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Prólogo «MapuChe: gente del lugar, lugar de la gente»

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Carlos Walter Porto-Gonçalves1

En la mitología griega, Atlas es un titán que se juntó con otros titanes para atacar el monte Olimpo combatiendo a Zeus y sus aliados. Los titanes representan las fuerzas del Caos y del Desorden, mientras que Zeus y sus aliados representan las energías del Espíritu, del Orden y del Cosmos. En el combate entre estas fuerzas Zeus resultó vencedor y castigó a sus enemigos por ser esclavos de la Materia y de los Sentidos, es decir, enemigos del Espíritu. Zeus, entonces, condenó a Atlas a sustentar el cielo y cargar eternamente la tierra en su espalda pagando con sufrimiento su osadía, lanzándolo junto con los otros titanes al Tártaro. Tártaro es la personificación del mundo Inferior, nacido a partir del Caos en sus relaciones con Gaia, que representa la Tierra; y fue el Tártaro el que dio origen a las más terribles bestias de la mitología griega. Por conocer el camino de las tierras distantes, Atlas pasó a representar la colección de mapas de la tierra.

Cartografía cultural del wallmapu nos remite a la mitología griega, pero en el sentido más profundo del momento histórico en que vivimos, el cual diversos autores han definido como un periodo de «caos sistémico»2, o como un momento de crisis del patrón de poder/saber moderno-colonial, que se inició en 14923 con la conquista de América. A través de esta idea se trata de dar cuenta de algo más profundo que una crisis del sistema mundial capitalista, comprendido como un modo de producción, o incluso en cuanto capitalismo histórico4; se trata de dar cuenta de un mundo que necesita ser comprendido como una «heterogeneidad histórico-estructural»5 y no como una totalidad eeuurocentrada.

En medio de este «caos sistémico», otros Atlas ven la luz y no necesariamente con referencia al Norte, como nos han habituado a ver el mundo, donde «arriba» se encuentra Europa encabezando el globo, a la cabeza, tal como Zeus, representando el lugar del Espíritu, del Orden y del Cosmos. Por el contrario, aquí, en la cartografía mapuche, como el lector verificará al recorrer este libro, la referencia es al Este, el lugar donde nace el sol. Vaya paradoja: una vez que Atlas fue castigado por Zeus pasará a habitar en el país de Hespérides (en griego Eσπερίδες, entardecer), las tres ninfas del Oeste que representaban el espíritu fertilizador de la naturaleza, situado en el extremo occidental del mundo desde la perspectiva griega, donde estarían los MapuChe, y todos los otros que no somos griegos. La cartografía mapuche, al referenciarse al Este, ofrece un principio universal, pues todos en la tierra tienen el lugar donde nace el Sol como referencia, y a partir de él se orientan hacia otros puntos. Aunque para los mapuche otros mundos de arriba y abajo estén presentes, no siendo representables en el formato de una cartografía cartesiana. Por ejemplo, entre las dimensiones generales del Mapu (tierra-territorio fuente de vida), cada una de ellas encierra otros componentes, en especial el Wenu Mapu, en el que se encuentran elementos que corresponden al plano espiritual de interacción con el Che, que sólo algunas personas tienen la capacidad de conocer a través de las fuerzas espirituales como püllü, am o newen.

Este libro nos sitúa solamente en el plano del nagmapu, que es donde cada persona –Che– vive diariamente, aunque este plano sea inseparable de las demás dimensiones. Se sitúa, entonces, en los límites de la representación, apoyándose en la visión y en la escritura, y que como tales, se apartan del mundo que está allá, separado de nosotros, como si el mundo fuese algo donde en un principio no estaríamos.

Che y Mapu son inseparables y no se puede entender la formación de una persona fuera de la Mapu –tierra-territorio, fuente de vida– , pues es una condición humana estar situado en el espacio y basarse en una carga ética, de valores, de normas y de conocimiento que se deben alcanzar a lo largo de la vida, siempre en relación con un Mapu definido.

Cartografía cultural del wallmapu nos ofrece la oportunidad de ampliar el horizonte limitado que la colonialidad busca mantener, al impedir sentir otras experiencias creadas por los múltiples pueblos del mundo, que poseen modos propios de saber-comer, saber-curar, saber-habitar, saber-convivir. No se come si no se sabe recoger, cazar, criar, plantar. No se sobrevive si no se sabe curar con una medicina propia; no se habita si no se sabe proteger de las intemperies con una arquitectura propia. No se vive a no ser que sea en comunidad y si no se sabe crear reglas propias (auto+nomos = autonomía). En fin, en el comer, el curar, el habitar y el convivir hay siempre un saber. Hay siempre un saber en el hacer para estar con el mundo. En ese sentido, este libro es parte de un proceso de descolonizar el saber y el poder con/contra un saber/poder colonial que cometió epistemicidios por todos lados, y que también aportó al ecocidio al empobrecernos de otras formas de estar con el mundo saboreándolo, pues en su raíz, saber y sabor tienen el mismo origen.

Estamos, pues, delante de un saber situado, como todo saber. No existe saber atópico, como si fuera de ningún lugar. Es la soberbia colonial siendo desafiada con el sentipensamiento decolonial que pluriversaliza el mundo, mostrando que la universalidad del conocimiento es plural y no pensamiento único (uni+versal), como quiso imponerse al mundo el logocentrismo eeuurocéntrico que da soporte a la acumulación incesante de capital que hoy pone en riesgo a la humanidad con el colapso ambiental.

Este libro no sólo está situado en una geografía determinada de los MapuChe, es también fruto de un conocimiento que viene de las experiencias de lucha, sea con/contra la invasión de hidroeléctricas, sea por la recuperación de sus tierras-territorios. Así se demuestra cómo el conflicto es el locus privilegiado del punto de vista epistemológico, al indicarnos que en una determinada situación como mínimo tenemos dos visiones acerca de lo que está en cuestión. De esta forma, la presente propuesta surge del conocimiento elaborado a partir de las luchas MapuChe, reafirmando sus triunfos no tan sólo en el plano material, sino que también sus victorias epistémicas, como la contenida en este libro.

Su metodología se inspira en la oralidad de los más viejos en procesos conversacionales, a partir de los cuales se fue construyendo el mapa de los territorios ancestrales y de los lugares de significación cultural y de relación con la naturaleza, tales como gen, mawida (montaña), eltun (cementerios), wigkul (cerros), lewfü (ríos), gilawe (pasos de ríos), kuykuy (puestos naturales), lof (espacio social y cultural comunitario), rewe-gillatuwe (lugares ceremoniales). Al mismo tiempo, fueron identificados usos del territorio de carácter económico, político y social, que desde tiempos inmemoriales forman parte de su territorialidad. Asimismo, el modo de nombrar el mundo, a través de la toponimia, nos enseña que dar nombre propio a un lugar es apropiarse del mundo, es construir un mundo propio, un territorio.

Y el lenguaje es siempre construcción de sentidos en común, como se afirma en la expresión MapuChe, o sea, gente de lugar, lugar de la gente, lo cual adquiere un sentido universal, pues siempre se es de un lugar y de un modo propio. En este sentido, somos todos MapuChe, siendo diversos, por eso debemos tener un mundo donde quepan otros mundos, y para eso debemos también construir un mundo más allá del capitalismo y de la colonialidad, como vienen también promoviendo otros MapuChes, presentes en Chiapas, en el Cauca, o en la Amazonía brasilera.

Con seguridad saldremos mejor luego de la lectura de este documento. Al final, sentir el mundo a partir del puente del jardín de las Hespérides, situado en el extremo occidental del mundo occidental, no nos impide ver el sol nacer a partir de ese punto, ofreciendo otras formas de sentir-pensar-hacer. Este libro, esta suerte de Atlas mapuche, nos indica que del caos se forman Órdenes, y otros Órdenes. Es de eso que el mundo está preñado. Un mundo en busca de otras conformaciones territoriales más allá de los Estados Naciones territoriales, cuya crisis tal vez sea el principal indicador del caos sistémico en que vivimos. Si queremos fuentes de inspiración para esos mundos en que quepan muchos mundos, sabremos abrirnos a muchos otros atlas MapuChes.

1 Profesor del Posgrado en Geografía de la Universidad Federal Fluminense (Niteroi, Brasil) y coordinador del Laboratorio de Estudios de Movimientos Sociales y Territorialidades - LEMTO. Es uno de los geógrafos sociales más reconocidos del Abya Yala, por su compromiso con los movimientos sociales y sus aportes intelectuales al pensamiento crítico latinoamericano. Fue presidente de la Asociación de Geógrafos Brasileros. Premio Chico Méndez por el Ministerio de Medio Ambiente de Brasil, y premio Casa de Las Américas en Cuba por su libro La globalización de la naturaleza y la naturaleza de la globalización.

2 Giovanni Arrighi (1994) e Immanuel Wallerstein (1998).

3 Aníbal Quijano (2000).

4 Como señala Fernand Braudel.

5 Aníbal Quijano (2000).

Cartografía cultural del Wallmapu

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