Читать книгу Los progresos del hombre - Oscar Martello - Страница 5
ОглавлениеHay algo fundamentalmente incorrecto en tratar a la tierra como si fuese un negocio en liquidación”.
Herman Daly
El fenómeno de la contaminación consiste en la introducción en el ambiente de sustancias exógenas, que provocan que el medio se vuelva inseguro o directamente no apto para su uso humano y animal. Es una alteración negativa, en la mayoría de los casos provocada el hombre. En la actualidad, los agentes contaminantes suelen ir desde sustancias químicas (como plaguicidas o herbicidas) hasta formas de contaminación sonoras, petrolíferas y radioactivas, sin olvidar los efectos de la más elemental actividad humana: la basura.
Todos estos factores pueden producir (y de hecho producen) diferentes daños en la salud, el medioambiente y los ecosistemas, término acuñado en 1930 por el botánico inglés Arthur Clapham y por el cual se conoce al conjunto de componentes físicos y biológicos de un entorno determinado. En palabras de su compatriota, el biólogo Arthur Tansley, un ecosistema es “un sistema completo que incluye no sólo el complejo de organismos, sino también todo el complejo de factores físicos que forman lo que llamamos medioambiente”.
El concepto de ecosistema implica la idea de que los organismos vivos interactúan con cualquier otro elemento en su entorno local. Así, para comprender el concepto de “ecosistema humano”, se haría necesario desmontar la arbitraria separación entre seres humanos y naturaleza, rasgo distintivo de nuestra actual “civilización global”. Porque todas las especies se encuentran ecológicamente integradas unas con otras, incluidos los seres humanos.
Contaminación y salud humana
La contaminación del aire que respiramos puede llegar a producir la muerte de cualquier organismo vivo, o bien provocar enfermedades respiratorias, como bronquitis, asma y enfisema pulmonar. El enfisema y las bronquitis crónicas están comprendidos dentro de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). El aumento de personas afectadas de EPOC se da hoy con la simultánea reducción del consumo de tabaco (tradicionalmente considerado como el principal factor de riesgo). Y ello se explica por el incremento de factores de contaminación atmosférica como el humo negro, el monóxido de carbono (gas inodoro, incoloro y altamente tóxico), el ozono, el plomo o el dióxido de azufre (gas irritante y tóxico liberado en muchos procesos de combustión). Al transformarse en la atmósfera en ácido sulfúrico, el dióxido de azufre es, además, el principal causante de la llamada “lluvia ácida”.
La contaminación con ozono incrementa las posibilidades de desarrollar enfermedades respiratorias y cardiovasculares, provocando dolores en el pecho, congestión nasal e inflamaciones de garganta.
La exposición a polvos como el sílex, el cuarzo, el cadmio o el carbón, a vapores de isocianato y disolventes, así como a los vapores de la soldadura, habitual en algunas áreas laborales, también está asociada a la aparición de EPOC.
La contaminación del agua también es causa de una enorme cantidad de muertes diarias, particularmente en vastas regiones del Tercer Mundo, debido al no tratamiento de las aguas servidas y los residuos industriales y mineros.
El envenenamiento por mercurio, provocado por factores ambientales o el consumo de alimentos contaminados, especialmente pescados, está asociado a la aparición en los niños de dolencias neurológicas y trastornos de desarrollo, así como la afección de mujeres embarazadas puede provocar defectos congénitos graves en sus hijos. En los adultos, ese envenenamiento se presenta como picazón, ardor, decoloración y desprendimiento de la piel. Su ingesta durante períodos prolongados o una fuerte exposición al vapor de mercurio, pueden causar daño al cerebro y finalmente la muerte. Y el mercurio nos rodea hoy.
Pero hay más. Los derrames de petróleo, además del grave daño medioambiental que producen, son con frecuencia causa de diversos tipos de irritaciones de la piel. La contaminación acústica provoca hipertensión, estrés, trastorno del sueño y sordera. Fetos, niños y bebés, así como personas de edad, son quienes se encuentran en mayor riesgo y resultan los más afectados por la contaminación atmosférica. Lo mismo ocurre con aquellos que padecen trastornos pulmonares o cardíacos.
El plomo y los metales pesados provocan trastornos de índole neurológica, así como existen numerosas sustancias químicas causantes del aumento del número de cánceres, daños congénitos y aun mutaciones genéticas.
En tanto se han ido elevando los niveles de contaminación, se fue reduciendo la capacidad de reproducción humana. Estadísticamente, el resultado del recuento de espermatozoides ha ido descendiendo desde mediados del siglo xx, y cada vez son más numerosos los casos de menopausia precoz en mujeres menores a 40 años, debido a la reducción de su reserva ovárica.
Pocos datos de una larga historia
El hombre ha contaminado el ambiente desde el instante mismo en que comenzó su desarrollo cultural: de acuerdo con los rastros de hollín encontrados en las cavernas, ya el encender hogueras o pequeños fuegos en el interior de las cuevas contaminaba el aire que los antiguos humanos respiraban. Otro tanto podría decirse del método agrícola de tala y quema, que consiste en incendiar porciones de selva a fin de despejar áreas para cultivos y usar las cenizas como fertilizante. No sólo los incendios agreden el medioambiente destruyendo ejemplares de la flora y la fauna. En el lapso de dos o tres cosechas, las cenizas acumuladas forman una capa impermeable que impide la absorción de agua. El área, entonces, se vuelve improductiva, por lo que se hace necesario talar y quemar otra porción de selva. Cuando este método era utilizado por grupos humanos poco numerosos en una región selvática de grandes dimensiones, los efectos no eran catastróficos; la vegetación podía volver a recuperarse, lo que se torna cada vez más dificultoso a medida que va aumentando la población. Hoy, en líneas generales, la capacidad de regeneración de la selva se ha agotado; los animales que lograron sobrevivir buscan nuevos hábitats, y el grupo humano ya no puede subsistir, porque al destruir el medioambiente ha extinguido también sus recursos económicos. En suma, la sustentabilidad de ese método agrícola está en estrecha relación con la cantidad de humanos que se alimentan de él y con la extensión de que dispongan. Y a la larga se torna inevitable el control de la natalidad o la práctica del “homicidio social” en la que, dependiendo de las circunstancias, las víctimas son niños o ancianos.
A estas primeras prácticas de destrucción del medio, siguió el ya muy contaminante forjado de los metales, particularmente por parte de las grandes civilizaciones, tal cual ha podido observarse en el análisis del hielo de los glaciares del hemisferio norte.
Durante la Edad Media, las ciudades europeas se encontraban muy contaminadas debido a la metalurgia, la quema de carbón y, muy especialmente, el tratamiento de los detritos humanos que eran vertidos - o directamente arrojados- en la vía pública, por donde llegaban a los grandes o pequeños cursos de agua junto a los que, desde antiguo, los humanos nos hemos asentado. El tamaño de las ciudades, que crecían desordenadamente, aumentaba el hacinamiento y, en consecuencia, se multiplicaban los efectos de la contaminación por medio de plagas y epidemias. La mortandad y la migración hacia las zonas rurales provocaban la disminución temporal de la densidad poblacional, pero pronto todo volvía a la “normalidad”.
Las regulaciones, como la prohibición de quema de carbón en el Londres de 1272, y la construcción de rudimentarios sistemas cloacales contribuyeron a paliar los efectos contaminantes de los detritos humanos y la basura domiciliaria en las calles de las ciudades más grandes, pero conducirlos directamente hacia los cursos de agua aumentó la contaminación de los ríos y las riberas.
Fue con la Revolución Industrial cuando la contaminación se transformó en un serio problema social y medioambiental. El cambio en el sistema productivo dejó a numerosos campesinos y aldeanos al borde de la inanición. Auténticas masas humanas convergieron sobre las ciudades, en las que empezaban a construirse enormes fábricas, y el hacinamiento se volvió un drama cotidiano. La epidemia de cólera que a mediados del siglo xix afectó a Inglaterra, ensañándose especialmente en la ciudad de Londres, fue consecuencia directa de la acumulación de aguas servidas y residuos humanos e industriales, que poco después dio lugar al llamado Gran Hedor del río Támesis. Es fama que, durante el verano de 1858, el aire en la zona central de Londres se volvió irrespirable.
La concentración de grandes plantas industriales y el consumo de carbón y otros combustibles no sólo incrementaron los ya elevados niveles de contaminación del aire, sino que aumentaron el vertido de sustancias químicas, mientras que el sistema de alcantarillado y las plantas de tratamiento de detritos humanos se vieron rápidamente desbordados.
Es imposible hacer aquí una historia detallada del proceso de contaminación de nuestro planeta. Tampoco nuestra sensibilidad o nuestra paciencia la tolerarían. Pero es hora de prestarle atención. Es más, ya se va pasando esa hora.
Algunas formas de contaminación
La contaminación es un problema producido por la misma explotación irracional de la naturaleza, esa que en el pasado provocó la extinción de grandes civilizaciones. Hoy, con el desarrollo industrial y tecnológico, las crecientes tendencias a la concentración económica y los alcances de las catástrofes ecológicas, el problema es global.
Con el más de un centenar de importantes derrames ocurridos desde el hundimiento del African Queen, que en 1958 volcó 21,000 toneladas de petróleo frente a las costas de Maryland, Estados Unidos; con el incendio y hundimiento de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, que vertió 779,000 toneladas de crudo en el Golfo de México, son 8,300,494 las toneladas de petróleo derramadas en los océanos del mundo, según ha computado Susan M. Libesde en su trabajo Introduction to Marine Biogeochemistry, publicado por Academic Press. Los estragos provocados entre los peces, moluscos, flora y aves marinas, tanto en los mares distantes de los accidentes como en las costas afectadas en forma directa, son incalculables
La fuga de isocionato de metilo (fórmula química utilizada en la elaboración de pesticidas), en la planta que la compañía estadounidense Union Carbide tenía en la India, provocó la muerte directa de entre 8,000 y 25,000 personas en la región de Bophal, antes de esparcirse en la atmósfera.
El accidente en la planta nuclear de Chernobyl (en la actual Ucrania), del sábado 26 de abril de 1986, es considerado uno de los mayores desastres medioambientales de la historia, estimándose que la cantidad de materiales tóxicos y radioactivos liberados fue unas 500 veces mayor que el liberado por las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Además de la muerte en forma inmediata de 31 personas, ese accidente provocó la evacuación repentina de 116,000 lugareños y esparció las nubes radioactivas sobre trece países de Europa oriental y central, como Suecia, Finlandia, Austria,
Noruega, Bulgaria, Francia, Suiza, Eslovenia, Italia, además de Rusia, Bielorrusia y la propia Ucrania.
Varios estudios demuestran que la incidencia de cáncer de tiroides en Bielorrusia, Ucrania y Rusia se ha elevado enormemente, y mientras algunos científicos sostienen que los efectos de la radioactividad afectarán a las poblaciones locales durante varias generaciones, el académico y especialista en asuntos ecológicos Alexéi Yablokov asegura que “al menos cinco millones de personas viven en las zonas contaminadas por la explosión en los territorios de Ucrania, Rusia y Bielorrusia”.
Para Yablokov, la contaminación humana se debe al consumo de alimentos de origen animal y vegetal afectados por la radiación que persiste en el subsuelo. Asimismo, el dirigente ecologista insiste en que en las áreas contaminadas la mortalidad es hasta un 4 por ciento mayor que en otras regiones, y que en los próximos quince años supondrá la muerte de al menos 300 mil personas.
Las explosiones en los edificios donde se encontraban los reactores nucleares, las fallas en los sistemas de refrigeración, la fusión del núcleo y la liberación de radioactividad al exterior en la Central Nuclear Fukushima 1 fue una de las tantas consecuencias del terremoto y maremoto que afecto a Japón el 11 de marzo de 2011.
Seis días después de la liberación de gases radioactivos al exterior, se detectó yodo radioactivo en el agua corriente de Tokio y, meses después, en la leche y en las espinacas producidas en la vecina región de Ibaraki. El yodo radioactivo, también conocido como radioyodo, puede ser absorbido a través de la comida y los líquidos contaminados, acumulándose en la tiroides, con alta probabilidad de producir anormales crecimientos de la glándula o, más probablemente, cáncer tiroideo radiogénico.
Casi simultáneamente se detectaron en California, a 8.600 kilómetros de distancia, partículas radioactivas procedentes de Japón, que habían atravesado el océano Pacífico, y días más tarde en lugares tan distantes como Finlandia, España y otros países europeos. Si bien en estos casos los niveles de radiación no eran peligrosos, son una prueba evidente de que la contaminación difícilmente queda circunscripta a una región determinada y que, con mayor o menor intensidad, sus alcances son globales.
Para resumir, la contaminación puede afectar a distintos medios o ser de diferentes características. La siguiente es una lista con los diferentes tipos de contaminación, sus efectos y sus contaminantes más relevantes.
Contaminación radioactiva
Nuestra sociedad comenzó a adquirir alguna conciencia de la necesidad de preservar el medioambiente reduciendo los niveles de contaminación recién a mediados del siglo xx, a raíz de la primera explosión nuclear. A los devastadores efectos locales sobre personas, animales y vegetales de Hiroshima y Nagasaki, siguió un fenómeno que sorprendió a los científicos de la época: la lluvia radioactiva, como se llama a la caída desde la atmósfera de partículas radioactivas originadas por una explosión nuclear. Compuesto de partículas calientes, este polvo puede alterar la cadena alimentaria humana y animal. La contaminación radioactiva puede permanecer en la atmósfera millones de años. Los desechos militares en países dedicados a la fabricación y experimentación de armas nucleares han causado numerosos desastres ecológicos, al igual que los ensayos con armas nucleares, habituales durante la Guerra Fría.
Contaminación atmosférica
Ella es consecuencia de la liberación aérea de sustancias químicas y partículas que alteran la composición del aire y entrañan un peligro para la salud. Los gases más comunes son el óxido de nitrógeno, el monóxido de carbono y el dióxido de azufre, producidos por la actividad industrial y los motores de combustión interna. Los hidrocarburos aumentan los niveles de esmog, niebla contaminante de graves consecuencias para la salud. Ello causa problemas respiratorios, especialmente en personas que tienen asma, daña las membranas pulmonares y puede provocar cáncer de pulmón en igual o aun mayor medida que el tabaquismo. La contaminación atmosférica puede ser local cuando los efectos afectan sólo las inmediaciones del foco de emisión, o alcanzan un carácter global, por ejemplo, a través de la ya mencionada “lluvia ácida”, sedimentación tanto húmeda como seca de contaminantes ácidos. Esta contaminación dificulta el desarrollo de la vida acuática aumentando la mortandad de peces; provoca graves daños forestales; elimina los microorganismos fijadores de nitrógeno; deteriora la superficie de los materiales; corroe las construcciones e infraestructuras, y produce un empobrecimiento de los nutrientes esenciales, provocando estrés en los vegetales, a los que torna más vulnerables a las plagas.
Contaminación hídrica
La liberación de residuos y contaminantes hacia los ríos penetran en las napas subterráneas y escurren en lagos y mares. Plásticos y otros desechos no degradables se acumulan en los océanos y las costas, y hasta en alta mar, como ocurre con la gran mancha de basura del Pacífico Norte. De un tamaño estimado en 1, 400,000 km2, esta auténtica isla flotante de basura se encuentra atrapada en las corrientes de giro del Pacífico Norte. Muchos de estos desechos de larga duración terminan en los estómagos de las aves y animales marinos, provocando su muerte. Las medusas comen las toxinas que contienen los plásticos, y a su vez, los peces grandes se comen a las medusas. Muchos se pescarán y serán alimento para los seres humanos, resultando así en una ingestión humana de dichas toxinas. El plástico marino también facilita la propagación de especies invasivas que se adhieren a la superficie de este plástico flotante y se desplazan a grandes distancias, colonizando nuevos ecosistemas.
Un informe de la organización Greenpeace ha demostrado que estos residuos plásticos afectan por lo menos a 267 especies de todo el mundo.
Contaminación del suelo
Tiene lugar cuando se derraman o filtran productos químicos sobre y bajo la tierra. Entre los contaminantes del suelo más significativos, se encuentran el petróleo y sus derivados, los metales pesados, los aditivos de los combustibles sin plomo, plaguicidas, herbicidas, y el enterramiento de grandes cantidades de basura de las ciudades. Esta contaminación puede afectar a la salud de forma directa y al entrar en contacto con fuentes de agua potable.
Contaminación electrónica
Producida por las radiaciones generadas por equipos electrónicos u otros elementos resultados de la actividad humana torres de alta tensión y transformadores, antenas de telefonía móvil, electrodomésticos, residuos de aparatos eléctricos y electrónicos etc., es cada día mayor, llegando en algunas regiones a niveles alarmantes, capaces de provocar cambios irreparables en el medioambiente.
Contaminación térmica
La contaminación puede consistir también en una alteración de la temperatura de un cuerpo de agua causado por la influencia humana, como el uso de agua como refrigerante para plantas de energía nuclear y las plantas productoras de pasta de celulosa. El incremento artificial de la temperatura puede tener efectos negativos para algunos seres vivos en un hábitat específico, ya que cambia las condiciones naturales del medio en que viven. Estos cambios de temperatura provocan un “shock térmico” en los ecosistemas, pues reducen la solubilidad de oxígeno y alteran el metabolismo de los animales acuáticos a tal grado que los lleva a consumir más alimento, reduciendo los recursos del ecosistema.
Vertido de residuos sólidos urbanos
Los residuos urbanos son en la actualidad unas de las formas más generalizadas de contaminación. Los vertederos comunes municipales son fuente de sustancias químicas que entran al medioambiente del suelo (y con frecuencia a capas de agua subterráneas), que emanan de la gran variedad de residuos aceptados, especialmente sustancias ilegalmente vertidas, así como descargas de dioxinas. Entre los residuos domésticos, los plásticos son uno de los principales componentes, suponiendo el 7% de su peso total y el 20% de su volumen. Son unos materiales muy resistentes a la degradación que impone la naturaleza y con una vida media muy alta.
Conservar la casa común
Tanta acumulación de datos puede tener dos efectos. Uno, el de alertarnos y volvernos agentes activos del necesario cambio de hábitos, motores de presión a las autoridades gubernamentales de control ambiental para que cumplan su función en pro de la salud colectiva. Otro, anestesiarnos y crearnos la falsa ilusión de que, desde nuestra posición de simples ciudadanos, no es mucho lo que podemos hacer. Este último efecto es tan común como erróneo.
El 24 de mayo de 2015, el papa Francisco firmó su encíclica Laudato si, nombre tomado de uno de los párrafos del poema religioso de san Francisco, que escrito originalmente en antiguo dialecto umbro dice:
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas..
El Papa retoma este canto en su espíritu primordial, y transforma ese canto de alabanza en un documento de advertencia ecuménica, es decir, global. Más allá de la pertenencia o no al catolicismo, e incluso por fuera de las posiciones teístas, la encíclica ha sido reconocida como una de las más lúcidas y actualizadas piezas sobre el tema. Queremos cerrar este primer acercamiento a algunos de los datos sobre la contaminación con el siguiente párrafo introductorio de Francisco:
“Después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta. Hagamos un recorrido, que será ciertamente incompleto, por aquellas cuestiones que hoy nos provocan inquietud y que ya no podemos esconder debajo de la alfombra. El objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”.