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ОглавлениеUN DESASTRE TOTAL
Au.to.no.mí.a: La calidad o el estado de ser independiente, libre y autodirigido
EN RESUMEN: YA QUE EL PECADO LO HA DAÑADO TODO, DIOS NOS LLAMA A ESTAR INTERESADOS EN TODO.
Siempre era un momento de pánico para nosotros. Escuchábamos sus pies en las gradas, y sabíamos cuál era su misión. Ella subía a inspeccionar el orden y la limpieza de nuestro dormitorio. Nosotros entrábamos de inmediato en un modo de restauración rápida del dormitorio, pero siempre era inútil. No había manera alguna de que pudiéramos arreglar la habitación antes de que sus pies alcanzaran el último escalón. El desorden era demasiado grande y el tiempo, muy poco. Ella siempre llegaba a ese último escalón justo cuando mi hermano Mark y yo estábamos metiendo montañas enormes de cosas personales debajo de nuestra cama, esperando en vano que esta vez podríamos engañar a mamá. Pero nunca lo logramos. En su enojo ante la penosa condición de nuestra habitación y su irritación ante nuestra táctica de meter todo debajo de la cama, ella decía las palabras que odiábamos escuchar: “¡Esta habitación es un desastre total!”. Y nosotros sabíamos que eso significaba que no saldríamos de allí hasta que lo arregláramos completamente dejándolo como debía ser.
Cuando Adán y Eva abandonaron la trascendencia centrada en Dios por la trascendencia de falsa esperanza, egocéntrica, que la Serpiente ofrecía, el resultado fue realmente un desastre total. Tú y yo todavía experimentamos los efectos de ese desastre cada día de nuestra vida. Lo que sucedió en el jardín del Edén es verdaderamente la catástrofe central de la historia de la humanidad. Es casi imposible exagerar la enormidad de su relevancia. Así es lo grande que este desastre fue (y es). Cuando Adán y Eva cayeron, ¡todo el cosmos cayó con ellos! No hay a dónde huir. No hay refugio donde esconderse. No hay situación que su poder no haya tocado, ninguna localidad sin daño por su destrucción. En un segundo de desobediencia y gloria robada, el pecado destruyó el cosmos. Fue un desastre total.
ALGO DE DESLUMBRANTE BELLEZA
El arte creativo de Dios, exhibido en el mundo que Él hizo y todo lo que puso en él, era algo de una belleza espléndida y deslumbrante. Las montañas estaban abarrotadas de flores de múltiples colores, sin gorgojos que consumieran sus hojas y sin ácaros que infectaran sus flores. La tierra estaba llena de nutrientes de vida, y no había espinas, cardos ni maleza en ninguna parte. Los árboles estaban cargados de frutos exuberantes, dulces y suculentas. No había plagas ni contaminantes. La naturaleza crecía, florecía y producía sin lucha ni esfuerzo. Había una belleza natural inmaculada hasta donde podían ver los ojos. Literalmente, cubría la tierra.
Los animales retozaban, comían, se apareaban y producían sin temor a los depredadores o a una lucha contra la enfermedad. El reino animal era un lugar de una belleza de variedad sorprendente, todos existiendo en una atmósfera de paz.
La gente vivía en una comunión de gozo, sin temor y sin vergüenza entre sí. No había robo, mentira, engaño, palabras ásperas, acciones abusivas, estrategias de venganza, inmoralidad sexual, familias rotas ni gobierno corrupto. Nadie tenía dificultades con la depresión, la ansiedad, problemas de identidad, remordimiento paralizante, ira, envidia, compulsión, adicción, temor, culpa, soledad, desesperanza o duda. La gente no sufría de lesiones, enfermedades o de vejez. No había vigilias hospitalarias ni visitas a los muertos. Nadie necesitaba pedir perdón y a ninguno le costaba perdonar. No había decepciones matrimoniales y ningún empleo que saliera mal.
La gente vivía en una adoración a Dios sincera, amorosa y obediente. Adoraban al Creador y administraban la creación; ellos no cedían ante adorar la creación y tratar de administrar al Creador. No había duda de su bondad, ni temor de su ira. No había rebeldía abierta ni desobediencia sutil. Ellos obedecían sus palabras y prestaban atención a su sabiduría. No había ídolos corruptivos ni sistemas de fe competitivos. Nunca nadie estaba enojado con Dios, y Dios no tenía razón alguna para enojarse con la gente que Él había hecho. La gente amaba la gloria de Dios y de ninguna manera vivían para sí mismos.
En toda forma que puedas pensar o imaginar, el mundo, como Dios lo creó, era un lugar de paz y belleza sin igual. Era una exhibición de gloria espectacular y de sonido envolvente, que reflejaba la gloria trascendente de Aquel quien la había hecho de la nada. Su majestad creativa era una exhibición inmaculada e ininterrumpida: el rojo penetrante de la rosa, las escamas fluorescentes de los peces, el canto dulce de los pájaros, la grandiosidad gris de la roca, el temblor de la tierra al rugido del león, el gorgoteo interminable del arroyo y la delicadez sedosa de la hoja. Cada parte lo señalaba a Él. Cada cosa existía como un himno a su gloria.
¿CÓMO MIDES UNA CATÁSTROFE?
¿Cómo envuelves con palabras lo peor que ha sucedido jamás? Quizá el apóstol Pablo fue quien mejor lo hizo con esta declaración poderosa en Romanos 8:21: “Toda la creación gime”. Los lirios ahora pelean contra la maleza que trata de ahogar su vida. Los contaminantes flotan como sombras en el cielo y las toxinas que no se ven, en el arroyo. Los frutos y las flores se echan a perder con la enfermedad. El dolor, el sufrimiento, el trabajo duro, la enfermedad y la muerte se volvieron la experiencia regular de todo lo que hay en la creación. Lo que una vez fue muy fácil, ya no lo era. Lo que era sencillo se convirtió en terriblemente complicado. Todo lo que una vez fue gratuito ahora solo se obtiene a un gran costo. Lo que una vez pareció impensablemente malo y fuera de carácter para el mundo que Dios había hecho, ahora se ha vuelto una experiencia diaria. Las palabras como falsedad, enemigo, peligro, pecado, destrucción, guerra, asesinato, enfermedad, temor y odio se volvieron partes regulares del vocabulario de un mundo caído.
Por primera vez, la armonía entre las personas se había roto. Vergüenza, temor, culpa, reproche, avaricia, envidia, conflicto y dolor hicieron de las relaciones un campo minado que nunca debió ser. Las personas ven a las otras personas como obstáculos para obtener lo que querían o como peligros que debían evitarse. Incluso las familias no pudieron coexistir en ningún tipo de unión duradera y pacífica. La violencia se convirtió en la respuesta común a los problemas que nunca antes existieron. El conflicto existió en la comunión humana como una experiencia más frecuente que la paz. El matrimonio se volvió una batalla por el control, y la rebeldía de los hijos se convirtió en una reacción más natural que la sumisión voluntaria. Las cosas se volvieron más valiosas que las personas, quienes compitieron voluntariamente con los demás para poder adquirir más cosas. La comunión humana estaba más dividida por el amor al yo que unida por el amor al prójimo. Las palabras de la gente, diseñadas para expresar verdad y amor, se convirtieron en armas de ira e instrumentos de engaño. En un instante, la música dulce de la armonía humana se había vuelto la música lúgubre y triste de la guerra humana.
LO MÁS TRISTE SOBRE LA TIERRA
Sin embargo, con todo el caos que el pecado causó en el mundo físico y en la comunión humana, hubo otro resultado horrible. Era algo impensable, tan horripilante, tan difícil de entender, que fácilmente permanece como lo más triste que haya sucedido jamás sobre la tierra. Esta tragedia está representada en una conversación aparentemente tediosa, captada en Génesis 3:8-10.
Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto. Y el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: “¿Dónde estás?”
Y él respondió: “Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí”.
¡Qué momento tan triste! Aquí tenemos a un hombre creado para hacer que los límites de su vida alcanzaran los límites de la gloria de Dios más lejanos. Aquí tenemos a uno que fue creado para obtener su identidad, significado y propósito de una relación íntima con Dios. Aquí tenemos a una persona cuyas palabras, pensamientos, deseos y hechos debían ser formados por una sumisión y adoración sincera a su Creador. ¿Qué lo hallamos haciendo? Escondiéndose temerosamente cuando Aquel, quien se supone que debe ser su vida, se acerca.
La tristeza de esta escena penetra mucho más profundamente que la religión y espiritualidad racional. ¡Se trata de una pérdida aplastante de trascendencia, significado y propósito! Esconderse de su Creador es esconderse de su verdadera identidad. Él ha hecho la única cosa que nunca, jamás, se suponía que debió hacer. En un momento de rebeldía consciente, él ha tratado su vida como si no fuera más grande que su vida. Como resultado, su reacción ante la presencia de Dios no es deleite y amor, sino culpabilidad y temor. Él sabe lo que ha hecho. Él ha abandonado la gloria trascendente para la cual fue creado y ha elegido una gloria substituta: tomar para sí mismo la gloria que solamente Dios debía tener. Él ha reducido las fronteras de su vida a sus propios deseos, necesidades y anhelos. Es el pequeño mundo de la autonomía, demasiado pequeño para que la vida verdadera pueda, algún día, existir allí. Este mundo egocéntrico carece del oxígeno de la relación con Dios. No es un lugar de vida. Es un lugar de muerte.
¡Qué triste! Creados para más, Adán y Eva eligen menos a cambio. Olvidando quiénes eran, intentaron encontrar vida fuera de Dios, pero lo que hallaron en cambio fue muerte.
LA AUTONOMÍA Y LA TRASCENDENCIA
¿Qué fue lo que la Serpiente les ofreció a Adán y a Eva que era lo suficientemente atractivo para que ellos sopesaran apartarse de lo central para lo que fueron creados? Les ofreció una gloria independiente. Si ellos tan solo daban el paso voluntariamente para salir, podían ser seres trascendentes iguales a Dios. La palabra para esto es autonomía. Esta es la mentira (y una que sigue siendo susurrada diariamente en los oídos de las personas): “La clave para la trascendencia verdadera es la autonomía”. Sin embargo, eso era una mentira malvada y cruel. La búsqueda de la autonomía siempre aplasta la trascendencia. En vez de las enormes glorias de vivir para la gloria de Dios, terminó con pequeñas sombras de gloria llenando el cubículo tenue de mi propia gloria. Tal como 2 Corintios 5:15 aclara, los seres humanos nunca fueron diseñados para “vivir para sí mismos”. Entonces, cuando Jesús me toca con su gracia rescatadora, ¡Él me está libertando de la atadura que me hice a mí mismo!
Desde ese momento horrible en el jardín del Edén, cada ser humano ha tenido la tendencia de confundir la autonomía con la trascendencia. La inercia del pecado siempre está alejada del Creador y en dirección a nosotros mismos. Y que se sepa que esta no solo es la lucha del no creyente; también es la lucha del creyente. En tanto el pecado aún habite en nuestro corazón, la autonomía estará en guerra con la trascendencia. Somos muy capaces de minimizar las promesas, las glorias y las esperanzas trascendentes del evangelio al tamaño de nuestra vida, olvidando que, por la gracia de Dios, hemos sido rescatados de nuestro cubículo autoconstruido y somos bienvenidos a la vasta amplitud del reino de Dios. Un día, la guerra entre la independencia y la trascendencia terminará, y nosotros viviremos en la gloria, con gloria, para siempre.
HASTA ENTONCES
Una vez, tuve un amigo que contrató a un constructor para que le hiciera una casa nueva para su familia. Su presupuesto era muy limitado, así que ellos solamente podían pagarle a un constructor para que les pusiera un techo sobre su cabeza e hiciera toda la parte de carpintería gruesa. Ellos tuvieron que completar todo el trabajo de los acabados interiores después de que ya se habían mudado a su “nueva” casa. Recuerdo que me dijo: “Estamos muy agradecidos por nuestra casa nueva, pero tenemos que estar recordándonos que la obra no ha sido terminada, y que debemos estar enfocados y trabajando hasta que lo esté”. De la misma manera, cada uno de nosotros debería estar profundamente agradecido por nuestra inclusión en la familia de gracia de Dios. Deberíamos estar muy emocionados acerca de la manera en que la gracia ha cambiado radicalmente nuestra vida. Pero también debemos estar conscientes de que Dios todavía no ha terminado su obra en nosotros. Sí, cada día, de alguna manera, tú y yo demostramos que todavía hay trabajo que hacer. Quizá sea una palabra de irritación. Tal vez se demuestre en un momento de egoísmo o de avaricia. Quizá sea que nos neguemos a admitir que estamos equivocados o que estamos dispuestos a trasladarle la culpa a alguien más. Podría revelarse en un pensamiento de lujuria o a transigir en una convicción bíblica. Tal vez sea en los conflictos que son muy frecuentes en mi matrimonio o con mis hijos. Quizá sea en mi falta de voluntad para aceptar mi estado laboral o financiero. El punto es que ahí está la evidencia de que la obra de la gracia de Dios, en la vida de cada uno de nosotros, todavía no está terminada.
Debido a esto, hay dos cosas que yo debo tener presentes siempre.
La tendencia constante de tratar mi vida como si no fuera más grande que mi vida. Todos debemos estar examinado los lugares donde aún tendemos a “vivir para nosotros mismos”. Quizá esto resulte como estar más emocionados en lo personal por la adquisición de una cosa material que por el crecimiento en mi relación con el Señor. Tal vez se manifieste como estar en conflicto con otra persona porque es un obstáculo hacia algo que estoy convencido que necesito. Quizá sea comer o gastar más de lo que debo. Tal vez se exhiba por medio de un deseo más fuerte de “ganar” en la conversación que el de tener unidad amorosa. Quizá sea que estar involucrado en mi iglesia local se ha reducido a un espacio el domingo en un horario personal ya demasiado ocupado. Hay una gran tentación en todos nosotros a reducir, al tamaño de las preocupaciones personales de nuestra vida, todo lo que Dios nos ha enseñado y ha hecho en nosotros. Sí, está bien emocionarse. La obra de Cristo te ayudará a tener un matrimonio mejor, a ser un amigo mejor, a disfrutar mejor la relación con tus hijos y a hacer un trabajo mejor. Es cierto que si tratas con los problemas de tu corazón, progresarás en todas esas áreas. Sin embargo, Dios te ha llamado a un círculo de interés más grande que tu propia vida. Como ves, cuando Dios por su gracia entra en nuestra vida, Él no está obrando tanto como para hacer que nuestro reino funcione, sino que nos está llamando a emocionarnos con un reino mucho más grande y a dedicarnos a él.
CUANDO DIOS POR SU GRACIA ENTRA EN NUESTRA VIDA, ÉL NO ESTÁ OBRANDO TANTO COMO PARA HACER QUE NUESTRO REINO FUNCIONE, SINO QUE NOS ESTÁ LLAMANDO A EMOCIONARNOS CON UN REINO MUCHO MÁS GRANDE Y A DEDICARNOS A ÉL.
La mayoría de nosotros ha aprendido la manera de celebrar nuestra inclusión en la obra magnífica y gloriosa de Dios, mientras que atendemos funcionalmente lo poco que no nos señala directamente. Al hacerlo, hemos cristianizado nuestra autonomía. Esencialmente, le estamos pidiendo a Dios que respalde nuestro intento de minimizar las glorias trascendentes de su reino al tamaño de nuestro círculo de interés personal. Y aunque estamos tratando de vivir dentro de los límites de Dios, aun así hemos fabricado una vida donde el “yo” está en el centro. Es muy posible, por nuestro cristianismo, ser muy estrechos y egoístas y no estar conscientes de la minimización.
Debemos tener presente que la caída fue un desastre total. Repito, es difícil encontrar las palabras para hacerle justicia a la devastación inimaginable que el pecado causó en todo lo que Dios creó. Su efecto fue total y completo. Podrías estar preguntándote por qué es tan importante mantener presente la naturaleza completa de la caída del mundo. Es necesario porque es solo cuando recuerdas cuán grandes son los efectos del pecado, que tú vivirás en la manera en que Dios te llama a vivir. Esta es la lógica de vivir en la luz de los propósitos de Dios: si la devastación del pecado es tan amplia como la creación, entonces, la cobertura de la redención debe ser igual de grande. Por lo tanto, estamos llamados a vivir teniendo presente la restauración total de la creación.
¿De qué se trata el reino de Dios? ¿Cuál es la nueva vida a la que Dios me ha llamado? ¿Qué significado y propósito nuevo es convertirme en el centro de mi vida como hijo de Dios? ¿Qué, por todos los cielos, se supone que nosotros, los cristianos, deberíamos estar haciendo?
Dios nos ha llamado a apartarnos de nuestra manera de vivir autónoma y egocéntrica para que vivamos de manera trascendental nuevamente. Esto significa vivir con la restauración en mente en cada situación, lugar y relación en la que Dios me coloque. ¿Y cuál es el propósito redentor de Dios? Está captado en el penúltimo capítulo de la Biblia, cuando Dios, sentado en el trono, dice: “¡Yo hago nuevas todas las cosas!” (Apocalipsis 21:5). Está resumido en Romanos 8:18-24, donde se presenta a toda la creación gimiendo, esperando la redención. Si la gloria de Dios está reflejada en toda la creación, si los efectos del pecado llegan a toda la creación y si el objetivo de la redención es restaurar toda la creación, entonces, ¿en qué deberíamos interesarnos tú y yo? ¡EN TODO!
Tu tristeza con el pecado debería ser más grande que el hecho de que complica tu vida. Tu tristeza debería extenderse tan lejos como llegue el pecado. Tu celebración de la gracia restauradora de Dios debería ser más grande que el hecho de que eso lleva bendición a tu mundo privado. No, tu celebración debería llegar tan lejos como la restauración sea necesaria. La gracia de Dios en realidad te invita a pensar en grande a vivir en grande. Dios te invita a ser una parte activa y diaria de el “más” de la redención. Su gracia restauradora te da una razón para extender los límites de tu interés mucho más allá de las fronteras de tu propia vida. Él te llama a salir de tu reinito para que des tus talentos, dones, recursos y tiempo a los intereses gloriosos de su gran reino celestial.
NOS EMOCIONAMOS TANTO ACERCA DE LOS BENEFICIOS PERSONALES DE LA REDENCIÓN QUE PERDEMOS DE VISTA EL MAYOR OBJETIVO DE LA REDENCIÓN.
Como su hijo, cuando te levantas por la mañana, despiertas ante un reino enorme. Se remonta a través de la historia y se extiende hasta antes de que los cimientos del mundo se colocaran. Se alarga hacia adelante en el tiempo hasta la eternidad sin fin. Abarca cada lugar conocido y desconocido, cada situación de todo tipo, cada persona y cada cosa creada. El objetivo de este reino es la restauración completa de cada una de las cosas que se dañaron por la caída. Ya no debes vivir para ti. La gracia te ha llevado a través de la puerta para hacer algo más y mejor. La gracia te llama a amoldar tu vida a los contornos de esta obra maravillosa de la restauración. Tal como lo proclama el gran villancico antiguo de Navidad: “El viene a dar a conocer sus bendiciones, hasta el más recóndito lugar donde se halle la maldición”. (“Al mundo paz”).
Pero este es precisamente el lugar donde sucede nuestro problema. Nos emocionamos tanto acerca de los beneficios personales de la redención que perdemos de vista el mayor objetivo de la redención. Sí, los beneficios personales de la redención son maravillosos, dignos de una celebración eterna. Sin embargo, el propósito de la redención no es hacer que nuestros reinos tengan éxito, sino invitarnos a entrar a un reino mucho más grande y mucho mejor.
Jim Collins hace esta observación sorprendente en su libro de mayor venta sobre administración corporativa, Good to Great.
Lo bueno es el enemigo de lo magnífico. Y esa es una razón clave del porqué tenemos tan poco que se convierte en magnífico. No tenemos escuelas magníficas, principalmente porque tenemos buenas escuelas. No tenemos un gobierno magnífico, principalmente porque tenemos un buen gobierno. Pocas personas logran magníficas vidas, en gran parte debido a que es muy fácil conformarse con una buena vida.
¡La observación de Collins es muy importante! Muchos de ustedes han hecho exactamente lo que él dice en lo que se refiere a su andar con el Señor. Te has conformado en un gozo enfocado en ti de la vida buena. Estás disfrutando lo que la gracia ha hecho en tu matrimonio, tu paternidad, tus amistades y tu vida laboral. Ha sido demasiado fácil para ti pasar por alto el punto de que fuiste rescatado de lo que era muy malo; no solo para ser parte de algo bueno, sino sorprendentemente, para ser parte de algo grandioso.
Has sido escogido para trascender, trascender los límites de tus esperanzas y sueños, para trascender los límites de tus planes y propósitos y para trascender la fronteras de tu familia y tus amigos. Has sido escogido para trascender el alcance más lejano de tu definición de gloria, para ser parte de una gloria mayor, la gloria de Dios y su obra de hacer nuevas todas las cosas.
¿Te has conformado con una vida muy pequeña? En medio del desastre total del pecado, ¿te has conformado con algo bueno cuando has sido elegido para algo grandioso?
LA PREGUNTA FINAL: ¿HAS TRATADO EL TAMAÑO DE LA GRACIA DE DIOS COMO SI NO FUERA MÁS GRANDE QUE EL TAMAÑO DE TUS INTERESES PERSONALES?