os hayáis acostumbrado, será para vosotros tan beneficioso que nada podrá expresar el gozo que esta fórmula os aportará.

Cuando andéis, al avanzar sucesivamente el pie derecho y el pie izquierdo podéis decir: “Sabiduría, Amor... Sabiduría, Amor...”

Cuando lavéis la vajilla, cuando estéis barriendo, etc., podéis decir: “Señor, de la misma manera que yo lavo estos platos, lava mi alma... De la misma manera que yo limpio el suelo, limpia mi corazón de sus impurezas...”, etc.

Cualquiera que sea la acción que llevéis a cabo, podéis uniros al amor, a la sabiduría, a la verdad, a fin de que estos principios participen en vuestras actividades y les den vida. Por ejemplo, cuando comáis, decid: “Como el primer bocado por el amor, el segundo por la sabiduría, el tercero por la verdad...”

Mientras que os vestís por la mañana, a medida que cogéis una prenda, decid: “Por el amor... por la sabiduría... por la verdad...” Y no os hará ningún mal el añadir: “Por la pureza... por la justicia... por la belleza...”

Cuando tenéis el pensamiento ocupado por estas virtudes, desencadenáis fuerzas sublimes que vosotros mismos ponéis en acción. Cuando estáis cocinando, vuestros gestos son mágicos. Podéis, por lo tanto, preparar los platos diciendo: “He aquí el amor, he aquí la sabiduría, he aquí la verdad...” Y el que coma este alimento será iluminado.

Cuando tocáis o movéis los objetos, hacedlo como si todo vuestro cuerpo estuviese cantando y bailando y veréis cómo la armonía de vuestros gestos se reflejará sobre vosotros todo el día. La gente da patadas a los muebles, da golpes con las puertas, zarandea las sillas sin darse cuenta que la forma en la que hace las cosas la pone en tal o cual estado. Pero probad un día en que vosotros estéis nerviosos, coléricos. Decid: “¡Ah! este es el momento de hacer ejercicios...” Y coged entonces un objeto, hacedle algunas leves caricias, así, amablemente, y en ese mismo momento sentiréis que transformáis algo en vosotros mismos, como si cambiarais las corrientes.

La importancia de la armonía

Meditad cada día sobre la armonía, amadla, deseadla, a fin de introducirla en cada uno de vuestros gestos, de vuestras miradas, de vuestras palabras. Por la mañana, al despertaros, pensad en comenzar el día concertándoos con el mundo de la armonía universal... Cuando entréis en una casa, vuestro primer pensamiento debe ser: “¡Que la armonía y la paz reinen en esta casa!”

Impregnaos continuamente de la palabra armonía, guardadla en vosotros como una especie de diapasón, y en el momento en que os sintáis un poco inquietos o confundidos, coged este diapasón, escuchadle, y no hagáis nada antes de haber armonizado de nuevo todo vuestro ser. La armonía es la base de todos los éxitos, de todas las realizaciones divinas. Antes de comenzar cualquier cosa, aprended a concentraros en la armonía y entonces podréis ejecutar trabajos que darán resultados por toda la eternidad.

¡Aprended a dar las gracias!

Los humanos son ingratos con el Creador, ingratos con la naturaleza, e incluso los unos con los otros. No saben que la gratitud, el reconocimiento, son fuerzas desconocidas que desintoxican el organismo y neutralizan los venenos.

Haced este ejercicio: intentad, por ejemplo, dar las gracias durante todo el día. Sí, durante todo el día, repetid: “Gracias... gracias... gracias... gracias...” Diréis: “¡Pero así perdemos nuestro tiempo!” Al contrario, así lo ganáis.

La primera tarea del discípulo que quiere perfeccionarse es la de aprender lo que es gratitud, porque de esta forma un día obtendrá la clave de la transformación de la materia, de su propia materia.

Por la noche

La mañana está unida a la noche que le precede; la noche está unida a la mañana que le sigue. Cada uno de estos momentos, deben prepararse con antelación. Es muy importante que por la noche, al acostaros, no os vayáis de cualquier manera al otro mundo, porque debéis presentaros delante de seres muy elevados, muy luminosos. Debéis por lo tanto purificaros, limpiaros y prepararos para este viaje.

Cómo hay que lavarse

Antes de acostaros, debéis lavaros, pero no la cara, porque entonces os desprendéis de todos los buenos fluidos que os protegen y os quedaríais desmagnetizados. Si habéis hecho trabajos muy sucios, pasaros por la cara un guante de aseo mojado, pero no os lavéis con mucha agua. Lavaos el cuerpo, las manos, los pies, pero no la cara.

En cuanto a los pies, es también aconsejable que os los lavéis todas las noches con agua muy caliente, lo más caliente que podáis soportar, porque un baño de pies tiene una buena influencia sobre el plexo solar. No es necesario que mantengáis mucho tiempo los pies en el agua, pero hacedlo conscientemente, e incluso habladles mientras los laváis. Podéis decirles: “Mis queridos pies, nunca me había dado cuenta de que soportáis todo el peso de mi cuerpo y me conducís por todos aquellos lugares donde yo quiero ir. Ahora comprendo todos los servicios que me hacéis, y a partir de ahora os estaré más agradecido por vuestra humildad y vuestra paciencia...”

Preparación para el sueño

1. Importancia del último momento

Un discípulo da mucha importancia a la forma de dormirse, porque es la noche la que determina el día siguiente. Así pues, antes de acostarse, se une al mundo invisible, y deja de lado todo lo que le ha turbado durante el día: los problemas, las inquietudes, las desgracias... piensa en los errores que ha podido cometer a fin de repararlos durante la noche y se abandona, al fin, al Ángel de la muerte – es el nombre que la Cábala da al Ángel del sueño – porque cada noche morimos para resucitar a la mañana siguiente.

Dormirse, dejar el cuerpo físico para ir al otro mundo, es un ejercicio que practicamos cotidianamente a fin de estar preparados para el día en que debamos partir verdaderamente al otro lado. El que no sabe cómo dormirse, tampoco sabrá morir. No existe ninguna diferencia entre dormirse y morir, salvo que, cuando morimos, dejamos definitivamente la casa en que vivimos. Durante el sueño la dejamos, pero subsiste una unión que nos retiene a esta casa.

Suponed que hoy os habéis sentido con buen ánimo y habéis sido felices. Pero, sin embargo, en el momento de acostaros, sin saber por qué, comenzáis a tener pensamientos de tristeza, de desaliento. A la mañana siguiente, al despertaros, os extrañáis al constatar que todo lo bueno que habíais vivido la víspera ha desaparecido completamente, e incluso, en su lugar, queda una impresión desagradable. Podéis entonces constatar que el último momento de la jornada ha sido más importante, más significativo que toda la jornada. Suponed, sin embargo, que habéis vivido una jornada un poco desagradable, pero que antes de abandonaros al sueño, conseguís, por medio de oraciones y buenos pensamientos, dormiros apaciblemente.

Esos últimos momentos son los que lo limpian todo en vosotros, los que os purifican de manera tal que a la mañana siguiente os despertáis con buenas intenciones y con buenos proyectos.

Existen en el hombre unos obreros que utilizan todo lo que aquél ha pensado en la frontera que hay entre la vigilia y el sueño, porque los pensamientos accionan fuerzas. Por lo tanto, desconfiad, no os durmáis con malos pensamientos, porque éstos destruirán todo lo que hayáis adquirido de bueno durante el día. Mientras que si os dormís con buenos pensamientos, éstos lo mejorarán todo en vosotros, y al día siguiente os sorprenderéis de ver en qué estado de paz y de luz os despertáis. Evidentemente, no debéis pensar que podéis vivir de cualquier manera durante el día sólo porque recéis antes de dormiros, o que en el momento de morir borraréis todas las malas acciones de vuestra vida. No, porque actuando así tendréis siempre todos los diablos con vosotros. Pero, a pesar de todo, es muy importante que antes de dormiros consigáis calmaros, equilibraros, purificaros...

Si soñamos durante la noche que cometemos actos reprensibles que no cometeríamos en el estado de vigilia, es porque no sabemos prepararnos para el sueño. Antes de dormirse, es necesario prepararse como para un viaje sagrado que dará resultado en un futuro próximo o lejano. Está dicho en la Cábala que cuando un hombre se duerme, un espíritu impuro se une a su cuerpo físico para sugerirle ciertas ideas, ciertos deseos... Este espíritu impuro quiere apoderarse de su cuerpo, porque posee una gran reserva de fuerzas. Para defenderos contra este espíritu impuro, es necesario rogar al cielo que envíe un ángel que os preserve de él y que os conduzca a la Escuela del Señor para estudiar el amor y la sabiduría. Así, durante la noche, tendréis siempre un guardián que dará vueltas alrededor de vuestro cuerpo para impedir al espíritu del mal que tome posesión de él.

Al acostaros por la noche, introducid en vosotros un buen pensamiento, y dejadlo trabajar durante la noche. No os acostéis nunca con un pensamiento negativo en vuestra cabeza, porque durante la noche hará estragos en vuestro subconsciente.

Suponed que antes de dormiros, os sentís invadidos por la angustia: no os quedéis en la cama, levantaos, encended vuestra lámpara; haced algunos ejercicios de respiración, decid una oración, o leed una página de un pensamiento elevado, y volved a acostaros. Si este estado reaparece, levantaos por segunda vez y recomenzad. En todo caso sabed que no podéis luchar eficazmente quedándoos tendidos. Decís que si os levantáis cogeréis frío, y que podéis luchar con el pensamiento mientras os quedáis confortablemente en vuestra cama. No, solamente si somos extremadamente poderosos podremos defendernos en ese caso. En la posición horizontal somos más pasivos y menos fuertes. Y al contrario, en la posición vertical tenemos más fuerza y más posibilidades de actuar...

2. Ejercicios y oraciones

El Maestro Peter Deunov ha indicado una fórmula para recitar en el momento de acostarse; la recitamos apoyando la palma de la mano derecha sobre el plexo solar, y el dorso de la mano izquierda situada en la espalda, igualmente al nivel del plexo solar. Esta fórmula es la siguiente:

Dios es en mí luz,

Los ángeles son el calor,

Los hombres son la bondad. (3 veces)

Dios es en mí luz,

Mi espíritu es el calor,

Yo soy la bondad. (3 veces)

Para los que lo deseen, ofrecemos esta fórmula en búlgaro:

Gospod veuv méné é svétlina,

Anguélité seu toplina,

Tchélovétsité seu dobrina. (3 veces)

Gospod veuv méné é svétlina,

Douheut mi é toplina,

Az seum dobrina. (3 veces)

También podéis decir: “Dios mío, permíteme ir esta noche a Tu escuela de amor, de sabiduría y de verdad, a fin de que pueda aprender a servir mejor Tu causa, para que Tu Reino y Tu Justicia desciendan sobre la tierra...” Quedaos algunos minutos en meditación, trazad con la mano derecha un pentagrama en el aire y después os acostáis.


3. Orientación y posición

La posición que adoptamos para dormir es también muy importante. En principio se recomienda orientar la cabeza al Norte o al Este. Es preferible no dormir boca abajo, ni boca arriba, porque los desechos se acumulan en la columna vertebral; tampoco sobre el lado izquierdo, a causa del corazón. La mejor posición es del lado derecho porque los desechos se acumulan en el hígado, que es precisamente el encargado de eliminarlos. Podemos cambiar de posición a lo largo de la noche, pero es aconsejable dormirse sobre el lado derecho...

4. El insomnio

En lugar de luchar durante horas contra el insomnio esforzándoos en cerrar los ojos para dormir, pensad que habéis decidido manteneros despiertos. Levantaos, poneos a trabajar y seguid así hasta que sintáis que os apaciguáis.

O si no, quedaos acostados, pero tened los ojos abiertos y mirad en la obscuridad con la firme intención de quedaros así toda la noche, con la conciencia bien despierta: constataréis que poco a poco os vais amodorrando. Entonces comenzad de nuevo y haced un esfuerzo por mantener los ojos bien abiertos. De esta manera el sueño llegará rápidamente, mientras que si intentáis dormiros cerrando los ojos, no lo conseguiréis.

Otros métodos:

Beber agua caliente.

Masajearse el plexo solar en sentido inverso a las agujas del reloj.

5. El significado del sueño para el discípulo

El verdadero discípulo deja su cuerpo y va a reunirse con su Maestro, junto al cual continúa instruyéndose. Lee los libros más secretos en las bibliotecas del universo y asiste a ceremonias grandiosas de las que a veces guarda el recuerdo, aunque el cerebro humano no está preparado para recordar tales cosas. Ese recuerdo deja en su corazón una sensación tan sumamente dulce y tan llena de tranquilidad que, al despertarse, se pregunta: “¿Dónde he estado esta noche? Lo que he visto, ¡Era tan sumamente bello!...” El dormir se convierte en un acto sagrado cuando nos acostamos con la intención de ir a estudiar al otro mundo, porque es allí donde recibimos la verdadera iniciación.

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