Читать книгу Observar, escuchar y comprender sobre la tradición cualitativa en la investigación social - Osmar Gonzales - Страница 5

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Prólogo

María Luisa Tarrés

Hay libros que no se planean. Resultan de la curiosidad por aclarar algún asunto, del ejercicio de una cierta disciplina o de una dosis de obstinación para aquietar ese interés.

Es probable que este volumen responda a ese perfil. Me atrevería a afirmarlo, pues como coordinadora de un curso sobre métodos cualitativos, origen de la elaboración de este libro, fui testigo de la demanda inusitada que despertó el tema entre los estudiantes. Debí elegir entre los solicitantes, ya que, si los hubiera aceptado a todos, no habría podido ejercer la tradición pedagógica fundada en el pequeño grupo, en la práctica docente definida como un lugar de debate y gestación de ideas.

Sin embargo, si esta experiencia se lee desde una perspectiva sociológica, no es posible pensar que el interés por la materia obedeció al atractivo del curso. Es más razonable suponer que la oferta del tema apareció en un momento especial, pues coincidió, y tal vez todavía coincide, con el surgimiento de una necesidad de esas que Fraser (1989) llama “fugitiva”, para referirse a un problema que no encuentra respuesta en los espacios institucionales o privados, destinados a ofrecerla, y por tanto se transforma en una especie de malestar compartido. Esa necesidad está presente en la investigación de las ciencias sociales contemporáneas, que se enfrenta a problemas que no encuentran respuesta fácil en las concepciones teóricas o en las aproximaciones metodológicas convencionales. Debo reconocer que, aunque no soy ajena a este clima, el auge de las aproximaciones cualitativas me desconcierta. Desde hace años, utilizo las distintas metodologías disponibles a la investigación en forma más bien económica, es decir, de acuerdo con los beneficios o ventajas que parecen ofrecer para definir, analizar o interpretar un determinado problema desde la sociología. Sin embargo, no fue sino hasta que se comenzaron a divulgar los llamados métodos cualitativos, de manera muchas veces abusiva, que consideré necesario revisarlos para ubicarme en una práctica que repentinamente se puso de moda y con la que no coincido, pese a que mi experiencia como investigadora se acerca a esa tradición. Así surge primero la idea de organizar este curso, luego un seminario de trabajo orientado a sistematizar en artículos lo allí debatido y por último, este libro.

Un hecho que llama la atención es que la gente busque respuestas a las transformaciones de las ciencias sociales en los llamados métodos cualitativos, como si no formaran parte de ella desde sus orígenes. Y esta sorpresa es mayor si se revisa el programa del curso. Su contenido corresponde a criterios que, por un lado, pueden ser considerados básicos o elementales por los conocedores de la materia y, por otro, revela que su temario no es completo porque obedece a una selección y al interés por vincularlos con la investigación empírica. En este sentido el curso, y quizás el libro, posee un sello particular. Su objetivo principal se orientó a proporcionar herramientas de utilidad para quien investiga. La idea fue revisar los llamados métodos cualitativos para evaluarlos a la luz de su capacidad y así proporcionar conocimiento válido y confiable sobre la realidad social. Por ello, además de examinar cuidadosamente los métodos mencionados y comparar las diversas posturas disciplinarias y teóricas sobre ellos, se hizo un esfuerzo por aquilatar su utilización en algunas investigaciones empíricas. Si bien no fue posible revisar la inmensa gama de investigaciones que ocupan estas aproximaciones metodológicas, hubo la preocupación por conocer y discutir sus resultados. No hubo desde un comienzo una actitud favorable hacia ellos. La curiosidad, la necesidad de obtener respuestas, fueron la fuerza motora de esta sistematización.

Mi impresión, en suma, es que esa necesidad que vagaba y vaga fugitivamente entre los científicos sociales que enfrentan hoy diversos desafíos originados por una práctica que no logra encajar en las representaciones sobre el mundo, la sociedad y la ciencia ofrecidas por los paradigmas y teorías dominantes, favoreció la formación de un grupo y de una búsqueda. El estudio de los métodos cualitativos, que constituyó el núcleo que nos unió en una tarea que de lejos trascendió la pedagogía tradicional, se transformó entonces en una especie de pretexto para debatirlos en el marco de problemas teóricos y metodológicos presentes en la práctica de la investigación social contemporánea. Aunque no es posible incorporar en un libro la riqueza de los debates, es preciso señalar que en el espíritu del grupo prevalecieron posiciones razonadas, la tolerancia y curiosamente un enorme equilibrio ante el problema que se estudiaba. Ello se percibe con claridad en el contenido de los capítulos. Su ponderación y mesura llaman la atención si se considera que, en la bibliografía revisada, hay textos de gran fuerza teórica que apuestan radicalmente por la óptica cualitativa. Sin embargo, ninguno de los autores del volumen lo asume así. Por el contrario, en su escritura toma cuerpo una postura analítica donde cada uno de los procedimientos propuestos por la tradición cualitativa es descrito y evaluado a partir de una disciplina o de determinadas posiciones teóricas o problemáticas.

El resultado es de interés, pues, aunque en cada capítulo se trató de describir el contenido, las etapas y las formas en que proceden las perspectivas cualitativas, a diferencia de otros textos éstos no constituyen una defensa a ultranza de ellas. Y esto no es casual. Si estos enfoques para abordar e interpretar la realidad social se estudian con profundidad, en un marco donde lo que está en juego es una concepción de lo social y determinadas formas de acceder a su conocimiento y por ende de investigar, el investigador capta que, de elegir un camino que sólo ponga énfasis en la dimensión cualitativa, al mismo tiempo debe optar por una teoría y por un tipo de procedimientos que exige determinados requisitos.

La opción cualitativa involucra un gran conocimiento de la teoría, pues ahí se encuentran las claves para desentrañar el significado de las observaciones derivadas de las palabras, narraciones o comportamientos que recoge el investigador. Pero al mismo tiempo, y por la naturaleza del material con que se construyen las observaciones, exige sistemas de control que, normalmente, son sofisticados y a veces más complejos que los utilizados por la tradición cuantitativa. La necesidad del manejo teórico y los procedimientos de sistematización y control que el investigador debe considerar en cada etapa de su trabajo dan lugar a la creatividad, pero también lo enfrentan a dificultades constantes, pues se carece de sistemas estandarizados que faciliten los procesos de confiabilidad y validez.[1] Aun cuando la tradición cualitativa es antigua, los esfuerzos por establecer convenciones metodológicas universales hasta los años setenta fueron escasos.[2]

Entre esa fecha y hoy existen importantes trabajos orientados a establecer reglas para captar e interpretar mejor, o de manera más cercana a la realidad, el problema o tema de estudio. En última instancia, la vocación empírica de las ciencias sociales (Alexander y Giesen, 1994) obliga a los investigadores que optan por el enfoque cualitativo a formular criterios que permitan aceptar o rechazar las relaciones entre los fenómenos sociales estudiados empíricamente o entre la teoría y la realidad, objeto de estudio. Así, y tal como lo señalan los diversos capítulos contenidos en este volumen, se han ideado procedimientos y criterios alternativos para asegurar la confiabilidad y la validez en las distintas etapas de la investigación. Se trata de criterios que permiten encauzar la selección de casos y de información, determinar la coherencia y la lógica interna de los resultados e interpretaciones, contrastarlas con las observaciones externas realizadas por la comunidad de pares para avanzar en su confirmación.

La preocupación por reelaborar las convenciones metodológicas, a partir de otras bases teóricas, ha desembocado entonces en una redefinición de los criterios de validez y confiabilidad, propuestos por el positivismo. Así, conceptos como saturación, triangulación, transferibilidad, dependencia, credibilidad, etcétera, comienzan a generalizarse en las comunidades cualitativas y son aceptados por los textos de metodología general.

Pero estos esfuerzos, orientados a obtener una correspondencia con la realidad social estudiada y a definir mecanismos para asegurar coherencia entre las proposiciones, responden más a la necesidad de obtener un conocimiento verdadero (que corresponda a la realidad estudiada), aunque se considere que éste pueda ser sujeto de críticas posteriores, más que a un debate centrado en la pertinencia metodológica de lo cualitativo-cuantitativo.

En efecto, desde una perspectiva amplia, la opción cualitativa no se contrapone a la cuantitativa. No hay demasiados argumentos como para concebir que cantidad y calidad constituyen categorías opuestas. La investigación científica, sea sobre los fenómenos naturales o sociales, siempre trabaja con ambas. Si el interés es medir algo, ese algo siempre es una cualidad, es decir una característica o circunstancia que distingue a las personas o las situaciones que se estudian. Si, por el contrario, queremos conocer la representatividad de ciertos hechos en una población, es muy probable que deberemos ir más allá de la descripción o interpretación de las narraciones o comportamientos, por muy elaboradas que ellas sean. Y esto es así porque se querrá conocer si ese hecho es único o se repite, si es menor o mayor que otro, si presenta un ritmo en el tiempo, etcétera. Es decir, en algún momento surgirá la necesidad de cuantificarlo, de medirlo. Planteado en este nivel, el problema sería inexistente o falso, pues la realidad social se presenta como un desorden complejo. No es cualitativa ni cuantitativa. El investigador selecciona un objeto de estudio y elige cómo estudiarlo.

Sin embargo, cuando nos acercamos a la práctica de las ciencias sociales, los conceptos cuantitativo-cualitativo se transforman en un dilema, no sólo porque hay comunidades académicas que se aferran a las posturas aduciendo su mayor cientificidad o poder interpretativo, sino también debido a la complejidad de lo social, a la dificultad que enfrentan los investigadores de las ciencias sociales por ser miembros de una sociedad histórica y a la presencia de diversos paradigmas científicos que compiten para definir lo que es verdadero o falso.

Las prácticas científicas no son ajenas a las condiciones históricas en que se desarrollan. Éstas influyen en los procesos de investigación y de generación de conocimiento. Si bien el espacio académico se caracteriza por poseer un conjunto de valores y normatividades propias, que evitan interferencias, sería ingenuo pensar que la lógica de su práctica sólo está marcada por un debate alrededor de temas abstractos. También su tarea está influida por los conflictos que se juegan en la sociedad y la cultura.

El interés reciente por lo cualitativo, como lo veremos, expresa posturas distintas ante la ciencia y visiones de la sociedad que se manifiestan en modos aparentemente contradictorios para aproximarse a su conocimiento. Sin embargo, también es probable que tal interés esté indicando una angustia debida a las rápidas transformaciones de una serie de paradigmas y teorías sociológicas, políticas, antropológicas, etcétera, que durante muchos años predominaron en la comunidad científica y que a finales de siglo representan límites para explicar o interpretar la vida social contemporánea, desde una perspectiva universal.

El interés renovado de los científicos sociales por lo cualitativo remite en consecuencia a problemas generales, que escapan de los objetivos de este trabajo. Es probable que la búsqueda de respuestas generales a la crisis y el cambio a partir del enfoque cualitativo sea una salida transitoria o temporal para la investigación empírica; permitiría explorar la naturaleza de ciertos hechos sociales en forma renovada. Sin embargo, es posible suponer que su utilización no resolverá el dilema, ya que éste se refiere a asuntos básicos, no siempre explícitos, vinculados con las visiones de la sociedad, de la naturaleza humana y del conocimiento.

Vale la pena mencionarlo, sólo para plantear que la selección de un enfoque cualitativo o cuantitativo supone una serie de condiciones e impone otra serie de consecuencias.

Teniendo estas ideas como referencia, es claro que los trabajos contenidos en este libro no pretendieron contestar o resolver todos estos problemas. Por el contrario, los autores, conscientes de su magnitud, a veces sólo esbozaron las grandes preguntas epistemológicas, y en su lugar se plantearon objetivos limitados a lo que, razonablemente, podían sostener como investigadores adscritos a determinadas disciplinas o campos de problemas. Sus posturas se podrían acercar a lo que Piaget (1981) llamó “las reflexiones epistemológicas” cuando se refiere a las interpretaciones o razonamientos realizados por los propios científicos para buscar y comprender las bases o fundamentos del ejercicio de su disciplina. Con esta postura los autores se propusieron sistematizar algunos asuntos vinculados con la tarea de “observar, escuchar y comprender la realidad social” desde la perspectiva cualitativa. Su proyecto fue sencillo. Se dedicaron a sistematizar un conjunto de técnicas utilizadas para recolectar información; revisar algunas de las propuestas teóricas que permiten analizarla con mayor eficacia, y organizar el modo en que distintas investigaciones adscritas a la tradición cualitativa han utilizado determinados métodos.

Esta fórmula permite adelantar que, aunque la investigación cualitativa tenga fines similares a los de cualquier investigación científica, es claro que su diseño y ejercicio adquieren connotaciones particulares. Ello obedece a ciertos requisitos derivados de la naturaleza del material con que se construye el dato, de los supuestos epistemológicos y teóricos que se manejan, los cuales se encaminan hacia ciertos tipos de análisis o argumentación así como hacia el desarrollo de modalidades específicas para lograr confiabilidad y validez. Sin embargo, también es posible suponer que estos rasgos, propios de la perspectiva cualitativa, se vinculan con el interés compartido entre aquellos que la utilizan por observar y escuchar al otro, comprendiéndolo en su contexto. Ese interés es importante al elegir un procedimiento de investigación, porque remite a ciertas concepciones paradigmáticas sobre la naturaleza de la realidad social y de los individuos en sociedad y por ende a teorías sociales que ponen énfasis en el estudio del individuo concebido como actor o sujeto, se interesan por indagar y comprender los significados de la acción o buscan develar las estructuras latentes del comportamiento social.

Sobre el contenido de este libro

El presente volumen se organizó considerando que la investigación social ha trabajado desde sus orígenes con metodologías cualitativas.[3] Se asume así que los métodos cualitativos forman parte de una tradición, anclada en los orígenes disciplinarios de las ciencias sociales.

En un primer momento, los métodos cualitativos remiten a un tipo de investigación que produce datos u observaciones descriptivas sobre las palabras y el comportamiento de los sujetos. Sin embargo, los métodos cualitativos son algo más que una forma de recolectar cierto tipo de información. Por ello, en un segundo momento, la investigación cualitativa se puede definir como la conjunción de ciertas técnicas de recolección, modelos analíticos, normalmente inductivos y teorías que privilegian el significado que los actores otorgan a su experiencia. Aunque algunos autores reivindican las metodologías cualitativas como una alternativa paradigmática opuesta a los modelos positivos, la revisión histórica de sus aplicaciones muestra que ellas se han desarrollado al amparo de distintos paradigmas de investigación. Sólo ante circunstancias históricas o científicas específicas, vinculadas con situaciones de incertidumbre debidas a la transformación de paradigmas o a debates que han puesto en evidencia la pobreza de la justificación teórica o empírica de ciertos razonamientos, subyacentes en el edificio teórico y metodológico de las ciencias sociales, es que han aparecido posturas radicales que reducen su crítica a aspectos metodológicos. A menudo estas posturas, que obedecen a una insatisfacción con el positivismo y el modelo de las ciencias naturales, no logran fundamentarse con argumentos convincentes, que consideren supuestos paradigmáticos y principios teóricos alternativos.[4]

El resurgimiento contemporáneo del debate sobre la idoneidad de determinados métodos se presenta en circunstancias particulares. La reivindicación sobre la pertinencia de enfoques cualitativos viene acompañada por acertadas críticas políticas y epistemológicas a la universalidad que pretenden los modelos positivos vigentes. Las críticas se basan en investigaciones, análisis o argumentos que, privilegiando el lugar de la diferencia (raza, género, sexualidad, región socioeconómica, historia local o nacional, etcétera) en la teoría convencional, demuestran que la verdad científica es en sí misma histórica, y por tanto relativa al espacio y el tiempo sociales.

Las diversas posturas críticas, sin embargo, no han desarrollado bases filosóficas, morales, estéticas o políticas que legitimen alternativas que reconozcan lo plural como parte de lo universal que busca toda comunidad científica que comparte un discurso.

Es quizás por ello que los investigadores inscritos en la tradición cualitativa han optado por modelos intermedios que combinan diversos criterios metodológicos y teóricos, algunos propios de la alternativa crítica y otros de los paradigmas convencionales.

La tradición cualitativa, que se ancla en las raíces de las ciencias sociales, supone una serie de condiciones teórico-metodológicas, cruza temas y disciplinas de manera que un investigador, al optar por ella, se enfrenta a una serie de problemas que no tienen fácil solución.

Como tradición, sin embargo, posee características propias, que la distinguen de la tradición cuantitativa y permiten esbozar una definición. Su perfil particular se expresa en la forma que toma la recolección de la información y se construyen las observaciones, a los modos que asume el análisis, a la reelaboración de las nociones y procedimientos para obtener confiabilidad y validez, así como en la elaboración de interpretaciones, asentadas normalmente en argumentos teóricos que privilegian la comprensión de significados.

La tradición cualitativa cuenta con un conjunto de técnicas orientadas a recoger información descriptiva sobre “la palabra escrita o hablada de las personas, la conducta observada” (Taylor y Bogdan, 1996: 20). Lo común de estas técnicas de recolección es fundamentalmente la relación del investigador con el instrumento utilizado y con el objeto que intenta estudiar por medio de ese instrumento.

De este modo, en cualquiera de las técnicas (entrevista, observación participante, biografías, intervención en grupos, etcétera), el investigador se involucra personalmente en el proceso de acopio; en cierto sentido el investigador es parte del instrumento de recolección, pues mientras lo aplica está activo social e intelectualmente: debe reflexionar, intervenir y controlarse constantemente para obtener lo que busca y para orientar su trabajo. La recolección de información en este caso es distinta a la convencional, ya que se pone en juego la capacidad de empatía del investigador, la comprensión del otro y del contexto en que se desenvuelve.[5]

Otra dimensión que caracteriza a la investigación cualitativa se vinculacon el tipo de teoría que la inspira, ya que generalmente se orienta a la búsqueda de los significados, ideas y sentimientos subyacentes o latentes en las descripciones obtenidas de las palabras o de las conductas observadas. Esta preocupación se detecta cuando se consideran las teorías o los modelos conceptuales que utilizan las distintas disciplinas para analizar los datos recogidos por medio de técnicas cualitativas. En la antropología o en la sociología se han desarrollado numerosas teorías y modelos analíticos de corte inductivo que buscan descubrir, en cada sociedad, el significado de patrones culturales organizados alrededor de determinados valores u órdenes normativos que orientan la selección de ciertas expresiones sociales o culturales (y no de otras) entre las posibilidades existentes en esa sociedad.[6]

Además de estas dimensiones, la tradición cualitativa da prioridad a la narración y los investigadores comprometidos con ella comparten su interés por la subjetividad, el deseo de contextualizar las experiencias estudiadas y de interpretarlas teóricamente. Generalmente, no se interesan por la representatividad de los casos que analizan en relación con la población estudiada, sino en relación con ciertas hipótesis o un marco teórico analítico. Por ello los estudios cualitativos no generalizan sus resultados a una población. Su objetivo no es definir la distribución de variables en el universo, sino establecer las relaciones y los significados de un tema determinado en una sociedad. De ahí que la generalización de resultados de un trabajo cualitativo tienda a ser teórica o analítica y a concebirse como avances o hipótesis que explican la realidad en espera de nuevos resultados que permitan interpretaciones posteriores o más completas.

Los usos y significados de los métodos cualitativos varían, de modo que difícilmente se pueden definir desvinculados de la teoría, de la lógica interna de las disciplinas, de las ideas prevalecientes en la comunidad científica o de la postura de los investigadores en la sociedad donde viven.

Finalmente, es preciso recordar que, salvo excepciones,[7] los investigadores ligados a la tradición cualitativa invierten una gran energía en redefinir y adaptar las concepciones y procedimientos sobre validez y confiabilidad. Ello denota no sólo su necesidad de pertenencia a la comunidad de pares, sino también la búsqueda de universalidad y la ambición de que su conocimiento sea capaz de lograr algún tipo de pertinencia, aplicabilidad, precisión, coherencia, predectibilidad o verosimilitud, condiciones inherentes para su legitimidad disciplinaria.

De ahí que, aunque la investigación cualitativa posea un perfil que la distinga de la cuantitativa, sea quizás más apropiado referirse a ella en términos de una tradición presente en las comunidades dedicadas a las ciencias sociales, en lugar de conceptualizarla como una metodología especial, aislada de los conflictos y debates sobre los conocimientos heredados. La metodología remite al cómo obtener conocimientos y la respuesta a esa pregunta, como tratamos de argumentarlo, depende de respuestas a temas anteriores relativos a la concepción de la realidad social, de la naturaleza humana, así como al problema de la relación entre el sujeto que conoce y lo que puede ser conocido.

Sólo conociendo los argumentos teóricos y paradigmáticos utilizados para responder a estas preguntas, podremos decidir si las diversas metodologías propuestas para acceder al conocimiento de la realidad social se constituyen o no como procedimientos alternativos sustentados.

Se trata de una postura quizás conservadora y, sin embargo, legítima si se considera que, aunque las diversas críticas al positivismo, provenientes de las experiencias de investigación o de la teoría que a menudo son acertadas, aún requieren elaborar una propuesta paradigmática convincente que redefina los significados de la universalidad a principio de siglo.

Se trata de un requisito mínimo, necesario a toda comunidad científica que comparte un discurso.

Por el momento y vistas las dificultades es quizás más razonable referirse a las aproximaciones cualitativas, como una tradición que, enraizada en el nacimiento de las distintas disciplinas de las ciencias sociales, ha demostrado no sólo ser una vertiente crítica de los paradigmas convencionales, sino también fundamento para la creatividad dentro de comunidades académicas donde lo cuantitativo y la medición han logrado la hegemonía en algunas disciplinas.

Con una postura similar, los capítulos que se presentan se propusieron objetivos orientados a ubicar las diversas aproximaciones cualitativas y evaluarlas en cuanto a sus posibilidades para la investigación contemporánea.

Cada uno de ellos contiene una revisión de los métodos cualitativos básicos, así como de las premisas en que se sostienen los modelos teóricos encaminados a elaborar análisis pertinentes y universales dentro de la tradición cualitativa.

Sobre el contenido de los capítulos

En este contexto, el presente volumen se ordenó en un capítulo introductorio y cinco partes. El trabajo “Lo cualitativo como tradición” de María Luisa Tarrés se orienta a definir la perspectiva cualitativa como parte del repertorio de controversias heredado por los pensadores clásicos a las ciencias sociales contemporáneas, especialmente en la sociología. Su objetivo es proporcionar algunos criterios, históricos y sustantivos, que permitan ubicar los orígenes y las ideas matrices alrededor de las cuales hoy se organiza la disputa sobre aspectos metodológicos entre las comunidades dedicadas a las ciencias sociales.

A esta introducción le sigue una primera parte, Los procedimientos básicos de recolección como técnica y método, donde se presentan las entrevistas y la observación participante, procedimientos utilizados prácticamente en todas las disciplinas sociales. Si bien estos instrumentos son usados para obtener información sobre distintos temas y el rigor de su elaboración depende de los objetivos y calidad de un diseño de investigación, tienen una importancia primordial no sólo porque adquieren peculiaridades en el caso de la tradición cualitativa, sino también porque constituyen un medio para la elaboración de otros métodos que, para obtener información, suponen la interacción con los sujetos individuales o colectivos.

Se trata de instrumentos que, en algunas investigaciones, integran los mecanismos principales para acceder a la información, y en otras son utilizados como secundarios. Estos procedimientos se fundamentan en una normatividad específica y, dependiendo de los objetivos del diseño de investigación, adquieren ciertas características que permiten aplicarlas a individuos o grupos para obtener observaciones sobre diferentes aspectos de la realidad social. De este modo la entrevista o la observación participante se pueden aplicar para obtener observaciones sobre individuos que, conceptualizadas, conforman actitudes, percepciones, orientaciones: pero también sobre grupos, relaciones sociales, diálogos, conversaciones, encuentros, etcétera. En todos los casos las observaciones, además de dar acceso a descripciones, se pueden orientar también a detectar estructuras simbólicas y de significado latentes en las narraciones o en la conducta observada.

Tal como lo plantean Fortino Vela en su capítulo “Un acto metodológico básico de la investigación social: la entrevista cualitativa” y Rolando Sánchez Serrano en “La observación participante como escenario y configuración de la diversidad de significados”, estas herramientas constituyen las formas elementales y quizás más generalizadas para acceder al conocimiento en la investigación cualitativa. No por ser elementales, la entrevista o la observación participante son simples, fáciles de diseñar o aplicar. Se trata de procedimientos complejos, de cuyo diseño y aplicación depende muchas veces el éxito de una investigación. Su definición como técnica o método dependerá del contexto teórico, de los modos de análisis y de la lógica que adquieran durante el curso de la investigación, tal como lo plantean ambos autores.

La entrevista y la observación participante suponen una situación de interacción con los sujetos de estudio, que vinculará al investigador con sus narraciones sobre la vida social o con su comportamiento en determinados contextos sociales. Estas técnicas de recolección, que a primera vista son sencillas, se basan en criterios definidos de diseño, aplicación y análisis, y cumplen funciones diversas en la investigación. A veces, la información de primera mano obtenida sólo complementa o apoya a otras formas de recolección y análisis de información (documentos, censos, estadísticas, encuestas, informes, etcétera). En otras ocasiones, estas técnicas adquieren vuelo propio, pues se convierten en metodologías al articularse con ciertos supuestos teóricos y paradigmáticos. Es el caso de las biografías, las historias de vida o de los relatos biográficos, que utilizan la entrevista para reconstruir las trayectorias individuales y colectivas o para recuperar fragmentos de procesos históricos que facilitan la comprensión de la vida social.

Si bien la biografía en sus inicios fue una herramienta monopolizada por la historia, que elabora hechos a partir de memorias, vida de personajes, etcétera, hoy es un método compartido por las distintas disciplinas sociales interesadas en comprender la realidad social a partir de la vida cotidiana de la gente común. De este modo, el diseño y los objetivos originales de la biografía han cambiado pues se ha transformado en un método con fundamentos teóricos y un desarrollo técnico importante. La contribución de la biografía a la tradición cualitativa se expone en la segunda parte de este libro Desde los individuos a lo social.

El capítulo de Ramón Reséndiz “Biografía: proceso y nudos teórico-metodológicos” presenta la biografía como un método que se vincula con distintos objetos de estudio, disciplinas, así como con diversas orientaciones teóricas. Pese a esta diversidad, el método biográfico siempre explora y trata de comprender la realidad social a partir de la subjetividad y la representación de los individuos sobre procesos o situaciones relevantes que forman parte de su vida personal. El capítulo se detiene en el amplio desarrollo teórico y metodológico de las biografías y ubica las distintas etapas que exige este método durante el proceso de una investigación. Cada etapa y cada uno de los problemas que Reséndiz detecta en la aplicación de este método se ejemplifican con investigaciones empíricas que han utilizado la biografía para conocer ya sea la vida de una persona, de un grupo o de una experiencia histórica sobresaliente para una colectividad. También en este capítulo se esbozan las formas de análisis que pueden aplicarse a una biografía, así como los mecanismos de confiabilidad y validez de las observaciones construidas a partir de lo biográfico.

Martha Luz Rojas Wiesner, en el trabajo “Lo biográfico en sociología. Entre la diversidad de contenidos y la necesidad de especificar conceptos”, presenta los antecedentes de la biografía en las ciencias sociales, para centrarse posteriormente en los rasgos que adquieren en la práctica sociológica. Su capítulo señala que en los años setenta resurge el interés por los testimonios, la historia oral, los relatos e historias de vida, etcétera. La autora destaca los principales enfoques teóricos desarrollados alrededor de lo biográfico y se preocupa por indicar los rasgos de sus manifestaciones metodológicas. El trabajo finaliza con una reflexión de interés sobre las posibilidades y limitaciones para lograr validez y confiabilidad de la información y los resultados proporcionados por un método que ha tenido un desarrollo importante, tanto en las aproximaciones positivistas como en las interpretativas.

En la tercera parte, se presentan metodologías que operan desde lo colectivo y que se agruparon bajo el nombre de La búsqueda de lo colectivo: intervención en grupos. Dos capítulos intentan mostrar la contribución de la tradición cualitativa a un campo que hasta hace pocos años se abordó principalmente por medio de métodos experimentales o cuantitativos, desarrollados principalmente por la psicología. Interesados por conocer las formas en que el comportamiento es modificado en situaciones de interacción, o por entender a los actores insertos en las relaciones sociales y los significados que adquiere el comportamiento individual en sociedad, distintos autores han generado metodologías de observación de grupos. Los estudios comprenden una gran gama de situaciones. Se estudian los encuentros cotidianos espontáneos, el grupo informal, las organizaciones, las instituciones o los movimientos sociales.

Estos planteamientos metodológicos por lo regular surgen de la detección de una serie de dificultades impuestas por los métodos convencionales para investigar temas definidos desde propuestas teóricas que suponen a un sujeto reflexivo, capaz de argumentar sobre su experiencia en sociedad, se interesan por los significados que los actores atribuyen al comportamiento o simplemente se orientan al análisis de la vida social como relación.

Así, la mayoría de estas metodologías se crea para detectar problemas y temas que las aproximaciones convencionales no captan y por ende para adecuar la investigación empírica a los propósitos y referencias teóricas que privilegian sus autores. Aunque prácticamente todas estas nuevas metodologías, inscritas en la tradición cualitativa, han debido desarrollar una gran cantidad de argumentos filosóficos, políticos, estéticos, etcétera, para legitimarse en las comunidades científicas, es preciso reiterar que su origen, más que obedecer a principios epistemológicos o filosóficos, se ubica en la incompatibilidad de sus objetos teóricos con los métodos convencionales de investigación.

Estas metodologías, herederas de las corrientes interpretativas de la acción, renuevan sus propuestas al interesarse por identificar, describir e interpretar al actor individual o colectivo en situaciones de interacción o relación social. El supuesto es que la acción con sus significados no sólo es distinta cuando se observa individualmente o en una relación social, sino que esta última es la situación más cercana a la vida social real y por tanto conforma un escenario de observación privilegiado para sus objetivos teóricos. Aunque hay varios planteamientos metodológicos, ciertamente novedosos, inscritos en esta línea, en esta parte se presentarán dos métodos dedicados a destacar dos formas de intervención de grupos, orientados por propósitos y orientaciones teóricas diferentes. Su comparación es importante, ya que muestra que, para elaborar una metodología no basta desarrollar una argumentación crítica ante las propuestas convencionales. Se precisa, por un lado, un trabajo de reflexión y evaluación permanente sobre la nueva metodología que, en última instancia, se orienta a la obtención de conocimientos plausibles y universales y por otro, necesita el manejo de una teoría fuerte que fundamente y posibilite el desarrollo de esa herramienta recién creada, ya que su elaboración no se reduce a cuestiones puramente técnicas o lógicas. Las propuestas de Jesús Ibáñez y de Alain Touraine enseñan las dificultades de este desafío y dan elementos para sustentar ciertas ideas sobre las condiciones que requiere el desarrollo de una empresa de esa envergadura.

En este marco, Geyser Margel escribe el capítulo “Para que el sujeto tenga la palabra: presentación y transformación de la técnica de grupo de discusión desde la perspectiva de Jesús Ibáñez”, donde expone la técnica de investigación llamada “grupo de discusión” desarrollada por el sociólogo español Ibáñez, quien concibe al grupo como un dispositivo para estudiar los significados de los discursos sobre ciertos temas que se decide analizar. La técnica supone que los componentes de los marcos discursivos de una sociedad se reproducen a nivel microsocial durante la situación grupal creada por el investigador. La propuesta se funda en una crítica hacia los métodos tradicionales y se elabora alrededor de un complejo paradigma alternativo. Éste se orienta a redefinir la relación entre objeto y sujeto de conocimiento, posibilitar la creatividad y el descubrimiento para evitar los modelos de investigación lineales, basados en fórmulas prescritas. El establecimiento del grupo de discusión, cuya lógica general se basa en estos argumentos, exige definir una serie de requisitos técnicos relacionados con la formación, el tamaño y composición del grupo, y sobre todo con el desarrollo y control de la discusión por un investigador que controla la dinámica grupal y orienta el debate sobre determinados temas. Finalmente, el capítulo expone las propuestas para interpretar el producto del debate, esto es el discurso del grupo con su referente a nivel de la sociedad.

El propósito de esta metodología es liberar los discursos de sus componentes ideológicos para buscar las estructuras latentes donde se expresan las convenciones sociales y los elementos inconscientes de los sujetos. El capítulo señala las distintas etapas del razonamiento en que se apoya una propuesta técnica y metodológica, a veces sobreelaborada, que se orienta a evitar “el círculo vicioso de la inducción y la deducción convencionales que, por ser autorreferentes dificultan la verificación”. Por ello, Margel concluye que la propuesta de Ibáñez es interesante cuando critica las bases epistemológicas de los métodos convencionales, y cuando señala la formación y etapas del grupo de discusión. Es, sin embargo, más débil cuando trata de crear las bases epistemológicas de una metodología alternativa.

Cecilia Bobes se encarga del segundo capítulo de esta parte con el trabajo “Buscando al actor. La intervención sociológica”. En él se presenta la metodología desarrollada por Alain Touraine para el estudio de los movimientos sociales. Aunque prácticamente todas las perspectivas que estudian la acción colectiva destacan su dimensión relacional, es claro que los métodos usuales no se concibieron con estos propósitos. Las encuestas, las entrevistas y otros métodos normalmente captan fenómenos y procesos individuales y a lo más, lo que la gente opina sobre las relaciones sociales. Sin embargo, no logran identificar un mecanismo que permita observar a los actores en relaciones conflictivas o de solidaridad para comprender su significado social, cultural o político. El método de la intervención sociológica se centra en las relaciones sociales, cuyo significado puede ser evaluado mediante la participación conjunta de un equipo de sociólogos y actores de un movimiento social en un grupo de investigación. Este método accede al estudio de ciertos aspectos de la realidad que vincula las relaciones micro y macro, intencional y contingente, y se orienta a identificar aquellas acciones dirigidas a la impugnación de las orientaciones culturales dominantes, esto es los movimientos sociales. Además permite analizar y comprender los distintos significados presentes en la acción al ordenarlos, con relación a los sistemas organizacionales, institucionales, y/o con la historicidad y la cultura de una sociedad. Tratando de ubicar el método de la intervención sociológica en la perspectiva teórica de su autor, el capítulo de Bobes explica sus etapas y normatividad. También discute el proceso de validación y confiabilidad desarrollado por Touraine y su grupo de trabajo, destacando sus ventajas y limitaciones.

Cabe señalar que, actualmente, la intervención sociológica es una propuesta metodológica sustentada, que rebasó sus objetivos originales, ya que su aplicabilidad se ha extendido al estudio de diversas experiencias colectivas. Ello ha sido posible debido a una reflexión metodológica sistemática y permanente sobre su aplicación, pero sobre todo gracias a que se origina y desarrolla a partir de una teoría sociológica fuerte, vinculada con la corriente interpretativa (Dubet, 1994).

En la cuarta parte, Dos métodos que traspasan fronteras, se presentan “El método de los estudios de caso”, de Hans Gundermann, y “Un acercamiento al método tipológico en sociología” de Laura Velasco. Se trata de dos métodos que, pese a ser reivindicados por la tradición cualitativa, son utilizados también por aquellos que prefieren lo cuantitativo. Su inclusión es importante, pues son metodologías integradas no sólo en las distintas corrientes teórico-metodológicas de las ciencias sociales, sino en la ciencia en general. Esta cualidad universal obliga a que ambos autores se preocupen por ubicar los métodos en las tradiciones más representativas y subrayen su perfil, sus posibilidades y limitaciones cuando se adhieren a la tradición cualitativa.

Así Gundermann, cuando en un primer momento concibe el caso como un estudio que se interesa por captar lo particular, es decir por fenómenos que funcionan como un sistema específico integrado, muestra que por definición no exige ni una determinada información ni tampoco un enfoque analítico particular. De ahí que, si bien el estudio de casos es un método frecuentemente utilizado por la investigación cualitativa, no es incompatible con la medición. En este marco, el autor se preocupa por distinguir los dos significados básicos a los que se refieren los casos: a) como objeto de estudio y b) como entidades empíricas y/o construcciones teóricas que buscan ser un medio para la descripción, el descubrimiento y desarrollo de regularidades de los fenómenos sociales. Posteriormente y con minuciosidad, Gundermann desarrolla las modalidades de los estudios de caso, los problemas derivados de su selección, las posibilidades de contar con casos representativos de ciertos fenómenos o poblaciones, así como su potencialidad para lograr generalizaciones válidas y confiables. Este último punto es de interés ya que el autor señala las posibilidades para obtener confiabilidad y validez tanto en los estudios de caso basados en la orientación positiva como en aquellos que optan por la interpretativa o comprehensiva. Una de las enseñanzas de este trabajo es que el estudio de caso puede ser considerado como método único cuando permite describir y analizar un hecho particular o como un medio para construir un objeto de estudio que debe ayudarse de otros métodos como el experimental, el comparativo e incluso el estadístico cuando se orienta a verificar una hipótesis o generalizar a determinadas poblaciones.

La tipología es también una vía metodológica utilizada por las tradiciones cualitativa y cuantitativa de investigación. Por ello el trabajo de Laura Velasco Ortiz, “Un acercamiento al método tipológico en sociología”, comienza por delimitar sus usos a partir de los dos grandes pilares que lo han producido: la conceptualización del tipo “ideal” de Max Weber y la del tipo “construido” de Howard Becker y John Mckinney. Este enfoque le permite ubicar el método en los contextos teóricos en que se originan y caracterizar las bases empíricas y lógicas de su elaboración. Velasco plantea que el uso de tipologías, cualquiera que sea la perspectiva elegida, requiere que el proceso de elaboración teórica conciba lo social como un orden. Así, en esa elaboración el tipo “ideal” se preocupa por el “qué” hasta el “cómo” se produce ese orden, mientras en el “construido” la tarea de investigación se limita a definir el “cómo” se produce. Pese a esta similitud, ambos métodos presentan diferencias no sólo por razones técnicas, sino también porque se vinculan con distintas raíces teóricas y epistemológicas.

El tipo “ideal” es un instrumento heurístico orientado a construir un orden complejo, que al poseer un referente teórico explica ciertos procesos presentes en ese orden. En cambio, el “construido”, al utilizar formas sofisticadas de clasificación, reduce y simplifica la complejidad de un fenómeno en aras de elaborar un modelo conceptual. Es importante señalar que el vínculo de las tipologías con procedimientos de recolección y análisis de información cualitativa o cuantitativa no es mecánico. Si bien el tipo “ideal” se asocia con técnicas historiográficas, documentales, observación directa y entrevistas en profundidad, también recurre a estadísticas, censos y otras fuentes cuantitativas. El tipo “construido” en su forma más simple trabaja con precodificaciones o clasificaciones provenientes muchas veces de información de encuestas y recurre al análisis estadístico. Sin embargo, también puede incluir información narrativa y construcciones teóricas más complejas. En suma, Velasco señala la importancia de ubicar teóricamente los tipos como método de investigación antes de utilizarlos. La selección de uno de los métodos define sobre todo la orientación del análisis, y por ende también los mecanismos de validación y con­fiabilidad. Para mostrar la operación de este método en sus dos versiones, la autora analiza con detenimiento un estudio de Max Weber y una investigación de Robert K. Merton.

La última parte de este volumen, Las aplicaciones de una tradición: lo cualitativo como espacios de ideas, incluye dos capítulos distintos y que, sin embargo, coinciden porque proponen un conjunto de ideas para reflexionar sobre la tradición cualitativa en ciencias sociales.

El primer ensayo, escrito por Osmar Gonzales y Jorge Peña “La representación social. Teoría, método y técnica” empieza con una revisión de las principales perspectivas teóricas desarrolladas alrededor de las representaciones sociales. Se trata de un tema que tiene la ventaja de cruzar las disciplinas, de contar con un acervo importante de investigación y haber sido abordado sistemáticamente por las tradiciones cuantitativa y cualitativa. Su lectura no sólo permite obtener una visión sobre los distintos enfoques del tema, sino además, y por ser este ensayo un ejercicio sobre un solo asunto, puede proporcionar elementos de juicio útiles para aproximarse a las distintas tradiciones metodológicas.

En efecto, las representaciones se constituyen en un buen ejemplo para observar la forma como proceden las perspectivas interpretativas cuando se emplean métodos cualitativos. Las representaciones permiten situar en el nivel simbólico y de significados las narraciones que se obtienen de las entrevistas, documentos, literatura, cuentos infantiles o de la observación de la conducta. Gracias a que las representaciones remiten a distintos tipos y áreas de la producción simbólica, el tratamiento conceptual y metodológico en las distintas disciplinas abre un campo amplio de posibilidades al análisis y a la interpretación de material cualitativo. Sin embargo, las representaciones como objeto de estudio también aceptan la medición y los métodos cuantitativos. Con estas referencias los autores ubican el concepto de representación social en dos posturas teóricas desarrolladas por las escuelas francesa y estadounidense, ambas con una visión distinta respecto a la acción humana, y a sus vínculos con la estructura social así como con el mundo simbólico. Distinguen los trabajos que se definen como estudios simbólicos y se interesan por reconstruir el proceso a través del cual los sujetos elaboran la realidad social. Ponen énfasis en que la identidad, la imagen, la ideología, y el lenguaje son los elementos básicos para tener acceso al conocimiento de las representaciones sociales, dimensiones de la realidad que hoy son punta de lanza de la investigación y la teoría. Las principales aportaciones tanto teóricas como metodológicas de esta posición corresponden, entre otros, a Serge Moscovici, Claudine Herzslich, Dénise Jodelet, quienes desarrollan una serie de proposiciones conceptuales que sirven como puente para articular las dimensiones micro y macro, subjetivas y objetivas, presentes en las representaciones.

La segunda postura, llamada cognoscitivismo social, se interesa por el proceso a través del cual los sujetos construyen la realidad social. Esta perspectiva se ha introducido en temas nunca antes considerados, como la micro historia, historia de las imágenes, las actitudes frente a la muerte y las formas de amar, historia de la lectura, análisis del imaginario social, simbología de fiestas, etcétera. Supone que la actividad simbólica produce signos con doble sentido: el cognoscitivo y el emocional. El mensaje del símbolo se entiende gracias a procesos culturales y de socialización.

La revisión de investigaciones sobre la representación social realizada en este ensayo, ejemplifica que un mismo problema puede ser conceptualizado desde diferentes teorías y también des­de metodologías cualitativas o cuantitativas. La opción por un tipo de metodología se desprende sin duda de la óptica teórico­ conceptual con la que los distintos investigadores abordan un objeto de estudio. En este sentido la discusión que desarrollan Peña y Gonzales sobre las distintas perspectivas para investigar las representaciones sociales constituye una interesante aproximación para demostrar que la elección de los métodos está estrechamente relacionada con las teorías que se usan al definir y analizar un problema para llegar a explicaciones o interpretaciones convincentes.

Finalmente, se incluye el ensayo de Jorge Ramírez “Innovación metodológica en una época de ruptura. Apuntes para su comprensión”. En él se intenta una apretada síntesis sobre el debate surgido en los últimos años como respuesta a la crisis del pospositivismo y las teorías de la modernidad en las ciencias sociales. El ensayo expone los principales argumentos críticos que, elaborados especialmente desde el campo de la filosofía, la antropología y la literatura, han influido en la discusión sobre la imposibilidad de generar universales en el conocimiento. Se trata de argumentaciones fuertes en las que participan investigadores notables, por lo que ofrece un panorama de gran interés para reflexionar sobre las posibilidades de uno o varios paradigmas alternativos. En efecto, el trabajo señala con cierto detenimiento las corrientes teórico-metodológicas que emergen por el desencanto frente a las aproximaciones convencionales y busca una racionalidad científica alternativa, con base en nuevas filiaciones y contextos de la filosofía y las ciencias sociales que le sirven como fuente de argumentación y autoridad. En este contexto, el autor ofrece un recorrido obligadamente sucinto por la hermenéutica; indica la importancia de la dialógica, cuyo desarrollo influye en las ciencias sociales, especialmente en la antropología; muestra que la narración, concebida como una forma especializada de habla que permite la descripción de acontecimientos y hechos socioculturales, contribuye al desenvolvimiento de teorías sociológicas que subrayan las prácticas comunicativas de los actores para presentar, finalmente, el uso de la interpretación desconstruccionista que luego de un complejo recorrido, influye en la etnografía y en las ciencias sociales en general. El texto de Ramírez se ocupa también por desentrañar la preocupación de los autores por la validez de sus procedimientos y argumentaciones. La mayoría sostiene que es la eficacia, definida como la capacidad de convencimiento, sustentada en los requisitos exigidos por la lógica interna del método, la que asegura la fuerza de sus interpretaciones. En este sentido reelaboran el significado de la norma de validez desarrollada por el paradigma positivo. Una de las contribuciones de este capítulo es ubicar los métodos cualitativos en el debate contemporáneo recordándonos que su significado cambia dependiendo de la postura filosófica y teórica que adopte el investigador.

Estas elementales consideraciones, deducidas de profundos debates filosóficos y de las enseñanzas que se derivan de las diversas tradiciones teóricas, adquieren una importancia primordial cuando se trata de elegir entre los métodos cualitativos y cuantitativos. Es desde ellas, y no del dato bruto producto de la aplicación de técnicas de recolección, que podremos observar, escuchar y comprender al otro en el contexto de la realidad social contemporánea. La tarea es difícil pero realizable, como lo demuestra la capacidad creativa y la ambición de universalidad de las investigaciones producidas bajo el alero de la tradición cualitativa en las ciencias sociales.

Bibliografía

Alexander, Jeffrey C. y Bernhard Giesen (1994). “De la reducción a la vinculación; la visión a largo plazo del debate micro-macro”, en J.C. Alexander et al. (comps.), El vínculo micro-macro, México, Universidad de Guadalajara/Gamma Editorial, pp. 9-58.

Denzin, Norman K. y Lincoln Yvonna S. (comps.) (1994). Handbook of Qualitative Research, EUA, SAGE Publications.

Dubet, François (1994). Sociologie de l’expérience, París, Ed. du Seuil, col. La couleur des idées.

Fraser, Nancy (1989). Unruly Practices, Polity Press, capítulo 8.

Piaget, Jean (1970). Epistémologie des sciences de l’homme, Ed. Gallimard, col. Idées, UNESCO.

Piaget, Jean (1981). Psicología y epistemología, Barcelona, Ariel.

Taylor, S.J. y R. Bogdan (1996). Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Barcelona, Paidós Básica.

Wallerstein, Immanuel (coord.) (1996). Ouvrir les sciencies sociales, Rapport de la Commission Gulbenkian, París, Descartes & Cie.

Young, Pauline (1939). Scientific Social Surveys and Research: an Introduction to the Background, Consent Methods and Analysis of Social Studies.

Notas del prólogo

[1] En este sentido el investigador, como lo plantea Lévi-Strauss, trabaja como bricoleur (milusos, en la jerga nacional).

[2] Prueba de ello es que la referencia a métodos cualitativos en los libros sobre metodología ocupa un lugar secundario. Es necesario, sin embargo, recalcar que existen autores que se dedicaron con inteligencia a su sistematización. Un libro pionero y aún actual en la materia es el de Pauline Young (1939).

[3] Aun cuando existe una infinidad de discusiones sobre la naturaleza de los paradigmas en que se fundamenta la investigación cualitativa, entre los cuales se señalan las corrientes interpretativas, etnometodología, interaccionismo simbólico, la teoría crítica, la feminista, los estudios culturales, etcétera, por las razones que planteamos más adelante optamos por la idea de tradición. Las corrientes que normalmente se clasifican como paradigmas corresponden a teorías sociales y, si bien redefinen algún aspecto paradigmático, no logran constituirse en cuanto tal.

[4] Cuando nos referimos al modelo de las ciencias naturales no estamos pensando en el modelo positivo decimonónico, sino en la versión moderna pospositivista, desarrollada en las ciencias naturales, que incluye sistemas complejos que se autoorganizan, por lo que la naturaleza ya no es concebida como pasiva. En esos sistemas el futuro es incierto y las leyes que se pueden formular se plantean como posibilidades y nunca como certezas inamovibles. Al respecto, véase I. Wallerstein, 1996: 66-74.

[5] En este caso, como lo plantea Piaget (1970: 47), el investigador se enfrenta a la dificultad para establecer la distancia necesaria con el objeto de estudio y para lograr cierta objetividad. Ello obedece a que observador y sujeto observado forman parte del mismo mundo y a que el observador está comprometido socialmente y por ende atribuye valores al hecho que investiga, pues lo conoce intuitivamente, desde el sentido común.

[6] La búsqueda de sistemas subyacentes al comportamiento y a los hechos sociales, es decir la captación de recurrencias y de constantes que aparecen detrás de los contenidos evidentes, constituye la médula de una variedad enorme de teorías desarrolladas en las distintas disciplinas sociales. Recordemos simplemente los “patrones culturales” de Margaret Mead, la “personalidad de base” de Linton o de Erikson, en antropología cultural; la idea de “fantasma” en el psicoanálisis o la de “representación social” en psicología y sociología; también las propuestas de “habitus” de Bourdieu o la de “etnométodo” de Garfinkel y Cicourel, dentro de la sociología. Todos ellos se orientan a formular la existencia de esquemas subyacentes a la actividad humana.

[7] Vinculadas algunas de ellas con la filosofía y la antropología posmoderna. Al respecto véase Jorge Ramírez, en este volumen.

Observar, escuchar y comprender sobre la tradición cualitativa en la investigación social

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