Читать книгу El Carisma de Schoenstatt - P. Rafael Fernández de A. - Страница 6

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I. UN CARISMA

PARA LA IGLESIA

1. “Schoenstatt en salida”

El presente texto corresponde a una necesidad central del Movimiento de Schoenstatt, ya que todo lo que este pueda hacer por la renovación de la Iglesia y la instauración de un nuevo orden cristiano de la sociedad, depende de la gracia que Cristo Jesús regaló a su fundador en vista de esta trascendente tarea.

Nuestro padre expresó que cada 50 años era necesario refundar nuestras comunidades, es decir, volver a adentrarse en sus raíces y en su originalidad. Hoy, más que nunca, se hace evidente la necesidad de renovación profunda de la Iglesia y de que cada comunidad eclesial aporte a ella de acuerdo con su propio carisma, lo que es imposible sin una revisión y renovación de su propia gracia fundacional.

Antes de abordar esta tarea, queremos citar las palabras sobre el carisma de nuestro fundador, pronunciadas por el papa Juan Pablo II, el 20 de Septiembre de 1985, con ocasión de la celebración de los 100 años del P. José Kentenich:

Ustedes están llamados a participar de la gracia que su fundador recibió y ofrecerla a toda la Iglesia. Pues el carisma de los fundadores es una experiencia suscitada por el Espíritu y es transmitida a sus discípulos para que estos la vivan y la desarrollen constantemente en la comunión de la Iglesia y para bien de la Iglesia.

Las palabras del santo padre son muy claras y comprometedoras para nosotros. Queremos comprender, vivir y transmitir fielmente el carisma que nos legó nuestro padre fundador.

Recordamos, también, las palabras que dirigiera el papa Francisco a los Padres de Schoenstatt, el 4 de noviembre de 2015, que valen igualmente para todos los hijos de nuestro padre y fundador:

Les preocupa mantener vivo el carisma fundacional y la capacidad de saber transmitirlo a los más jóvenes. A mí también me preocupa, ¡que mantengan el carisma y lo transmitan!, de tal manera que siga inspirando y sosteniendo sus vidas y su misión.

Ustedes saben que un carisma no es una pieza de museo, que permanece intacta en una vitrina, para ser contemplada y nada más.

La fidelidad, el mantener puro el carisma, no significa de ningún modo encerrarlo en una botella sellada, como si fuera agua destilada, para que no se contamine con el exterior.

No, el carisma no se conserva teniéndolo guardado; hay que abrirlo y dejar que salga, para que entre en contacto con la realidad, con las personas, con sus inquietudes y sus problemas.

Y así, en ese este encuentro fecundo con la realidad, el carisma crece, se renueva y también la realidad se transforma, se transfigura por la fuerza espiritual que ese carisma lleva consigo.

El P. Kentenich lo expresaba muy bien cuando decía que había que estar «con el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo». Aquí están los dos pilares de una auténtica vida espiritual.

En este mismo sentido, nuestro Movimiento ha asumido vitalmente la consigna del papa Francisco que él expresó en su llamado a ser “una Iglesia en salida”. Schoenstatt, como comunidad eclesial, desde siempre ha estado orientado por el fundador en esta línea. Basta leer lo que él reza en el libro Hacia el Padre:

Danos, Padre, arder como un fuego vigoroso,

marchar con alegría hacia los pueblos

y, combatiendo como testigos de la redención,

guiarlos jubilosamente a la Santísima Trinidad. (HP, 12)

De modo semejante, en otra de las oraciones del Hacia el Padre, Mantén en alto el Cetro, dirigiéndose a María, reza así:

Schoenstatt porte valerosamente

hasta muy lejos tu bandera

y someta victorioso a todos los enemigos;

continúe siendo tu lugar predilecto,

baluarte del espíritu apostólico,

jefe que conduce a la lucha santa,

manantial de santidad en la vida diaria;

fuego del fuego de Cristo,

que llameante esparce centellas luminosas,

hasta que el mundo, como un mar de llamas,

se encienda para gloria de la Santísima Trinidad.

(HP 498-500)

En 1929, ante un grupo de la juventud masculina, en la Casa de la Alianza, construida junto al Santuario original, el P. Kentenich hizo una afirmación que, a primera vista, es difícil comprender. Dijo:

A la sombra del santuario se van a codecidir por siglos los destinos de la Iglesia y del mundo.

Habían transcurrido apenas 15 años desde la fundación de Schoenstatt. Hacer una afirmación de ese tipo, humanamente era aventurado, ya que el desarrollo del Movimiento no avalaba la proyección que visualizaba el padre fundador. ¿Qué le permitía hacer una afirmación tan trascendente? ¿Se trataba de un entusiasmo del momento o algo por el estilo?

Lo que el padre fundador expresara en ese momento lo repitió muchas veces en su vida, hasta el final. Sin duda, no se trataba de una fantasía o simplemente de un deseo; era más bien la afirmación de una convicción.

Para comprender cabalmente esta afirmación del P. Kentenich, es preciso tener presente lo que había sido durante siglos, la espiritualidad que había reinado en la Iglesia, especialmente a partir de San Agustín, siglo V, hasta inicios del siglo XX.

Es importante, además, considerarla a la luz del extraordinario cambio cultural que se inicia con el Renacimiento: el paso de una era teocéntrica a una era antropocéntrica. Es uno de los cambios más trascendentales de la historia que ciertamente repercuten de modo profundo en la vida y en la transmisión de la fe.

Teniendo en cuenta este horizonte será posible comprender mejor la afirmación del P. Kentenich.

2. La riqueza del carisma

Lo que el Señor ha regalado a los hijos de Schoenstatt, a través de su fundador, es una tarea que abarca muchas dimensiones. Esto, que de suyo constituye una gran riqueza, puede, sin embargo, llevar a una cierta simplificación o parcialización del carisma, menguando su fecundidad.

Nuestra intención es compartir el esfuerzo por descubrir en toda su riqueza el legado del fundador, a fin de que su “sueño” se haga cada vez más realidad.

Lo que se propone es un texto introductorio, orientado a personas que ya conocen Schoenstatt y que tratan de vivirlo y hacerlo fecundo en su apostolado.

La necesidad de abordar este tema adquiere especial importancia en el actual período post mortem fundatoris.

Es normal que, después de la muerte del fundador, se produzca en las comunidades una especie de desconcierto, apareciendo diversas interpretaciones del carisma legado por él; o que se dejen de lado algunos aspectos de su propuesta; o bien, que se introduzcan diversas modificaciones que suelen dar origen a lo que se denomina “nuevas observancias”.

Nosotros conocemos la existencia de fundaciones que, por incomprensión o desconocimiento profundo de su carisma, han errado su camino. Ciertamente, como Familia de Schoenstatt, no estamos exentos de ese peligro.

Por otra parte, como mencionamos anteriormente, nuestro padre afirma que, cada 50 años, las comunidades debieran refundarse.

Recordemos sus palabras en la Jornada de Octubre de 1951:

¿Qué quiere un año jubilar? Una nueva fundación.

¿Qué quiere un año jubilar? Quiere poner al descubierto los cimientos de la Familia, para construir de nuevo sobre ellos.

¿Qué quiere un año jubilar? Verificar todo lo que surgió y creció; si es sano, recto o si algo se torció y debe ser enderezado.

Se trata de volver siempre a las raíces de la fundación, a la idea original del fundador, para hacerla consciente y actual en las nuevas condiciones y coyunturas culturales. Es preciso verificar; hacer una evaluación de lo hecho, corregir lo que puede haberse desviado y mirar al futuro.

El carisma del P. Kentenich no se concreta en uno u otro apostolado que haya que realizar o en una actitud importante a cultivar o en un determinado aspecto de la vida cristiana. Se trata, más bien, de algo muy amplio y contundente. Lo que él propone para la renovación de la Iglesia es una nueva forma de concebir, de vivir y de transmitir la fe, que abarca la totalidad de la persona y de la vida cristiana.

Nuestra intención es comprender mas profundamente la propuesta del fundador tratando, al mismo tiempo, de “aterrizarla” al contexto cultural actual.

Quisiéramos profundizar el carisma del P. Kentenich en su globalidad, mostrando cada uno de sus aspectos en su interrelación y mutuo condicionamiento. Dado que el carisma kentenijiano posee un sello marcadamente pedagógico-pastoral, trataremos de descubrir, en nuestra trayectoria, aquellas formas en que podemos hacerlo nuestro y entregar a otros su espíritu.

3. Actualizar el carisma

“Schoenstatt en salida”, esta es la consigna. Así como la Iglesia, encerrada en sí misma, pierde su naturaleza, de modo semejante, si nosotros vivimos en nuestros círculos o centros, encerrados en nosotros mismos, perdemos nuestra naturaleza, alejando con ello la realización de lo que nuestro fundador propuso con tanta fuerza.

Cuando nos referimos a un Schoenstatt en salida, es preciso cuidar de que ello no se traduzca en un Schoenstatt “en la dispersión”. Siempre tendremos nuestros centros y santuarios en los cuales deberemos estar profundamente arraigados. Pero nuestra Familia no nació para vivir “enclaustrada” ni menos todavía, usando la expresión del papa Francisco, “balconeando”, contemplando lo que sucede en la Iglesia y en el mundo, diciendo lo que “habría que hacer”, o bien criticando lo que se hace.

El espíritu de conquista apostólico pertenece a nuestra esencia. Somos un Movimiento marcadamente apostólico. Así nos pensó nuestro fundador.

Ahora bien, si queremos de verdad ser un Schoenstatt en salida, es necesario que sepamos hacia dónde salimos y, sobre todo, qué es lo que ofrecemos y tratamos de realizar con quienes, sin pertenecer a Schoenstatt, buscan, también, la renovación de la Iglesia.

En otras palabras, nuestro espíritu apostólico y todo nuestro quehacer deben estar marcados por un sello propio, el sello kentenijiano.

Podemos emprender múltiples tareas, de suyo muy positivas, pero podría ser que su realización no esté marcada por la impronta propia de Schoenstatt.

Esto no quiere decir que siempre tengamos que estar hablando o haciendo referencia a Schoenstatt. Recordemos lo que decía nuestro padre fundador sobre el trabajo apostólico: debe ser “en el sentido” de Schoenstatt y “para” Schoenstatt. Ambas cosas no se contraponen, sino que se complementan.

Queremos asumir el carisma kentenijiano, vivirlo y actualizarlo.

A veces se piensa que los tiempos han cambiado tanto que aquello que dijo el P. Kentenich hace más de noventa años, ya está anticuado y, por lo tanto, es preciso actualizarlo. Las circunstancias y cultura actual no son las mismas de hace 100 años.

Por eso, estilos y formas de apostolado no pueden repetirse tal como se hacía años atrás. Esto, desde la perspectiva de lo que es una pedagogía de movimiento o dinámica, es algo evidente.

Pero una cosa es el carisma en sí mismo y otra la respuesta que da este carisma a realidades nuevas.

Es algo análogo a lo que sucede con el Evangelio: tenemos que “actualizarlo y vivirlo”, aplicando la Buena Nueva en medio de las nuevas realidades que nos desafían. Esto requiere que conozcamos cabalmente la verdad revelada, ya que, de otra forma, se perdería y diluiría en decenas o cientos de interpretaciones, como ha sucedido históricamente.

Siempre es necesario re-actualizar el carisma. Ahora bien, para realizar esto, necesitamos poseer claridad de lo que es el carisma en sí mismo.

Si no tenemos claridad en qué consiste, cuál es la esencia de este, difícilmente podremos actualizarlo. Quizás podamos realizar muchas cosas, pero no entregamos la esencia de lo que nos legó el fundador, es decir, lo que realmente Dios quiso hacer llegar a la Iglesia a través nuestro. De ahí la importancia de conocerlo con claridad.

El Carisma de Schoenstatt

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