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Capítulo 4 – Luces y sombras

Todos somos diferentes. Todos tenemos talentos que pueden aportar valor al mundo. Si tomamos consciencia de ello podemos, en base a lo que somos, determinar un propósito. Ahora bien, el impacto que tengamos en el entorno será responsabilidad nuestra. Lo que somos, inevitablemente se proyecta y se puede traducir a brillo o a sombras.

El propósito nos guía hacia lo que queremos ser al sacar todo nuestro potencial, pero si el impacto de esto que somos es una luz o una sombra lo determinamos nosotros. Si los talentos fueran superpoderes, nosotros decidimos si con ellos ser un héroe o ser un villano.

Nuestros talentos, en sí, son neutros. Es aquello que hacemos de ellos lo que crea un impacto positivo o un impacto negativo en nuestro entorno. Hemos visto en el Capítulo 2 como un mismo talento puede tener dos adjetivos distintos para una misma realidad, son dos caras distintas de la misma moneda.

Si el punto de partida es neutro, somos nosotros los que decidimos colocar el peso sobre un lado u otro de la balanza, y proyectaremos, según se decante, un impacto positivo o no.

Aquí estamos hablando de proyección y de impacto. Sea cual sea nuestra actitud ésta tendrá una consecuencia en el entorno. Si aún siendo conscientes de nuestros talentos, de todo lo que aportan y tener claro un propósito, éste se enfoca desde una actitud egoísta, mirando únicamente de obtener un impacto positivo en nosotros mismos, la repercusión en nuestro entorno puede estar muy lejos de ser un brillo o una luz.

Creo que esto se entiende muy bien si cogemos prestados los conceptos de “océano rojo” y “océano azul” de las estrategias de marketing empresarial.

Un “océano rojo” será aquel en el que yo decida que el impacto positivo únicamente me repercute a mi, aunque eso quiera decir que vaya en detrimento de otras personas de mi alrededor. Mi proyección se contagia y no podré sorprenderme en recibir esa misma actitud egoísta, ni de la falta de empatía cuando la acción de otra persona me perjudique. Aquí cuenta la supervivencia individual y el océano se convierte en un mar de tiburones que pueden llegar a depredarse entre si, convirtiéndolo en un “océano rojo”.

Este no es el modelo que nos gustaría promover, si no todo lo contrario. En un “océano azul” decidimos extender el impacto positivo de nuestros talentos a un impacto positivo en nuestro entorno. El miedo y la desconfianza a menudo nos llevan por el otro camino pero, ¿qué pasaría si con mis acciones intento cada día generar un impacto positivo en mi entorno? Creo que igual que el egocentrismo se contagia para generar un mar de tiburones, la actitud consciente de generar bienestar en el entorno también se contagia y se propaga. Nuestra proyección se convierte en una luz que enciende otras luces, para crear un océano azul donde la colaboración y la confianza no son meras palabras de un diccionario.

Esto no quiere decir ser tonto, ni dejarse pisotear, ni que se aprovechen de ti. Esto a menudo son limitantes internos que no nos dejan ser en plenitud.

Imagino que habréis oído hablar de la teoría de la X y la teoría de la Y de Douglas McGregor. La teoría de la X parte de la premisa que las personas son holgazanas, estáticas y evitan las responsabilidades, con lo que necesitan un liderazgo autoritario e impositivo. La teoría de la Y parte de que las personas son dinámicas, optimistas y creativas. Aquí toman valor la motivación y el reto. Nosotros estamos seguros que si a una persona la tratamos según la teoría X, acabará por responder en esta línea validando la teoría. Por contra, si partimos de las premisas de la Teoría Y, la respuesta de la persona validará ahora la teoría Y. Al final es un principio de acción-reacción. Proyectamos y actuamos según las luces y sombras que percibimos. Ante la amenaza y el miedo nos defendemos, y el resultado nos hunde aún más en un océano rojo, mientras que si confiamos y colaboramos sin miedo, movidos por un propósito que saca lo mejor que somos, la acción-reacción seguro que va en esta dirección, adentrándonos en un océano azul.

Me encanta observar a nuestras hijas como actúan y juegan porque a menudo su comportamiento es un reflejo, a otra escala, de lo que sucede en las organizaciones. Cuando hace buen tiempo vamos a una plaza cerca de casa. Allí, mientras nosotros tomamos algo, ellas juegan e interactúan con otros niños y niñas. A veces la situación lleva a que cada cual mire únicamente por obtener la mayor autosatisfacción e impacto positivo en si mismo, disputándose el espacio de pelota o la posesión de aquel hormiguero que se acaba de descubrir. Aquí, el que ha hecho el descubrimiento, igual es un niño al que le encanta aprender, pero ese “me encanta” no se traduce a un impacto positivo en el entorno, sino se limita a una satisfacción individual que lejos de colaborar y enriquecer, se convierte en gritos y peleas.

A veces sucede todo lo contrario. Recuerdo el descubrimiento de una babosa, que gracias a una indagación más a fondo quitando piedras, resultó ser una gran familia. Había al menos 6-7 niños y niñas que colaboraban en la creación de un “parque de atracciones para babosas”. Unos utilizaban su análisis y curiosidad para mirar de entender como se mueven, observar donde tienen la boca, etc. Otros corrían recolectando hojas, piedras, ramas y demás con la energía y el entusiasmo de pasar a la acción aquello que los otros estaban teorizando: ¿Será verdad que les gustan las hojas? Aquí el brillo del que le encanta aprender se propaga con un impacto positivo animando también a otros a sacar lo mejor, y el brillo del que le encanta pasar a la acción, alimenta al primero en continuar la investigación. Se confía, se colabora, se empatiza y el océano se vuelve azul.

En las organizaciones pasan, a otro nivel, situaciones análogas. La diversidad invisible es un activo valioso y fantástico que una organización debe saber aprovechar en beneficio, no sólo propio, sino en beneficio de todos. Lo que proyecta cada persona, con la intención de generar un impacto positivo en uno mismo y en su entorno, debe ser una actitud transversal, tanto desde la dirección como desde la base. No es una cuestión de liderazgo, se trata de lo que todos y cada uno de nosotros proyectamos, para generar una red interconectada de luces en la que todos somos importantes.

Si sé que la persona que se sienta en la mesa de al lado actúa, no sólo con la intención de un beneficio propio, sino para generar un impacto positivo en el entorno, por tanto, también en mi ¿No creéis que cambiaría la percepción de nuestro lugar de trabajo? ¿No corresponderíamos nosotros con la misma actitud?

Si decidimos proyectar luces y no sombras (somos conscientes que todos podemos tener días torcidos donde se apodera de nosotros nuestro villano y no pasa nada, el entorno lo perdona) nuestro propósito se alineará con esta mejor versión de lo que somos. Esas acciones diarias que dentro de la organización llenan de sentido lo que hacemos, no sólo me generan bienestar a mi, sino que toman un nivel de profundidad más, con la consciencia de querer generar intencionadamente un impacto positivo. Si me encanta proyectarme hacia el futuro, buscaré aquella visión en la que todos tengan cabida (evitando que esta sea sólo mía y que obligue a los demás a seguirme a ciegas). Si además quiero ampliar este impacto positivo en los demás, la intentaré compartir de forma entusiasta, consensuando el camino y eliminando barreras. Ya hablaremos en capítulos posteriores de generación de confianza y toxicidad inconsciente.

Una organización está formada por personas, y sólo con ellas podemos lograr hacer posible aquello que parecía imposible. Llegar a este nivel de madurez es un camino a recorrer que nos lleva a otro estadio, mucho más orgánico, en el que la persona en si, en su mejor versión, es el centro.

Nosotros en TalentUp! tenemos una visión: “¡Cambiar el mundo a través de las personas!”. Siendo fieles a lo que somos, hace ya tiempo que decidimos intentar sacar lo mejor de nosotros para generar un impacto positivo en el mundo. Con esta intención compartimos con vosotros nuestra perspectiva y nuestra alma. Si conseguimos que alguien se sume para generar una nueva luz y borrar una sombra, para nosotros será un éxito. ¿Qué decides?

Conclusiones:

• Lo que somos, inevitablemente se proyecta y produce un impacto en el entorno.

• Los talentos en si, son neutros. Todos pueden tener un impacto positivo o un impacto negativo tanto en nosotros como en los demás.

• Es responsabilidad nuestra decidir si lo que proyectamos es una luz o una sombra.

• Actuar según nuestros talentos únicamente en beneficio propio, sin tener en cuenta si genera o no un impacto positivo, nos conduce a una actitud egoísta que se contagia y propaga.

• Si tomamos consciencia de actuar según nuestros talentos para generar beneficio en nosotros y en los demás, se promueve la colaboración, la empatía y la confianza.

• Dentro de una organización, el generar un impacto positivo en uno mismo y en los demás debe ser una actitud transversal, desde la dirección a la base.

Plan de Acción:

• De forma consciente escribe el valor que aportan cada uno de tus talentos.

• Distingue entre el beneficio que te aportan a ti y cual es el valor que pueden aportar a los demás.

• Comparte y explica como eres y que es lo mejor que los demás pueden obtener de ti. Apoyate en el resultado de los dos puntos anteriores.

• En las situaciones propicias utiliza tus talentos para generar de forma intencionada beneficio en ti y en los demás.

• Recoge feedback, observa las reacciones.

• Siente el placer de ser en plenitud generando bienestar en ti mismo y en el entorno.

Diversidad invisible y cultura transformacional

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