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EL PEZ Y LA PALOMA

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Allá en el río que lejos,

al crepúsculo bermejo,

rizado de sol y espuma

y bramando como un puma

desciende hacia la llanura

entre la verde espesura,

un pececito moreno,

tan moreno como el cieno

en que crecen las totoras,

pasaba todas sus horas

mirando la verde orilla

tapizada de gramillas.

Una paloma viajera

que así del aire lo viera,

en la orilla se posó

y curiosa preguntó:

—Dime, ¿qué miras, hermano?

¿Acaso ves un gusano

oculto entre la gramilla

que desciende de la orilla? —.

Y entonces el pez repuso

entre turbado y confuso:

—¡Oh!, no, mi amada señora,

aquí me paso las horas

mirando la verde orilla

y soñando maravillas.—.

—¡Hay jovencito te pierdes

de tanto mirar el verde!

¿No será que te conviene

mirar lo mucho que tienes,

en vez de soñar en vano

con algo incierto y lejano?

¡Desprecias todo por nada! —

dijo la dama emplumada.

Y el pez la miró muy hondo

con esos ojos redondos

que miran sin parpadear,

pero que saben mirar,

al tiempo que respondió:

—Lo mucho que Dios me dio

yo no desprecio, señora,

y si así paso las horas

entregado a mis ensueños

en este mundo pequeño

que me ha tocado habitar,

¿a quién le puede importar?

Si mi vida es ¡tan sencilla

que todo me maravilla!

Y aunque de nada soy dueño

y sean los sueños, sueños,

a mí me gusta soñar

¡y a nadie suelo dañar!

Y estoy pensando al mirar,

que un día podré volar

más allá de la gramilla.

¡Y será de maravillas

elevarme en raudo vuelo,

tocar las nubes, el cielo,

las estrellas una a una!

Y en un rayito de luna,

bajo la noche callada,

como un ave constelada

y empapado de rocío

volver a mi amado río,

a las cosas cotidianas

como todas las mañanas.

Esa es toda mi ilusión,

mas los sueños, sueños son

y yo, sólo un soñador,

para el mundo, un perdedor —.

Y aquella dama viajera,

tan escéptica y sincera,

mirando al moreno pez

dijo: —Quién sueña tal vez

llegue a ser un perdedor,

pero soñar es mejor

que vivir sin ilusión

y sentir el corazón

tan marchito y desolado

como un niño abandonado.

Si es esta vida ¡tan breve!

¡ay! de aquel que no se atreve

en su existencia sencilla

a soñar con maravillas.

Si un sueño es la misma vida,

soñar no es vida perdida.

Y así sea oscura y mustia

no te rindas a la angustia,

y piensa con alegría

que mañana es otro día.

Pues Dios que todo lo ve,

es quien dispone el después—.

Bichos Irracionales

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