Читать книгу Óxido - Pedro Lobato Mancebo - Страница 9

El disparo

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Todo ocurrió muy rápido. Atacaron ferozmente; desesperados y hambrientos como estaban, parecían no afectarles los golpes que yo les daba para protegerme. Eran muy fuertes: debían serlo si querían sobrevivir en este mundo hostil. Conseguí herir a dos de ellos lo suficiente para que se alejasen unos metros y un tercero me dio varias dentelladas en el tobillo, desgarrando y atravesando el pantalón, pero no mi bota de cuero, que resistió las tarascadas e impidió que los enormes colmillos se clavasen en la carne. Le asesté con la herramienta al animal y quedó aturdido; unos segundos después se desplomó.

Agotado como me sentía, débil por la reciente caída, el calor extremo y la falta de comida, no pude hacer frente a la cuarta bestia, la más grande; corrió hacia mí a gran velocidad. Mis brazos ya no me obedecían: no tenía fuerzas ni tan siquiera para ponerme en una postura defensiva. Justo cuando se disponía a abalanzarse sobre mí, un disparo zumbó de entre las dunas, intuí, a no demasiada distancia. El enorme animal cayó inerte a mis pies y los que seguían con vida emprendieron la huida, uno de ellos bastante herido; los perdí de vista entre las dunas. Antes de caer al suelo, inconsciente, pude ver otras tres figuras, humanas o robots, que caminaban hacia mí.


Óxido

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