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Introducción

Oriente y Occidente se encuentran en la Harvard Medical School

EN julio de 2009, junto con otros seis investigadores de Tai Chi y de mente-cuerpo, en representación de las principales facultades de medicina de Estados Unidos, me encontré situado en un grupo con cinco de los más renombrados y grandes maestros vivos del Tai Chi, el equivalente a los dalai lamas del Tai Chi. Este encuentro sin precedentes entre los investigadores y los maestros de Tai Chi se dio en el Primer Simposio Internacional de Tai Chi, que tuvo lugar en el campus de la Vanderbilt University Medical School, un evento que supuso un hito en el mundo del Tai Chi. Por primera vez, maestros que representaban los estilos de Tai Chi más importantes coincidieron en un solo lugar para enseñar y compartir personalmente su pasión por el Tai Chi, mostrar la unidad a través de los diferentes estilos, y hablar con una sola voz sobre el futuro de este antiguo arte marcial. Más de 500 entusiastas del Tai Chi, investigadores médicos, responsables políticos y grupos de presión en temas de salud se hallaban entre la audiencia esperando este histórico evento.

Para mí, fue aún más notable el hecho de que este simposio por la tarde se dedicara a explorar el papel que podía desempeñar la investigación científica occidental en la información sobre el desarrollo del Tai Chi y su integración en el sistema de salud occidental. Al trabajar durante el día como investigador médico que estudiaba objetivamente la ciencia del Tai Chi y por la noche como instructor de Tai Chi en mi comunidad, durante años he caminado sobre la línea sinuosa que divide las partes más racionales e intuitivas del símbolo del yin y el yang del Tai Chi. Como científico y también como profesor y practicante, he explorado cómo unir mejor el conocimiento que subyace a mis dos vocaciones, o como se diría en la jerga del Tai Chi, cómo el yin y el yang pueden enriquecerse mutuamente.

El simposio fue un gran éxito en muchos sentidos. Algunos intercambios provechosos entre maestros e investigadores pusieron de relieve la promesa del Tai Chi de mejorar la salud de nuestra población de más edad, por ejemplo, en la prevención de las cardiopatías y las fracturas relacionadas con las caídas. Otros intercambios se centraron en el potencial de los instrumentos científicos más vanguardistas para dilucidar el impacto del Tai Chi en los procesos fisiológicos del cerebro, el corazón y el sistema musculoesquelético. Una breve discusión sugirió respecto a cómo la tecnología moderna podía ayudar a entender mejor los conceptos de la medicina tradicional china desconocidos para la mayoría de los occidentales, como el Qi, o el flujo de energía en nuestro cuerpo.

Ciertamente, a pesar del intercambio de ideas sin precedentes, hacia el final de la noche me sentí algo insatisfecho, esperando mucho más. En una primera apreciación, sentí que unas pocas horas eran un período demasiado corto para dedicar a temas tan enriquecedores. Sin embargo, lo que es más importante, sentí que la profundidad de las discusiones se veía limitada por las enormes barreras culturales, lingüísticas y epistemológicas entre los maestros de Tai Chi y los científicos. Aún no disponemos de un lenguaje o marco bien desarrollado que facilite la comunicación entre la práctica y la ciencia del Tai Chi. Situado como estaba ante la interfaz de dos culturas muy diferentes, las artes orientales de curación y la ciencia occidental, vi claramente cuánto trabajo era aún necesario para construir puentes de unión. Parte de mi propuesta, y el propósito central de este libro, es explorar la interfaz entre Oriente y Occidente a través del Tai Chi.

La ciencia del Tai Chi recién se está poniendo al día y comprobando lo que los practicantes de Tai Chi saben desde hace siglos: el Tai Chi a menudo proporciona más vigor y energía, más flexibilidad, equilibrio y capacidad de movimiento, así como una mayor sensación de bienestar. La investigación actual presta apoyo ahora a las antiguas reivindicaciones sobre el impacto favorable del Tai Chi en la salud del corazón, los huesos, nervios y músculos, el sistema inmunitario y la mente. Esta investigación también da una idea sobre los mecanismos fisiológicos subyacentes que explican cómo funciona el Tai Chi. Este conocimiento ha permitido a investigadores como mis colegas de la Harvard Medical School y a mí mismo dar forma a los elementos esenciales del Tai Chi en programas bien adaptados al moderno estilo de vida occidental e integrar la formación en Tai Chi eficazmente en la rehabilitación y prevención de numerosas enfermedades.

«El Yin y el Yang: la Madre de los Diez Mil Seres»

Como sugiere esta cita de Lao-Tsé, el nombre del Tai Chi deriva del concepto del yin y el yang también conocido como el símbolo del Tai Chi. El yin-yang es un concepto central en la medicina, ciencia y filosofía chinas tradicionales, y es uno de los pilares más firmes de la cultura china. El símbolo del yin-yang, ahora también muy popular en Occidente, presenta dos polos opuestos complementarios que, juntos, crean un todo dinámico, equilibrado, integrado e interdependiente.

El entrenamiento en Tai Chi incorpora este concepto del yin-yang en múltiples niveles. En el más evidente, el nivel físico, es un ejercicio que tiene como objetivo fortalecer, estirar, equilibrar, coordinar e integrar las mitades derecha e izquierda del cuerpo, las mitades superior e inferior, y las extremidades del cuerpo con la parte interior o central. En un nivel más sutil integra el cuerpo y la mente. Los movimientos del cuerpo son coordinados mediante el ritmo, la respiración consciente y los numerosos componentes cognitivos y emocionales, entre los que se incluyen la atención focalizada, el aumento de la autoconciencia, la visualización, las imágenes y la intención.

En un nivel quizá aún más sutil, el Tai Chi te sensibiliza e integra en tu entorno físico y social. En un nivel interpersonal, estar en sintonía con otras personas en el entorno social ayuda a aprender a interpretar y responder adecuadamente a sus señales. Esta integración interna / externa es uno de los secretos del Tai Chi como arte marcial: al hacerte extremadamente sensible a los movimientos de tus oponentes, aprendes a liderar mediante la neutralización y el acompañamiento. Conectar con la naturaleza también puede ser una parte integral del entrenamiento en Tai Chi. Practicar en el exterior, en un parque, puede proporcionar la sensación de recibir nuevas fuerzas o nutrirse del entorno natural. Para algunos, la conciencia aumentada de uno mismo y nuestra conexión e integración con el mayor mundo natural puede aportar también una dimensión espiritual: mejorar el sentido de ser parte de algún proceso natural más vital y en expansión.

Para un extraño, al observar la práctica de un maestro o el ejercicio del Tai Chi, la integración con éxito del yin-yang se ve reflejada en la conexión perfecta de la gracia de los movimientos, uno fluyendo en el otro, como un sentimiento de concentración, calma y tranquilidad. Se puede apreciar que el maestro dispone tanto de integración como de conciencia interna y externa, y está en sintonía consigo mismo y con el ambiente que le rodea. En el Tai Chi, como en el yin-yang, toda está interconectado. El maestro de Tai Chi refleja lo que el profesor Ted Kaptchuk, mi colega de la Harvard Medical School y erudito en medicina china, denomina «una trama sin tejedor» («Web that has no Weaver»)1.

La holística y ecológica visión oriental del cuerpo, la mente y la salud está siendo cada vez más apreciada y adoptada en la comunidad médica occidental. Elementos de esta perspectiva holística han sido reconocidos implícitamente en la historia de lo que conocemos como medicina convencional, o biomedicina, pero la comunidad médica occidental moderna se ha basado cada vez más en un marco reduccionista para definir la salud, tratar la enfermedad y formar a los médicos. El principio central de este modelo reduccionista moderno se focaliza en las causas profundas de la enfermedad, por ejemplo los agentes infecciosos, las anomalías genéticas o del desarrollo, o las lesiones. El enfoque reduccionista asume que los problemas complejos pueden ser resueltos dividiéndolos en porciones más pequeñas, más simples, o en unidades más fáciles de tratar. Otro colega y colaborador de la Harvard Medical School, el Dr. Andrew Ahn, designa esta técnica como «divide y vencerás»2.

Por supuesto, en la medicina moderna el reduccionismo ha comportado enormes éxitos, entre ellos el desarrollo de medicamentos, marcadores genéticos, técnicas de diagnóstico por la imagen y cirugía curativa. Pero el reduccionismo tiene sus límites e inconvenientes. Como indica Ahn, «el reduccionismo se hace menos efectivo cuando la acción de dividir el problema en diferentes partes comporta la pérdida de información importante sobre el conjunto»3.

Esta limitación inherente a dividir el problema se observa especialmente en enfermedades crónicas complejas como la diabetes, la arteriopatía coronaria o la lumbalgia recurrente, en las que raramente hay un único factor implicado o es el responsable en solitario de la presentación o el desarrollo de la enfermedad. Por lo general, a menudo se identifican numerosos factores y la enfermedad evoluciona a través de complejas interacciones entre ellos. Además de haber perdido la posibilidad de ver los árboles por culpa del bosque, otros temas relacionados con el reduccionismo incluyen la pérdida de la persona como un todo, la despersonalización de la medicina, la falta de comunicación entre especialistas y los mayores costes debidos a la falta de coordinación en los cuidados.

Harvard mira hacia Oriente

En la Harvard Medical School, como en otros muchos centros académicos de medicina de Estados Unidos, son evidentes los signos del pensamiento holístico en medicina a todos los niveles, desde los clínicos hasta los investigadores o profesores, incluido un emocionante programa que evalúa los beneficios médicos del Tai Chi y las prácticas de cuerpo-mente relacionadas. En el año 2000, el Harvard Medical School Council of Academic Deans creó la Division for Research and Education in Complementary and Integrative Medical Therapies. El programa se diseñó para facilitar la colaboración interdisciplinar y entre instituciones facultativas con los siguientes propósitos: a) evaluar la investigación en terapias médicas complementarias e integradoras; b) proporcionar programas educativos a la comunidad médica y al público, y c) investigar el diseño de modelos sostenibles de cuidados integradores y complementarios en el entorno académico. Desde su creación, y ahora bajo los auspicios del Osher Center for Integrative Medicine, situado junto a la Harvard Medical School y el Brigham and Women’s Hospital, la facultad y sus colaboradores han recibido docenas de becas de los National Institutes of Health, han publicado cientos de artículos científicos en revistas especializadas, y han influido significativamente en el cuidado que se recibe en los hospitales de Harvard. Actualmente, prácticamente todos los hospitales de Harvard cuentan con programas que ofrecen algún tipo de medicina integradora. Tanto en la Brigham and Women’s Hospital’s Osher clinic como en la Massachusetts General Hospital’s Benson Henry clinic, los médicos y los practicantes de medicina alternativa complementaria reciben pacientes, y las prescripciones pueden incluir un curso de Tai Chi, meditación, yoga o consejos sobre el estilo de vida y la dieta, junto con medicina convencional. Los hospitales de la Harvard Medical School son ejemplos de cómo la comprensión y la investigación fiable que apoyan la promesa terapéutica del Tai Chi y las prácticas de cuerpo-mente relacionadas pueden catalizar la integración de estas prácticas en la práctica médica convencional.

Este libro pretende mostrar, de un modo objetivo y científicamente equilibrado, la promesa clínica del Tai Chi y ofrecer una mayor comprensión de los procesos fisiológicos subyacentes que explican cómo el Tai Chi mejora la salud. El Tai Chi incluye una rica mezcla de componentes terapéuticos, que he organizado en «ocho ingredientes activos». Articular el conocimiento de estos ocho ingredientes nos ha permitido a mis colegas de la Harvard Medical School y a mí afinar el enfoque del Tai Chi en nuestras modernas vidas occidentales y centrarnos con mayor eficacia en la rehabilitación y prevención de numerosas afecciones. Con este conocimiento hemos formulado una serie de protocolos simplificados de Tai Chi diferentes que han sido probados en numerosos estudios clínicos en la Harvard Medical School y hospitales afiliados, cuyos elementos esenciales quiero compartir en este libro.

Mi vida en el Tai Chi

Mi interés por el Tai Chi ha crecido a partir de mi larga pasión personal por las artes marciales y la filosofía oriental, que empezó cuando estaba en el instituto, al mismo tiempo que tomaba forma mi interés por la ciencia. Mi entrenamiento en Tai Chi, que sigue ampliándose, ha incluido a numerosos y grandes maestros, tanto de Oriente como de Occidente. Aunque he estudiado durante más de 35 años, aún siento que estoy solo arañando la superficie de este rico y arcano arte. Desde 1985, he enseñado en el centro de enseñanza que fundé en el área de Boston, y que me ha dado la oportunidad de compartir lo que he aprendido con una amplia variedad de personas y pensar en el mejor modo de transmitir esta información; enseñar también me ofrece un lugar en el que integrar lo que he aprendido en mis investigaciones en la Harvard Medical School. Considero mis clases de Tai Chi algo así como el equivalente de las prácticas clínicas de mis colegas médicos.

Mi camino para llegar a ser un investigador científico de Tai Chi no ha sido lineal, sino que ha adoptado más bien numerosos giros y vueltas. Tras realizar un estudio interdisciplinar de pregrado en ecología humana y dos años de investigación de la biología de la población vegetal en Europa, completé mi doctorado (PhD) en biología evolutiva en la Universidad de Harvard. En el año 2000, tras un viaje a China y un entrenamiento formal en Tai Chi y Qigong posterior, decidí realizar un cambio significativo en mi carrera, unificando mis dos mundos y empleando mis habilidades en investigación y el marco ecológico para estudiar los aspectos clínicos y las bases de la medicina china, incluido el Tai Chi. Mi primer puesto fue el de Director de Investigación fundador en la New England School of Acupuncture. Obtuve becas de los National Institutes of Health, y establecí y dirigí una colaboración formal con la Harvard Medical School centrada en la medicina asiática. En 2006, me convertí oficialmente en profesor numerario de la Harvard Medical School. Como director del Programa de Investigación en Tai Chi y Cuerpo-Mente, y más recientemente como Director General de Investigación del Osher Center for Integrative Medicine, he alcanzado el empleo soñado. Como científico y como pensador de Tai Chi, adoro la búsqueda de conexiones y la construcción de vínculos entre ellos.

Ser investigador de la Harvard Medical School y practicante del Tai Chi basado en la comunidad es un acto de equilibrio del yin y el yang. Como científico durante el día en la Harvard Medical School, me adhiero a las reglas de la investigación de objetivos, imparcial, rigurosa y científica. Mi trabajo no es encontrar resultados que prueben que el Tai Chi es bueno; en otras palabras, no soy un investigador defensor. Más bien busco desapasionadamente cómo entender qué funciona, qué no funciona, qué es seguro, y si puede haber beneficios para algún tipo de población o trastorno médico, explorar cómo integrar mejor el Tai Chi con los cuidados de salud actuales. Tanto mis colegas como yo mismo empleamos diseños de investigación rigurosos que minimizan los sesgos, y seguimos códigos científicos estrictos. Esto asegura que el sesgo no afectará a la investigación.

En mi propia práctica y cuando imparto clases de Tai Chi, mi investigación da forma a mi experiencia y enseñanza, pero a veces debo prescindir del marco de la ciencia. Parte de la práctica del Tai Chi y otras artes de meditación precisan abandonar el pensamiento racional e introducirse en otros procesos menos comprendidos, como la intuición y la imaginación. Por ejemplo, el Tai Chi clásico reza: «La fe o la mente mueven la energía interna (Qi), y el Qi mueve el cuerpo». En este punto de mi entrenamiento en Tai Chi, en un buen día, esta idea se me presenta con mucha claridad. Puedo cambiar fácilmente hacia un flujo de Tai Chi meditativo. Pero la comunidad científica está aún lejos de definir o cuantificar el Qi, o de conocer todas las vías neurofisiológicas relacionadas en las conexiones entre mente, cuerpo y energía.

Mi primer objetivo como profesor es utilizar cuantas herramientas tenga a mi alcance para ayudar a los estudiantes a obtener experiencias significativas, por lo que enseñar solo desde la pura ciencia pudiera ser ineficiente y poco ético. Mi mitad practicante se mantiene escéptica sobre la ciencia y cree que esta quizá nunca pueda abordar algunas cuestiones. Aún así, mis dos trabajos, uno como investigador de día y el otro como profesor de Tai Chi de noche, implican una danza dinámica entre el yin y el yang, ambos dándose forma mutuamente e incubando pensamientos enriquecedores, y me han proporcionado un estilo único de enseñar y practicar Tai Chi.

A lo largo de este libro, quedará claro qué mitad de mí se está expresando. Cuando se dispone de evidencia científica, aportaré las citas a las investigaciones publicadas. Distinguiré las evidencias de mis experiencias personales o las experiencias compartidas por mis estudiantes, y los principios que propone el Tai Chi clásico o que adoptan mis profesores y otros maestros.

Sobre la Guía de Tai Chi de la Harvard Medical School

La Guía de Tai Chi de la Harvard Medical School surgió de mi larga formación en Tai Chi, mi interés por la investigación de mente-cuerpo y mi equilibrio como practicante e investigador. A través de mis clases de Tai Chi y mis estudios de investigación he tenido la fortuna de ayudar a gente entre los veinte y los cuarenta años a mejorar sus habilidades atléticas y su práctica de artes marciales, proporcionar una salida a la de entre los cuarenta y los cincuenta para reducir su estrés laboral, y ayudar a las personas de sesenta, setenta, ochenta y noventa años a encontrar una forma suave de ejercicio reconstituyente.

Esta obra pone por escrito cómo utilizar los conceptos del Tai Chi para mejorar la salud. Muestra, paso a paso, cómo los ocho ingredientes activos del Tai Chi pueden aumentar la conciencia corporal y el enfoque interno, hacer que los movimientos corporales sean más gráciles y eficientes, mejorar la respiración natural y la salud cardíaca, y contribuir a lograr la paz metal. Los crecientes problemas asociados con nuestro estilo de vida occidental, de ritmo rápido, atareado, sobreestimulado, en el que más es mejor, puede ser contraatacado con la «meditación en movimiento» del Tai Chi. Los cambios dinámicos derivados de la práctica regular del Tai Chi proporcionan una estrategia práctica para vivir de forma menos estresada y más equilibrada. Ensamblo e integro en este libro diversos tipos de conocimiento tanto orientales como occidentales – desde los ejercicios simplificados de Tai Chi esquematizados de las antiguas raíces del Tai Chi, a la ciencia moderna que respalda sus reivindicaciones de salud –, con la sincera esperanza e intención de que enriquecerá la vida del lector y le proporcionará una guía para su propio itinerario por el Tai Chi.

Un objetivo explícito de esta obra es hacer que el Tai Chi sea más accesible y su práctica regular más fácil. Lo mismo que la prescripción de un fármaco por el médico, una dieta o un programa de ejercicios, estas terapias solo funcionan cuando se llevan a cabo con constancia. Además, a pesar de las mejores intenciones, el estilo de vida ajetreado, tanto si es el de un ejecutivo con exceso de trabajo, una madre con numerosas actividades extraescolares que atender o un deportista con poco tiempo para el entrenamiento multidisciplinar, el lector necesitará un programa que no solo sea efectivo, sino también práctico. El programa simplificado que presenta este libro es muy sencillo de aprender y permite centrase en los principios esenciales del Tai Chi. Y lo que es más: además de un programa formal, podrán aprenderse numerosos ejercicios simples que pueden «colarse» fácilmente en la vida diaria en casa o en el trabajo, añadiendo un poquito más de energía y fluidez que sirva de ayudar para pensar y realizar mejor las tareas.

En este libro, el lector encontrará:

Una introducción de los principios tradicionales del Tai Chi, vistos a través de la ciencia médica moderna.

Un protocolo de Tai Chi simplificado, que incluye descripciones extensas y fotografías de ejercicios que puede realizar uno mismo, parecido a los regímenes que numerosos estudios clínicos han demostrado que funcionan.

Revelación de los procesos fisiológicos subyacentes que explican cómo el Tai Chi puede mejorar la salud.

Conocimientos actuales, resúmenes objetivos de las investigaciones publicadas que aclaran lo que se sabe y lo que aún se desconoce de los beneficios del Tai Chi sobre la salud.

Cómo los ocho ingredientes activos del Tai Chi pueden integrarse en las relaciones personales y profesionales, aumentar la productividad laboral, potenciar la creatividad y mejorar el rendimiento deportivo.

Esperamos que con la lectura de este libro el lector llegue a la conclusión de que hay una necesidad imperiosa de obtener nuevos enfoques del Tai Chi en los cuidados de salud actuales y, lo que es más importante, que la integración del Tai Chi en el mundo médico puede ayudar a prevenir la progresión y la carga personal y económica que suponen las enfermedades crónicas.

Parte del objetivo de mezclar la evidencia científica con el saber oriental – de nuevo el concepto del yin-yang – estriba en que el conocimiento nos proporciona poder. Si podemos entender cómo funciona el cuerpo y el grado increíble en que puede autorregularse, y entendemos cómo el Tai Chi acentúa los múltiples procesos de autocuración, este conocimiento puede disipar gran parte del miedo asociado a la enfermedad, por cuanto nos alienta y da fuerzas para liderar y ocupar un papel central en nuestra propia salud. Alcanzar un conocimiento más profundo de cómo funciona nuestro cuerpo puede incluso catalizar nuestro progreso en el entrenamiento de Tai Chi. Tengo la esperanza de que este conocimiento también anime a los instructores de Tai Chi a interesarse más e informarse mejor sobre las investigaciones, para que sean capaces de comunicarse, colaborar con la comunidad médica convencional y servir mejor a sus estudiantes.

La Guía de Tai Chi de la Harvard Medical School también ofrece información sobre el desarrollo de la práctica regular de Tai Chi, clases donde se practica, y qué buscar en un buen programa de Tai Chi. Espero que al seguir las instrucciones que ofrece este libro, el lector pueda alcanzar los mismos cambios positivos de los que he sido testigo personalmente en mis estudiantes y en los voluntarios que participan en mis estudios. Ellos explican sus historias con sus propias palabras cuando describen cómo ha sido aprender Tai Chi y cómo les ha afectado en sus vidas. Ofrezco asimismo mi experiencia personal al trabajar con maestros de Tai Chi para mostrar cómo también el lector podrá mejorar su salud, fortalecer su corazón y agilizar su mente.

Guía Tai Chi de la Harvard Medical School

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