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Laudatio académica del Doctor Paul Preston a cargo del Doctor Ismael Saz Campos

Excelentísimo y Magnífico Señor Rector de la Universitat de València,

Ilustrísima Señora Secretaria General de la Universitat de València

Autoridades Académicas,

Profesoras y Profesores, Señoras y Señores,

Mis primeras palabras en este acto de investidura deben de ser necesariamente de satisfacción y agradecimiento. Satisfacción, porque se me haya concedido el honor de desarrollar esta laudatio del profesor Paul Preston en quien concurren ampliamente, lo anticipo ya, todos los méritos científicos, académicos, cívicos y personales para justificar su doctorado honoris causa por nuestra Universitat. Agradecimiento, o mejor, agradecimientos, a todos los que han hecho posible este nombramiento: a mis compañeros del Departamento de Historia Contemporánea y a su director Anaclet Pons; a la Facultad de Geografía e Historia y a su decana Esther Alba; a todas las instancias de nuestra Universitat que han aprobado la candidatura. Y agradecimiento también, en fin, a la Fundación Cañada Blanch de la que hemos recibido en todo momento el estímulo más cálido y gratificador.

Decía hace unos momentos que el profesor Preston era ampliamente merecedor de este nombramiento por razones científicas, académicas, cívicas y personales. Déjenme –ya sé que esto es un poco tradicional– que las vaya desgranando.

A nadie se le escapa el inmenso prestigio de que goza la obra de Paul Preston en los medios historiográficos –y no solo historiográficos– británicos, españoles e internacionales. Bastará recordar al respecto algunos de los premios y reconocimientos obtenidos: la Encomienda de la Orden del Mérito Civil por servicios a España (1986), Comendador de la Orden del Imperio Británico (2000), Premi Internacional Ramon Llull (2005), Caballero de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (2007). Es, además, miembro de la Academia Británica, del California Institute of International Studies, de la Academia Europea de Yuste y del Institut d’Estudis Catalans.

Todos estos reconocimientos están en perfecta consonancia con una larga trayectoria académica e investigadora centrada en la historia de España del siglo XX, en la de la República y la Guerra Civil, en la de la derecha antiliberal y la izquierda socialista, en la del franquismo y la represión, en la de la lucha por la democracia, en la de las relaciones internacionales de España. Formado en las universidades de Oxford y Reading, ejerció como profesor por primera vez en esta última. Tuvo entre sus primeros maestros a los reconocidos hispanistas Raymond Carr y Hugh Thomas. Al hilo de las clases de este último realizó su tesina sobre la derecha en la Segunda República y a partir de ahí se despertó su apasionado interés por la Guerra Civil. Aunque nunca ha dejado de constatar el reconocimiento a los mencionados hispanistas, Preston ha reivindicado siempre con fuerza su deuda intelectual y personal respecto de Herbert Southworth y Joaquín Romero Maura. Para la realización de su tesis doctoral viaja a España donde aprende con sorprendente celeridad el castellano –décadas después hará lo propio con el catalán– y se sumerge inmediatamente en la cultura española, que no tardará en sentir como propia. Desarrolla entonces la investigación que desembocará en su tesis, la cual se publicará en España en 1978 con el título de La destrucción de la democracia en España. Reforma, reacción y revolución en la Segunda República. Se trataba de una aportación sustancial al estudio de la Segunda República, a la dialéctica de las relaciones entre el PSOE y la CEDA, a las estrategias de la derecha para acabar con la democracia española. Fue una aportación fundamental, susceptible, además, de constituir un estímulo formidable para una historiografía, la española, que intentaba recuperarse de los efectos de la larga noche dictatorial. Un papel de estímulo que estaba desempeñando también la obra por él editada dos años antes, pero traducida al castellano en 1978, España en crisis. Evolución y decadencia del régimen de Franco, una de las primeras en intentar una aproximación desde la historia a la lucha antifranquista y su interrelación con la evolución de la dictadura. Y volvería a ser un acicate para la historiografía española su libro El triunfo de la democracia en España (1986), una de las primeras aproximaciones historiográficamente solventes sobre el proceso que conduce a nuestra democracia. Una aproximación que tenía el mérito de no disolverse, como sucedería en numerosos medios, académicos o no, en las décadas posteriores, en la «transitología». Una especie de pseudo-ciencia en la que lo adjetivo «la Transición», así con mayúsculas, parecía imponerse sobre lo sustantivo, la conquista de la democracia. Ha sido necesario el paso de muchos años para que un sector muy importante de nuestra historiografía haya vuelto a aquellos planteamientos que enunciara Preston en una obra tan temprana y que tan alejados estaban de los cantos de sirena de la transición «modélica».

Si se me permite dar un pequeño-gran salto adelante, diría que la reciente y emblemática obra El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después (2011) vuelve a situarse en esas coordenadas centrales para la historiografía y la sociedad españolas. Se trata de una investigación abrumadora sobre las prácticas violentas durante la Guerra Civil y el primer franquismo, en la que no se escatima al lector todo lo que de brutalidad hubo en aquellos episodios que tanta tragedia y dolor causaron. Una obra en la que no se deja de apuntar tampoco a los responsables de la violencia en los dos bandos de la Guerra Civil. Pero que tampoco cae en la trivialización o en la banalidad hipócrita de quienes, bajo pretexto de una supuesta imparcialidad, pretenden equiparar en sus fundamentos, prácticas y consecuencias ambas violencias. Claro, riguroso y taxativo a la hora de señalar la voluntad de exterminio de los franquistas, antes, durante y después de la Guerra Civil, Preston ha recogido aquí muchas críticas. Muchas veces de aquellos que quieren arrojar un velo de impunidad sobre la represión franquista. Por otra parte, en esta obra Paul Preston muestra, como en las obras antes comentadas, su capacidad para conectar con aquellos aspectos que más preocupan a la sociedad española. Del mismo modo, es su imbricación con nuestra historiografía la que le permite recoger lo mejor de múltiples investigaciones para proyectarlas hacia una visión de conjunto capaz a su vez de propiciar nuevas investigaciones y debates.

Por supuesto, entre unas y otras obras debe señalarse, como un trabajo extraordinario, la biografía de Franco, reconocida internacionalmente como la más sólida de las existentes y que puede compararse sin menoscabo alguno con las mejores biografías de que disponemos sobre otros dictadores como Hitler o Mussolini. Por supuesto, nadie encontrará un asomo de «imparcialidad» en esta u otras de las obras de Preston. Sería absurdo demandarle esto a un demócrata; pero sí se encuentra un trabajo serio, sólido y riguroso. Sobre la base de un profundo conocimiento de las dinámicas políticas y sociales de la España del siglo XX, del periodo de la dictadura especialmente, Preston muestra aquí una extraordinaria habilidad en la aproximación y análisis de la figura del personaje y la compleja relación con su régimen. En este sentido, vale la pena subrayar que late aquí una concepción de la historia que, lejos de todo estructuralismo, sabe captar el interés y riqueza de los individuos en su relación con los movimientos históricos. Una vertiente esta, la de un «historiador social» especialmente atento a los «personajes», como asume explícitamente Preston, que permite explicar sus sucesivas aproximaciones biográficas a las figuras del rey Juan Carlos –Juan Carlos. El rey de un pueblo, 2003– o de Santiago Carrillo –El zorro rojo, 2013. No menos importante, en fin y en este mismo sentido, es su aproximación a los personajes que desfilan por obras como Las tres Españas del 36 (1998), Palomas de guerra (2001) o Idealistas bajo las balas: corresponsales extranjeros en la guerra de España (2007).

Todo esto, así como decenas de obras no menos importantes pero a las que no podemos hacer referencia aquí, acredita a Paul Preston como el mejor continuador del hispanismo historiográfico británico y seguramente como el hispanista de mayor proyección entre los existentes. Por su obra, como decimos, por supuesto, pero también por otras dos facetas cuya relevancia debe subrayarse. En primer lugar, por su capacidad para proporcionar el entorno adecuado para el trabajo y, en su caso, la formación de nuevas generaciones de hispanistas sobresalientes, entre los que cabe mencionar a Sebastian Balfour, Adrian Shubert, Hellen Grahan, Mary Vincent, Michel Richards, Chris Ealham, Francisco Romero y un largo etcétera. En segundo lugar, el profesor Preston ha convertido los cargos académicos, las cátedras que ha ostentado, en auténticos foros de encuentro y debate entre los historiadores británicos y españoles. Así, en el Queen Mary College encontraron un espacio de trabajo, debate y cooperación historiadores como Ángel Viñas, Julián Casanova, Enrique Moradiellos o el que, modestamente, les habla. Y por los seminarios desde allí organizados en el Institute of Historical Researh de la Universidad de Londres pasó lo mejor de la historiografía contemporaneísta española, dedicada al siglo XX.

La llegada de Paul Preston en 1991 a la London School of Economics and Political Science, una de las mejores universidades del mundo, extenderá y profundizará estas dinámicas. Allí ostenta la Cátedra Príncipe de Asturias y allí es director de la Cañada Blanch Centre for Contemporary Spanish Studies. Un centro que bajo su dirección se ha convertido en un punto de encuentro formidable entre dos sociedades y dos culturas, la británica y la española. Y se ha configurado al mismo tiempo como el principal foco del hispanismo internacional y un polo de intercambio con la historiografía española en la línea antes señalada. En este contexto, jóvenes investigadores españoles, buen número de ellos procedentes del Departamento de Historia Contemporánea, y más ampliamente de nuestra Universidad, han podido desarrollar estancias de investigación en uno de los mayores centros de referencia internacional en el terreno de las ciencias sociales.

Es precisamente en el marco de la Fundación Cañada Blanch y en relación con ella, donde se producen, amplían y profundizan los lazos del Profesor Preston con nuestra universidad. Así es, en efecto, porque la Cátedra Cañada Blanch tiene su correlato en la Universitat de València a través de la Cátedra de Pensamiento Contemporáneo, en la cual han dictado cursos destacados profesores en historia y ciencias sociales (Ernest Lluch, Sami Naïr, Enzo Traverso, Carlos Serrano, Pamela Radcliff, Jon Juaristi, Juan José Carreras, Edgar Morin o Alda Blanco, por mencionar solo a unos pocos). El propio Preston impartió uno de dichos cursos y forma parte del Consejo Asesor de la revista Pasajes, dirigida por el Dr. Ruiz Torres y vinculada en origen a estas iniciativas. También en ese marco de colaboración hay que situar el volumen sobre Valencia –De la revolución liberal a la democracia parlamentaria. Valencia (1808-1975)– que, con el patrocinio de la Fundación Cañada Blanch, tuve la ocasión de coordinar con Paul Preston y en la que participaron 15 profesores de nuestra Universidad.

Debo ir terminando y lo haré refiriéndome a las dimensiones personal y cívica de las que hablaba al principio. En el primer sentido, no es ocioso recordar que el profesor Preston vino a nacer en «la obrera» Liverpool, en una familia modesta en la que hubo de afrontar muy pronto la dura enfermedad y fallecimiento de su madre. No fue una infancia fácil la de Paul Preston que tuvo, incluso, que realizar sus primeros estudios en condiciones dificilísimas, debiendo recorrer no pocas distancias para poder asistir al colegio. No estamos pues ante la figura del buen hispanista de origen más o menos aristocrático. Pero entiendo que los duros inicios de un joven nacido en el Liverpool de la posguerra, en 1946, contribuyeron a modelar una personalidad en la que la capacidad de trabajo, la extraordinaria generosidad y la no menos gratificante capacidad de relación y bonhomía van de la mano.

Y hablo de generosidad, en efecto, porque la del profesor Preston ha estado presente en todas y cada una de las iniciativas, actividades y relaciones a las que me he referido. Pero en lo que quiero insistir ahora es en la profunda coherencia de la labor investigadora, académica y cívica, tres dimensiones profundamente interrelacionadas en su persona. Por mencionar solo algunos aspectos, habrá que decir que en el formidable impulso adquirido por la Fundación Cañada Blanch a principios de los años 90, tuvo mucho que ver la amistad entre Paul Preston y el presidente de la Fundación, el valenciano Pepe Coll. Una amistad surgida, conviene subrayarlo, década y media antes en el marco de la colaboración de ambos con la Junta Democrática y otras instancias unitarias de la oposición antifranquista. Este compromiso con la España democrática se ha venido reiterando en el marco de distintas incidencias de nuestra historia reciente. Obras suyas como la biografía de Franco o El Holocausto español, construidas desde el más absoluto rigor, constituyen, a su vez, poderosos diques frente a los siempre reiterados intentos de extender patinas benevolentes a la figura del dictador o arrojar nuevas capas de insidia y oscurecimiento de la memoria histórica. Comprometido con la democracia y nuestra historia actual, Paul Preston es también un ejemplo de reconocimiento de la España plural, la única en la que, como estudiosos británicos o como estudiosos y ciudadanos valencianos y europeos podemos sentirnos a gusto.

Y termino. Creo haber resumido a grandes rasgos los méritos del Dr. Paul Preston, las muchas razones que justifican su nombramiento como doctor honoris causa por nuestra universidad. Como miembro de la misma no puedo ocultar mi satisfacción, como tampoco dejar de felicitar al doctorando y a nuestra Universidad.

ISMAEL SAZ CAMPOS

Universitat de València

España en la guerra civil europea

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