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Prólogo

Dios gana. Esto es algo que, como cristianos, creemos en lo más profundo de nuestro ser.

Cuando era niño, no todo lo que comprábamos era de marca: la comida, la ropa, los electrodomésticos, los juguetes… lo que quieras. Mi madre creció siendo relativamente pobre y, aunque éramos la típica familia americana de clase media, lo que ella aprendió influyó en su manera de considerar el dinero. De hecho, la preparó para reconocer la ley del toma y daca, y para tomar decisiones inteligentes: gastar menos en determinadas áreas le permitía gastar más en otras. La disciplina que tuvieron mis padres con el dinero nos permitió ir de vacaciones todos los años, lo cual originó algunos de nuestros mejores recuerdos como familia (entonces y todavía hoy).

A lo largo de mi vida, Dios me ha bendecido con mentores que reforzaron los mismos principios básicos sobre cómo gestionar el dinero y la vida: tener un plan, seguir un proceso, gastar menos de lo que ganas, dar para recibir, liderar al servir, y empoderar a otros a hacer lo mismo. Y también controlar lo que puedas y estar listo para adaptarte, entendiendo que a veces suceden cosas inesperadas; eso es la vida. Estos mentores ejemplificaron para mí aquellos principios y además aplicaron su método con pasión. Es como si hubieran descubierto el programa perfecto para tener éxito a la hora de administrar el dinero y la vida. Entre tanto, también me estaban “enseñando a pescar”, y la idea de “dar sin esperar recibir” y el deseo de inculcarme esos principios era muy importante para ellos. A veces me pregunto si “mentor” será un sinónimo de “discípulo”.

Cuando en 2016 conocí a Howard Dayton (fundador y presidente de Compass - Finances God’s Way, la economía a la manera de Dios), y más tarde a Peter Briscoe, me sorprendió lo interrelacionados que estaban en sus vidas los conceptos de cristianismo, discipulado y dinero. Ejemplificaban la humildad en Cristo, dirigían como discípulos y maestros cristianos, y aplicaban a la economía los principios divinos de maneras visibles y significativas. Eran auténticos a la par que sofisticados, proyectando esa infrecuente combinación de confianza y de convicción que, sin duda, procedía del Espíritu Santo, además de deberse a su amplio trasfondo en el mundo empresarial y ministerial. Tenían el mismo esquema perfecto, pero con un sesgo añadido: su objetivo era administrar el dinero a la manera de Dios, como medio para acercarse más a Cristo y tener libertad para servirle. Era un modelo diseñado para tener un impacto eterno.

Me involucré y ellos me abrieron la Escritura, desde la estrategia a la táctica, de arriba abajo, de los mandamientos a las sugerencias importantes, del aquí y ahora (la perspectiva terrenal) al más tarde y para siempre (la perspectiva eterna). Todo lo que decía la Biblia sobre el dinero. Su enseñanza me transformó, hasta el punto de que el Señor me sacó del mundo empresarial para que trabajase con Compass como director mundial. ¿Qué estaban haciendo Howard y Peter? Lo mismo que han hecho durante más de cuarenta años: ser discípulos financieros.

El discipulado financiero consiste en que hagamos nuestra parte para situar a Dios en la mejor posición para que gane. Por supuesto que él no necesita nuestra ayuda, pero sí que nos concede un rol claro e importante que desempeñar. Un componente crítico para ser un cristiano completo es comprender y activar nuestro papel como discípulos financieros dentro del plan que Dios tiene para el mundo.

El dinero afecta prácticamente a todas las áreas de nuestra vida. Sin embargo, la fórmula de Dios para gestionar el dinero y los bienes materiales apenas se menciona en las iglesias, los matrimonios, las empresas o el hogar. ¿Por qué pasa eso? ¿Es que Dios no tiene nada que decir sobre el dinero? Y si dice algo, ¿qué vamos a hacer al respecto?

La realidad es que Dios tiene mucho que decir sobre el dinero. En la Biblia, este tema se menciona 2350 veces. ¡Eso es más del doble de lo que dice sobre la fe y el amor juntos! Además, casi el 15 % de todo lo que dijo Jesús, y más del 40 % de sus parábolas, hablan del dinero para transmitir el paradigma propio del reino. O sea, ¡que para Dios es un tema importante! Afortunadamente, cuando lo enfocamos bien, él nos ofrece instrucciones claras, grandes metas y expectativas, y beneficios eternos “a escala divina”. Igual que Peter y el resto del equipo de Compass, me he apasionado (quizá incluso obsesionado) con la idea del discipulado financiero como la próxima gran frontera que debemos alcanzar como comunidad cristiana mundial.

En este libro, Peter eleva el debate sobre el discipulado financiero: qué es, por qué es importante y cómo encaja en el plan del Maestro. Describe la imagen del papel que pueden desempeñar y desempeñan los discípulos financieros en la tierra y en el reino. Analiza la estrategia y los beneficios eternos de llevar la vida de un discípulo financiero. Nos ayuda a interiorizar el contexto histórico de los conceptos bíblicos sobre el dinero, aplicándolos a nuestras vidas de manera práctica. Por último, resalta la importancia que tiene que los discípulos financieros acepten su responsabilidad de crear otros que también lo sean, ayudando sin esperar nada a cambio y contribuyendo a respaldar financieramente y a cumplir la Gran Comisión. ¡Esta es una lectura imprescindible! Recomiendo este libro a cualquiera que busque sabiduría sobre lo que Dios dice acerca del dinero y cómo darle un buen uso para gloria de Dios y por toda la eternidad.

El discipulado financiero es un estilo de vida y una decisión. No es un viaje con un destino prefijado de por sí. Más bien se trata de una progresión interactiva, circular, de por vida, que es diferente para cada persona. Los objetivos son muy claros: aumentar la consciencia, la fidelidad y la obediencia. El progreso hacia las metas nos lleva a que el objetivo se clarifique: la humildad en Cristo por medio del Espíritu Santo, que produce un fruto duradero que multiplica el reino. Cuando vivimos plenamente por el Espíritu y producimos fruto eterno, somos transformados, convirtiéndonos en discípulos que se hallan en la mejor tesitura posible para optimizar el propósito de Dios para nuestras vidas: glorificarle en todos los ámbitos de nuestra existencia, sobre todo en aquel en el que tantos se han quedado cortos: el financiero.

Estas metas, objetivos y resultados que a lo largo de todo el libro Peter nos exhorta a perseguir nos llevan a formular algunas preguntas trascendentales. Al final, ¿qué historia contará tu dinero? ¿Estás invirtiendo en la eternidad? ¿Y si pudieras sustituir la economía del mundo por la del reino, y durante ese proceso ayudar a otros a acercarse más a Cristo? Cuando ponemos en práctica el modelo y los conceptos perfilados en este libro, Dios gana y, como resultado de nuestra fidelidad financiera, nos acercamos más a Cristo. ¡Que Dios sea alabado y glorificado!

Brandon Sieben, director internacional de Compass – Finances God’s Way, Iowa City, Iowa, EE. UU.

El discipulado financiero

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