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Capítulo 2 – Motivación intrínseca

“Sé tú mismo, los demás puestos están ocupados”.

Oscar Wilde.

La diversidad invisible existe a nuestro alrededor sin que tengamos que hacer nada para generarla. Es un valor fantástico al que si, por contra, no le prestamos atención, la masa va diluyendo hacia una homogeneidad mediocre.

¡Aquí no! Aquí queremos provocar todo lo contrario. Todos somos diferentes y todos podemos brillar. ¡Cuánta luz podría haber a nuestro alrededor si prestáramos atención a todo este brillo!

Todo este potencial de lo que somos, lo llevamos dentro desde muy pequeños. A veces la educación, nuestro entorno, nos quiere hacer creer que nuestro brillo no aporta nada al mundo. ¡Nada más lejos de la realidad! Intentar ser quien no somos y actuar según unos patrones impuestos, hace al mundo gris y mediocre. En cambio, ¿qué pasaría si desde pequeños intentáramos ser la mejor versión de nosotros mismos? ¿Qué pasaría si cada día tuviéramos la oportunidad de hacer aquello que nos encanta? En primer lugar el mundo sería un lugar mucho más feliz, por otro lado, la masa gris y homogénea pasaría a ser una red interconectada de individuos que brillan con luz propia. Una red interconectada porque lo que le encanta a una persona aporta valor a otra, tejiendo una conexión de luces en la que a cada persona se la valora por lo que es.

Como futurista ¡me apasiona esta visión de un mundo lleno del brillo de las personas! Pero vamos paso a paso.

En primer lugar, aquello que nos encanta ¿realmente aporta algo de valor? A menudo hay que hacer todo un proceso para reconocerlo. Recuerdo en el colegio, que en más de una ocasión me llamaran la atención por “estar pensando en otras cosas” y por “no prestar atención”. Eso era cierto a medias. Sí que prestaba atención, pero para quedarme con aquellos conceptos que encontraba interesantes y con ellos, proyectarme hacia una visión fantástica. ¡Me encantaba soñar! y está claro que a los profesores (o al menos a gran parte de ellos) les irritaba.

Este soñar ¿aporta algo de valor al mundo? Si les hubiéramos preguntado en aquel momento a mis profesores (también hay que pensar que era otra época), hubieran dicho que no, al contrario, merma la atención y la capacidad de aprender. Mis sueños no eran más que tonterías que no aportan nada.

Con el tiempo he sabido por qué me encanta soñar. (Ya hemos comentado en el capítulo anterior la gran importancia que tiene tener consciencia del por qué). Soy futurista y tengo la habilidad de proyectarme a escenarios futuros. Me fascina lo que será, visionar donde podemos llegar. Para mis profesores era un soñador, ahora tengo la consciencia que soy visionario. Son dos adjetivos de una misma realidad pero con el segundo se proyecta de forma clara el valor positivo que esto aporta al mundo.

Un talento, es decir un patrón de comportamiento innato ¿siempre aporta algo de valor? La respuesta es sí. Eso no quiere decir que siempre lo esté aplicando con un impacto positivo y en el momento oportuno. Seguramente en mitad de clase no era el momento oportuno para desconectar y proyectarme hacia aquello que se podría lograr con aquel concepto de “átomo” o con “la teoría de Newton” que me acababan de explicar. Pero indudablemente el mundo necesita esta visión futurista y atrevida para avanzar.

Esto pasa con todos los talentos, no hay mejores ni peores, no hay talentos guays ni talentos cutres. De hecho el talento en si es neutro, todos tienen su visión positiva (el enfoque de visionario) y su visión negativa (el enfoque de soñador). Es responsabilidad nuestra, cuando tomamos consciencia de nuestros talentos, utilizarlos con este impacto positivo en nosotros mismos y en nuestro entorno (el don de la oportunidad).

Así pues, aquello que me encanta, resulta que puede aportar algo de valor al mundo. Quien me hubiera dicho a mi en el colegio ¡que podrían llegar a pagarme por soñar! Y aquí aparece otro factor clave, lo que me encanta está directamente relacionado con mi motivación intrínseca. Lo hago, no porque me lo pidan, ni porque me paguen, ni porque socialmente esté reconocido, lo hago simplemente porque ¡me encanta!

Si hemos dicho que la diversidad invisible es el activo más valioso de una organización, y la motivación intrínseca es un motor potentísimo que mueve a las personas hacia su éxito personal y felicidad ¿qué pasa si juntamos las dos piezas? Creo que no es difícil imaginar la potencia y el gran impacto que esto tiene, de hecho es un paso más allá en el estadio de una organización.

Cada persona es diferente, cada persona tiene su motivación innata, aquel motor que la mueve que va mucho más allá de la zanahoria que nos puedan poner delante. Al ser diferentes, lo que me encanta a mi no coincide con lo que le encanta a otra persona, de manera que se teje una interdependencia natural que coloca a cada persona en el lugar donde puede explotar su máximo potencial y aprovechar en beneficio propio y del grupo el aporte de los demás. (Ya hablaremos en capítulos posteriores sobre liderazgos compartidos y equipos interdependientes).

A veces observo a nuestras tres hijas jugando. Últimamente juegan con una muñeca Nancy a la que le hacen todo tipo de accesorios. Una de ellas es la que pone la visión “podría tener un armario y un espejo”, “también le hará falta un pijama”... a la otra es a la que le encanta materializarlo. Pega, recorta, cose... según la visión (eso sí, compartida y consensuada) y con todo el material y alternativas que le pone a disposición su hermana (que en la parte ejecutora no hace nada). ¿Y la tercera? La tercera tiene la misión inconsciente de ser la pátina del grupo. Ella ayuda en cositas, pero sobre todo, ríe, calma el ambiente si se tensiona, hace una tontería o cuenta un chiste, todo con el objetivo de que haya un buen ambiente.

Cuando juegan así es una delicia porque cada una aporta lo mejor de si. Se teje (en este caso de forma inconsciente) esa red de luces en la que cada una ha encontrado su lugar donde brillar. Ese movimiento natural, fruto de la diversidad invisible, donde cada cual se guía según su motivación intrínseca.

Ellas son pequeñas y esos momentos de armonía en el brillo se rompen, a mi entender por la falta de consciencia de lo que se está aportando y por querer brillar también con la luz de otro. Es importante ese gesto de honestidad con uno mismo. Somos lo que somos y nuestra misión debería consistir en ser la mejor versión de nosotros mismos. Cuando una de ellas intenta hacer algo imitando a la otra hay algo que chirría. El chiste de una se convierte en una torpeza inapropiada de la otra. “¿Mama/Papa por que con ella os habéis reído y a mi me miráis con cara rara?”. Puede resultar difícil de explicar a una niña y en ningún caso pretendemos decirle a nadie lo que no puede ser (“es que tu don no es hacer reír”) sino al contrario, potenciar aquello que sí se es y con esa consciencia conseguir todo aquello que uno se proponga, ¡incluso el ser graciosa!

Debemos tomar consciencia de qué es lo que aportamos y ser fieles a nosotros mismos. Este es el primer paso hacia una vida plena y feliz. Hacer siempre que podamos aquello que nos gusta no quiere decir que no nos esforcemos o que nos acomodemos en una zona de confort. ¡Al contrario! Nuestra responsabilidad es ser nuestra mejor versión. Será necesario, además de la toma de consciencia, una voluntad, un esfuerzo para, de entre todas la versiones que podemos ser, forjar la mejor. Lo que sucede es que si hacemos lo que nos encanta, nuestro esfuerzo resulta ser placentero. Y ese esfuerzo, que hacemos con gusto, nos conduce hacia la excelencia en aquello que nos encanta y nos lleva a brillar.

Todos podemos aportar algo al mundo por el puro placer de poner en marcha nuestra motivación intrínseca, sin esperar nada a cambio. Debemos descubrir que nos hace valiosos y con toda honestidad brillar con luz propia. Somos diferentes, ni mejores ni peores, pero sí ¡maravillosamente únicos!

Conclusiones:

• Aquello que nos encanta está directamente relacionado con nuestra motivación intrínseca.

• Todos los talentos aportan valor. No hay talentos mejores ni peores.

• Sí hay talentos más oportunos dependiendo de la situación.

• Aquello que me encanta no tiene porque ser algo que comparta todo el mundo. Cada uno tenemos nuestro filtro.

• La diversidad invisible nos permite afrontar una misma situación desde diferentes perspectivas, de ahí su valor.

• Depende de nosotros mismos que nuestros talentos aporten un valor positivo, por lo tanto, es responsabilidad nuestra adquirir la consciencia de aplicarlos con un impacto positivo en nosotros y en nuestro entorno.

• Debemos ser honestos con nosotros mismos y no intentar actuar según talentos de otros.

• Forjar la mejor versión de nosotros mismos necesita de una voluntad y un esfuerzo. Este esfuerzo es placentero y fácilmente nos lleva a la excelencia.

Plan de Acción:

• A partir del StrengthsFinder de Gallup (u otro test de autoconocimiento que nos permita descubrir nuestros patrones de comportamiento naturales y su vinculación con la motivación) toma consciencia clara del valor que aportan tus talentos al mundo, para aplicarlos con un impacto positivo.

• Sintetiza aquello que aporta cada uno de tus talentos en una frase clara y sencilla.

• Corrobora en pequeñas acciones diarias el impacto de aquello que aportas.

• Siente el placer en aquellas acciones que haces guiado/a por tus talentos naturales, poniendo en marcha tu motivación intrínseca.

• Convierte en hábito la utilización consciente de tus talentos.

• Percibe la diversidad invisible, en base a aquello que te encanta y por contra otras personas detestan.

Diversidad invisible y cultura transformacional

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