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Оглавление“Nunca jamás en la historia de la minería del mundo hubo un accidente con cianuro”.
J. C. Perucca, geólogo y académico argentino
Uno de los conflictos más actuales entre las organizaciones ecologistas y los gobiernos latinoamericanos (del llamado Tercer Mundo en general) se da en torno de los emprendimientos económicos relacionados con la llamada “minería a cielo abierto”. En los países de Latinoamérica, es común que, por corrupción, cuando se trata de violar disposiciones legales de protección ecológica vigentes, o sólo por necesidades de importar capitales productivos, los gobiernos cambien la salud de su población a corto, mediano y largo plazo por una ilusoria prosperidad inmediata. Incluso hay empresas multinacionales que ponen en práctica en países periféricos métodos de explotación minera hace rato prohibidos en los países centrales. Veamos un poco cuál es este mecanismo de envenenamiento colectivo.
Una práctica letal
Como dijimos, mediante la contaminación del aire, el agua y los suelos, por medio de metales pesados nocivos y sustancias químicas, la minería a cielo abierto provoca serios daños al medioambiente y, mientras da grandes dividendos a las empresas trasnacionales, ocasiona diversos daños económicos, sociales y culturales a las poblaciones directa o indirectamente afectadas.
La minería a cielo abierto consiste en la remoción de la capa superficial de la tierra para hacer accesibles los yacimientos minerales. Se trata de una actividad de alto impacto ambiental, social y cultural.
Las innovaciones técnicas que ha experimentado la minería a partir de mediados del siglo xx han modificado la actividad en forma sustancial, de modo que se ha pasado del aprovechamiento de vetas subterráneas de gran calidad a la explotación de minerales de menor calidad diseminados en grandes yacimientos de superficie. Gracias a la gran maquinaria, los modernos equipos de excavación, el uso de nuevos insumos y las tuberías de distribución, hoy es posible remover enormes masas de tierra en pocas horas, volviendo rentable la extracción de menos de un gramo de oro por tonelada de material removido.
Las actividades mineras comprenden diversas etapas, cada una de las cuales conlleva impactos ambientales particulares. En un sentido amplio, estas etapas serían las de prospección y exploración de yacimientos, el desarrollo y preparación de las minas, su explotación y el tratamiento de los minerales obtenidos en instalaciones respectivas con el objetivo de obtener productos comerciables.
La minería a cielo abierto devasta la superficie, modifica severamente la morfología del terreno, apila y deja al descubierto gran cantidad de material estéril, produce la destrucción de áreas cultivadas y de otros patrimonios superficiales, y puede alterar cursos de aguas y formar grandes lagunas para el material descartado por lo general, altamente tóxico. Su ámbito de perjuicio ecológico es entonces variado.
Cuando el aire se vuelve letal
En la cadena de pasos que integran la actividad minera, se produce el desprendimiento de elementos tóxicos, en general debido a las sustancias utilizadas en la separación de los minerales. El proceso comienza con el traslado y depósito de dinamita, cuyo uso emana elevadas concentraciones de nitratos y monóxido de carbono, y cuyas víctimas inmediatas son los trabajadores. Su impacto sobre la salud es alto, e incluye síntomas de asfixia, náuseas, episodios de vómito, irritación del tejido pulmonar, decaimiento, pérdida de la conciencia, y puede llegar hasta provocar la muerte. De la excavación y trituración que siguen, se desprenden partículas de polvo, en gran número de casos de naturaleza tóxica y hasta radioactiva, que, según la intensidad de los vientos, pueden ser llevadas a largas distancias.
Una de esas sustancias es el sílice, cristal común que se encuentra en la mayoría de los lechos y forma polvo durante el trabajo con minería. Al ser respirado, éste produce pérdida de flexibilidad y permeabilidad pulmonar, impidiendo así el normal ingreso de oxígeno y la simultánea eliminación del organismo de dióxido de carbono, llegándose a casos en los que se hace indispensable el trasplante de pulmón.
Las alteraciones que provoca la exposición al polvo de sílice son irreversibles, progresivas y degenerativas. Al igual que en los enfisemas y diversos tipos de EPOC, no existe ningún tipo de cura, y a lo sumo, se puede detener su avance no volviéndose a exponer al agente tóxico. La exposición al sílice puede provocar la enfermedad en menos de un año, aunque los síntomas demoran en presentarse entre 10 y 15 años, durante los que, insensiblemente, se van destruyendo las paredes alveolares de los pulmones. A veces, las empresas ya partieron hace años, y el enfermo nota su afección cuando ya es tarde.
Además de cadmio, mercurio, arsénico, plata, azufre, uranio, torio, etc., también el plomo se encuentra en el polvo que genera la explotación minera. Éste es un metal pesado neurotóxico que, cuando está presente en la sangre, circula por todo el organismo. Al llegar al cerebro, provoca daños neurológicos irreversibles. Absorbido por el organismo humano por medio de las vías respiratorias, la piel y la ingestión, muy particularmente a través del agua, es el metal más estudiado por su riesgo ambiental en general y sobre los humanos en particular.
La contaminación con polvo de plomo saturnismo afecta al sistema nervioso, produciendo alteraciones de carácter, irritabilidad, insomnio, dificultad en la concentración y hasta disminución de la libido. En los nervios periféricos, ocasiona dificultad en el movimiento de los miembros. Puede ser causal de malformaciones congénitas, abortos, partos prematuros y otras alteraciones en el embarazo y el parto. También puede ocasionar anemia e insuficiencia renal. En las familias mineras, los niños son los más afectados, ocasionándoles pérdida de la capacidad de aprendizaje y retraso en el crecimiento.
Perjuicios en las aguas y en los suelos
Los residuos sólidos finos provenientes del área de explotación pueden dar lugar a una elevación de la capa de sedimentos en los ríos de la zona. Diques y lagunas de oxidación mal construidas o mal mantenidos, o inadecuado manejo, almacenamiento o transporte de insumos pueden conducir a la contaminación de las aguas de superficie, afectando también las napas freáticas: aguas contaminadas con aceite usado, con reactivos, con sales minerales provenientes de las pilas o vertederos de productos sólidos residuales de los procesos de tratamiento, o aguas provenientes de pilas o diques de colado suelen filtrarse hacia las napas subterráneas.
Paralelamente, puede haber un descenso en los niveles de estas aguas subterráneas cuando son fuente de abastecimiento de agua fresca para operaciones de tratamiento de minerales.
En cuanto a los suelos, al implicar la remoción de grandes superficies de tierra, la minería a cielo abierto produce un resecamiento de la corteza en la zona circundante al área de explotación, así como una disminución del rendimiento agrícola y agropecuario. Además de la inhabilitación de los suelos por acumulación del material sobrante, suele provocar hundimientos y la formación de pantanos cuando el nivel de las aguas subterráneas vuelve a elevarse.
Impacto sobre la flora, la fauna y los humanos
La minería a cielo abierto elimina de vegetación el área de las operaciones, así como, debido a la alteración del nivel freático, destruye parcialmente la flora de las áreas vecinas. También suele provocar una presión sobre los bosques existentes en la zona, que pueden verse destruidos por el proceso de explotación o por la expectativa de que éste tenga lugar.
Por su parte, la fauna es perturbada y ahuyentada por el ruido y la contaminación del aire y del agua, y el incremento del nivel de sedimentos en los ríos. Además, la erosión de los amontonamientos de residuos estériles puede afectar particularmente la vida acuática, por no mencionar el envenenamiento por reactivos residuales contenidos en aguas provenientes de la zona de explotación.
Las poblaciones humanas no están exentas de estos perjuicios. Generalmente, los emprendimientos de minería a cielo abierto provocan conflictos por derechos de utilización de la tierra y el agua, y da lugar al surgimiento descontrolado de asentamientos humanos. A la vez, provocan la disminución en el rendimiento de las labores de pescadores y agricultores, debido a envenenamiento y cambios en el curso de los ríos.
Entre otras alteraciones provocadas por la minería a cielo abierto, cabe mencionar los cambios en el microclima, la multiplicación de agentes patógenos en charcos y áreas cubiertas por aguas estancadas.
El cianuro, jinete del Apocalipsis
Si bien se utiliza la minería a cielo abierto para la extracción de diversa clase de minerales, la explotación más usual es la del oro, plata, zinc y cobre, de minerales que los contienen en bajísima proporción, para lo que se utiliza el método de lixiviación -proceso en el cual una o más sustancias químicas son extraídas de un sólido- con cianuro.
Este método permite obtener compuestos cianurados de esos metales, que son solubles en agua y son transportados por ella. Por su bajo costo y alto rendimiento, es el proceso más usado actualmente para la extracción de oro, muy especialmente en América Latina. En tanto los compuestos de cianuro son altamente tóxicos, su uso es uno de los que han sido prohibidos en varios de los países centrales, pero no en los de la periferia.
En el proceso de lixiviación del oro, la concentración usual de cianuro es de 300 a 500 miligramos en cada litro de agua. Para advertir la extrema peligrosidad de este proceso, nótese que, en opinión de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, basta la ingestión de tan sólo 50 miligramos de cianuro para matar a un ser humano en forma casi instantánea. Y aunque esta sustancia se descompone rápidamente bajo el efecto de la luz solar, algunos compuestos derivados pueden persistir durante varios años.
La Organización Mundial de la Salud ha establecido que, para que el agua sea considerada potable, la cantidad de cianuro que contenga no debe exceder de 70 millonésimas de gramo por litro, mientras que concentraciones menores de 50 miligramos pueden tener efectos devastadores en la fauna acuática, destruyendo toda la cadena ecológica y matando desde el fitoplancton hasta los peces.
La minería a cielo abierto utiliza, de manera intensiva, grandes cantidades de cianuro, que como dijimos permite recuperar el oro del resto del material removido. Para desarrollar todo este proceso, se requiere que el yacimiento abarque grandes extensiones y que se encuentre cerca de la superficie. Como parte del proceso, se cavan cráteres gigantescos, que pueden llegar a tener ¡más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad!
Pero ampliemos un poco los conceptos sobre la toxicidad del cianuro.
Para las plantas y los animales, esta sustancia es extremadamente tóxica. Los derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades reproductivas de las plantas. En cuanto a los animales, el cianuro puede ser absorbido a través de la piel, ingerido o aspirado. Las concentraciones en el aire de 200 partes por millón de cianuro de hidrógeno son letales para los animales, mientras que concentraciones tan bajas como 0,1 miligramos por litro (mg/l) son letales para especies acuáticas sensibles. Concentraciones subletales también afectan los sistemas reproductivos, tanto de los animales como de las plantas.
Los trabajadores mineros suelen tener contacto asiduo con él, sobre todo durante la preparación de la solución de cianuro y la recuperación del oro de la solución. Para los trabajadores mineros, los riesgos son el polvo de cianuro, los vapores de cianuro (HCN) en el aire, provenientes de la solución de cianuro, y el contacto de la solución de cianuro con la piel.
El impacto sobre la vida silvestre y las aguas
Altamente rentables para las compañías mineras, estas actividades y sus consiguientes procesos con cianuro merecieron un documentado estudio de la National Wildlife Federation de los Estados Unidos, que se dio a conocer en 1992.
Allí leemos, por ejemplo:
“Las minas que utilizan la extracción por lixiviación con cianuro son bombas de tiempo para el medioambiente [...]. A la vez que se extraen millones de toneladas de mineral de minas a cielo abierto y se las trata con millones de galones de solución de cianuro, se trastorna el hábitat de la vida silvestre y las cuencas hidrográficas”.
Ello sin duda puede redundar en una multitud de riesgos para la salud y el ambiente.
La misma Wildlife Federation llama la atención sobre la capacidad de “seducción” que los estanques de cianuro ejercen sobre los animales silvestres.
Dice el informe:
“Ha sido registrada frecuentemente la muerte de animales silvestres, en especial aves, atraídos por el señuelo de los espejos de agua de esos estanques. La extensión generalizada de la mortalidad de animales silvestres en las instalaciones que utilizan dicho proceso ha provocado la preocupación del Servicio de Vida Silvestre y Pesquerías de los Estados Unidos”.
Luego de la lixiviación, el cúmulo de mineral ya procesado contiene todavía vestigios de la altamente tóxica solución de cianuro, así como de metales pesados concentrados que han sido precipitados del mineral. Muchas operaciones optan por tratar los desechos contaminados con cianuro enjuagando con agua fresca hasta que la concentración de cianuro baja a un nivel inferior al máximo permitido.
Tanto el cianuro como los metales pesados liberados por él constituyen una amenaza para ríos, lagos, napas subterráneas, plantas, peces y la vida silvestre en general.
Los riesgos colaterales
Con el uso del cianuro, el hombre no hace más que ratificar su pertinaz oficio de “aprendiz de brujo”. Y es que los hechos no hacen más que contradecir la liviandad de la afirmación del geólogo citado en el epígrafe de este capítulo. Veamos.
Un “accidente” es, por definición, algo no previsto que de todos modos sucede. Los accidentes ocurridos durante el transporte, almacenamiento, procesamiento y disposición final de cianuros han sido numerosos. Éstos son algunos de los casos:
1992-1994. Mina de oro en Summitville (estado de Colorado, Estados Unidos). Filtraciones del dique de colado (aguas residuales del proceso de lixiviación) acabaron con la vida acuática a lo largo de 27 kilómetros del río Alamosa.
1994. Mina Harmony, en Sudáfrica. El estallido de un dique de contención en desuso arrasó con un complejo de viviendas.
1995. En la mina de oro Omai (Guyana), el colapso de un dique vertió en el río Essequivo más de 3,200 millones de litros cargados con cianuro.
1997. La mina de oro Gold Quarry (en el estado de Nevada, Estados Unidos) derramó un millón de litros de desechos de cianuro.
1998. La ruptura de un dique de contención de la mina de zinc Los Frailes, en España, provocó un abundante derrame de ácido, generando mortandad de peces.
En 1998, la mina Homestake (estado de Dakota del Sur, Estados Unidos) derramó siete toneladas de desechos cianurados.
En 1998, un camión que transportaba cianuro a la mina Kumtor, en Kurguistán, volcó en un puente y derramó 1,763 kg de cianuro en el río Barskaun, provocando la muerte de al menos cuatro lugareños y causando gravísimos daños en la fauna acuática.
Un helicóptero de la mina de oro Tulukuma (en Papúa, Nueva Guinea) perdió en vuelo una tonelada de cianuro que cayó en una zona forestal ubicada a apenas 85 kilómetros de Port Moresby, la ciudad capital.
En la minera Santa Rosa (El Corozal, Panamá), además de provocar gran mortandad de peces, un derrame de cianuro puso en serio riesgo la vida de muchas personas.
La mina de COMSUR, en Bolivia, contaminó con arsénico y otros metales pesados el río Pilcomayo.
En 2000, a raíz del derrumbe de un dique de colado de la mina Baia Mare, en Rumania, el derrame de cianuro alcanzó los ríos Lapus y Danubio, extendiendo los daños ambientales directos a importantes regiones de Hungría y Yugoslavia. A raíz de este desastre, el Parlamento Europeo recomendó prohibir el uso de cianuro en la minería.
En 2004, los desechos de la mina de oro Brewer (estado de Carolina del Sur, Estados Unidos) provocaron la muerte de más de once mil peces a lo largo de 80 kilómetros del río Lynches.
Más recientemente, en la mina de oro Veladero -propiedad de la empresa Barrick Gold-, ubicada en la cordillera de los Andes, a 350 kilómetros de la ciudad argentina de San Juan, se produjo un derrame de cianuro por la rotura de una cañería, contaminando el río Jachal, que provee de agua dulce a la localidad homónima y cursa por la provincia de San Juan para luego desembocar en las provincias de San Luis y Mendoza, afectando de esta manera a una innumerable cantidad de personas de tres provincias.
La Asociación de Abogados Ambientalistas de la Patagonia consideró que, al igual que sucede en otras muchas regiones marginales, la compañía Barrick Gold cuenta con “una suerte de patente de corso” en la zona de las Altas Cumbres de la Cordillera de los Andes, pues “no existe contralor alguno por parte de funcionarios nacionales o provinciales y no se sabe lo que extraen, ni en qué condiciones, ya que sólo se abona al Estado una declaración jurada del propio explotador de la minera”.
En resumen, ahora sabemos un poco más de por qué este tipo de explotaciones mineras son tan resistidas en el momento de instalarse, y combatidas cuando ya están en plena actividad. Sumarse a la lucha ciudadana en su contra pasa a ser entonces una cuestión de supervivencia.
Una cuestión más que apremiante.