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Utilizar correctamente la arcilla

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Utilizar la arcilla conscientemente, sin considerarla una panacea o un remedio anodino, significa adoptar la decisión más sana y más sabia.


¿La arcilla es adecuada para todo y para todos?

La arcilla no es un producto neutro. Precisamente debido a la riqueza de sus componentes y a sus múltiples propiedades, un tratamiento que la tuviera como base no podría, sin lugar a dudas, tomarse a la ligera.

La arcilla no es una panacea y sería perjudicial considerarla como tal; como también sería un error privarse de tratamientos médicos cuando son capaces de curarnos, sólo para demostrar que somos naturistas convencidos. La moderación y la búsqueda de un término medio tienen que guiar siempre nuestros pasos. Aunque no es peligrosa, la arcilla, como cualquier otro remedio de cierta eficacia, presenta algunas contraindicaciones, aunque no demasiadas. Es necesario, pues, conocerla. En el tratamiento a base de arcilla se descartan todas aquellas enfermedades cuyos síntomass coinciden precisamente con los efectos secundarios, mínimos por otra parte, que puede provocar la arcilla.

Por lo tanto, es mejor evitar una terapia interna a base de arcilla si se padece de hipertensión, de estreñimiento muy fuerte, de tendencia a la obstrucción intestinal o después de algunas sesiones de rayos X. Una última contraindicación puede surgir si se ha tomado aceite de parafina o de oliva en los veinte días anteriores al inicio del tratamiento o si se siguen dietas ricas en grasas, ya que el exceso de grasas o de estos tipos de aceites provocan la coagulación de la arcilla con la consiguiente obstrucción de los órganos. Es siempre aconsejable la máxima prudencia al iniciar un tratamiento alternativo; por lo tanto, es esencial consultar al propio médico antes de someterse a una terapia a base de arcilla, tanto para uso externo como interno.

Lo primero que se tiene que hacer es determinar cuál es el tratamiento más apropiado: el de la medicina tradicional, el homeopático, el tratamiento con arcilla u otros. Las pequeñas molestias que no derivan de una enfermedad pueden, en cambio, curarse con la arcilla incluso sin una consulta previa al médico.

Pero es necesario tener presente que, aunque la arcilla es inocua, en algunos casos puede ser necesario interrumpir el tratamiento. En algunos individuos, por ejemplo, después de ingerir la arcilla, incluso en pequeñas dosis, se han registrado reacciones congestivas, sofocos o silbidos en los oídos. Otras veces se produce una debilidad general acompañada de flacidez en los tejidos que se acentúa particularmente en el rostro.

Estos casos, que son muy raros, requieren la suspensión del tratamiento puesto que estas molestias son totalmente reversibles. Entonces, ¿podemos utilizar la arcilla tranquilamente? Sí, pero cuidado, una buena dosis de prudencia es siempre necesaria.

La arcilla no puede considerarse como un simple objeto de curiosidad y es imprudente empezar un tratamiento si no se tiene la intención de llevarlo a término. Es peligroso, de hecho, detener una cura a la mitad, cuando los tejidos sanos todavía no están completamente formados. Por lo tanto, tenemos que afrontar el tratamiento con seriedad. Esta es la condición sine qua non para que la cura tenga éxito.

El extraordinario poder curativo de la arcilla

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