Читать книгу La Sombra de Anibal - Pedro Ángel Fernández de la Vega - Страница 12
Оглавление«El cíclope dando un salto, sus manos echó sobre dos de mis hombres,
los cogió, como si fueran cachorros, les dio contra el suelo
y corrieron vertidos los sesos mojando la tierra.
En pedazos cortando sus cuerpos dispuso su cena:
Devoraba igual que un león que ha crecido en los montes.»
Homero, Odisea, canto IX, 287-291
Esta es la historia de un cíclope, un gigante de los que «no temen o esquivan a los dioses», pero con un punto débil: solo poseen un ojo. Aníbal, perdió uno de los suyos cuando apenas llevaba unos meses en Italia, por una oftalmia contraída mientras cruzaba la zona pantanosa de la desembocadura del Arno, para presentar batalla en Trasimeno. El estigma del general tuerto se antoja una alegoría de la trayectoria vital de Aníbal. Vence, pero está marcado.
Como el cíclope Polifemo que cierra su cueva con sus rebaños y con los griegos y Ulises dentro, Aníbal entra en Italia desde el norte y atrapa dentro de la península a los romanos y todos sus aliados, confiando en que sus victorias desarbolarán la confederación de itálicos y rendirán a Roma. En la batalla de Trasimeno los dioses demostrarán estar enojados con Roma, y en Cannas, que la han dejado desguarnecida. La paz de los dioses se ha quebrado y los romanos han sido abandonados a su suerte.
Pero Aníbal no marcha contra Roma, sino que, tras atravesar Italia, avanza por el sur de Italia tomando posiciones y animando a la defección de las ciudades. Su sombra se proyecta con ominosa presencia sobre la Urbe. Viudas y madres de caídos en batalla, las matronas salen a las calles, y en el foro y en el Campo de Marte las asambleas se agitan aclamando a cónsules experimentados, hombres que ya habían triunfado y agotado sus carreras políticas, y que se tornan en la última esperanza para torcer un destino aciago.
Uno de ellos Cayo Flaminio, líder popular, corre al encuentro de Aníbal con todo el brío y el empuje que otorga el favor del pueblo. Otro, Quinto Fabio Máximo, planteará una estrategia distinta: el desgaste, la dilación ante la certeza de que el tiempo corre en contra de Aníbal y los cartagineses.