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2. Problema de investigación

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En un entorno con un crecimiento de la producción mundial que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE u OECD, por sus siglas en castellano o inglés, respectivamente) sostiene que no superará el 4% en los próximos 5 años (OECD, 2017) y un aumento promedio de la población mundial que el Banco Mundial estima en el 1% en el mismo periodo (The World Bank, 2016), el desafío para los países de la región es que las empresas mejoren su competitividad a través de una fuerza de trabajo capacitada (FMI, 2015).

Una de las regiones del mundo con mayores dificultades para que su sector productivo encuentre las competencias que demanda el mercado (OIT, 2015) es América Latina. En este aspecto, el Foro Económico Mundial (WEF por su sigla en inglés) señala como factores problemáticos para que los jóvenes se inserten en forma exitosa en el mercado de trabajo el acceso desigual a la educación, la percepción de baja calidad de la educación y los sistemas de formación, la desalineación entre los proveedores de educación y los empleadores en cuanto a cómo y en qué deben ser preparados, y el mal desempeño de los estudiantes en las pruebas internacionales (WEF, 2015). Son varios los estudios (Weller, 2003; Cepal & OIT, 2014; Cepal, 2014) que han detectado las dificultades de inserción laboral de los jóvenes latinoamericanos atribuidas, entre otros elementos, a desajustes entre las carreras demandadas por las empresas y las escogidas por los jóvenes, lo que significa la existencia de incompatibilidad entre la educación recibida y las demandas de los empleadores.

Desde el punto de vista de los jóvenes profesionales se evidencia también la sensación de desajuste entre las capacidades que requieren y lo que se busca en el mercado laboral. Una encuesta sobre percepciones de la llamada generación Millennial2 (Deloitte, 2015a), aplicada a 7806 jóvenes —nacidos en 1983, con educación superior, la mayoría empleada en grandes empresas a tiempo completo— de 29 países de distintos continentes, entre los que había 300 jóvenes colombianos, 300 chilenos y 200 peruanos, reveló que los jóvenes al egresar de la universidad o del centro de estudios tienen una sensación de déficit frente a lo que ofrecen, pues experimentan la falta de algunas habilidades y cualidades personales o la experiencia que las empresas buscan en la actualidad. Ellos identifican como las habilidades y los atributos más valorados por las empresas por las cuales se pagaría mejor: liderazgo (39%), pensamiento creativo (33%), profesionalismo (33%), comunicación (31%), conocimiento general del negocio (28%), ventas y márketing (27%), flexibilidad y trabajo en equipo (27%), análisis (26%), dominio de tecnología (26%), conocimiento del sector financiero y económico (25%), conocimiento académico (25%) y emprendimiento (24%).

Según el Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop), en la transición de la vida universitaria al mercado laboral se reconocen varias formas de apoyo e instituciones claves como las redes multiprofesionales que permanecen a lo largo de la vida, las asociaciones de los sectores público y privado que aseguren mayor aprendizaje a la gente joven, o la cooperación entre las escuelas y la educación emprendedora (Cedefop, 2011).

Todos estos factores refuerzan lo prioritario del mejoramiento de las capacidades de los trabajadores actuales y futuros, en especial de los jóvenes, sea a través del sistema educativo tradicional o de la educación y la formación técnico-profesional (OCDE, Cepal & CAF, 2013; WEF, 2016), tanto para enfrentar los desafíos y las amenazas del actual entorno como para promover la productividad y la competitividad en América Latina3.

En un contexto socioeconómico volátil, dinámico e incierto también se presentan innumerables cambios en el mundo del trabajo que afectan la experiencia de trabajar (Manpower, 2016), el significado del trabajo (Ochoa, 2012) y la empleabilidad (Hogan, Chamorro-Premuzic & Kaiser, 2013). La globalización, la crisis de la sociedad del bienestar (Taylor-Gooby, 2013), el impacto de las nuevas tecnologías y la manera como estas influyen en el desempeño en el trabajo (Okhuysen et al., 2013); y las nuevas formas de organización del trabajo, entre otros, han marcado tendencias como el cambio de las identidades (Brown, 2014) vinculadas al modelo tradicional de empleo (Strangleman, 2012) y los cambios en la empleabilidad (Lowden, Hall, Eliot & Lewin, 2011; Gbadamosi, Evans, Richardson & Ridolfo, 2015). En este sentido, asegurar que una sociedad tenga las competencias adecuadas (capacidades técnicas, habilidades elementales para el aprendizaje, empleabilidad y comunicación) es promover el trabajo sostenible y, por tanto, el desarrollo humano (PNUD, 2015).

De esta manera surge la inquietud por conocer el perfil de competencias necesario para enfrentar los retos del futuro en los cuatro países de América Latina considerados: Chile, Colombia, Ecuador y el Perú.

Al respecto la investigación se formuló, entre otras preguntas, una interrogante principal:

¿Cuáles son las competencias de futuro que demandan las empresas para ser competitivas en un entorno global?

Las competencias laborales en el mercado de profesionales de América Latina

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